martes, 10 de diciembre de 2019

Ninguna sentencia que no incluya asesinos intelectuales será capaz de hacer justicia



Por Padre Melo

Para quienes controlan todos los hilos del poder en Honduras, desde la familia Atala hasta llegar al mandatario hondureño, el asesinato de Berta Cáceres debe dejar a los asesinos intelectuales en la impunidad. No tienen otro camino. Han organizado tan bien la estrategia de impunidad, que permiten una condena que hace aparecer que la justicia ha funcionado para dejar satisfechos a organismos internacionales, al tiempo que deja todos los insumos mediáticos para que todo quede en paz y todo vuelva a la normalidad.

Los que planearon el asesinato de Berta Cáceres sabían que matarían a una persona a la que nunca podrían controlar. Pero no esperaban la repercusión mundial que adquirió su asesinato.   Nadie en el poder dimensionó lo importante, lo querida y lo reconocida que era en el mundo Berta Cáceres.

Los más altos propietarios y accionistas de DESA (Desarrollos Energéticos Sociedad Anónima) son los poderosísimos hombres supuestos responsables intelectuales del asesinato de Berta Cáceres. Una empresa legalmente constituida para la industria extractiva y construcción de proyectos hidroeléctricos, con pleno apoyo financiero de Europa, liderada por la familia Atala, es la que busca escabullir la responsabilidad legal de un asesinato que cae sobre sus espaldas.

A Berta la mataron por ser mujer que desafió el poder de los hombres poderosísimos de Honduras. Ningún hombre con tanto poder podía estar tranquilo con la presencia y la palabra de Berta Cáceres. Los hombres poderosos no pudieron controlarla. El poder de Berta desafiaba el de ellos. Y tanto los desafiaba que puso en peligro sus empresas. 

Los altos empresarios detrás de DESA Tenían que matarla. Una mujer les había ganado la batalla. Y esa humillación no la podían tolerar. Cegados por el poder humillado, planificaron su muerte, olvidando que ya para entonces Berta tenía un liderazgo nacional y un gran reconocimiento internacional. 

En el asesinato de Berta Cáceres existe un patrón que acompaña a los hombres con poder para sacudirse a quienes les estorban. Con Berta este patrón funcionó a rajatabla:

El primer paso es ignorar o invisibilizar a quien reclama y tiene liderazgo social y político; Berta derrotó el silencio social, político y mediático. El segundo paso es sobornar y seducir para que la voz de quien protesta se calle. Una seducción que incluso es sexual como en el caso del oficial retirado y subjefe de la seguridad de DESA. La acoso sobre la divisa de que “toda mujer puede ser conquistada, es cuestión de dar con el camino para lograrlo”. El tercer paso es la estigmatización y descrédito: a Berta la llamaron revoltosa, opuesta al desarrollo, terrorista, “marimacha”. Berta derrotó la estigmatización con persistencia. Cuando en Honduras era llamada “enemiga del desarrollo” en Estados Unidos era premiada con el Premio Goldman. Y cuando en el país era desacreditada por oponerse a la Iglesia, era premiada, también en Estados Unidos, con el reconocimiento “Monseñor Romero” y el Papa Francisco la recibía con un abrazo en el Vaticano. 

El cuarto paso es la criminalización de quien se opone, de quien denuncia, de quien protesta. Berta fue criminalizada. Fue a los tribunales y a la cárcel. Querían quitarla de en medio. Y querían debilitar las luchas indígenas y populares que encabezaba el COPINH. También querían sembrar el miedo en quienes veían en Berta un referente. El quinto paso es la eliminación física, la muerte. A Berta la mataron porque ni pudieron ignorarla ni sobornarla ni vencerla en juicio. Por su persistencia y su tenacidad, Berta se colocó ante los hombres poderosos en el paso de la muerte. A una mujer de ese tamaño no podían permitirle que siguiera viviendo. Estaba en juego el honor de los hombres. Dejarla viva significaba aceptar la humillación que ella había infligido a los hombres del poder. 

Los hombres que dispararon contra de Berta Cáceres están identificados, enjuiciados y sentenciados. Los autores intelectuales del crimen están impunes, y están al alcance de la justicia si la misma quiere actuar. Ellos habitan entre los más altos accionistas de DESA. Muy probablemente participan activamente en obras filantrópicas y de beneficencia y puede que asistan asiduamente al templo, en donde son reconocidos como bienhechores. 

Berta trazó el camino. No es fácil seguirla, pero dejó sus huellas y su espíritu. Mientras las estructuras de poder que mataron a Berta sigan intactas, las mujeres seguirán amenazadas.El camino que trazó Berta es lucha frontal contra el patriarcado, y desde esa convicción convoca a luchar tenazmente por romper con la impunidad que protege a los asesinos intelectuales. La sentencia condenatoria de los asesinos materiales es un paso. Hace creer que ya se hizo justicia, es todavía espejismo.Las estructuras y los criminales están intactos. Están impunes. La defensa auténtica de las mujeres y de los hombres que con ellas luchan en contra del patriarcado y de quienes amenazan la vida de las comunidades con sus proyectos extractivos, reside en ir mucho más allá de la actual sentencia. El camino se ha de proseguir hasta lograr enjuiciar y sentenciar a los asesinos intelectuales. Solo entonces estaremos en paz con la memoria de Berta, y podremos llamarnos herederos y herederas de sus sueños, sus luchas y sus ríos. Solo entonces.


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