sábado, 12 de junio de 2021

Honduras, el país de las válvulas de escape


Radio Progreso

¿Qué explica que en las extremas condiciones de sobrevivencia, de un descarado manejo corrupto de los bienes públicos, del manejo de la administración pública desde la mentira y el cinismo, de fraudes electorales, de hambres y de una atención sanitaria inhumana, no aparezcan levantamientos y oposición organizada? ¿Qué hace que entre tantas turbiedades y turbulencias, la población hondureña no solo no se levante, sino que con su pasividad avala a los políticos y funcionarios responsables de su postración?

(Ismael Moreno, junio 2021)

Un día de mayo de 2021, cuando la crueldad de los contagios de la pandemia arreciaba con mayor furia dejando un reguero de muertes y hospitales atestados de pacientes, y cuando arreciaban la aprobación de las Zonas Especiales de Desarrollo (ZEDEs) y los gringos anunciaban listas de políticos y funcionarios corruptos, muchos miles de hondureños se lanzaron en tropel a las calles de la capital y de otras principales ciudades del país; con cohetes y pitoretas, mandaron al carajo la mascarilla olvidándose del mandato de andarla obligatoriamente, para festejar el triunfo del Olimpia, equipo que por enésima vez alcanzaba el campeonato de la liga de fútbol hondureño. “Aquí no pasa nada, qué importa la pandemia, qué importa si hoy no comimos, estamos felices porque somos campeones y esta felicidad nadie nos la quitará”, dijo una de las muchísimas voces de la barra fiel del equipo de fútbol campeón.

Válvula de escape, recurso que desvía de la realidad

Esta es una típica válvula de escape hondureña. Cuanto más hundido esté el país y cuánto más explosiva es una situación, más pronto emerge una válvula de escape, no cambia en nada el hundimiento y la gravedad de la situación, pero la válvula de escape desvía la situación, la adormece. La válvula de escape es el somnífero, el analgésico, la droga que distrae, embrutece y reduce los malestares y los lanza hacia una satisfacción que parece aplacar la angustia y el malestar. La válvula de escape no resuelve, desvía, genera otros entusiasmos y otras atenciones. Deja intactos los conflictos y problemas, lo que hace es quitarles presión a través de otras motivaciones emocionales, efusivas o entusiastas. Una válvula de escape está en correspondencia con la precariedad humana, económica y social, y con bajos niveles de escolaridad (aunque no es exclusivo) y una ausencia de cultura ciudadana. Y sobre todo está en correspondencia con el estado sistémico de subsistencia.

De acuerdo a expertos en comportamientos humanos, las válvulas de escape son mecanismos y comportamientos típicos de sociedades en estado de sobrevivencia como es el caso hondureño. Somos sociedad estructuralmente organizada desde el estado de postración de millones de seres humanos, de los cuales ocho de cada diez tienen frontales problemas con el desempleo y por consiguiente se ven en la obligación de arañar cualquier cosa que conduzca a ganarse el sustento del día. Honduras es una sociedad en estado de sobrevivencia. Y un estado humano así es tierra fértil para la siembra de muchas semillas, que van desde las rebeldías hasta la apatía y diversas expresiones de descomposición social.

La base de la sobrevivencia hondureña es real, en tanto que ocho de cada diez hondureños pasan su cotidianidad arañando para la alimentación, pero a su vez es inducida, porque el hambre y desempleo de millones es negocio para reducidas élites. Es movilizadora y a su vez desmovilizadora. En Honduras las rebeldías se reducen a expresiones marginales, mientras la inmensa mayoría de la sociedad se decanta hacia expresiones descompuestas de humanidad, lo que llamaremos en este ensayo, válvulas de escape, entendida como desviación que transforma y transporta a quienes son víctimas de una carga opresiva hacia una emotividad muy parecida a la que sentirían si asumieran respuestas de solución a sus conflictos y problemas.

Válvula de escape como enajenación

En situaciones de extrema angustia y de sobrevivencia, el camino propicio es el de las válvulas de escape. Una persona tiene hambre y sufre desempleo, siente que son problemas tan grandes, que superan sus posibilidades, se encierra en sus angustias y en esa actitud cae víctima del alcohol, y en lugar de encontrar con otras personas que padecen de sus mismas preocupaciones, se junta para emborracharse o para dar rienda suelta a sus frustraciones evadiendo sus problemas por otras vías. Este camino conduce a la enajenación, a sustraerse de su realidad y buscar respuestas en lugares distintos a los vinculados a sus angustias.

Cuando el nivel de conciencia es tan bajo que no alcanza a emprender el camino que sea válvula de respuesta eficaz a los problemas, entonces la población puede ser fácil presa de manipulaciones porque se encuentra en un estado de enajenación. Aquí nos referimos a enajenación como ese estado de la gente que la conduce a perderse a sí misma, separada de su realidad, así como los trabajadores pierden capacidad para identificar que su fuerza de trabajo es la que produce la riqueza de la sociedad, pero la misma es apropiada por quienes son dueños de las empresas (Cfr. Concepto tomado de la tradición marxista). Cuando esto ocurre los problemas se agrandan y adquieren una fuerza y un poder que no tienen, ante quienes padecen sus consecuencias los problemas como el desempleo, el hambre, la falta de tierra o de salud adquieren vida propia, y se vuelven ídolos que matan y que necesitan que la gente se mantenga en esa mentalidad enajenada para seguir teniendo vida. En lugar de hacer frente a ellos, los problemas convertidos en mitos aconsejan, indican caminos de desviación, y esas son las válvulas de escape.

“Otros resuelven”, “Ya vendrán quienes respondan y nos protejan”. Es la lógica de una sociedad que en lugar de enfrentar sus problemas, les huye, porque esos problemas han adquirido vida propia ante la conciencia mítica y enajenada de la población. Y en su lugar emergen las válvulas de escape que son otros ídolos, otros mitos que encarnan “soluciones” imaginarias a fenómenos complejos, que aconsejan no hacer frente a los verdaderos problemas, porque vamos a morir en la empresa, mejor resolvamos buscando otras respuestas. El mito transforma imaginativamente la realidad, y oculta una realidad ara mostrar otra. El mito brinda una reconciliación de los contrarios para calmar la angustia o brindar un cierto sentido de armonía (cfr. Claude levi Straus, el pensamiento salvaje, FCE, México, 1964; mitológicas, FCE, México, 1966). Así nacen, se fortalecen y se erigen las válvulas de escape como respuestas míticas ante el hambre, desempleo, falta de tierra, educación salud y en general ante la inseguridad social.

Buscando un punto de partida o de referencia histórica

Para situar históricamente, las válvulas de escape encuentran su primer terreno fértil con la presencia arrolladora del enclave bananero, cuando se introduce en la sociedad esa concepción de que, de afuera, del norte vienen las respuestas a las diversas situaciones que resuelven la vida de los trabajadores. La gente de los campos bananeros vivió bajo un sistema económico, político, social y salarial que resolvía todas sus necesidades, y ante cualquier problema había que remitirse a los empleados de la bananera porque todo estaba remitido al régimen de enclave. El enclave abrió las puertas a la primera gran válvula de escape, y ante la ausencia y necesidad de respuestas, se resolvió en sentido contrario a la identidad popular y nacional.

La huelga bananera de 1954 significó quizás el momento histórico cuando los sectores populares de Honduras encararon sus problemas con conciencia transformadora, cuando las condiciones objetivas y las condiciones subjetivas se besaron, porque cuando esto ocurre, cuando se juntan estos dos dinamismos, de acuerdo a los expertos en teoría política, es cuando los problemas de la sociedad se resuelven revolucionariamente. En lugar de válvula de escape, la huelga bananera fue una respuesta de dignidad y conciencia desde los trabajadores, y advirtió a las empresas bananeras y a los políticos criollos para organizar respuestas que neutralizaran el peligro de nuevos levantamientos populares. Entonces arreciaron las válvulas de escape.

Reformas, impulsoras de válvulas de escape como neutralización de luchas y conciencia ciudadana

La bananera y el gobierno de turno impulsaron para finales de la década de los cincuenta del siglo veinte diversas y variadas reformas que a simple vista parecían respuestas a las demandas populares (Cfr. Marvin Barahora, Honduras: una síntesis histórica, Editorial Guaymuras, 2005). Y así fueron, pero con el propósito de distraer, confundir, dividir y aletargar a los movimientos subversivos dentro de las bananeras y del sector campesino y obrero en general. La ley del seguro social, el Código del Trabajo, una ley de reforma agraria, derecho al voto de las mujeres, beneficios adicionales a los obreros de las bananeras en el marco de los sindicatos, fueron entre otras, reformas que aplacaron el ímpetu popular que se expresó en la gran huelga bananera.

Las reformas no eliminaron el ímpetu, lo aplacaron y lo hicieron aparecer como conquistas alcanzadas por el movimiento sindical organizado. Es cierto que fue en virtud de la gesta obrera, pero las reformas buscaban neutralizar aquella gesta y tener bajo control sus dinamismos. Reformas, política de miedo, control de la conciencia a través de la formación de los líderes por medio del Instituto Americano del Sindicalismo Libre, eliminación selectiva de subversivos, campaña mediática para elevar perfil de nuevos líderes sindicales y campesinos y advertir del peligro comunista que se cernía sobre el país, fueron parte de la nueva estrategia impulsada por la alianza de las bananeras, el gobierno de Estados Unidos y el gobierno hondureño.

Reformas, miedo y represión: una respuesta articulada

En el fondo, las reformas de finales de la década de los cincuenta fueron válvulas de escape, las cuales a la vez estuvieron acompañadas –como lo estarán a lo largo de la historia posterior hasta nuestros días— de políticas de miedo, de medidas y acciones de persecución, represión, amenazas y muerte de dirigentes políticos, cuando no de muertes violentas masivas. Desde entonces, válvulas de escape y miedo inducido irán siempre de la mano.  Este corto período de reformas representó la siembra de una sociedad que desde entonces habría de vivir bajo la lógica de las válvulas de escape.

La década de los sesenta, de acuerdo a diversos datos y referencias, fue el período del mayor auge de la organización campesina, cuando florecieron las más pujantes y entusiastas expresiones campesinas. El conjunto de sus líderes fue cooptados por la poderosa corriente del “sindicalismo libre”, y las organizaciones y líderes contestatarios y situados a contracorriente del oficialismo fueron severamente reprimidas o eliminadas, como fue el caso de la Federación Nacional de Campesinos Hondureños, FENACH, cuyos dirigentes fueron masacrados como subversivos en abril de 1965 en la llamada masacre del Jute en las cercanías de la ciudad de El Progreso, en el norte hondureño. Las organizaciones campesinas nacían y se desarrollaban con en torno a la demanda de la tierra, una promesa que frecuentemente era satisfecha por la riqueza y abundante frontera agrícola, especialmente en la zona noroccidental del país. Organización que demandaba tierra, demanda que solía ser satisfecha.

La tierra y sentimiento nacionalista en un país con fronteras agrícolas

Así surgió el tema de la tierra como válvula de escape. Ocurrió que en este proceso de entrega de tierras se identificó que unas 300 mil familias salvadoreñas eran poseedoras de pequeñas o medianas parcelas. La guerra de 1969, falsamente llamada del fútbol, confrontó a la población campesina hondureña con la salvadoreña, disputas atizadas por un inducido sentimiento nacionalista que justificó la expulsión masiva de miles de familias salvadoreñas, y sus tierras fueron, o acaparadas por terratenientes o funcionarios públicos, o entregadas a organizaciones campesinas. De modo que la entrega de tierras y el nacionalismo chovinista se convirtieron en válvulas políticas de escape, las cuales serán parte de la realidad nacional, especialmente a través de patronatos que definen su existencia a través de acuerdos con municipalidades para lograr concesiones de tierras.

El encanto del fútbol

Así como la guerra de 1969 abrió con fuerza la válvula del nacionalismo chovinista, se abrió con mucha más fuerza la válvula del fútbol como expresión de respuestas masivas de “mancha brava”, de la plebe conducida por políticos, militares, empresarios y medios de comunicación, hasta convertirse en las llamadas barras “ultra fieles” de los partidos de fútbol de mayor sustento económico y que en las últimas décadas ha dejado decenas de muertes como consecuencia de las energías que se canalizan a través de esta válvula de escape.

Una mañana de lunes, en pleno trabajo en un taller automotriz uno de los jóvenes trabajadores hizo una pequeña pausa, y con periódico en mano se dirigió a sus compañeros obreros para aclarar un error en la noticia de fútbol: “Miren cómo miente este periódico, dice que el primer gol cayó a los veinte minutos, y fue a los 17”. Los futboleros sin duda saben poco o nada de lo que ocurre en el país, no siguen las noticias, y si se enteran, no les preocupe. Su vida, con sus días y sus noches, gira en torno a los partidos de fútbol, tanto los nacionales como los internacionales, y tanto sufre cuando pierde su equipo preferido en la liga nacional, como sufre cuando pierde el equipo favorito de España. Italia o Inglaterra.

Si hay fútbol no importa si no hay empleo o no hay comida, y con el fútbol se unen todas las ideologías, y pueden existir confrontaciones políticas en razón de visiones ideológicas distintas, pero al momento de un partido de fútbol decisivo, no hay banderas ideológicas que dividan. En el día a día alguien puede despotricar en contra de la oligarquía, pero si en la noche hay fútbol, todo mundo a gritar porras por el equipo del patrón, como canta el compositor popular hondureño, Mario de Mezapa.

Los asistentes a un partido de fútbol se transforman, el mundo con sus complejidades deja de existir, y todo se reduce a la única pasión en torno a un balón y muchos pies corriendo tras las jugadas. El fútbol es una pasión, ante la cual el mundo entero se rinde. Ante el partido, el aficionado se transforma en fanático y sus sentimientos se exacerban como solo ocurre con un fanático religioso, porque a fin de cuentas el fútbol y la religión cuando se convierten en pasión se asemejan en desviar la atención de la realidad para concentrar la mente y el corazón en una única devoción.

Quizás antes del partido, algunos aficionados tienen información de los dueños de los equipos de fútbol y de su relación con empresas que incumplen sus obligaciones laborales con los trabajadores, pero una vez que el equipo ingresa a la cancha, la mente de los aficionados se enturbia, y en la medida que avanza el partido, el aficionado va sufriendo una metamorfosis que al radicalizarse puede llevar a un fanatismo con capacidad para ver en los contrarios a enemigos a los que hay que atacar, a extremos de provocar muertes, a veces cargadas de crueldad. Ya lo escribió en un meme por las redes sociales: “Un pueblo sumergido en la mediocridad, se condena al fracaso y a la miseria cuando sabe más de fútbol que de sus propios derechos, cuando grita más fuerte un gol que una injusticia, y cuando le exige más a un jugador que a los políticos”.

Migración y remesas

La migración con sus remesas que desde la década de los noventa del siglo pasado han venido en aumento, se ha convertido en una potente válvula de escape. Una vez que las compañías bananeras abandonaron sus fincas, en los inicios de la última década del siglo pasado, y que cristalizó tras el paso feroz del huracán Mitch, al final de esa misma década, los antiguos “campeños” quedaron viviendo en las mismas viviendas, en los “barracones” construidos por la empresa estadunidense, y poco a poco fueron cayendo en la cuenta que faltaba la asistencia que recibían de su “mama yunai”, ya no había quien cortara el césped de los patios, llegaron los recibos de la energía eléctrica, comenzó a escasear el servicio de agua potable, los edificios de las escuelas se fueron deteriorando, y el dinero que semanalmente recibían de pago, se esfumó como por arte de abandono.

El abandono de la bananera unida a los destrozos y desempleo que dejó el huracán Mitch, más la pérdida de tierras en las cooperativas de reforma agraria que provocó abandono del campo de miles de personas avalado por los “ajustes” del neoliberalismo, condujo a la migración masiva hacia los Estados Unidos, como una válvula de escape que iría en aumento en la medida que aumentaba la violencia, la implementación de los Tratados de Libre Comercio con su aumento de desempleo y la desvalorización de la producción campesina. Los ex trabajadores de las fincas bananeras fueron los primeros en tomar camino al norte, quizás con el afán interno de seguir los pasos de la Compañía frutera que regresó a su lugar de origen. Si la Compañía no regresa, los campeños van a buscarla a Estados Unidos para resolver allá lo que no pueden resolver aquí. Y a los campeños les siguió la juventud desempleada o amenazada por la violencia.

Así las dos primeras décadas del siglo veintiuno se corresponde con el tiempo de florecimiento de la migración como la mayor válvula de escape de la sociedad hondureña, al alcanzar las remesas más de cinco mil millones de dólares, convirtiéndose en el rubro de mayor ingreso, muy por encima del café, la industria de la maquila, el turismo y las comunicaciones, para constituirse en el colchón económico que da mayor estabilidad a la economía hondureña. Las remesas son dineros que llegan directamente a las manos de las familias pobres hondureñas, aunque solo pasan porque de inmediato van a las cuentas de los supermercados, las tiendas de consumo, las ferreterías, entre otras.

Una familia que depende de lo que envíen sus familiares de Estados Unidos, y en menor medida de España, pasa la vida embelesada viendo hacia el norte, lista para recibir el mensaje del celular que le avisa que pase a retirar la remesa. Su existencia cotidiana depende de la remesa, y la vida transcurre en torno a la remesa, y todavía más atenta a los mandatos que vienen de quien envía la remesa.

El enviador de remesas es el único gobierno al que obedece la familia beneficiaria, y es quien dicta las pautas de comportamientos y relacionamientos cotidianos. El enviador de remesas juega el papel de gobierno, dicta las leyes y pautas, y ejerce control e incluso violencia sobre los beneficiarios. La familia beneficiaria en nada se ha de involucrar que ponga en mínimo riesgo la estabilidad que le garantiza el régimen de remesas. Esas familias que se cuentan por decenas de miles no están interesadas en lo que ocurre en el país, ni siquiera en el entorno, que no sea el mundo religioso al cual están adheridas o los equipos de fútbol o las novelas preferentemente de narcos que transmiten en la televisión. Nada que ocurra en el ámbito de lo público interesa a la familia receptora de remesas, a no ser que interese al enviador, el único y auténtico gobierno que tiene la familia beneficiaria.

La migración con sus remesas se ha constituido así en la válvula de escape más eficaz para tiempos hondureños de turbulencias y sobrevivencias, es apagafuegos y sostenedor del status quo y es un factor desmovilizador privilegiado, porque además de acentuar el individualismo familiar, estabiliza la economía, evitando el colapso de la sociedad. Podrá anunciarse el vínculo del titular del ejecutivo con el narco actividad, podrá conocerse de saqueos descarados al erario público, se podrá confirmar el fraude electoral, se podría anunciar el abandono del gobierno de los damnificados de huracanes, el gobierno podrá hacer concesiones de territorios a empresas extranjeras. Se podrán venir todas las desgracias juntas, pero habrá decenas de miles de familias que no moverán un dedo para sumarse a protestas o reclamos públicos. Esa es la efectividad de la migración y sus remesas como una válvula de escape. El imán de la migración como válvula de escape habría de expresarse en las caravanas de hondureños que pasivamente arrancan en búsqueda de territorio estadunidense, cuando más ha arreciado el desempleo y la incertidumbre tras la inestabilidad política agravada con la pandemia y las inundaciones.

Campañas políticas

Las campañas políticas atrapan a millares de personas en torno a candidatos, corrientes y partidos políticos, y en todas las circunstancias revisten la característica de válvulas de escape. La sociedad hondureña es una sociedad electorera, y aunque los partidos políticos representan las instituciones de más desconfianza para ocho de cada diez personas, de acuerdo a los diversos sondeos de opinión pública del ERIC, las elecciones con sus campañas son lo más parecido a una festividad, de la que muy poca gente tiene capacidad de sustraerse. Los contenidos importan muy poco o nada, como no importa si un candidato ofrece promesas que cumpla o no cumpla. Es el fervor, es la fiesta lo que atrapa y convoca, y cuanto más caudillo sea el candidato más capacidad de convocación tiene.

En las últimas campañas políticas las acusaciones de narcotraficantes fueron especialmente fuertes en contra de candidatos, en su mayoría del partido de gobierno. La mayoría de estos políticos señalados de participar en actividades ilícitas fueron votados para ser candidatos a cargos de elección popular. Y la gente lo sabía, pero desde las condiciones de subsistencia, seguir a un candidato que desafía las leyes con sus negocios irregulares, puede redituar en empleo, ayudas y asistencias. Una campaña política puede ser entendida como oportunidad para la rebusca.

La campaña electoral está por encima de contenidos, trayectorias o compromisos de quienes corren en búsqueda de un cargo de elección popular. La campaña política es una fiebre que contagia a la sociedad entera, y no paree existir una persona a la que se le proponga participar como candidato que tenga capacidad para negarse. Se conocen muchas personas que han sido críticas frontales de los partidos políticos y del daño que la política ha hecho al país. Sin embargo, un día cualquiera unos amigos le metieron el gusanito de una candidatura, y se olvidaron las críticas, o retoma las mismas para asegurar que con un cargo de elección popular realizarán las transformaciones que el país necesita. Una vez que una persona ingresa al ruedo de candidaturas, nunca jamás nadie lo podrá convencer de que se retire, estará en campaña política hasta que se lo lleve la muerte.

El rebusque y asistencialismo

La rebusca ante regalías y programas asistenciales, que se exacerba ante emergencias producto de eventos de la naturaleza y campañas electorales, son otras eficaces válvulas de escape, que responden al estado de postración y sobrevivencia de amplios grupos humanos a lo largo del territorio, y a la vez a la mentalidad que hace depender a la gente de fuerzas extrañas a su vida, y a la mentalidad individualista de cada quien librando su cacaste.

Meses después del paso dramático de los huracanes de 2020, un grupo notable de comunidades de la margen derecha del río Ulúa, en el Valle de Sula, decidieron hacer públicas sus demandas por construcción de bordos en los ríos, ante el inminente peligro de nuevas y devastadoras inundaciones. Centenares de personas se movilizaron, en una ocasión hicieron tomas de puentes, la policía reaccionó con bombas lacrimógenas, y no obstante la promesa de autoridades de tener lista la maquinaria para realizar los trabajos en el río Ulúa, las comunidades prosiguieron con sus protestas públicas.

De pronto, el propio titular del Ejecutivo se hizo presente en las comunidades y en algunos barrios de la ciudad de El Progreso, el epicentro de las acciones de protesta, y comenzó a regalar dinero contante y sonante. Aseguró que los seis mil lempiras que estaba entregando, lo haría en dos ocasiones más en los siguientes meses del año. Obviamente, nadie rechazó el regalo con “dinero para el bolsillo”, como le llamó el gobierno, y en la siguiente acción de protesta pública, los asistentes se redujeron a menos de la mitad de los que se habían movilizado en jornadas anteriores.

Rebusque e individualismo

En una sociedad atrapada en la sobrevivencia, el rebusque es lo que define en gran medida a la población, y la misma estará presente en aquellos lugares y ante los personajes que le garanticen la comida o el sustento para ese día. El rebusque como actitud ante el estado de sobrevivencia acentúa las salidas individualistas, cada quien busca resolver sus necesidades, sin ver a ninguna otra parte que hacía sí mismo. La actitud individualista, como propia del rebusque, no alcanza miradas conjuntas y menos a respuestas conjuntas. Pueden existir problemas y necesidades comunes, pero en una sociedad del rebusque, las respuestas suelen ser siempre individualistas, porque a fin de cuentas “el buey se llame solo”.

Una barriada marginal, informal e improvisada, en las afueras de un centro urbano de la costa norte hondureña, con veinte chabolas, cada una de ellas cuenta con una manguera que la cada familia la ha instalado y traído de la fuente de agua a unos 300 metros. A nadie se le ocurrió que podrían comprar una sola manguera más amplia, y cuidar la fuente de agua como un bien común. Cada quien se rebuscó con su propia manguera y la pegó a la fuente de agua, las veinte familias con la misma necesidad, pero cada una se rebuscó individualmente para resolver su necesidad de agua.

Lo mismo ocurrió con el tendido eléctrico. Las veinte chabolas tienen electricidad, pero existen veinte pegues de energía que cada familia ha traído desde unos 400 metros, con una cantidad notable de cables eléctricos que improvisadamente cruzan por las arboledas, poniendo en peligro a todas las viviendas. Pero cada familia se rebusca para resolver individualmente su necesidad de energía eléctrica. Y cada familia se vincula individualmente con quienes le pueden resolver su necesidad, seguramente un pastor evangélico o un directivo del patronato, que a su vez es activista del Partido Nacional.

Una población así alcanza una mirada inmediatista, el mundo tiene el horizonte del final del día, y la gente se va detrás de quien más le asegure esa sobrevivencia cotidiana. Ya lo han advertido resultados de sondeos de opinión, la gente se inclina levemente por la democracia, pero sobre todo se inclina por aquel régimen que le garantice la subsistencia (Cfr. Sondeo de opinión pública, ERIC, 2020).

La gente se va detrás de quien le haga regalos, y esto lo sabe muy bien el sector más de extrema derecha que conduce el Estado de Honduras, invierte enormes cantidades de recursos en programas de asistencia, sobre la base de sostener expectante a la gente, sabiendo que además de evitar levantamientos, el destino de las ayudas asistenciales busca convertir las mismas en votos, uniendo así válvulas de escape. El asistencialismo más la campaña política adquieren una gran capacidad cautivadora a la vez que desmovilizadora.

Es frecuente en los ambientes más empobrecidos escuchar la frase “a mi ningún político me da de hartar, a mi me da lo mismo quién esté en el gobierno, porque si no trabajo, si no me rebusco, no como”. Esa gente que así se expresa y que dice que no vive de la política, se inclina finalmente por quienes generan miedo ante el peligro comunista, y al momento de depositar el voto, lo hace a favor del Partido Nacional, porque sus activistas y dirigentes representan el orden y estabilidad, y suelen ser expertos en dar en el clavo del asistencialismo. En estas poblaciones ha cuajado la mentalidad y cultura militarista porque se inclinan por la cultura del orden del ordeno y mando. En los diversos sondeos de opinión del ERIC, la gente que desconfía de políticos y de las instituciones, suele dejar un margen importante de confianza hacia los militares, y ven con simpatía la presencia de militares y de la policía militar del Orden Público en las calles, porque generan una percepción de seguridad y orden.

Cooperación internacional y oenegeísmo

Los suministros atractivos de la cooperación internacional a través de centenares de ongs en su mayoría concentradas en la capital, pero muchas con sub sedes diseminadas en todo el territorio, se han convertido en una poderosa válvula de escape. Los organismos donantes, tanto de Europa como de Estados Unidos solventan carencia de recursos, resuelven salario e ingresos de activistas y profesionales y compiten en el terreno asistencial y de suministro de ayuda a comunidades y organizaciones.

Esta cooperación tomó fuerza como fenómeno social, organizativo y económico a partir de la última década del siglo, creció al grado de ser factor decisivo como solución de salarios y de ayudas humanitarias para miles de personas, desde muy diversas temáticas, las cuales suelen ser definidas por los organismos donantes. El extremo de esta válvula de escape se expresa en la dispersión en la que acaban las ongs beneficiarias, que responden primordialmente a las orientaciones y sugerencias de los organismos donantes, de manera que las únicas ocasiones de encuentro entre las ongs o expresiones de movimientos sociales es cuando las convoca y las junta el organismo donante.

Una mayoría de organizaciones sociales, comunitarias, populares, ecologistas, ambientales, de derechos humanos, étnicas, feministas, juveniles, de comunicación y eclesiales han sucumbido al síndrome del archipiélago (Aquí retomo comentarios de artículo “La ‘izquierda’ política de espaldas al pueblo y la lógica del colibrí”, Revista Envío-Honduras, año 12, #44, dic 2014, pp. 1-9). Son muchas, desparramadas por todo el país, con mínimas posibilidades de crecer. Estas organizaciones se ocupan de temas similares que tienen que ver o afectan a todas y a la sociedad en general. Pero cada una cuenta con su propia agenda y la defiende con pasión contra las demás. Cada una va impulsando su agenda de trabajo o de lucha, segura de bastarse a sí misma o viendo a las demás organizaciones a partir de esa seguridad. 

La mayoría de estas organizaciones han sucumbido o establecido relaciones verticales con un organismo donante, del cual reciben apoyo y de donde emanan no pocas de las temáticas que conforman sus agendas de trabajo o de lucha, y a quienes dan cuenta de lo que hacen, de lo que quieren hacer y de lo que han dejado de hacer. Sin que haya conciencia de ello, las líneas verticales están muy bien definidas y se basan en la obediencia y la sumisión.

La mayoría de estas organizaciones no tiene relaciones horizontales con otras organizaciones similares o si las tiene son hilos muy tenues o son líneas punteadas en lugar de continuas. Así como cada organización suele obedecer “hacia arriba” a quienes definen las temáticas, aportan los dineros y exigen el marco lógico, buscan establecer también relaciones verticales con los destinatarios finales de sus agendas, convirtiéndose de esta manera en intermediarias de contenidos y recursos entre los donantes y los destinatarios. Todas las líneas verticales están muy bien marcadas, mientras que las líneas horizontales son difusas o inexistentes.

En una lectura provocadora, se podría decir que las organizaciones sociales acabaron convirtiéndose en un subproducto del neoliberalismo, aun cuando todas ellas, sin excepción, son férreas críticas del modelo neoliberal. El modelo neoliberal arrastró en pocos años a las enclenques economías centroamericanas, sumergidas en obsoletas prácticas feudales, para que se insertaran en la globalización. A la vez, la cultura del individualista y de competitividad sin límites del neoliberalismo penetraba a las organizaciones sociales retrotrayéndolas a una especie de feudalización política, ideológica e incluso económica.

Hoy, cada organización tiende a ser un feudo, con sus propios señores o señoras feudales, con sus espacios bien encastillados, con sus propios recursos y con sus propios destinatarios. Las economías nacionales han saltado del retrógrado feudalismo a la economía neoliberal del mercado, mientras las organizaciones sociales y populares retrocedieron a una concepción feudal. Tan ocupadas las organizaciones en sus quehaceres y afanes internos, que han acabado en la lógica del encierro, a rehuir a los espacios públicos y a ser factor de desmovilización, convirtiendo la propia lucha social y a quienes las impulsan en una válvula de escape.

Fenómeno religioso

Una válvula de escape que juega su papel y que no podía faltar es el fenómeno religioso, y que se hace sentir con mayor fuerza a través de la proliferación de las sectas religiosas fundamentalistas de corte neo pentecostal, las cuales se extienden y se ramifican con su multiplicidad en barrios, colonias y asentamientos en los principales centros urbanos del país. Aunque existen iglesias para sectores económicamente medios o altos, y que frecuentemente son lideradas por pastores estrechamente vinculados con el mundo de la política, la inmensa mayoría de miembros de las iglesias neo-pentecostales proceden de los sectores más empobrecidos, y que de inmediato son igualmente beneficiarios de los programas oficiales de asistencialismo y también dependen muchos de ellos de las remesas que les envían sus familiares en el exterior.

Quienes asisten a los cultos evangélicos –muchas veces con una frecuencia cotidiana–, y dependen de remesas, suelen recibir “permiso” de los enviadores de remesas para que la mujer y los hijos salgan de casa si es para asistir a los cultos, de manera que las remesas y los cultos suelen estar íntimamente vinculados. Los pastores y feligresía realizan una labor invasiva en el barrio o colonia. El pastor y su iglesia invaden todos los espacios y tiene una omnipresencia en la vida de las familias. Están en todos los acontecimientos familiares y cumplen una labor de sostén espiritual y humano cuando ocurren desgracias en la familia, como la muerte, sobre todo si es violenta como es frecuente en estos ambientes suburbanos. Y también dan respuestas complementarias ante las necesidades apremiantes de las familias. Eso sí, los beneficiarios han de haber profesado su fe seguida del bautismo en la iglesia. Nadie que no sea miembro de la misma recibirá un beneficio.

Distinto es el comportamiento del fenómeno religioso católico. Mientras los pastores y sus iglesias son parte del paisaje cotidiano, el pastor de la Iglesia Católica es un agente externo en la mayoría de los casos, y su presencia es esporádica y fugaz por la vida del barrio o la colonia. En algunos lugares funcionan las redes de delegados de la palabra, animadores de la comunidad y los catequistas, quienes, al ser miembros de la comunidad, son el correlato entre los católicos de lo que son los pastores en las iglesias neo-pentecostales. Pero estas figuras son limitadas y existen en muy pocos lugares, o si existen son pocos y no cuentan con la delegación plena de la parroquia para ejercer ministerios que en la Iglesia Católica están reservados exclusivamente a los clérigos.

Existen comunidades de religiosas que se insertan en barrios y colonias, y ellas son las que más se asemejan al papel de los pastores, con la diferencia de que en la mayoría de los casos, las religiosas reducen el papel de válvula de escape de lo religioso, y suelen alentar a las familias y a las comunidades a una formación espiritual que eleva la conciencia de las personas hacia un compromiso social transformador. Por su parte, los pastores de las iglesias o sectas neo pentecostales establecen relaciones verticales con sus feligreses, alimentan la conciencia mágica y mítica que en los hechos desvincula a la persona de su realidad, acentúa la salvación individual y fuera de la realidad, constituyendo lo religioso como una formidable válvula de escape.

Violencia y medios de comunicación

Hasta la violencia se ha convertido en válvula de escape en sintonía con el rol que juegan importantes medios de comunicación. De acuerdo a diversos sondeos de opinión pública, siete de cada diez personas en Honduras que escuchan o se interesan por noticias, lo hacen a través de un canal abierto de televisión con alcance nacional. Existe un medio de comunicación que es una red que entrecruza la televisión abierta, la radio y las redes sociales, en donde el negocio reside en el despliegue de hechos noticiosos violentos difundidos casi en el momento de ocurrir.

Decenas de miles de consumidores de noticias se aferran a este noticiero que resalta la sangre, las lágrimas y el dolor en un juego orquestado en torno al morbo, convirtiendo la noticia violenta en válvula de escape. “Eso mismo me puede ocurrir a mí o a alguien de mi familia o de mi vecindario”, dijo uno de los consumidores de esta red noticiosa. Una red noticiosa así cumple el papel de mistificar los hechos, y provoca un distanciamiento entre la realidad del consumidor de noticias, y el medio de comunicación, el cual adquiere la fuerza de un mito, con sus presentadores como ídolos o dioses.

De acuerdo a los sondeos de opinión pública del ERIC, los medios de comunicación son junto a las iglesias las dos instituciones que cuentan con la mayor confianza ante la población hondureña, y por tratarse de instancias que mueven mensajes e informaciones se constituyen en los principales diseñadores de la conciencia de la sociedad, y por eso mismo, pueden montar o desmontar válvulas de escape. Por estar vinculados estrechamente a grandes corporaciones y por recibir fuertes suministros económicos de fondos públicos, los medios de comunicación, a la vez que válvulas de escape, contribuyen a construir, diseñar y legitimar la cultura del escape, de modo que todos los factores que inciden en la vida de la población pueden ser convertidos en válvulas de escape. Los medios de comunicación son uno de los arquitectos hondureños de construcción distorsionada de conciencia, alimentan pasiones, construyen y destruyen ídolos conforme a conveniencias, y desvían la atención de la sociedad hacia su responsabilidad ciudadana para asumir y resolver sus problemas.

Desmontar cultura de evasión con sus válvulas, una prolongada gran tarea política y cultural

Luego de más de un siglo, pero acentuada desde siete décadas a la fecha, la válvula de escape ha penetrado y cruzado generaciones hasta convertirse en cultura del escape. Y ante cualquier conflicto o situación precaria, buscamos una válvula de escape. La tendencia a evadir conflictos, especialmente cuando son agudos, es propio de la naturaleza humana, y para ello se recurre a aquellos dinamismos o factores que más pueden contribuir a esa evasión; incluso como nos recuerda la literatura “siempre hay que intoxicarse” (Cfr. Malraux, André, La Condición humana, Edhasa, segunda edición revisada, 2017), incluso las mismas válvulas de escape pueden conducir a dar seguridad y estabilidad humana y psicológica, y cuando se sabe conducir, hasta la misma lucha liberadora puede significar para espíritus rebeldes y nobles una válvula, ya no de escape, sino canalizadora de solidaridad y justicia.

Aquí hemos anotado algunas de ellas, las más significativas por su influencia social, pero existen muchas más, y en una cultura de evasión, hasta los datos o factores humanos o sociales menos significativos pueden derivar en válvula de escape. Así podemos referirnos a las drogas, el consumo de bebidas embriagantes, el sexo, o el trabajo. No hay duda de que temas envolventes como la pandemia, la corrupción pública y privada, el narcotráfico, la tecnología con sus redes sociales, se suman a esta cultura del escape, de la evasión, en el marco de exacerbar el individualismo con su lógica del sálvese quien pueda, la divisa que subyace en esta cultura.

Los factores que dan lugar a las válvulas de escape no son en sí mismo el problema, y por tanto no se trata de eliminarlos, sino de reorientarlos. Sobre todo corresponde trastocar la realidad de sobrevivencia, la cual será siempre terreno fértil para desviaciones. Hemos alcanzado un nivel cultura de escape a la realidad, porque el estado de sobrevivencia se ha consolidado. Cuando esta realidad humana, social, política y económica de subsistencia se interioriza como ha ocurrido a lo largo de muchos años en la población, deja una conciencia cultural de buscar en otro lugar y en otros niveles distintos a la realidad respuestas a sus problemas y angustias. Cuando más hondo es el deterioro social, humano e institucional más condiciones existen para manipular a la sociedad utilizando diversos factores para convertirlos en válvulas de escape.

Por válvulas para respirar dignidad y no para que la evadan

Si una persona o un grupo social se encuentran angustiados por el hambre y la falta de empleo, el camino cuesta arriba, pero que resuelve, debía ser encontrarse con otras personas que padecen de esos mismos males, y entre todas responder a las preguntas de por qué estamos así de afectados; si es un asunto de la naturaleza o es un estado creado por dinámicas humanas, sociales y económicas, quiénes están provocando esta situación, y qué podemos hacer para transformarla. Cuando se emprende este camino, es muy difícil que las personas se dejen llevar por válvulas de escape, sino que emprender un proceso de conciencia y de lucha que podrá llevar a válvulas orientadas a transformar la situación de hambre y desempleo, como la organización, la cooperativización, la presión y las demandas dirigidas hacia quienes conducen el Estado. Lo mismo puede ocurrir cuando la población campesina no tiene tierra o la tierra ha sido acaparada por terratenientes.

Para emprender este camino, es necesario un proceso de formación en conciencia a contracorriente de los dinamismos dominantes que atrapan al conjunto de la sociedad. Todos necesitamos válvulas para canalizar nuestras energías, esas válvulas han sido mayoritariamente de escape, y sus resultados han sido de mayor hundimiento humano, social y político. Construir válvulas que no sean de escape, sino canalizadoras positivas y creativas de energías acumuladas, es una gran tarea política.

Las válvulas de escape están íntimamente vinculadas con el bajo nivel de escolaridad y la baja cultura ciudadana de su población, y para romper con esa cultura de escape es necesario invertir en escolaridad y en formación cultural. Sin embargo, ningún proceso de cambio hacia la ruptura con las válvulas de escape será posible mientras persistan las condiciones de precariedad económica, social, ambiental e institucional que siempre mantendrá a la sociedad en estado sistémico de subsistencia, estado que crea todas las condiciones para que se disparen las válvulas de escape.

Honduras ha carecido de un modelo endógeno de desarrollo o de bienestar. El enclave bananero sentó las bases para un modelo definido desde el exterior, sin contar con la población y con frecuencia en contra del bienestar de la gente. Y desde entonces se ha dependido de fuerzas externas y nunca se logró un proceso de búsqueda de propuestas nacidas desde dinámicas internas. La sociedad, desde sus diversos liderazgos, se conformó con arañar apoyos y ayudas que vienen de afuera del país. Hemos acabado aceptando casi como destino vivir en estado de sobrevivencia, y mientras esto persista no habrá manera de reorientar las válvulas para que dejen de ser de escape. El estado de sobrevivencia encierra a la gente en sus afanes individuales, y la desentiende de la atención ante los problemas comunes.

Actores o líderes externos del país se sorprenden de la pasividad de la sociedad ante los golpes y decisiones que las cúpulas políticas imponen a la sociedad. “Aquí no pasa nada”, se oye decir con frecuencia. En el mes de mayo, miles de de personas se volcaron a las calles a celebrar el triunfo de su equipo de fútbol, pero muy escasa gente elevó su voz cuando los diputados aprobaron en el Congreso Nacional la puesta en marcha de las ZEDEs. Y menos salieron a las calles. Y sin duda la gente saldrá en multitudes a vencer todas las adversidades de la pandemia cuando los candidatos de los partidos políticos en contienda electoral convoquen a actividades proselitistas.

Trabajar por un modelo propio, endógeno, que articule todos los recursos en orden a impulsar un desarrollo que beneficie a toda la sociedad, es condición para romper con la cultura de escape que ha consumido las iniciativas y ha distorsionado las respuestas a las problemáticas locales y nacionales. Ningún esfuerzo de formación en conciencia tendrá resultados transformadores a largo plazo sin que a la vez no se trabaje por romper con el modelo generador de subsistencia. Por muchas energías que se inviertan en formar a sectores de la sociedad en torno a una conciencia ciudadana, mientras persista el modelo productor de subsistencia, siempre habrá respuestas evasivas o de escape por parte de la población.

Simultáneamente en dos bandas

Romper con los dinamismos que sostienen la subsistencia y sus válvulas de escape, supone trabajar simultáneamente esas dos bandas. Una primera banda es la de impulsar entre diversos sectores académicos, centros de derechos humanos, políticos y sociales, propuestas en torno a un modelo económico, social, fiscal, ambiental, agrario, productivo e institucional que supere el modelo productor de desigualdades, subsistencia y de corrupción. Una segunda banda es la de trabajar en torno a la construcción de conciencia de pueblo, porque las válvulas de escape se sustentan en conglomerados sin conciencia de pueblo, sin identidad de pueblo. Es una opción que se ha de tomar en el presente, pero sin reducir la mirada en el corto plazo, puesto que significa un compromiso por sembrar las bases de una sociedad sostenida en un modelo construido desde el interior del país, y a partir de alcanzar la conciencia de los diversos sectores de la sociedad de ser oprimidos con capacidad para identificar a los opresores, y de impulsar procesos de emancipación para toda la sociedad. 


No hay comentarios: