martes, 20 de marzo de 2012

América Latina y los Perdones de Estado: Reparadores pero insuficientes


Por Luisa Fernanda López

Cada vez más jefes de Estado latinoamericanos piden perdón por graves violaciones de los derechos humanos. Sin embargo, este importante acto simbólico de reparación a las víctimas sigue supeditado a la voluntad política del gobernante de turno.

En medio de lágrimas, el pasado enero el presidente salvadoreño, Mauricio Funes, pidió perdón por la violencia ejercida contra niños, mujeres y campesinos del Mozote, en una de las masacres más sangrientas ocurridas durante la guerra civil del país centroamericano. Dos años antes, poco tiempo después de posesionarse como Presidente, Funes pidió públicamente, por primera vez y luego de 20 años de firmado los acuerdos de paz, perdón a todas las víctimas de los crímenes cometidos por las autoridades durante el conflicto interno.

Madre Guadalupe Mejía, quien durante el conflicto perdió a su esposo y hermano, el primero asesinado y el segundo desaparecido, cuenta lo reparador que fue para ella escuchar al más alto mandatario de su país pedir públicamente perdón por las graves violaciones de derechos humanos. “Este perdón, para nosotros, fue muy significativo porque ocurrió en el lugar de los hechos y con él se reconoció la complicidad de los militares. Ha sido un avance, y para las familias un alivio moral”.

Orígenes
El perdón de Estado es una obligación de los Gobiernos que han incidido de alguna manera en la violación masiva de derechos humanos, y constituye un elemento clave para la reparación de las víctimas. Se comienza a hablar del tema luego de la Segunda Guerra Mundial cuando se ve mucho más clara la obligación de los Estados, no sólo en no cometerlos, sino también en evitar los crímenes contra civiles. Un momento emblemático es cuando, en diciembre de 1979, el entonces Canci­ller de la República Federal Alemana, Willy Brandt, se arrodilló ante el monumento erigido en memoria del levan­tamiento judío en el gueto de Varsovia, y pidió perdón por los crímenes cometidos por la Alemania nazi en la segunda conflagración mundial. La importancia de tal hecho estribaba, comenta Álvaro Alfonso Patiño, profesor de Derecho internacional, en que la sociedad alemana, que se consideraba hasta ese momento sólo como víctima del nacionalsocialis­mo, asumía también como pueblo suresponsabilidad en el genocidio judío.

América Latina, balance ambivalente
En América Latina, en los últimos tiempos, cada vez más gobernantes han pedido perdón. Sin embargo, el balance sigue siendo muy ambivalente y supeditado a los avatares políticos. En Centroamérica algunos jefes de Estado han pedido perdón por las masivas violaciones de los derechos humanos durante las guerras civiles. No obstante, para Silvia Guillen, subdirectora de Fespan, una organización de victimas, aún falta mucho en la región para que los Estados reconozcan su responsabilidad en crímenes atroces. “Creo que en la región es muy frágil la situación de que los Estados reconozcan los pecados que hay cometido. Es realmente preocupante, por ejemplo, que en Guatemala sea un militar con graves señalamientos a violaciones de los derechos humanos quien esté en el Gobierno, y no creo que vayamos a ver una situación que permita genuinamente pedir un perdón por los actos cometidos durante las épocas de las dictaduras”. Tampoco lo considera factible en Nicaragua, porque, a su juicio, es un tema que no ha tenido mucha relevancia para el presidente Ortega. La representante de victimas cree que en Centroamérica ha prevalecido la teoría de que “a mí me han nombrado para administrar el futuro y no para juzgar el pasado”.

Según el profesor Álvaro Alfonso Patiño, en el cono sur la situación es más complicada, aunque el fallecido presidente Néstor Kirchner pidió perdón en el 2004 por las atrocidades cometidas en la última dictadura argentina. Patiño piensa que tiene mucho que ver el hecho de que Argentina llegó a la democracia a través de leyes de perdón y olvido que afectan a toda la institucionalidad en su conjunto. “La asunción de responsabilidades por el Estado se diluye y se buscan más responsabilidades penales particulares”. Los casos de Colombia y Perú son diferentes, porque estos países no sólo han aceptado sus responsabilidades por hechos luctuosos ante el Sistema Interamericano de Derechos Humanos, sino que, en algunas ocasiones, se constituye en una forma de solución amistosa cuando se ha entablado una demanda.

Perdones a regañadientes
En América Latina, prácticamente todos los pedidos de perdón por parte de los Estados han sido precedidos por una sentencia del Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Sentencias que, en algunos casos, han sido desconocidas o parcialmente acatadas por el gobernante en el poder. “En América Latina, ningún jefe de Estado se ha negado explícitamente a pedir perdón, pero al mismo tiempo, no se ha cumplido a cabalidad con el sentido de la pedida de perdón por parte del Estado. Se piden disculpas en un sitio cerrado, se hace como una imposición, o no lo hace el jefe de Estado ni sus altos funcionarios, sino que se delega a funcionarios de menor rango. Entonces, la efectividad y el simbolismo de la medida se diluyen y, en últimas, son una forma de negarse a esa pedida de perdón”, concluye el profesor en Derechos Internacional, Álvaro Alfonso Patiño.

Es el caso del ex presidente colombiano Álvaro Uribe, quien aceptó a regañadientes cumplir una sentencia de la Corte Interamericana de Derechos Humanos que obligaba al Estado colombiano a pedir perdón a los familiares del senador Manuel Cepeda Vargas, el asesinado líder de movimiento político de izquierda Unión Patriótica, partido del cual fueron asesinados más de 3 mil militantes. Los familiares del legislador se negaron a aceptar estas disculpas, y sólo cuando llega al poder el actual presidente de Colombia, Juan Manuel Santos, se cumple a cabalidad lo ordenado por la Corte.

El perdón, por sí solo, no basta
Para algunos abogados y catedráticos de derecho internacional, si bien el perdón de Estado es reparador para las víctimas, por si solo no basta. “No solamente que con eso no alcanza,” comenta el letrado argentino Carlos Slepoy, “porque lo que se necesita es justicia, reparación y verdad. Pedir perdón no es para nada suficiente. Pero, por otra parte, cuando se pide perdón por los Gobiernos dictatoriales o represivos, en realidad no son ellos los que deberían pedir perdón, sino quienes cometieron los crímenes”.

Una tesis que comparte a medias la representante de víctimas salvadoreñas, quien considera que los perdones de Estado son fundamentales como primer paso para reconocer a las víctimas y empezar a establecer la verdad, aunque, en el caso del Salvador, las víctimas siguen esperando que sean los militares quienes también reconozcan los crímenes y pidan perdón.
Muchas otras víctimas en el continente y en el mundo siguen esperando que los Gobiernos de turno las reconozcan como tales, admitan sus propios crímenes y, quizás lo más importante, se abra un camino para conocer la verdad y hacer justicia.

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