lunes, 15 de noviembre de 2010

Crítica necesaria al FNRP

Por Oscar Estrada

“En realidad no hay epopeya, esta es siempre una elaboración de las generaciones

que miran hacia atrás e idealizan (o condenan) las acciones de los hombres de guerra”.

Martínez Peláez

Honduras ha cambiado, quién no entienda eso no puede comprender la magnitud de la realidad que hoy enfrentamos. Este país, no es el mismo de hace una década, de hace cuatro años, de hace un año y medio. El golpe de Estado de Junio del 2009 nos colocó de frente ante la historia y las acciones que hacemos, o dejamos de hacer, están siendo escrutadas minuciosamente por las generaciones futuras.

La historia no perdona, o tomamos las decisiones correctas, o nos equivocamos; o ganamos o perdemos, en la mesa o en las calles. No tenemos forma de saber –en perspectiva- la magnitud de nuestros logros y fracasos y esa es nuestra tragedia como humanos.

El FNRP se mueve ahora impulsado por un peligroso triunfalismo, una mentira que crece cada día y amenaza con explotarnos en la cara tarde o temprano. Pretendemos capitalizar las debilidades del enemigo de clase, como fortalezas de las organizaciones populares; preferimos ver en el llamado al diálogo de Lobo Sosa una muestra de su “desesperación” y no lo que es, una estrategia bien montada para ganar tiempo y derrotarnos. La oligarquía NO está perdiendo el control de la situación política del país y pensar que estamos a punto de ganar la lucha popular encajándonos en las urnas, lejos de motivar a las masas nos preludia la desmoralización a corto plazo, la frustración a mediano plazo y la desmovilización definitiva ante la falta de victorias reales.

Por qué debemos reconocer –aún corriendo el riesgo de ser mal juzgado por los propios camaradas- que el FNRP camina sin dirección alguna. Buscamos en cada coyuntura gremial la vitalidad necesaria para construirnos como fuerza política, sin lograr reconocer nuestra fuerza verdadera, porque hasta el momento todo indica que la derrota del régimen no está en la agenda del frente.

Si la Asamblea Nacional Constituyente, gran bandera de lucha del frente, es en realidad un medio y no un fin, porque es a través de ella que buscaremos corregir el rumbo nefasto a donde la nación entera está siendo dirigida, ¿cómo podemos pensar que la nueva constitución será una victoria para el pueblo si el pueblo no participa en su proceso?
Es la base, el pueblo, quien le debe dar sustancia a la nueva constituyente, pero desde la calle, desde el barrio o la aldea. La nueva constitución solo será una victoria real en la medida la incorporemos en nuestra vida cotidiana, en nuestras luchas particulares, en nuestros espacios públicos y privados.

Los gremios y sindicatos, actuales hegemónicos del frente, son incapaces de liderar la lucha revolucionaria del pueblo hondureño, lo han demostrado durante esta gesta histórica. Privilegiados en un país de excluidos, son esencialmente conservadores.

El movimiento obrero y gremialista se define por la sola oposición al gobierno, un gran union-trade que mantiene a la población prisionera de sus luchas, demandando beneficios –justos quizás-, pero impensables para el resto de los habitantes de este país. No es siquiera una fuerza de oposición al capitalismo salvaje, ni una fuerza de regresión opuesta a la acumulación, pues ambas escapan de su ideario político y tratan, únicamente, de ascender en capacidad de consumo para llenar con sus privilegios los centros comerciales de las ciudades principales.

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