miércoles, 13 de mayo de 2020
Morir, para entregar un mundo nuevo
Por Luis Varese
Foto: thepennyhoarder.com
Calles desiertas, barrios en gran tensión, policías y soldados en las calles patrullando para que te quedes en casa. ¡Latinos que nos saludamos con los codos! Nada de besos ni abrazos. Todo mundo enmascarado e incluso con capuchas, caminando con aire circunspecto, sospechoso o perseguido, de hecho, triste.
De golpe una parte de la humanidad cambió su forma de vida, por lo menos de relacionarse. La solidaridad se expresa, paradójicamente aislándonos y “evitando el contacto social”, encerrándonos en nuestras casas (los que tenemos) o en casuchas la mayoría. Salvo las excepciones de los médicos (la cifra de médicxs y enfermerxs muertos en servicio es impresionante. Cuánto les debemos). El amor de parientes o de les médicos cubanos que viajan por el mundo llevando esperanza y solidaridad; el resto lo mejor que podemos hacer, es permanecer en casa. Cifras descomunales de fallecidos en Estados Unidos, Italia, España, Francia. Gobiernos que improvisan, otros que actúan planificadamente, ninguno realmente preparado.
La economía se tambalea seriamente. El petróleo cae de precio. Nadie viaja, nadie consume. La desocupación crece en manera exponencial. Fábricas cerradas, restaurantes, parques, plazas, aeropuertos, hoteles. Cero turismo externo o interno. La consigna es, no se mueva de su casa. Sorprende el impacto de la pandemia global. No se esperaba, no se creía. No imaginábamos esto. Al menos nadie de nuestro entorno. Tal vez sí los que manipulan guerras bacteriológicas para eliminarnos.
Curas catastrofistas y pastores evangélicos hablan del fin del mundo. El fin del mundo que le llegó a Quitu cuando llegaron los Incas, o el del Qosqo contra Pizarro, el de Tenochtitlán contra Cortés, "y a pesar de ello nació un orden distinto, que hoy sigue luchando por su verdadera independencia". El fin del mundo de Trípoli en Libia o de Alepo con los bombardeos. Para los niños del Cuzco, de Tenochtitlán, de Trípoli, de Alepo el fin del mundo llegó con la destrucción de su mundo. El asesinato de sus padres, la violación de sus madres y la separación de todos ellos. Porciones de fin del mundo, ojo.
Hoy nos enfrentamos a una pandemia de dimensiones enormes. Lo que ocurre en Nueva York, Bérgamo, Madrid o Guayaquil es espantoso y continuará probablemente. Esperamos con angustia unos y serenidad otros, pero todos con asombro y desconcierto, un desenlace de esto.
Lo positivo, y no es poco, es algún nivel de descontaminación acelerada de cielos, de la atmósfera y lugares donde la recuperación de espacios por peces, aves, mamíferos. Todo ello nos enseña que es factible que se recupere la vida silvestre, reorganizando la producción y destronando la pandilla de delincuentes que dirigen la economía mundial e incluso podríamos llegar hasta redistribuir la riqueza.
Las opciones que se nos presentan por delante
En algunos países capitalistas con economías neoliberales, dirigentes conscientes vislumbran la necesidad de socializar la salud y con ella la educación.
Los codiciosos insaciables o suavemente llamados los neoliberales radicales, aspiran a mantener ejércitos y policías en las calles, personas en sus casas y solamente que salgan los que les sean oportunamente rentables. Dicho sea de paso, mientras mayor cantidad de viejitos “nos muramos”, mejor aún, pues desaparecidos mantenemos el equilibrio de los sistemas de jubilación. Otros capitalistas, menos bestias, vislumbran un sistema donde de alguna manera regrese un estado de bienestar.
Los que creemos en el cambio seguiremos bregando por los siguientes puntos mínimos. No permitir que se use la crisis para aprovechar despidos y recontrataciones fraudulentas contra los trabajadores; mantener los compromisos donde el Estado (no la caridad) redistribuya apoyo a las familias vulnerables hasta readquirir los niveles de una economía reinventada; mantener los cronogramas electorales construyendo el Frente muy Amplio que se requiere (por ejemplo en Ecuador) con el sector indígena, la Revolución Ciudadana, la izquierda honesta y los empresarios, militares y policías, patriotas y progresistas. Este Frente requiere paciencia y urgencia a la vez, mucha flexibilidad y amor a la Patria, para su constitución (casi lo mismo vale para Perú, Chile, Bolivia). Ciertamente a esto se le añade el no pago a la deuda externa, la repatriación de capitales con los incentivos adecuados y el pago de impuestos por las familias oligarcas o las multinacionales que controlan la economía del país.
Constituido este Frente habrá que repensar la democracia, creando mecanismos que auténticamente “garanticen transparencia y vigilancia ciudadana, economía circular y/o solidaria”. Exigirá la toma de conciencia de mucha gente y transformarla en cambios concretos Ese es el desafío de creatividad e implementación que tenemos, a pensar, conversar y probar. Vendrá un periodo de resistencia popular en las calles a pesar de los toques de queda y restricciones, el hambre tiene un límite. Y luego una vuelta de ojos, mirar hacia el campo y la naturaleza para seguir batallando y si no veamos esas procesiones de peruanas y peruanos que abandonan Lima para ir de vuelta a su comunidad en Huancavelica, Ayacucho o Abancay o escuchemos las voces campesinas del Chimborazo o de los Sem Terra de Brasil.
¿Seremos capaces de cambiar paradigmas del consumismo, convertir ese “aislamiento social” en solidaridad y esa solidaridad en fuerzas revolucionarias de cambio real, de lucha, para avanzar hacia un socialismo abierto y fraterno? No porque los malos se vuelvan buenos, ni porque los buenos ganen, sino porque las fuerzas sociales organizadas deberán ocupar y recuperar espacios democráticos para poder sobrevivir, porque, repito, el hambre tiene un límite.
Con este marco realista tenemos la esperanza de que el diseño de una nueva geopolítica, donde el papel de una América Latina Unida puede desarrollarse generando opciones nuevas y más solidarias. El papel que juegan China, Rusia y los BRICS, es importante tal como lo plantean varios analistas y este mismo autor en artículos anteriores.
Debemos batallar por la derrota de Trump, primero y luego la batalla mayor será contra el modelo consumista del cual somos parte entusiasta. Esta es tarea de los próximos meses y años. Es tarea que nos compete a quienes no supimos derrotar de manera eficaz al neoliberalismo, pero sí que podemos participar en la batalla de ideas por la construcción de un mundo nuevo, ganando las primeras escaramuzas electorales y dejando a los hijos y nietos un camino un poco menos lleno de campos minados. Nos compete Nuestramérica. Son nuestra responsabilidad Chile, Perú, Ecuador, Colombia, en este lado del Pacífico. Las elecciones cercanas son nuestra tarea.
Nos compete la defensa acérrima de Cuba asediada aún en plena pandemia. Lo que está haciendo la bestia Apocalíptica (me refiero a Trump) contra Cuba, de impedir que lleguen suministros médicos es idéntico que bombardear conscientemente un convoy de la Cruz Roja en plena batalla. Es un crimen de lesa humanidad que viola el Derecho Internacional Humanitario, y debemos batallar contra ello y contra ellos, contra el gobierno de los yanquis. Cuba, Venezuela y Nicaragua han demostrado que sociedades desarrolladas y organizadas pueden resistir mejor, incluso esta horrorosa pandemia. Es tarea nuestra defenderlas porque son nuestro futuro, claro que sin “calco ni copia”.
La gran “crisis del modelo capitalista actual” (Manuelito dixit) coincidió con la pandemia del Covid-19. La pandemia será controlada y derrotada, la crisis de este capitalismo nos permitirá construir unas relaciones nuevas encontrando un socialismo viable. Esta es la apuesta.
El costo será muy alto, pero no aceptamos ni por asomo los aires de derrota. No es un acto de fe, es mirar las contradicciones propias de este capitalismo y el papel que jugamos los seres humanos en ello. Nos costará muchas batallas y mucho dolor, pero saldremos triunfantes, porque la humanidad ha salido triunfante por porciones de cada “fin del mundo”. Ahora, gracias a la globalización, la humanidad puede actuar con mayor fuerza mirando al espejo de su propia unidad. La riqueza no se va a redistribuir, hay que arrancarla y redistribuirla y es lo que va a ocurrir abriendo un nuevo camino económico y de organización social.
Quitémonos las mascarillas, no de la boca sino de los ojos y de la voluntad y vamos por la conquista del nuevo orden mundial. Ya hay unas Naciones Unidas que comienzan a cambiar. Ya hay actores internacionales y naciones con ganas de hacerlo. Ya están los jóvenes caminando o cruzando los mares para conquistarlo. Los pobres de la tierra no se quedarán en las prisiones domiciliarias porque comen al día y porque no tienen computadoras para “trabajar o estudiar desde casa”. Esa revolución que se viene será muy dura, pero será y reinventará esta civilización que se va cayendo a pedazos de la pura codicia.
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