lunes, 14 de septiembre de 2020

El transactivismo un movimiento extremista


Tribuna Feminista

Por Teresa C. Ulloa Ziáurriz 

Si, hay que señalarlo, el movimiento transgénero es un movimiento extremista, minoritario, pero extremista. Algunas personas, incluso mujeres, no han querido ver el impacto que tiene sobre las vidas y los derechos de las mujeres el discurso de la identidad de género y su auto adscripción, incluso no se ha querido ver lo que este movimiento está ocasionando al movimiento feminista y a las mujeres como una clase o categoría social.

En ocasiones, me han confundido connotadas feministas a quienes admiraba, por su postura y su involucramiento en la teorías queer, incluso en contradicción con sus muchos y excelentes textos sobre la opresión de las mujeres y la teoría sexo-género.  Afortunadamente, connotadas feminista, maestras y ancestras, como Marcela Lagarde y de los Ríos, la Alda Facio Montejo, Amelia Valcárcel, Rosa Cobo Bedía, Sheila Jeffreys, Janice Raymond, Julie Bindel y otras, cada vez más, se suman a reivindicar los derechos de las mujeres basados en el sexo y se oponen al borrado de las mujeres.

Lo primero que tenemos que tomar en cuenta cundo abordamos este debate es la teoría de dominio y jerarquía de género que ha ejercido un sexo, el de los hombres, sobre las mujeres. Y nadie quiere o puede negar que cuando una mujeres trans sale a la luz pública se ve y es tratada como una mujer y cuando se declara y es públicamente reconocida como una mujer trans, la violencia y abuso que puede llegar a sufrir es grave. Pero ellas deben de reconocer que cuando sufren de una violación son subordinadas sexualmente con violencia y feminizadas, porque históricamente quienes han sido víctimas de la violencia sexual somos las mujeres y las niñas. Un análisis de este tipo debe incluir la humillación y el daño que deben entenderse como producto de la dominación y jerarquía de género, y no de identidad de género.

En el movimiento abolicionista que lucha contra la prostitución, la pornografía, la trata sexual, la maternidad substituta, las violencias y las distintas formas de explotación es muy fácil sentir sororidad y empatía entre nosotras y hacia las víctimas y sobrevivientes, y estamos claras sobre nuestra rotunda oposición al lobby proxeneta o movimiento pro-prostitución, pro-pornografía, pro-descriminalización total de la industria del sexo y de las técnicas de reproducción asistida.

Ese mismo enfoque tenemos que usar con relación al transactivismo y el transgenerismo: como dijo Dona Hughes, “siempre tratar a las personas en lo individual con dignidad y respeto, aunque condenemos al movimiento que está causando tanto daño a las personas y a las mujeres como clase”.

Por lo general, tener el poder para nombrar y definir pertenece a quienes se encuentran en la parte más alta de la jerarquía, ya sea ésta de género, raza, clase o religión y los términos usados para describirnos y definirnos están siendo atacados, con la intención de borrarnos. A lo largo de la historia, las feministas hemos ganado muchas batallas para nombrarnos, definirnos y crear acciones legales para combatir, por ejemplo, el feminicidio o el hostigamiento sexual y, en algunos países, la sanción a la demanda de la prostitución y a pesar de las victorias hay momentos en los que nos sentimos apabulladas por las activistas reglamentarista, pero ni con todo su dinero y todo el poder que han logrado acumular, nos han vencido.

La historia está llena de testimonios de movimientos sociales y políticos que han explotado, lastimado y, no en pocas ocasiones, destruido a las personas que se decían representar o proteger. Nosotras no les podemos fallar, no podemos sentir solo empatía por las personas y permanecer calladas frente el movimiento que está amenazando con borrar a las mujeres, sus derechos y sus necesidades.

Y si retomamos una máxima del feminismo que dice “lo personal es político”, debemos ser capaces de distinguir entre la persona que ha sufrido el daño y el movimiento que está provocando el daño.

La historia está llena de testimonios de movimientos sociales y políticos que han explotado, lastimado y, no en pocas ocasiones, destruido a las personas que se decían representar o proteger

Debemos tener muy claro que hay un movimiento político que promueve el transgenerismo y la identidad de género y que es una ideología que intenta borrar al sujeto político del feminismo, las mujeres, movimiento que está siendo financiado generosamente por personajes como Soros o Bill Gates y otros y que cuentan con enormes recursos y asesorías, tanto legales, como de políticas públicas que han tenido, incluso, la capacidad de penetrar la estructura de organismos internacionales como la ONU y sus agencias. No es un movimiento intranscendente.

En la Ciudad de Nueva York, una persona puede ser multada hasta con $125,000 dólares por no designar correctamente y en repetidas ocasiones el pronombre de alguien. La Comisión de Derechos Humanos de Ontario, Canada aprobó una política pública en 2014 que dice que “El hostigamiento de género puede involucrar…Negarse a referirse a una persona por su nombre autoidentificado y por su pronombre personal propio”, por citar sólo algunos ejemplos de los efectos que está teniendo el transgenerismo.

Por otro lado, las que nacimos mujeres no tenemos derechos similares en tanto se refieren a nosotras como “mujeres cis, TERFS (feministas radicales transexclusionistas), menstruadoras, hoyos frontales, personas con cérvix y no-hombres” y a esas personas nadie las multa. Hemos encabezado la lucha por un feminismo radical y por eso ¿podemos estar de acuerdo en “mujeres sin modificaciones o modificadas”?

¿Nos podemos imaginar a una o a un activista transgénero tratando de imponer su vocabulario ofensivo a los hombres que nacen hombres? No hay ninguna campaña semejante tratando de minar o borrar a los hombres y nunca he oído a nadie referirse a los hombres como hoyos traseros o no-mujeres. Son únicamente las mujeres las que estamos siendo atacadas y nos quieren forzar a aceptar a hombres como legítimas mujeres y nos llaman mujeres cis.  El mayor objetivo del transactivismo han sido, con mucho, las mujeres y las organizaciones dedicadas a asistir a las mujeres.

La mayoría de la discusión se enfoca en las que se identifican como mujeres trans. Hay números crecientes de quienes están transitando de mujer a hombre y son mujeres jóvenes en su camino a convertirse en hombres trans.

Las buenas noticias, muy pocas veces mencionadas, es que el número mayor de quienes están destransicionando también son niñas y mujeres jóvenes que han rechazado su estado trans – muchas de ellas han escrito elocuentemente sobre esto. En varios sitios en línea, mujeres que antes se identificaban como hombres trans hablan conmovedoramente sobre esta separación de sí mismas y otras mujeres, su escape de la feminidad tóxica, los abusos y agresiones sexuales, la misoginia que experimentaron al crecer, y sus esfuerzos en la recuperación de su feminidad.

Pienso que es tiempo de poner atención a este movimiento como un movimiento político de sobrevivientes que nos muestran una salida. Es tiempo que reconozcamos a las niñas/mujeres que están regresando a ellas mismas.

* Teresa C. Ulloa Ziáurriz es Directora de la Coalición Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe, A.C. (CATWLAC por sus siglas en inglés)


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