jueves, 25 de noviembre de 2010

“A la izquierda le falta vocación de poder”


Revista Debate

Por Manuel Barrientos

Entrevista a Daniel Kohen, autor del libro "Marea roja" que analiza el pasado y el presente de las organizaciones de izquierda

¿Por qué la izquierda tiene un mayor peso relativo entre la militancia juvenil que en otros sectores sociales?
La narrativa de estos grupos de izquierda es muy seductora para los adolescentes y jóvenes, sobre todo, para aquéllos de extracción de clase media y pequeña burguesía, porque se les promete un mundo de lucha y rebeldía que, efectivamente, tienen esas organizaciones. Además brindan espacios de sociabilidad muy interesantes. Algunos grupos de izquierda leninista, especialmente el Partido Obrero, hoy son un actor relevante en la política secundaria, aunque no tengan una posición hegemónica.

¿Por qué no logran mantener a esos cuadros dentro del partido?
Jorge Altamira plantea como algo positivo que el ochenta por ciento de los cuadros del PO son jóvenes y sostiene que ese aluvión generacional lo convierte en un partido revolucionario. Sin embargo, estas organizaciones funcionan como una suerte de puerta giratoria, porque ingresa en sus filas un gran afluente de sectores juveniles que después se van. Para explicar este fenómeno es necesario pensar la dificultad que de forma cotidiana encuentra un militante de estas agrupaciones, a quienes no se les puede criticar su dedicación, su entrega, su arrojo. El investigador Daniel James retoma a Raymond Williams y marca las diferencias entre una ideología formal que habla de un mundo mejor, del sueño revolucionario; y una conciencia práctica que hace que las derrotas superen en mucho a las victorias.

¿Qué otras explicaciones encuentra a estas deserciones?
Estas agrupaciones actúan con un esquema hipercerrado, que hace muy difícil el ascenso dentro de la organización y, en muchos casos, lleva a la desilusión. Entrevisté a muchísima gente para este libro y quienes tienen el discurso más refractario hacia estas organizaciones son sus ex militantes. Los describen como grupos muy cerrados, muy verticalistas, donde tanto el conocimiento como las decisiones van de arriba hacia abajo.

Los partidos de izquierda lograron un gran crecimiento en las elecciones de 2001. ¿Por qué luego no pudieron retener ese caudal?
La irrupción del kirchnerismo va a ser fundamental y, de hecho, desde estas organizaciones, tienen un discurso refractario hacia el Gobierno peor que el de ningún otro. Pero hay que señalar que no les interesa la disputa electoral, la toman como una tribuna de doctrina y de revolución. Sin embargo, pese a ese supuesto desinterés, son partidos hiperelectorales y todo el tiempo están bajo elecciones, sean de consejo, de centro de estudiantes, de diputados nacionales. Por otra parte, han actuado con mucha torpeza en su armado electoral. El caso de Luis Zamora es muy representativo. Llegó a tener un veinte, un veinticinco por ciento de intención de voto y, luego de su gran elección -en 2003- en la Capital Federal, su bloque de ocho legisladores se terminó fragmentando en muchos bloques distintos.
¿Por qué se genera esa fragmentación?
Es muy útil partir de los conceptos de familia y hermandad para explicar este fenómeno. Se viven fragmentando pero, a la vez, se viven buscando y unificando. A partir de los conceptos de Sigmund Freud y de Horacio Tarcus, se puede decir que hay un narcisismo de las pequeñas diferencias, que implica pelearse y alejarse de aquello que se siente más cercano. Cada elección, por ejemplo, se transforma en una microinterna de la izquierda, donde comparan quién saca el 1,5 con el que saca 1,45. Pero esa fragmentación también es una muestra de la falta de vocación de poder. Entonces, no hace falta la unificación.

¿Qué reconfiguraciones generó la irrupción del kichnerismo?
No todas las organizaciones, dentro de la familia de izquierda, tuvieron la misma política hacia los Kirchner, por ejemplo, el Partido Comunista hoy está cerca del oficialismo. Pero la izquierda leninista, trotskista y maoísta, siente que Néstor Kirchner les robó 2001 y ése va a ser un pecado imperdonable para ellos. Se trata de una idea muy particular, porque les robó algo que nunca fue suyo, ya que si bien la izquierda estuvo presente, sufrió la represión y movilizó sus cuadros, no fue el actor primario ni secundario de esas jornadas. No se puede pensar 2001 como una expresión clasista de la sociedad argentina, puesto que se caracteriza por ser una movilización de todo el espectro social argentino.

¿Qué aspectos de la política kirchnerista motivan esa sensación de “haberles robado 2001”?
En primer lugar, la política de derechos humanos, a la que van a denunciar como un doble discurso, ya que sostienen que el Gobierno encarcela a cuatro o cinco jerarcas militares mientras reprime a los trabajadores sociales. El otro eje es que sienten que Kirchner les robó la calle. Estas organizaciones tienen una capacidad de movilización importante e innegable. En los noventa, fueron un factor de movilización importante, a través del intento de freno de las políticas neoliberales, pero, a partir de 2003, van a sentir que Kirchner les robó la calle. Eso comenzó a notarse en la marcha contra el ALCA y la visita de George Bush, en Mar del Plata, cuando la marcha de los sectores cercanos al Gobierno fue ampliamente superior a la de la izquierda.

¿Por qué en los últimos años se observa un creciente protagonismo de la izquierda en el campo sindical?
De los años noventa a la década de 2000 se registra un cambio significativo y los conflictos más importantes pasan de ser protagonizados por los trabajadores desocupados a ser liderados por los obreros ocupados. La izquierda tiene un peso escueto, pero logra visibilidad porque interviene en la mayoría de los conflictos laborales más resonantes. Creo que el modelo sindical en la Argentina tiene que ser estudiado con mucho respeto. Es claro que no puede haber nunca más barrabravas. Es difícil hablar luego del asesinato de Mariano Ferreyra a manos de una patota sindical, que no debe quedar impune. Ahora bien, un dirigente del Partido de los Trabajadores Socialistas (PTS) me hablaba de la clase obrera como un “león enjaulado”, de una clase obrera que quiere la revolución, el socialismo, la colectivización; y de una burocracia peronista que la encierra y no la deja pelear.

¿Por qué sostiene que hay que revisar esos conceptos?
Los llamados burócratas surgen del seno del movimiento obrero y no se pueden hacer generalizaciones groseras. Si todo termina siendo burocracia, el concepto se vuelve vacío, inservible, no explica nada. Es necesario discutir el modelo sindical argentino, pero requiere de un debate muy riguroso y sin sustituismos, ya que nadie puede hablar en nombre de la clase obrera en su conjunto. Y fundamentalmente, no se puede permitir el ataque a la organización de los trabajadores por parte de los grupos de la derecha y de los medios hegemónicos. Más allá de si Hugo Moyano es el dirigente sindical perfecto o no, hoy no veo a nadie a quien se le ocurra cuestionar que un golpista confeso como Hugo Biolcati sea el presidente de la Sociedad Rural. Dirigentes de izquierda me planteaban que si hoy se hicieran elecciones libres en el Sindicato de Camioneros, Moyano arrasaría. Entonces, hay que ser más cauto en esos análisis.

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