sábado, 26 de septiembre de 2020

La desaparición forzada del "Padre Lupe" cumple 37 años de impunidad

Radio Progreso

Padre Lupe junto a campesinos a quienes facilitaba proceso de formación.

A 37 años de la desaparición forzada del jesuita Gua­dalupe Carney, (padre Lupe), el caso sigue en impunidad y sin saber la ubicación de sus restos. Además, el sistema que desapareció físicamente al sacerdote sigue vigente con otras características que llevan implícitas; la criminalización, persecución, desapariciones y asesinatos de defensores de la madre tierra”, indicó Jerónimo Carranza, del Equipo de Reflexión Investigación y Comunicación ERIC-SJ.

A renglón seguido aseguró que, un ejemplo de esto es el secuestro de cinco líderes garífunas encabezados por Alberth Sneider Centeno, presidente del patronato de la comunidad Triunfo de La Cruz, Tela, al norte de Honduras. Fue el 18 de julio, a las 5:00 am, que ingresó a la comunidad un grupo de 13 hombres armados y con uniformes de la Dirección Policial de Investigaciones (DPI), llevándoselos violentamente de sus casas y desde entonces el pueblo hondureño sigue exigiendo respuestas que nunca llegan.

Carranza agrega que la lucha del padre Lupe sigue más vigente que nun­ca. En el país existen más de 300 mil familias cam­pesinas sin tierra, sometidas a una crisis agraria y alimen­taria que se ha vuelto más aguda en el contexto de la pandemia del COVID-19. “Si el padre Lupe viviera sin duda alguna anduviera de las manos con los grupos más desfavorecidos y vulnerables. Recordemos que su nombre de “pila” era James Francis Carney, pero por amor al campesinado de Honduras cambió su nombre a Guadalupe”, indicó.

El padre Guadalupe fue desaparecido junto a una columna guerrillera el 16 de septiembre de 1983, hecho por el cual se responsabiliza a tropas norteamericanas y hondureñas destacadas en la zona de El Aguacate, en el departamento de Olancho.

El informe “Búsqueda de la verdad que se nos oculta”, del ex comisionado Nacional de los Derechos Humanos en Honduras, Leo Valladares, reveló documentos que evidencian el apoyo militar de Estados Unidos a fuerzas militares hondureñas en la década de los 80 y el calvario para conocer la verdad sobre desapariciones como la del sacerdote Guadalupe Carney.

De acuerdo a muchas personas que lo conocieron de cerca, el padre Lupe era un sacerdote amado por el campesinado y la clase trabajadora. Sin embargo, era odiado por muchos de los más poderosos hombres de Honduras.

“Lupe luchó por una iglesia liberadora, no una iglesia conservadora, él buscaba procesos transformadores para que los campesinos y campesinas pudieran superar su pobreza y sus desdichas. Pero, en noviembre de 1979 miembros del Éjército nacional lo capturaron y posteriormente lo expulsaron del país”, indicó Jerónimo Carranza.  

“Capellán del Ejército del pueblo” 

De acuerdo diversos testimonios, el sacerdote jesuita prosiguió su trabajo pastoral en Nicaragua donde escribió sus memorias y además se relacionó con un grupo de hondureños dirigidos por el doctor José María Reyes Mata, para luego conformar una columna guerrillera que ingresaría a Honduras para iniciar una insurrección popular.

Al pasar la frontera de Nicaragua a Honduras, el Padre Carney acompañó a estas más de 90 personas. Después de varios días fueron interceptados en las montañas de Olancho por efectivos militares de Honduras y Estados Unidos en plena ejecución de la Doctrina de Seguridad Nacional (que implicaba un plan macabro para eliminar los cuadros de dirigentes del movimiento social hondureño que demandaba cambios estructurales en el país).

Trascendió que la mayoría de los guerrilleros fueron capturados, torturados, asesinados y desaparecidos. La embajada de Estados Unidos en Honduras y el departamento de Estado, sistemáticamente han negado la información que podría ayudar a dar con el paradero de los restos del sacerdote jesuita y los otros miembros de la columna guerrillera.

Guadalupe Carney nació en 1924 en Chicago, Estados Unidos. Participó activamente en la Segunda Guerra Mundial como miembro del Ejército estadounidense. Pero juró nunca hacer daño a cualquier persona.

En 1948 ingresó a la Compañía de Jesús y aun siendo seminarista conoció la misión de los jesuitas en Honduras. Tras su ordenación en 1961, sus superiores lo destinan al trabajo en las parroquias de Minas de Oro y Sulaco, Camayagua; Tocoa, Colón; y posteriormente en El Progreso Yoro.


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