sábado, 1 de abril de 2017
De Rutilio a Romero: Una iglesia que no se alinea al Poder y el Dinero
Por Héctor Flores *
Sin duda, cuando la iglesia se asume con los pobres, sangra con los pobres. Cuando la fe se arraiga entre los pobres, el profeta es un mensajero de esperanza para los pobres. Monseñor Romero encarnó esa iglesia con los pobres. Lo hizo desde su entrañable amigo Rutilio Grande que miró hacia los pobres, vivió entre los pobres y fue martirizado entre los pobres. Romero vio esa vida y sufrió esa muerte y se encaminó a los pobres, a los pobres de Rutilio y lo pagó con su vida. Se derramó, se partió y repartió entre ellos, como el Cristo del madero, como el Jesús de Nazaret.
Pero cuando la iglesia se alinea con el dinero, esa iglesia se aleja de los pobres, del proyecto de felicidad que supone el Reino y del amor de Dios que se profesa. Esa iglesia se silencia ante los atropellos del poder a los humildes y es indiferente ante la represión poli/militar a los hermanos y hermanas en el sur de Honduras – por ejemplo - en donde se lucha contra la empresa PROGELSA que le roba - con la venia del Estado - el derecho humano al agua a los hermanos y hermanas que la toman del río Reitoca. Esa iglesia olvida, intencionalmente, el evangelio liberador y traiciona el compromiso cristiano al que apela Monseñor Romero cuando dice:
“La Iglesia no puede callar ante las injusticias del orden económico, del orden político, del orden social. Si callara, la Iglesia sería cómplice de los causantes del dolor del pueblo…”
La iglesia que no denuncia es una iglesia cómoda, una iglesia que no es de esperanza, una iglesia que no es del pueblo de Dios pues el pueblo de Dios necesita de la esperanza ante tanta desidia, de la denuncia ante tanta injusticia, de pastores y religiosos que se vuelquen con el pueblo a la construcción del Reino de Dios - no después de la muerte, sino ahora - en este mundo y con los bienes naturales que la creación nos ha prestado.
Es una iglesia que se queda tranquila ante tanta muerte y predica una paz que se construye en el nombre del Jesús de un amor tan falso que no muere todos los días en su pueblo, y se queda impune como Berta, Chungo Guerra, J. Kawas, Carlos Luna y Escaleras, entre otros y otras. Romero y Rutilio encarnaron esta otra iglesia y lo pusieron en su mensaje profético.
“Nada me importa tanto como la vida humana. Es algo tan serio y tan profundo, más que la violación de cualquier otro derecho humano, porque es vida de los hijos de Dios y porque esa sangre no hace sino negar el amor, despertar nuevos odios, hacer imposible la reconciliación y la paz”, dijo Romero en una de sus homilías.
Esa misma sangre que en la iglesia hondureña se lava con colores cuaresmales de fiesta pero sin compromiso, disfraza con prédicas teológicas vacías de humanidad y con aparente pasión por Jesús pero con evidente odio a los pobres de ese Jesús.
Que lejos estamos los hombres y mujeres del amor de Dios si no amamos nuestros hermanos. Pero más lejos están los ministros de la fe, los embajadores de Dios que han cambiado al Padre por el poder del dinero, de la pleitesía, de sus propias ambiciones. El Dios de la vida, el que libera sufre por su iglesia desangrada y por ustedes encantadores de serpientes que lo vendieron. Que lejos estamos y pese a ello el mundo nos manda una luz tu voz Romero, tu entrega Rutilio y esta iglesia entre los pobres que, a pesar de sus voces oficiales, se interpela, se reta, desafía y se entrega al pueblo de Dios contraviniendo sus autoridades.
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