viernes, 18 de septiembre de 2020

La moral del magisterio


Defensores en Línea

En Honduras la moral es utilizada como sinónimo de actitud, de coraje y determinación. Tener la moral alta es una cualidad de la gente que lucha, que triunfa y que a pesar de las dificultades mantiene la cabeza en alto. Y va de frente.

Es muy interesante esta concepción de la moral, porque las iglesias usaron históricamente ese conjunto de normas no escritas basadas en dogmas religiosos precisamente para controlar el comportamiento y dominar las conciencias de los individuos. Para moldear la obediencia, no para liberarla del colonizador-explotador.

En el caso del magisterio, que siempre ha sido la masa crítica de la sociedad, la conciencia despierta de la nación y la voz en alto contra las injusticias, su moral de resistencia ha sido siempre ejemplar.

En distintos períodos de la historia despótica de Honduras hubo sátrapas que intentaron deshacerse de las y los profesores por distintas vías, pero no lo consiguieron.

Las luchas de 1954, para citar las más recientes y las sucesivas contra los golpistas del 63, del 76 hasta llegar a los actuales usurpadores del poder, los profes entregaron sus ideas, sus talentos y hasta sus vidas por encausar el país hacia los caminos de la civilización. Y por mantener la educación como un servicio público, un derecho social bajo la responsabilidad total del Estado.

El sistema utilizó desde entonces y desde antes, dos expresiones tramposas para controlar la moral de lucha del magisterio. Apóstoles y revoltosos privilegiados, como convenga. Las dictaduras militares y las dictaduras civiles empresariales, por ejemplo, los llaman apóstoles para explotar su trabajo. Los llaman grupo privilegiado que no paga impuestos para destruir su moral.

Todos esos argumentos son falsos. Ni son apóstoles de nada ni son privilegiados del mercado voraz. Son trabajadores con derechos y responsabilidades. Son enseñantes del aprender a leer, escribir, pensar, socializar y convivir, y por ello deben recibir un salario justo.

El trabajo del magisterio en las calles ha sido monumental en los últimos 11 años. Convirtieron cada movilización popular en toda Honduras en un aula abierta para enseñar y aprender la economía solidaria, el respeto y la tolerancia a las diversidades, la lógica del poder y la alegría de la esperanza.

Por esa pedagogía callejera que convertía a los oprimidos en alumnos aventajados de la democracia participativa y representada, el magisterio fue flechado como un enemigo peligroso al que había que quebrarle la moral.

Los regímenes de micheleti y juan orlando desde 2009 hasta nuestros días utilizaron primero las lealtades de dirigentes cachurecos y liberales corruptos para traicionar las bases del magisterio, también usaron la represión militar directa contra sus líderes visibles y recurrieron finalmente al vil asalto de las finanzas del sacrificado magisterio.

En nombre del porcentaje que el Estado paga al instituto de previsión, en nombre de los sagrados bancos agiotistas y de las santas religiones que hacen negocios con la educación privada, una banda de delincuentes tomó control de los libros del magisterio nacional. Y los pusieron en rojo.

Con una campaña brutal diseñada por el banco Mundial, el Fondo Monetario, la embajada de Estados Unidos y los grupos de imagen neoliberal salvajes del régimen, con una sarta de ataques feroces contra las y los profesores, abrieron a patadas sus fondos de pensiones y los convirtieron en oxígeno para los especuladores del sistema financiero.

Además de ese golpe, el régimen destartaló el Estatuto del Docente, que era la ley por la cual había avanzado el consenso social entre educadores y Estado, eliminó las escuelas de formación de maestros y llenó de activistas huecos las plazas del sistema educativo a nivel nacional.

Durante la actual pandemia, que juntó los virus del Covid19, la corrupción y del crimen organizado, los y las profesoras no abandonaron su deber de impartir clases. Aunque las estadísticas dicen que más de 400 mil alumnos en todos los niveles quedaron sin acceso a la educación por falta de conexión a internet y acceso a computadoras, el magisterio soportó con sus salarios el pago de la electricidad, el teléfono y el internet para enseñar.

Las demandas extras de este proceso particular de emergencia desde marzo hasta nuestros días provocaron que el profesorado sufra retrasos en el pago de sus préstamos e intereses, producto de los retrasos del régimen en la acreditación de sus transferencias salariales.

Hoy hace más de un mes que no les pagan y ninguna institución financiera les perdona sus moras por muy virulenta que continúe la pandemia y las medidas restrictivas del Sinager.

Estas mujeres y hombres que gobiernan las aulas conocen bien a cada familia a través de cada estudiante. Y a través de cada acción represiva del régimen conocen mejor a sus enemigos que en el Congreso Nacional condonaron deudas y sobrecargos a los centros educativos privados controlados por las mafias religiosas. Pero ese mismo Congreso fue incapaz de poner en pausa el pago de las cuotas mensuales del magisterio por tres meses como lo solicitaron. Los píos negaron esa compensación bajo el argumento del “déficit actuarial del Inprema”.

Todas estas son formas perversas de bajar la moral a nuestras queridas profesoras y profesores. Por eso de nuevo están en lucha. Porque la moral no es un patrimonio privado de los templos, es un comportamiento, una actitud, una decisión corajuda que pertenece también a las calles. Buenas noches.


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