miércoles, 21 de marzo de 2012
Geopolítica Imperial
Radio Progreso
Centroamérica y Honduras estuvieron hace treinta años en el ojo de la tormenta política y militar. Una vez que se firmaron los acuerdos de paz, Estados Unidos dejó de poner su atención en la región y por eso mismo disminuyó la ayuda tanto militar como la humanitaria que solía acompañar a los permanentes operativos militares de entonces. Centroamérica y Honduras quedaron en el olvido.
Pasaron los años, y encontrar una noticia en un periódico o en la televisión de Estados Unidos o Europa era como toparse con un ovni en el desierto. Quizás el huracán Mitch vino a desempolvar estas realidades arrinconadas y deprimidas, y sin duda la ruptura constitucional de junio de 2009 destapó el caso hondureño como una realidad exótica propia de estudios para maestros de sociales interesados en dar a conocer a sus alumnos lo que era un golpe de Estado.
Sin embargo, hoy, cuando estamos adentrándonos en la segunda década del siglo veintiuno, Centroamérica vuelve a ser fuente de noticias y de interés para el gobierno de los Estados Unidos, y la capital hondureña se coloca en la mira del mundo. El propio Vicepresidente Estadounidense, Joe Biden, se presenta en la capital hondureña, y a esa cita acuden todos los presidentes centroamericanos, incluyendo el de Panamá.
Treinta años después la lógica se repite. No es el interés por Centroamérica y sus habitantes lo que la hace importante. Por sí misma Centroamérica nunca importó. Lo importante no es en primer lugar que sea Centroamérica una de las regiones con mayor vulnerabilidad ambiental ni el deterioro económico y de creciente desigualdad y exclusión social.
Lo que importa es primordialmente el riesgo que, para los intereses de Estados Unidos, representa una Centroamérica con altos niveles de violencia, inseguridad y de presencia impactante del narcotráfico con sus diversas organizaciones criminales con sus redes transnacionales. Esa situación explosiva ha alertado al gobierno de los Estados Unidos y ha diseñado una política de seguridad que convierte a Centroamérica en un tema central de atención.
Honduras es entre todos los países vecinos, el de mayor peligro, y como hace treinta años, Estados Unidos concentra sus fuerzas para convertir nuestro territorio en centro de operaciones para su estrategia regional de seguridad, sin que importe a fin de cuentas si esta estrategia beneficia o no a una población que se debate entre el hambre, el desempleo y la violencia.
En nombre de la lucha contra el narcotráfico, la política de los Estados Unidos pone en marcha estrategias militares y de seguridad que más parecen orientadas a utilizar el territorio hondureño hacia previsibles acciones disuasivas, advertencias o amenazas ante posibles conflictos geopolíticos regionales que a luchar en contra de las bandas o carteles del narco negocio. Una vez más, la geopolítica del imperio va marcando nuestros pasos. Y también nuestras propias miserias.
Centroamérica y Honduras estuvieron hace treinta años en el ojo de la tormenta política y militar. Una vez que se firmaron los acuerdos de paz, Estados Unidos dejó de poner su atención en la región y por eso mismo disminuyó la ayuda tanto militar como la humanitaria que solía acompañar a los permanentes operativos militares de entonces. Centroamérica y Honduras quedaron en el olvido.
Pasaron los años, y encontrar una noticia en un periódico o en la televisión de Estados Unidos o Europa era como toparse con un ovni en el desierto. Quizás el huracán Mitch vino a desempolvar estas realidades arrinconadas y deprimidas, y sin duda la ruptura constitucional de junio de 2009 destapó el caso hondureño como una realidad exótica propia de estudios para maestros de sociales interesados en dar a conocer a sus alumnos lo que era un golpe de Estado.
Sin embargo, hoy, cuando estamos adentrándonos en la segunda década del siglo veintiuno, Centroamérica vuelve a ser fuente de noticias y de interés para el gobierno de los Estados Unidos, y la capital hondureña se coloca en la mira del mundo. El propio Vicepresidente Estadounidense, Joe Biden, se presenta en la capital hondureña, y a esa cita acuden todos los presidentes centroamericanos, incluyendo el de Panamá.
Treinta años después la lógica se repite. No es el interés por Centroamérica y sus habitantes lo que la hace importante. Por sí misma Centroamérica nunca importó. Lo importante no es en primer lugar que sea Centroamérica una de las regiones con mayor vulnerabilidad ambiental ni el deterioro económico y de creciente desigualdad y exclusión social.
Lo que importa es primordialmente el riesgo que, para los intereses de Estados Unidos, representa una Centroamérica con altos niveles de violencia, inseguridad y de presencia impactante del narcotráfico con sus diversas organizaciones criminales con sus redes transnacionales. Esa situación explosiva ha alertado al gobierno de los Estados Unidos y ha diseñado una política de seguridad que convierte a Centroamérica en un tema central de atención.
Honduras es entre todos los países vecinos, el de mayor peligro, y como hace treinta años, Estados Unidos concentra sus fuerzas para convertir nuestro territorio en centro de operaciones para su estrategia regional de seguridad, sin que importe a fin de cuentas si esta estrategia beneficia o no a una población que se debate entre el hambre, el desempleo y la violencia.
En nombre de la lucha contra el narcotráfico, la política de los Estados Unidos pone en marcha estrategias militares y de seguridad que más parecen orientadas a utilizar el territorio hondureño hacia previsibles acciones disuasivas, advertencias o amenazas ante posibles conflictos geopolíticos regionales que a luchar en contra de las bandas o carteles del narco negocio. Una vez más, la geopolítica del imperio va marcando nuestros pasos. Y también nuestras propias miserias.
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