miércoles, 21 de marzo de 2012

Por qué los países mantienen relaciones abusivas


Global Research

Por Thorsten Pattberg *

No podemos ni debemos convertirnos en chinos, y de corazón tampoco lo queremos.

No debemos buscar un sentido ideal o superior de la vida en China

o en ninguna otra cosa del pasado;

de otra manera nos perdemos y nos adherimos a un fetiche. (Hermann Hesse, 1921)

Hace unos 111 años, el emperador alemán Guillermo II, despidió el Cuerpo de Expedición Oriente-Asiático desde el puerto de Bremen a China, enviado a fin de reprimir la resistencia de China al imperialismo europeo. Sus órdenes eran inequívocas: llevar la civilización a China, no mostrar piedad ante los reaccionarios y dar a China una lección memorable para que ningún chino se atreviera a mirar con recelo a alguno de nosotros. Por cierto las cosas han cambiado desde entonces.

Han inventado aviones. La ministra federal de Educación e Investigación y su delegación de altos funcionarios volvió a aterrizar en Shanghái. La megalópolis china del delta del río Yangtsé es más populosa que la capital alemana, Berlín, Hamburgo, Múnich, Colonia, Frankfurt, Stuttgart y las siguientes mayores ciudades alemanas en conjunto. Es impresionante.

La ministra federal ciertamente prefiere Pekín, la capital de China y su centro político y educacional. Sin embargo, la mayoría de los alemanes productivos, los que realmente producen valores materiales desde que comenzaron los acuerdos comerciales bilaterales en 1979, se han establecido tradicionalmente en Shanghái y más hacia el sur industrial: Shenzhen y Guangdong, las bases manufactureras chinas. Más de 5.300 compañías alemanas están activas en China y solo en Shanghái se encuentran 8.000 administradores alemanes.

La Universidad Tongji de Shanghái es un aliado de preferencia de los alemanes. Fue cofundada por alemanes, entregó títulos honorarios a políticos como Gerhard Schroeder, excanciller, e invita numerosos profesores alemanes. Sin embargo, solo hay unos 250 estudiantes alemanes estudiando a tiempo completo en toda China, la mayoría solo por intercambio o leyendo dui wai hanyu (chino para extranjeros). Hay que comparar esta cifra con los 25.000 estudiantes chinos que estudian en Alemania. Y a diferencia de los chinos en Alemania, en China no se obliga a los alemanes a presentar pruebas de formación lingüística china de 200 horas antes de solicitar una visa de estudiante.

Más de dos docenas de cátedras en alemán en Tongji están patrocinadas por corporaciones alemanas; por cierto la mayoría de esos alumnos de último año no habla chino, es una antigua tradición que no discutiré en este trabajo. Mientras tanto, los partidos políticos alemanes, los medios alemanes, el Servicio Alemán de Intercambio Académico, la Sociedad Max-Planck, la Cámara Alemana de Comercio, el Instituto Goethe -todas organizaciones patrocinadas por el Estado, pro gubernamentales– han llegado al Reino del Medio con la misión de hacer que los chinos hagan lo que hacen los europeos, o comienzan a despotricar contra China si China no lo hace.

La hostilidad de Alemania contra China es abierta y oficial. Los medios alemanes satanizan constantemente a China porque es demasiado china y demasiado comunista. Según el documento de estrategia en Asia del 23 de octubre de 2007, la gobernante Unión Cristiana Demócrata y el partido menor con el que gobierna, la Unión Social Cristiana de Baviera (¿pensabais que Alemania era un país laico, verdad?) calificaban a China de “amenaza para los valores, la economía y el desarrollo político de Europa”.

Volvamos a la ministra federal; en el Chinesisch-Deutsches Hochschulkolleg en Tongji dio una conferencia con respecto a China sobre “Responsabilidad global”. Sin embargo, suena sospechosamente como un monólogo sobre que China debiera occidentalizarse y civilizarse al hacerlo.

Los alemanes tratan de rectificar la cultura china siempre que pueden. Los funcionarios alemanes en Shanghái, analfabetos en la lengua y la tradición chinas, se quejan de que los nombres y apellidos chinos están al revés y deberían modificarse de modo que Wang Yuhe se convierta en "Yuhe Wang", Jin Li en "Li Jin", Li Hao en "Hao Li", etc. Sorprendentemente aún no han probado "Zedong Mao", "Weiwei Ai", o "Jiabao Wen".

Por cierto, Alemania no puede tratar con condescendencia al mundo de habla inglesa, pero sí puede hacerlo con la mayor parte de los Estados europeos más pequeños, y lo hace. Algunos observadores occidentales recuerdan ahora la primera misión diplomática prusiana a Asia oriental, la Expedición Eulenburg. En 1861, cuando Gran Bretaña y Francia acababan de invadir Pekín por una disputa comercial respecto al opio, el conde Friedrich Albrecht zu Eulenburg impuso un tratado comercial al Imperio Qing en nombre de toda la Unión Aduanera Alemana. En la actualidad, los alemanes consultan a China por cuenta de toda la Unión Europea. Cualquier tratado desigual que se haga actualmente será tanto más importante.

Ahora, ¿son compatibles las industrias de investigación de China y Alemania? Desde luego lo son, si los chinos se hacen más alemanes. No existe ningún otro escenario futuro. La idea de que Alemania pueda aprender algo de China es absurda, los chinos quieren conducir coches alemanes cómo hacen los alemanes. Es una metáfora.

¿Son compatibles los sistemas educacionales de China y Alemania? La respuesta es evidente mafan [molestia, N. del. T.]. Primero, Alemania carece históricamente de universidades de elite y de categorías universitarias que se encuentran con tanta naturalidad en EE.UU., el Reino Unido, Japón, o China. Se ve a “directores” y “profesores” llevados de sitios tan oscuros como la Universidad Bochum o la Universidad Greifswald, quienes luego comparten una cátedra con tecnócratas de la elite china graduados de las escuelas más competitivas de Asia como la Universidad de Pekín, la Universidad Tsinghua o la Universidad Fudan. Es un honor para los alemanes, ¿pero para los chinos?

Preferirían trabajar con sus pares de la Universidad Harvard o de la Universidad Cambridge. También puede ser molesto aprender inglés de los alemanes.

Segundo, las cifras importan: Alemania tiene solo un 1,2% de la población del mundo, China tiene el 20%. Alemania se unificó en 1871, China en 221 antes de Cristo Sin embargo, ya que los alemanes se entregan a la fantasía oriental de que los europeos son más importantes frecuentemente la falacia de la categoría: Recientemente presenciamos el ego del ministro presidente de Baviera (un sitio que tiene apenas la población de Linyi en el sur de la provincia Shandong) durante un fugaz viaje a la capital de China, quien se quedó indignado e incrédulo porque el presidente Hu Jintao y el primer ministro Wen Jiabao no se sintieron obligados a recibirlo.

Luego, el viejo sistema de educación alemán se ha deteriorado, ahora se modela lentamente según el anglosajón. Mientras los títulos alemanes en el Siglo XX no tenían comparación, los alemanes asumieron la superioridad, pero después del final de la Reforma de Bolonia en 2010, se puede evaluar a los estudiantes alemanes en comparación con sus pares globales. Resulta que las cualificaciones alemanas, según el Programa PISA de la OCDE, solo llegan a un rango mediocre. Irónicamente, los estudiantes de Shanghái ahora son oficialmente los mejores del mundo.

En último lugar, Alemania es una sociedad clasista con un sistema escolar a tres niveles que refleja su conciencia de clases. Significa esencialmente que después de que pasan cuatro años juntos en la escuela primaria separan a los niños a los diez años en tres tipos de escuelas diferentes (existen cuotas) que luego predeterminan sus vidas mucho antes de que comprendan la importancia de las cualificaciones, la educación superior, o incluso lleguen a la pubertad. Las Naciones Unidas creen que el sistema se manipula a favor de los padres, no de los niños, y condena a Alemania por hacerlo. Por eso a China le va mucho mejor, pienso, al basarse claramente en la meritocracia, independiente de las clases, que conduce a los chicos de todos los antecedentes al gaokao [examen de acceso a la universidad, N. del T.].

Por cierto, el espíritu alemán es peculiar. Alemania nunca vivió la Ilustración, solo su propia introvertida Aufklärung [esclarecimiento]; carece del desarrollo crucial en el cual el mundo anglosajón aprendió, por experiencia, a coexistir en la diversidad. Por lo menos en teoría.

Hasta hoy, la cultura alemana carece de una concepción holística de la humanidad, prefiere una forma de pensamiento linear en la cual la cultura europea está muy por delante de la china y otras. Todo lo que no es europeo se contempla como una inconveniente desviación del estándar alemán. No es sorprendente que Angela Merkel, la canciller, haya confirmado recientemente que el multiculturalismo ha muerto. No en Shanghái, al parecer, donde los alemanes siempre serán alemanes.

Si no hablamos del tema, el imperialismo nunca se detiene. Cambia de paradigma y luego sigue parloteando. Un estudiante chino preguntó recientemente: ¿Los alemanes desean formar a más estudiantes chinos porque realmente se interesan por nosotros o solo porque lo hacen los estadounidenses?

Recordé vagamente nuestra misión y respondí respetuosamente: No, compartimos verdaderamente ese compromiso. Es nuestra responsabilidad global hacer que seáis más como nosotros. Por eso estamos aquí. Otra vez.

* El doctor Thorsten Pattberg es escritor y crítico cultural, se graduó del Instituto de Literatura Mundial de la Universidad de Pekín. Escribe sobre el imperialismo lingüístico y es autor de The East-West dichotomy (2009) y de Shengren (2011). 

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