miércoles, 27 de mayo de 2020

El COVID-19 desde la perspectiva de la Teología de la Liberación



Por Benjamín Forcano


MARCANDO EL ESCENARIO

1. Venimos de una crisis permanente

2.¿Se desmorona el hipercapitalismo?

3. Nuestra sensación de seguridad se desmorona

4. Lo que sabemos ciertamente

LA TDL EN EL ESCENARIO DEL CORONAVIRUS

1.El ojo avizor de la Teología de la Liberación

2.La globalización es neoliberal y es la que impera

3. La Teología de la Liberación no es sino la enseñanza-  proclamación del proyecto liberador de Jesús

LA TDL DENUNCIA LOS SUPUESTOS DEL CORONAVIRUS

1. La TdL da en la diana del CORONAVIRUS

2. Elementos esenciales que harían casi imposible el CORONAVIRUS

3.La TdL de la periferia contra la teología del Centro.

4. La clave que nos une a todos contra el Virus del neoliberalismo

Marcando el escenario

1. Venimos de una crisis permanente

Hemos pasado semanas dando vueltas a la pandemia del COVID19 y surgen muchas voces que tratan de explicar su origen y expansión en el mundo. Se decretó alarma, que nos constreñía al aislamiento y que acogimos en mansa inquietud como si fuera menos por ser de todos.

No sorprende que, esta vez, en pueblos y ciudades, en calles y balcones, todos irradiáramos magnética unidad, a la vez que estricto aislamiento. El viento de la hermana muerte restallaba en nuestra frente la brevedad y fragilidad de nuestra vida. Consentíamos al fin: ella es nuestra, la llevamos dentro desde que somos.

El CORONAVIRUS ha corrido el telón, pronto a pregonar que la actual no es una crisis puntual y pasajera, sino permanente, de anterior existencia. La describe certeramente Boaventura de Sousa Santos:”Desde la década de 1980 ( a medida que el neoliberalismo se fue imponiendo como la versión dominante del capitalismo y este se fue sometiendo cada vez más y más a la lógica del sector financiero) el mundo ha vivido en un estado permanente de crisis”.

Permanente, sí, ha sido la crisis, aunque ocultada bajo los recortes de las políticas sociales y el deterioro de las condiciones salariales, acompañada de escandalosa concentración de riqueza, sin que nadie de las instituciones oficiales, partidos políticos, etc…preguntase por su causa y el modo de resolverla. 40 años repartiendo beneficios a poderosas minorías y pobreza y frustración a mayorías de la sociedad.

2. ¿Se desmorona el hipercapitalismo? ¿Hay alternativa de cambio?

Si la crisis es permanente, no hay que esperar que los cambios de nuestra convivencia se hagan de forma desapercibida. La pandemia del COVID19 exige cambios drásticos. Formas de vida superarraigadas, que nos parecían inalterables, las harán posibles pandemias como la del CORONAVIRUS. Ensayaremos otras formas de trabajo, de consumo, de ocio, de un hacer cosas sin comprar nada y hasta el hecho de la muerte quedará menos supeditado a un determinado tiempo.

3. Nuestra sensación de seguridad se evapora de la noche a la mañana

Veníamos de una sociedad clasista, con soluciones positivas y satisfactorias para unos y negativas y empobrecedoras para otros; que amparaba arrogancia condenatoria en unos e inseguridad victimal en otros. Y, en ese contexto, rebrota automática con el CORONAVIRUS una comunión planetaria, que une a todos pero, extrañamente, en duro aislamiento.

En el aislamiento, nos van surgiendo dos preguntas: ¿Frente a la catástrofe ecológica día a día más amenazante, no tenemos respuesta política eficaz que no sea la destrucción masiva de la vida por el CORONAVIRUS u otra pandemia semejante?

¿Qué medidas, que sean democráticas, tomamos? La respuesta es diferente según sea el grado democrático de unos u otros países. Democráticas se han mostrado al parecer en China, país comunitario y menos individualista, más disciplinado; y también en otros países más democráticos, pero alejados de la ley del emprendimiento y competitividad y poseídos por la ley de la solidaridad y cooperación a nivel de barrios y comunidades.

4. Lo que ciertamente sabemos.

No se ha logrado determinar por el momento el origen del CORONAVIRUS, en qué país ha sido fabricado. Numerosas investigaciones se ocupan de ello y apuntan datos y razones que inclinan a ponerlo en uno o en otro. Hipótesis, unas más sólidas que otras, pero no definitivas.

Pero sí que sabemos entre quiénes va el debate de retener el cetro del poder mundial: entre Estados Unidos y China. Estados Unidos, que se autopersuadió de haber recibido de la Divinidad suprema el DESTINO MAFIESTO de regir y dominar el mundo y que, en el momento actual, ante el peligro que hace temblar su Destino, se erige airado para neutralizar el liderazgo de China, no tan unilateral como el suyo y vinculado multilateralmente a Rusia, la Unión Europea, Irán y otros países de África y América Latina.

La teología de la liberación en el escenario del CORONAVIRUS

1. El ojo avizor de la teología de la liberación.

Es lo primero en cualquier buen cazador que desea abatir la pieza que persigue: saber dónde reposa, cómo entrarle, y seguirle en su caída. La teología de la liberación ha sido moderna, nacida antes de los 80, emergía de las entrañas del Sur y cuestionaba como anti-Evangelio toda una alianza teológica con el imperialismo y el colonialismo .

Desde hace un par de siglos,-comienzo de la segunda modernidad- entramos en un nuevo horizonte de universalidad que marca el modo de vida de las personas y de los pueblos.

Hijos de esa modernidad, sabemos que se caracteriza por la globalización, que sobrepasa todo particularismo: racial, religioso, jurídico, continental, estatal, nacional o de cualquier otro género.

Todo y todos quedamos relacionados interdependientemente: la economía, el comercio, la cultura, la ecología, la política, el derecho, la religión circulan transversalmente entre todos los pueblos.

No hay espacios cerrados.

Hemos pasado del paradigma de Estado nacional territorial al de Sociedad global. Y es también dentro de este horizonte donde la dignidad de la persona y de los pueblos adquiere una serie de derechos básicos, que se oponen a ciertas costumbres de códigos particularizados. Adquisición ésta sellada en 1945 en la Declaración Universal de los Derechos Humanos.

2. La globalización es neoliberal y es la que impera

Hay que decirlo alto y claro, la globalización no es neutra, sino que se ha construido desde una filosofía y objetivos neoliberales, que son los del sistema dominante y que es quien diseña y pretende mantener el orden internacional.

Y, en este nuestro convivir globalizado, la historia viene mostrando algo que se presenta casi como un dogma: “Hoy, escribe el obispo Pedro Casaldáliga, el capitalismo neoliberal, sin contrincantes, determina la exclusión de la inmensa mayoría y el privilegio de una minoría insensible. El Banco Mundial, el FMI y el GATT rigen omnipotentemente los procesos económicos y exigen que los Estados les presten cuentas. ¿Y, a quién prestan cuentas el FMI, el Banco Mundial y el GATT? “.

“La blasfemia de nuestros días, la herejía suprema, que acaba siendo siempre idolatría, es la macroidolatría del mercado total frente a la inusitada macroinstitucionalizada de las religiones. Y es, puede ser, la omisión de la Iglesia, la insensibilidad de las religiones, frente a la macroinjusticia institucionalizada hoy en el el neoliberalismo”.

“Se nos está queriendo imponer una cultura única. Una macrocultura, que nos la pasan por la televisión, nos la pasan en la cama. En Brasil, en América Latina y en Europa, el 70 o el 75 por cien de las películas son gringas, norteamericanas. Y yo digo que la macrocultura acaba siendo más asesina que muchas armas. Culturas impuestas, no sólo matan los cuerpos, matan las almas, explosionan la salud de los pueblos”.

“No podíamos ver todo esto con los brazos cruzados. Quien cree en Dios, cree en la dignidad del hombre. Quien ama al Padre debe servir a los hermanos. El Evangelio es un fuego que le quema a uno la tranquilidad. No se puede ser cristiano y soportar la injusticia con la boca callada”.

Se nos hace más que evidente este reto: el neoliberalismo dominante es la causa de que millones de personas y pueblos enteros sufran hambre y pobreza y de que surjan miles y miles de desesperados dispuestos a matar. La violencia social, desatada en tantas partes, no es efecto innato de mentes perversas, que operan por fanatismo, sino que es debida a los conflictos demoledores creados por la globalización neoliberal en su aspecto más siniestro.

El poder, cuando es o se cree absoluto, se considera legítimo y recurre a cualquier tipo de violencia, sin que nadie lo cuestione. No por conocido, resulta superfluo recordarlo: el poder, en el medida en que se deifica, se asienta en la arbitrariedad y, si lo necesita, aplica la violencia, incluso la violencia terrorista, con tal de salvaguardar sus intereses.

Lo ha escrito lacónico Noam Chomsky refiriéndose a la política estadounidense, artífice del neoliberalismo imperante: “Cuando en nuestras posesiones se cuestiona la quinta liberad (la libertad de saquear y explotar) los Estados Unidos suelen recurrir a la subversión, al terror o a la agresión directa para restaurarla”.

La miseria, la enfermedad, la subalimentación y la hambruna de una gran parte de la humanidad es un horror absoluto. Aquí no hay selección natural que valga, ni choque de culturas, ni conflictos de religiones , ni violencias étnicas, sino globalización capitalista criminal: “Habría que cambiar el orden asesino del mundo. Una banda internacional de especuladores, sin alma ni corazón, ha creado un mundo de desigualdad, de miseria y de horror. Es necesario poner fin a su reinado criminal” (J. Ziegler, El hambre en el mundo explicada a mi hijo, Mucbnick Editores, Barcelona, 2000, p 13).

2. La teología de la liberación no es sino la proclamación el proyecto liberador de Jesús de Nazaret

La Teología de la Liberación siempre ha tenido presencia testimonial en la historia del cristianismo, pero en nuestro tiempo surgió como movimiento y sistema que cuestionaba la teología oficial heredada. No pretendía sino aplicar en nuestra sociedad lo que Jesús había hecho en la suya: anunciar el Reino de Dios, ese proyecto de convivencia con el que Dios ha creado a la humanidad.
La Teología de la Liberación comenzaba por afirmar que al Jesús de la fe, al Jesús resucitado, no se le podía comprender si se lo desposeía de su condición humana histórica. La suerte de Jesús, su calvario y crucifixión, no habían sido efecto del azar, del fatalismo o de la voluntad divina, sino del hecho de haber vivido una opción radical por la verdad, por la justicia y por la liberación de los oprimidos. Su proyecto, –el anuncio del reino de Dios–, era incompatible con el proyecto imperial romano y con el proyecto religioso de Jerusalén. Y por ello, ambos –Imperio y Sanedrín - se aliaron para eliminar a Jesús y su proyecto.

Y desde la periferia de la Cristiandad, un teólogo, el peruano Gustavo Gutiérrez formulaba y publicaba (llamado por eso padre de la Teología de la Liberación) su libro bajo ese mismo título. Y fueron luego centenares los teólogos que la cultivaron y defendieron.

Pero, surgieron de inmediato alarmas que señalaban a la Teología de la Liberación como heterodoxa y reclamaban para ella controles y sanciones.

Es de entonces cuando leemos: “Si la Iglesia latinoamericana cumple los acuerdos de Medellín, los intereses de Estados Unidos están en peligro en América latina” (Rockefeller). “La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la Teología de la Liberación tal como es utilizada en América latina por el clero de la Teología de la Liberación” (Documento de Santa Fe, siendo presidente Reagan).

Los prejuicios y la hostilidad se hicieron irreversibles después que el mismo cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, expresara ver en ella “un error sobre un núcleo de verdad”, elaborada por teólogos que “han hecho propia la opción fundamental marxista” y que “se ha dejado sugestionar por el punto de vista inmanentista, meramente terrenal, de los programas de liberación secularizados”.

Las réplicas no dejaron de llegarle al Prefecto. Elijo por clara y bien fundada, la que le dio el obispo Pedro Casaldáliga: “Siempre lo hemos dicho, la Teología de la Liberación es teología y es de liberación no porque optó por Marx sino por el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su Reino y sus pobres. Nuestro Dios quiere la liberación de toda esclavitud. La situación de los 2/3 de la humanidad es contraria a la voluntad de Dios y la Teología de la Liberación asume el compromiso de transformar esa situación. Sólo a los enemigos del pueblo irrita la Teología de la Liberación. Y por eso la han calumniado y la han perseguido”.

A partir de la posición oficial, fueron creciendo las falsedades sobre la Teología de la Liberación y sus teólogos. Calumnias y más calumnias que no se encuentran en ningún teólogo de la liberación, pero que fueron difundidas desde muchas plataformas de la Iglesia oficial.

La Teología de la Liberación denuncia los supuestos de la crisis permanente del CORONAVIRUS

1. La teología de la Liberación da en la diana de la crisis del CORONAVIRUS

Con ser nueva, la Teología de la Liberación es como si conociera desde el principio los supuestos del CORONAVIRUS, que esconde el lado permanente de la crisis. Esa permanencia la destapa cuando señala los pilares sobre los que se apoya. Nada fácil, ciertamente, pues el sistema neoliberal se autoproclama supremo e inapelable.

Sin embargo, no podrá decirse que, frente al neoliberalismo no existe un diagnóstico correcto. Y aparecerá claro que la impotencia del cambio hacia un nuevo proyecto de sociedad reside en gran parte en la complicidad, ineptitud o cobardía de los Partidos y en las demás Instituciones denominadas “democráticas” , por dejarse esclavizar por el poder financiero neoliberal.

2. Elementos esenciales que, según la Teología de la Liberación, harían casi imposible pandemias como la del CORONAVIRUS

Primero: La globalización neoliberal se erige desatendiendo las necesidades de un mundo mayoritariamente pobre y oprimido, lo que resulta contrapuesto al proyecto liberador del Evangelio: “El Señor me ha ungido para que dé la buena noticia a los pobres, me ha enviado para poner en libertad a los oprimidos (Lc 4,18) “.

El alistarse para hacer suyo el proyecto de Jesús, implica para la Teología de la Liberación: una liberación centrada en el Reino de Dios, en la creación de un hombre nuevo y en la consumación de la historia.

Liberar es la finalidad última del seguidor de Jesús y, de esa necesidad absoluta, mana la Teología de la Liberación que investiga liberar la realidad oprimida, liberar a los pueblos que mueren lentamente o son crucificados, liberar a las personas y pueblos que son oprimidos. Y tiene como destinatario a esa gran mayoría en cuanto no-hombres y en cuanto no-pueblos.

Segundo: La Teología de la Liberación habla del Reino de Dios como referente y medida de la transformación que hay que realizar en este mundo y afirma además que tal Reino es para implantarlo ya en este mundo y lograr así que la vida de los pobres llegue a ser realidad.

Tercero. La Teología de la Liberación tiene como fuente de conocimiento la revelación de Dios también en la historia del pasado y del presente.

Dios sigue manifestándose en los llamados signos de los tiempos: “La miseria colectiva que clama al cielo y el anhelo de liberación de todas la esclavitudes”, fue sancionado por el Episcopado Latinoamericano (Medellín 1968) como uno de esos signos.

Cuarto. La revelación de Dios se halla sobre todo en la respuesta que los fieles, con su praxis, dan a esa revelación a través del seguimiento de Jesús, de la misericordia, la defensa de la vida, etc. Hacer todo esto, “Significa asumir dentro del conocimiento la dialéctica del mismo Dios en cuanto encarnado en la historia, privilegiadamente en Jesucristo; significa que Dios no es puramente alteridad trascendente con respeto a la historia sino que se da él mismo a la historia” (J. Sobrino).

Quinto . La Teología de la Liberación no se contenta con que la inteligencia se reduzca a la captación del sentido del ser: “La inteligencia en este quehacer teológico tienen una triple dimensión: el hacerse cargo de la realidad, el cargar con la realidad y el encargarse de la realidad” (Ignacio Ellacuría).

Conocer es estar en la verdad de las cosas y para estar en la verdad de las cosas hay que encarnarse en la verdad de la realidad, dejar que hable y dejarse afectar por ella, lo cual lleva a utilizar los conocimientos necesarios: científicos, filosóficos, ético-sociales, etc.

Sexto. Pero, y además, encarnarse en la realidad es encarnarse en el mundo de los pobres, lo que exige ser parcial. Y si es cierto que ningún lugar parcial es la totalidad, cada vez se demuestra con mayor claridad que desde los pobres, desde el Tercer Mundo, se conoce mejor la totalidad que desde su contrario: “Desde el Tercer Mundo se conoce la verdad de éste y se descubre mejor la verdad del primero; lo cual no acaece a la inversa” (J. Sobrino).

Convéncete, me decía Casáldaliga en una entrevista: “Sólo en la medida en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mí, esto es dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede existir “humanamente” el Tercer Mundo. Mientras haya un Primer Mundo habrá privilegio, exclusión, dominación, lujo y marginación. Si vosotros en el Primer Mundo no resolvéis ser un mundo humano, nosotros no podremos serlo. Porque hay un solo mundo. La liberación supone la conciencia y la posesión de la propia identidad. Nadie es libre sino es él mismo. Esto sucede en las personas y en los pueblos. Y esa conciencia y esa profesión de la propia identidad supone necesariamente la conciencia y la posesión de la propia alteridad. Por otra parte, digo que no es que nosotros hayamos ido tras los pobres, es que los pobres han invadido el santuario. Los más prohibidos son la máxima fuerza de esta AMERICA Latina : nuestros muertos, nuestros mártires . Esta si que es una fuerza que no hay Iglesia que pueda negar, no hay imperio que pueda abolir. Mientras América latina mantenga la memoria de sus mártires, tiene futuro y liberación. Eso para mí es garantía”.

La Teología de la Liberación confiere un determinado talante a quienes se guían por ella y no debiera faltar en ningún otro tipo de teología. Este tipo de teología está siempre dispuesta a verificar si se hace con fidelidad a lo revelado por Dios y si produce en el pueblo de Dios lucidez y ánimo para la construcción de su Reino. Si una teología produce desinterés por el Evangelio y se hace incomprensible a las mayorías debe cambiar. Nunca un método del quehacer teológico puede absolutizarse, sino que debe estar abierto al cambio.

Séptimo. La Teología de la Liberación debe ser servicio para la liberación histórica y transcendente, y esto le hace convertirse en práctica de amor, como debe serlo todo quehacer cristiano. La teología debe ser compasiva y desde la compasión descubrir las causas que a tantos empobrecen y los hace sufrir, y buscar creativamente soluciones, por lo que, introducida en los conflictos de la historia, se enfrentará a las falsas divinidades y difícilmente podrá escapar a la persecución de los poderes de este mundo.

Esta teología debe hacerse dentro del pueblo de Dios, en relación y solidaridad con todos sus estamentos, de él recibirá ayuda y con él, y en medio de él, podrá responder a los problemas reales. Si la Iglesia es Pueblo de Dios y es una Iglesia de los pobres debe ejercer su responsabilidad en medio de ella.

La teología de la Liberación, poseída por el espíritu de las Bienaventuranzas, será profundamente espiritual, misericordiosa, limpia de corazón, creativa, motivadora de oración, de confianza y disponibilidad, hasta adentrarse en el misterio de Dios.

Y, finalmente, junto al rigor de su método, avanza con esos ojos nuevos, que recibe del compartir con los pobres. Sólo así puede tocar lo más sagrado que es experimentar a Dios, su Reino y a Jesús como buenos, buenos para el hombre y la historia, buenos porque humanizan y salvan, buenos sobre todo para los pobres y su liberación.

La Teología de la Liberación de la Periferia, contra la Teología del Centro.

Se había establecido un Orden socioeconómico y político mundial de acuerdo a las leyes del más fuerte, consagrado éticamente y bendecido por la voluntad de Dios. De esa manera, ese Orden quedaba consolidado en países tradicionalmente cristianos y obtenía legitimidad de la teología oficial. Cualquier intento de cambio era considerado sacrílego.

Externamente los centros financieros y políticos no dudaban en apropiarse de esta Teología que en nada los cuestionaba, fomentaba la resignación y mostraba las desigualdades sociales y los males como pruebas mandadas por Dios para santificarse y acumular méritos para el cielo. Una teología ésta, indiferente, que enaltecía la gloria de Dios y, a la par, justificaba la conculcación de los derechos humanos y en especial de los más pobres.

En 1984, 32 teólogos de la revista europea Concilium, escribieron: “La Teología de la Liberación busca afrontar el problema de los oprimidos a la luz de la fe y promover su liberación integral. Sabemos que existen grupos integristas o neoconservadores que al rechazar un cambio social y pregonar una religión que pretende ser apolítica, luchan contra los movimientos de liberación y defienden una línea que es, de hecho, una ofensa contra los pobres y oprimidos. Un signo de fecundidad del Evangelio es hoy el hecho de que el mensaje cristiano sea vivido en contextos diferentes y de diversas maneras. Nuestra revista Concilium se manifiesta solidaria con los teólogos de la liberación no sólo en cuanto a su pensamiento teológico sino en cuanto a sus compromisos concretos. Creemos que en los movimientos y teólogos de la liberación se decide de alguna manera el futuro de la Iglesia, la llegada del Reino de Dios y el juicio de Dios sobre el mundo”.

En el mismo año 1984, 40 teólogos españoles de la Asociación Juan XXIII escribían: “Compartimos con los teólogos de la liberación la tarea de elaborar en la “óptica del pobre” una reflexión cristiana rigurosa, una espiritualidad del seguimiento de Jesús, una Iglesia comunitaria y una acción pastoral solidaria con los desheredados de la tierra en el interior de un pluralismo de opciones que no rompe con la comunión eclesial”.

Por supuesto, de estos movimientos de liberación y de sus comunidades de base surgía un nuevo impulso de reforma y una nueva teología que ponía en cuestión el quehacer teológico tradicional. “La teología que se forma dentro de este impulso y que lo sustenta no se presenta en contra de la autoridad de la Iglesia, sino bajo la autoridad del Espíritu… En el seguimiento al Hijo del Hombre, aquellos que han vivido hasta ahora “como si fueran hijos de nadie” se convierten en sujetos en el resplandor de Dios”(Johann Baptist Metz).

El ensimismamiento de la Iglesia en sí misma, acompañado de una teología indiferente ante el dolor y esclavitud de mayorías, desarrollaba continuas y pomposas ceremonias religiosas, orientadas a asegurar el negocio de la propia salvación; enarbolaba preceptos, doctrinas, leyes y dogmas que se habían de saber de memoria; promovía rezos y misas interminables, pero todo a la postre quedaba como obras piadosas, sin plantear para nada lo que la vida de Jesús pedía denunciar y hacer en cada lugar y momento de la sociedad.

Ante quienes creen que el capitalismo neoliberal puede campar a sus anchas al margen de toda instancia éticoreligiosa, la Teología de la Liberación sostiene y propone una serie de principios y valores que corresponden a lo más natural del ser humano, a la humanidad entera, asumidos y potenciados po el mensaje liberador de Jesús de Nazaret.

Todos somos personas. Clave que nos une a todos contra el virus del neoliberalismo.

Unos y otros, desde nuestras respectivas perspectivas, no podemos olvidar que, primero de todo, somos personas con una dignidad, derechos y valores universales y, por tanto, irrenunciables, en cualquier país o cultura del mundo.

La conciencia humana ha logrado ciertos principios y conquistas morales que no está dispuesta a perder. En muchas partes, esas conquistas no se han hecho realidad, todavía, pero todos las estamos defendiendo como innegociables:

- Ninguna nación debe prosperar a base de explotar y dominar a otra.

– Ningún ser humano debe ser explotado por otro.

– Ninguna religión es única y superior ni puede imponerse a los demás.

- Todo sistema económico, que no sirva para remediar las necesidades humanas de todos, es injusto.

– Los pueblos están llamados a entenderse, colaborar y solucionar juntos las grandes causas de la humanidad.

– Es inmoral el omnipresente y voraz mercantilismo de la globalización neoliberal.

- Lo que no es bueno para todos, no puede serlo para unos pocos o grupos particulares.

- La humanidad es una y tiene vocación de justicia, de fraternidad, de libertad y de paz para todos.

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