jueves, 5 de diciembre de 2019
Toda la piel de América en mi piel
Para que no venga la realidad y nos agarre dormidos, tuvo lugar entre el 20 y el 29 de octubre últimos, organizado por el Centro Memorial Martin Luther King, Jr. (CMMLK) de la capital cubana, el II Taller de formación política para movimientos populares en América Latina y el Caribe.
Representantes de una veintena de organizaciones de unos once países viajaron a La Habana, vísperas de la Jornada Continental por la Democracia y contra el Neoliberalismo, para un espacio de formación que trata de entender la realidad de lo que sucede en el subcontinente y leerlo en clave de transformación, quiere esto decir, revolucionaria.
El encuentro estuvo jalonado por las protestas populares que tienen lugar en Haití desde hace varias semanas; la revuelta que desde dos días antes sacudía a Chile —y con la cual se viene abajo el mito del modelo neoliberal más pregonado en la región y para las cuales el taller hizo un pronunciamiento público—; así como por las elecciones presidenciales en Bolivia —el propio domingo 20, y cuyo sinuoso desenlace fue seguido de cerca por los participantes en el entendido de que por esa ruta pasa hoy el camino revolucionario en la región— y Argentina —el día 27, motivo de celebración, pues desgajó a este país del eje neoconservador que se había articulado en la región en los últimos años—.
La coyuntura latinocaribeña se ha vuelto cambiante en grado sumo y ello fue objeto de análisis en el taller. Una certeza emergió: ni ola progresista, ni ola conservadora, disecar el océano del capitalismo es la tarea pendiente en la región.
Estas jornadas estuvieron signadas por aquella máxima, de origen gramsciano, de no concebir la educación política como un estudio objetivo ni una cultura desinteresada, porque como organizaciones de lucha, en nuestras filas se estudia para afinar las capacidades de combate, comprender mejor cuáles son las posiciones del enemigo común y las nuestras; en tanto estudio y cultura no es otra cosa que no sea conciencia teórica de nuestros fines supremos e inmediatos y del modo en que podremos llegar a traducirlos en hechos. En ese camino alternamos diversas formas de aprendizaje colectivo en larguísimas jornadas de trabajo que se extendieron hasta tarde en la noche cada día.
Volver al tema de la Revolución, sin ambages ni vergüenzas, como expresión del momento que vive la región, centró la primera parte de los debates y las reflexiones del taller. Qué sentidos y contenidos colocarle a un proceso de transformación para que trascienda el orden cultural del capitalismo fue parte de las discusiones acaecidas en el CMMLK.
Al menos una cuestión fue dilucidada: una revolución, si es verdadera, es una poderosa y expansiva transformación del sentido común, un corrimiento de los límites de lo posible, un salirse del «lugar» que busca producir un sistema de relaciones culturales no solo opuesto, sino distinto al del capitalismo.
En ese sentido, el taller se propuso analizar como ejemplo de caso a la Revolución cubana de 1959 en sus orígenes, devenir histórico, vivencias, transformaciones, contradicciones, acumulados y desafíos. La rebelión contra las oligarquías y los dogmas revolucionarios que ha supuesto el proceso cubano continúa siendo, por una parte, un referente para los pueblos del mundo; y también una experiencia que merece ser comprendida en toda su magnitud.
Para comprender qué significa la hegemonía del capitalismo y la hegemonía revolucionaria, y la lucha de sentidos que tiene lugar en la región hoy; se desarrolló la segunda parte del taller. Desde el análisis de lo complejo que resulta cambiar el mundo hoy, aun con conocimiento de las monstruosas injusticias que saltan a la vista, fue posible constatar que el capitalismo vive y pervive en el orden normativo de nuestro mundo, en la performatividad del lenguaje y como marcas corporales del lugar de las clases oprimidas. Liberar el mundo significa, en este contexto: subvertir el orden de las clases sociales —lo cual implica, entre otras cosas, trascender las luchas gremialistas y sectoriales en que nos ha encasillado el orden dominante y que le resultan más funcionales que transformadoras, más allá de éxitos puntuales—; transformar el lenguaje y liberar el cuerpo como territorio; producir, en definitiva, una auténtica revolución cultural.
Las premisas de la relación entre la Revolución y la hegemonía dibujaron los desafíos organizativos para los movimientos populares de la región. La pretensión de llegar a ser un movimiento popular organizado, consciente y culto marcó las últimas jornadas del taller al tiempo que abrió caminos para la profundización en próximos encuentros.
Al concluir el taller, la tarde del 29 de octubre, además del compromiso del reencuentro en La Habana el año próximo —en las condiciones de un continente que continúa en pie de lucha, resistencia y re-existencia—; quedó la certeza de que, aun en las más difíciles condiciones, cuando la derrota haya propinado bofetada en pleno rostro, la tarea de las y los revolucionarios es empezar de nuevo, completar la revolución, dondequiera que nos encontremos.
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