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Por Federico Corbière
Así como quien no quiere la cosa uno de los primeros textos que llega a todo buen estudiante de comunicación es la obra de Jesus Martín-Barbero (1937-2021) y sus reflexiones sobre lo popular y lo masivo en una sociedad supercapitalista, que, para este pensador latinoamericano, por adopción, debía ser transformada.
El guion daba la primera pista: Jesús a secas, aunque algún distraído lo llamara Martín. Usaba el apellido compuesto de los padres. Una costumbre muy de España, su país de origen, antes de transformarse en uno de los principales referentes de los estudios culturales latinoamericanos. En 1963 eligió Colombia para quedarse hasta siempre.
Cuando te llegaba a las manos el libro De los medios a las mediaciones. Comunicación, cultura y hegemonía (1987), el mundo se ponía patas para arriba. Este pensador inclasificable por su amplitud de saberes en filosofía, semiótica, sociología y antropología, entre otros, recuperó de Paul Ricoeur la idea hermenéutica de tomar distancia a partir de las palabras para ponerlas en contexto de “mediación” y acción comunicativa.
Al último término del subtítulo del libro le encajó la categoría “hegemonía”, esa que muestra en las relaciones de poder las asimetrías de una sociedad cargada de violencia (simbólica y de la otra). Curiosamente, su muerte estuvo ligada una vez más a las complicaciones en la salud por el coronavirus y las mezquindades geopolíticas por la distribución de vacunas que se llevaron a otro indispensable.
El lugar de la “mediación” entre los medios masivos y la gente: consumidores, ciudadanos, lectores in fábula, receptores, prosumidores o como quieran llamarnos las distintas corrientes académicas que etiquetan a los seres humanos, nos devolvió el estatus de considerarnos personas frente a la fascinación del tecnologismo dominante en los ochenta y su statu quo.
Martín-Barbero fue principalmente un humanista que en todo momento quiso transformar la realidad recuperando esos aspectos poco visibles de las luchas populares, solidaridades y espacios en donde el capitalismo no puede mandar del todo. Estudió eso en diversos soportes y formatos como los folletines. los radioteatros, el cine y las telenovelas. Sin embargo, esa foto del siglo pasado le quedó estática para pensar la actualidad en términos de flujo de información.
Tuvo la capacidad de no dormirse en los laureles y escuchar la música de redes sociales como Facebook y las experiencias de las nuevas generaciones frente a múltiples pantallas. Fue más allá que el último Eliseo Verón, pero sin fallarle a esa idea del argentino en su semiosis social infinita que sostiene: “Analizando productos, apuntamos a procesos”. La clave actual está enfocada en los procesos, no sólo en los medios y sus mediaciones, que por supuesto están condicionadas en el ejercicio del poder.
En una de las tantas conversaciones con Omar Rincón ambos hablaron sobre el Periodismo en tiempos de Internet. Martín-Barbero, aseguró diez años atrás que Google “te permite hacer un estado del arte de lo que ocurre en el mundo en pocos minutos (…) te puedes engañar, pero también puedes saber desde los ángulos ideológicos más diversos”, aseguró cuando todavía los integrantes del GAFA (Google, Amazon Facebook y Apple) prometían no robarles la identidad a los usuarios.
De alguna manera le metió humanidad al algoritmo mediatizado. Esto fue antes de que Sergei Brin y Larry Page abandonaran el slogan “Don’t be evil” (no seas malvado) por «Do the right thing» (haz lo correcto). Claro está: para Alphabet Inc. (Google) lo correcto es imponer su sesgo comercial al mundo.
Se posó en los más jóvenes y en su capacidad de modificar la realidad. Nos dejó como en El Principito de Saint Exupery un “mapa nocturno” para seguir navegando cuando la instrumental falla. También ese romance con la comunicación y la rigurosidad metodológica, con un espíritu reflexivo que apuntaba en prospectiva hacia la libertad.
Con él empezamos estudiando en la telenovela latinoamericana, otras temporalidades, sus memorias y luchas. Simples historias que tenían cargado en el símbolo un arsenal de textos dotados de capacidad para abrir la interfaz a la cultura propia. Nunca sus investigaciones tuvieron reminiscencias hacia un pasado conservador. Todo lo contrario: invitaba desde la academia a romper con lo establecido para hacernos mejores.
Gracias a tipos como Jesús Martín-Barbero seguimos descubriendo en los lenguajes quebrados la rosa del principito, una relación tormentosa con la comunicación que deberemos seguir cuidando en un mundo no tan pequeño, recontra globalizado, pero con el sello de un autor cuyas ideas volcadas a la conciencia histórica hacen mashup con las cualidades creativas, artísticas y culturales de una cultura de mezcla pintada con acuarelas latinoamericanas.
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