martes, 13 de marzo de 2012
Fortalecer la dignidad desde la lucha contra la impunidad
Radio Progreso
Tercer mes del año y la cuenta avanza casi sin saberlo. El trajín diario se colma con la urgente necesidad de encontrar un trabajo y encomendarnos a Dios para no ser parte de la cifra diaria de personas que mueren violentamente en el país. Los días pasan y los medios de comunicación nos atiborran de hechos violentos y cada vez más, de eventos politiqueros que en nada ayudan a resolver las principales preocupaciones ciudadanas: falta de empleo, inseguridad y violencia y corrupción.
Sin embargo este marzo tiene talante de lucha de mujer comprometida contra la impunidad, de lucha por la dignificación de la mujer hondureña y de lucha contra un Estado incapaz de garantizar derechos fundamentales de las inmensas poblaciones empobrecidas.
En ocasión de los recientes hechos en la Granja Penal de Comayagua y el alargado sufrimiento de madres, esposas e hijas que aún no reciben los cuerpos de sus familiares, las mujeres organizadas preparan una manifestación de solidaridad con el dolor de más de 300 familias pobres y un reclamo fuerte a las autoridades públicas para que expliquen las verdaderas razones y juzguen a los responsables.
En este marco, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una madre y una esposa dieron testimonio de su dolor por la pérdida de su familiar muerto en el incendio del penal de San Pedro Sula en mayo de 2004. Eran 107 personas que pagaban sus condenas por sus errores, pero que merecían una segunda oportunidad, esa que los custodios no les brindaron al dejarlos morir quemados o asfixiados en la calda 19.
Estas mujeres y muchas otras familias han recibido una petición de perdón del Estado, la cual para que sea válida se debe convertir en compromiso por mejorar las condiciones inhumanas en las que sobreviven miles de privados de libertad: un perdón de palabra es parte de la impunidad. Un perdón con hechos y compromisos visibles se convierte en una manera efectiva de honrar a las víctimas y sus familiares que nunca perdieron la esperanza de encontrar justicia.
Hoy, la sociedad y los organismos de derechos humanos cuentan con unos acuerdos firmados por el Estado que se convierten en un instrumento de lucha para devolver la dignidad a las víctimas, y así abrir la posibilidad de sentar bases importantes para mejorar el sistema penitenciario de todo el país al tiempo que nos recuerda que luchar contra la impunidad dignifica nuestro caminar por esos días de cuaresma.
Tercer mes del año y la cuenta avanza casi sin saberlo. El trajín diario se colma con la urgente necesidad de encontrar un trabajo y encomendarnos a Dios para no ser parte de la cifra diaria de personas que mueren violentamente en el país. Los días pasan y los medios de comunicación nos atiborran de hechos violentos y cada vez más, de eventos politiqueros que en nada ayudan a resolver las principales preocupaciones ciudadanas: falta de empleo, inseguridad y violencia y corrupción.
Sin embargo este marzo tiene talante de lucha de mujer comprometida contra la impunidad, de lucha por la dignificación de la mujer hondureña y de lucha contra un Estado incapaz de garantizar derechos fundamentales de las inmensas poblaciones empobrecidas.
En ocasión de los recientes hechos en la Granja Penal de Comayagua y el alargado sufrimiento de madres, esposas e hijas que aún no reciben los cuerpos de sus familiares, las mujeres organizadas preparan una manifestación de solidaridad con el dolor de más de 300 familias pobres y un reclamo fuerte a las autoridades públicas para que expliquen las verdaderas razones y juzguen a los responsables.
En este marco, ante la Corte Interamericana de Derechos Humanos, una madre y una esposa dieron testimonio de su dolor por la pérdida de su familiar muerto en el incendio del penal de San Pedro Sula en mayo de 2004. Eran 107 personas que pagaban sus condenas por sus errores, pero que merecían una segunda oportunidad, esa que los custodios no les brindaron al dejarlos morir quemados o asfixiados en la calda 19.
Estas mujeres y muchas otras familias han recibido una petición de perdón del Estado, la cual para que sea válida se debe convertir en compromiso por mejorar las condiciones inhumanas en las que sobreviven miles de privados de libertad: un perdón de palabra es parte de la impunidad. Un perdón con hechos y compromisos visibles se convierte en una manera efectiva de honrar a las víctimas y sus familiares que nunca perdieron la esperanza de encontrar justicia.
Hoy, la sociedad y los organismos de derechos humanos cuentan con unos acuerdos firmados por el Estado que se convierten en un instrumento de lucha para devolver la dignidad a las víctimas, y así abrir la posibilidad de sentar bases importantes para mejorar el sistema penitenciario de todo el país al tiempo que nos recuerda que luchar contra la impunidad dignifica nuestro caminar por esos días de cuaresma.
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