martes, 6 de marzo de 2012
Prensa Alternativa, ¿Contrainformación o Contrapoder?
Rebelión
Por Enric Llopis
¿Es tarea de los medios de comunicación alternativos hacer “contrainformación”? ¿Es su función contribuir a la constitución de un contrapoder? ¿Deben mantener los formatos y el lenguaje de los medios convencionales? ¿Cuál es el mejor modo de aumentar la presencia y la credibilidad ante los ciudadanos? A despejar algunas de estas incógnitas han contribuidos periodistas de medios alternativos como Tele K, LaRepública.es y Kaos en la Red, en un debate organizado en la Facultat de Filologia de Valencia por la organización AContracorrent.
Pablo Iglesias, presentador de la tertulia La Tuerka (de Tele K, televisión local de Vallecas) y profesor de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense, rechaza las nociones de “información alternativa” y “contrainformación”. “Son conceptos que caricaturizan a la izquierda, sostiene, pues implica asumir la identidad que nos otorga el enemigo, la de radicales y marginales”; “Reconocemos así que la idea de información, prensa y periodista corresponden a otros. Esto implica perder la batalla”, asegura el presentador de La Tuerka.
Pero hay una interrogante previa. ¿Puede hacerse información fuera del marco que impone el sistema? Iglesias responde con un “no” categórico. “Es imposible informar fuera de la esfera pública hegemónica; por tanto, nuestro objetivo ha de ser normalizar los discursos de la izquierda en este marco que nos imponen”. Esto supone reconocer que “es el enemigo el que marca las reglas del juego, las posibilidades de lo que puede y no puede hacerse, y es en este espacio donde inevitablemente hemos de comunicar”, afirma el periodista de Tele K.
Esta asunción de límites ha permitido a La Tuerka convertirse en un programa reconocido en apenas un año y pocos meses. “Hacemos televisión, que el medio por el que mayoritariamente se informa la gente, con formatos y ritmos ágiles que habitualmente utiliza el enemigo”. “A veces se nos critica porque, se dice, nuestra tertulia política es demasiado académica; incluso me pongo una corbata para presentarla, pero esto es para jugar con el prestigio simbólico que otorga la universidad”. Se trata, en fin, de trabajar con formatos digeribles por el gran público con el fin de que llegue el mensaje.
Por eso en las tertulias de “La Tuerka” figuran invitados afines al PSOE o al PP (recuerda Pablo Iglesias que el PP nunca ha querido participar en un debate con invitados de Amaiur o con el corresponsal de Gara en Madrid, “por el miedo a confrontar opiniones). Por eso se utilizan herramientas como el humor o el rap para “decir cosas que rebasan las líneas rojas del sistema”, y que no podrían afirmarse en formatos convencionales. Negar esto, el marco discursivo que impone el sistema, sería persistir en un error tradicional de la izquierda, afirma el periodista de Tele K: “pensar que la lucha política consiste en tener razón y que con esto es suficiente; la política, por el contrario, es eminentemente práctica y se basa en la acumulación de fuerza; así, todo discurso presuntamente revolucionario cuyo resultado no pueda comprobarse en la praxis es un brindis al sol”.
Por su parte, Javier Parra, director de LaRepública.es, manifiesta que prefiere referirse a “información libre” que a “contrainformación”. Sin embargo, es cierto que en un tiempo en que la información equivale a poder, la “contrainformación” contribuye a la construcción de un “contrapoder” frente a las clases dominantes. Es precisamente Internet uno de los ámbitos, subraya el director de LaRepública.es, “donde las voces críticas tienen gran influencia, y de ahí la preocupación de los gobiernos por controlar este espacio; por ejemplo, hace un mes nos dijeron que en Rusia no podía accederse a nuestro periódico”.
“Lo fundamental en la contrainformación es la independencia”, asegura Javier Parra. “Vivir del trabajo en un medio libre es bastante difícil, ya que los proyectos no son lo suficientemente rentables como para tener personal contratado; a los colaboradores les mueve su posicionamiento ideológico, y esta libertad es lo realmente valioso”. Además, “los medios contrainformativos no compartimos una misma visión de las cosas, aunque sí idéntico espíritu crítico frente a las verdades oficiales; también compartimos la dificultad que supone mantener en pie cada una de las iniciativas, de ahí el respeto que nos tenemos”.
Hay casos palmarios en que el periodista antepone su libertad a un mayor bienestar económico. Parra recuerda cómo el diario Público ofreció al corresponsal de LaRepública.es en La Habana y responsable de la sección internacional de este medio, Guillermo Nova, trabajar como corresponsal en la capital cubana. El periodista rechazó la propuesta remunerada de Público para continuar colaborando gratuitamente en un medio libre, “que le permitía la independencia de escribir lo que le diera la gana”. Es decir, resume Javier Parra, “queremos decir que no nos gusta el rey ni los duques, que vivimos en una dictadura financiera, que la primavera árabe es obra de la CIA y el MI-6, o apoyar a los comunistas griegos y rusos”.
¿Cómo operan los grandes medios? Hace dos años que TV3 tenía finalizado el documental “¿Monarquía o República?”. Al director le obligaron dos veces a modificar el trabajo inicial dado que, según se dijo, necesitaba un “enfoque diferente”. Como LaRepública.es criticó a la directora de la televisión catalana por forzar estos cambios, de la versión final se censuró la opinión del medio alternativo y también la del alcalde de Marinaleda, José Manuel Sánchez Gordillo. “Por eso hemos de cuestionar todas las informaciones, ya que detrás de cada noticia se esconden intereses económicos”, asegura Javier Parra.
Ricardo Romero, colaborador de Kaos en la Red, recuerda que en 2002 se produjo el primer golpe de estado de la historia, “de carácter mediático”, en Venezuela. El presidente golpista (durante 47 horas) y hombre fuerte de la patronal venezolana, Pedro Francisco Carmona, agradeció a los medios de comunicación y singularmente a Globovisión el apoyo recibido. El fracaso de la asonada llevó a una explosión de medios comunitarios, cuya puesta en marcha contaba con el respaldo de Hugo Chávez.
Ricardo Romero vivió los hechos en directo. Uno de los ejemplos, con valor de paradigma, es el de Ávila TV. El proyecto arranca cuando un grupo de jóvenes ocupan un edificio del centro de Caracas en desuso durante una década. Ubicado en el centro de la capital y propiedad de una de las familias caraqueñas más acaudaladas, el edificio albergará el nuevo medio comunitario. Pero hay una singularidad en la historia. La policía y el ejército acompañan a los jóvenes en una ocupación que se realiza bajo la cobertura de la ley de bienes inmuebles. Reforman, pintan y adecuan las instalaciones. El Ayuntamiento proporciona los equipamientos.
Ironías del destino, en este punto se disuelve la mesa redonda. Un joven irrumpe en la Facultat de Filologia de la Universitat de València, donde se celebra el acto, y avisa que a escasos 100 metros, un grupo de estudiantes ha cortado la calle en solidaridad con los compañeros víctimas de la represión policial. Los asistentes a la conferencia se desplazan hasta allí. De inmediato llegan varios furgones de la policía antidisturbios. Tal vez fuera ésta la conclusión improvisada de la conferencia: el nexo indisoluble entre contrainformación y luchas sociales.
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