lunes, 9 de septiembre de 2019
Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI
Por Franck Gaudichaud, Massimo Modonesi y Jeffery R. Webber *
El reciente ensayo crítico sobre la actual coyuntura latinoamericana Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de interpretación histórica, escrito por los investigadores y militantes Franck Gaudichaud, Massimo Modonesi y Jeffery R. Webber, publicado por UNAM Ediciones, está ahora disponible en formato PDF, en línea:
La obra también se encuentra también en formato impreso, para adquirirlo escribir a: suscripciones.fcpys@gmail.com
Aquí abajo el resumen y el sumario, seguidos de la introducción a cargo de Massimo Modonesi.
Resumen
En el primer quinquenio del 2000 se produjo en América Latina una oleada de derrotas electorales de los antes “invencibles” partidarios del neoliberalismo y la correspondiente apertura de uno de los más grandes procesos de recambio relativo de los grupos dirigentes que ha visto la historia de la región. Así, en la primera década del siglo XXI, se contaron tantos gobiernos de tinte progresista como no se veían desde los años treinta y cuarenta del siglo anterior. Estos gobiernos lograron instalar cierto grado de hegemonía que les permitió sostenerse por un ciclo temporal sorprendentemente largo -que varía entre 10 y casi 20 años de gobierno. Sin embargo, en los últimos años, por múltiples razones, este proceso entró en una etapa de agotamiento – el llamado “fin de ciclo”. Tratando de dar cuenta de forma integral del ascenso, consolidación y crisis de estas experiencias políticas, en este libro se pretenden ofrecer claves de lectura para atender los desafíos analíticos relacionados con dos elementos trascendentes, que le otorgan un valor que inclusive rebasa la dimensión latinoamericana: su historicidad y su politicidad.
Índice
Presentación
Capítulo 1. Conflictos, sangre y esperanzas. Progresismos y movimientos populares en el torbellino de la lucha de clases latinoamericana Franck Gaudichaud
Capítulo 2. Mercado mundial, desarrollo desigual y patrones de acumulación: la política económica de la izquierda latinoamericana Jeffery Webber
Capítulo 3. El progresismo latinoamericano: un debate de época Massimo Modonesi
Conclusiones
Presentación por Massimo Modonesi
En el primer quinquenio del 2000 se produjo en América Latina una oleada de derrotas electorales de los antes “ invencibles ” partidarios del neoliberalismo y la correspondiente apertura de uno de los más grandes procesos de recambio relativo de los grupos dirigentes que ha visto la historia de la región. Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia, Uruguay, Ecuador, Nicaragua y El Salvador, en una breve secuencia que se aceleró entre 2002 y 2006, pasaron a ser gobernados por partidos y presidentes que se declaraban antineoliberales. Así, en la primera década del siglo XXI , se contaron tantos gobiernos de tinte progresista como no se veían desde los años treinta y cuarenta del siglo anterior. Estos gobiernos lograron instalar cierto grado de hegemonía que les permitió sostenerse por un ciclo temporal sorprendentemente largo – que varía entre 10 y casi 20 años de gobierno- que incluyó tres procesos constituyentes, varias re-elecciones presidenciales, logrando inclusive sostener el recambio del titular del ejecutivo al interior del mismo partido (salvo el de Bolivia y Nicaragua). Sin embargo, en los últimos años, por múltiples razones que se analizarán en el libro, este proceso entró en una etapa de agotamiento – el llamado “ fin de ciclo ”– que se manifestó en la derrota electoral en Argentina en 2015, el golpe institucional en Brasil 2016, la negativa plebiscitaria a la re- elección de Evo Morales en Bolivia ese mismo año, la apretada victoria de Lenin Moreno en 2017 y su casi inmediato enfrentamiento con Rafael Correa en Ecuador, y que se presenta en forma explosiva tanto en la crisis venezolana desde 2014 como en la del “ orteguismo ” en Nicaragua en 2018. Tratando de dar cuenta de forma integral del ascenso, consolidación y crisis de estas experiencias políticas, en este libro se pretenden ofrecer claves de lectura para atender los desafíos analíticos relacionados con dos elementos trascendentes, que le otorgan un valor que inclusive rebasa la dimensión latinoamericana: su historicidad y su politicidad. La historicidad del ciclo progresista es evidente en el corto plazo ya que constituye un capítulo significativo de historia del tiempo presente – que podemos llamar provisionalmente las dos décadas del progresismo latinoamericano – , marcado por la línea de tensión neoliberalismo-antineoliberalismo-posneoli- beralismo, por la discontinuidad que introdujeron los gobiernos, su discurso y sus prácticas, respecto del ciclo neoliberal anterior. De allí que se justifique la expresión de “ cambio de época ” . Al mismo tiempo, y esto interpela la caracterización de su politicidad, no es igualmente evidente su alcance en términos de “ hacer época ” , lo cual, como sugería Gramsci, implica marcar un quiebre profundo y duradero, una diferencia cualitativa que podríamos enmarcar en la distancia que separa un cambio de una transformación , que rebasa el nivel estrictamente político para sedimentar a nivel estructural y cultural. En este sentido, los gobiernos que se proclamaron posneoliberales e incluso revolucionarios, fueron evaluados con esta vara tanto desde su derecha como su izquierda y, en ambos casos, por ir demasiado lejos o por quedarse cortos respecto de las proclamas y las aspiraciones. La historiografía de las próximas décadas, sopesando estos fenómenos en un impacto que todavía no podemos medir plenamente, nos permitirá evaluar el alcance de estas dos décadas progresistas en el mediano y largo plazos. Un alcance que podría llegar a compararse, mutatis mutandi , con el impacto de los gobiernos progresistas latinoamericanos de los años treinta y cuarenta, los cuales fueron la consecuencia de otra oleada o ciclo de movilización popular y que operaron como solución de compromiso, como forma de temperar y desactivar el conflicto, abriendo una época de revolución pasiva que resultó bastante exitosa en el corto plazo, pero se agotó inexorablemente en el mediano plazo.
En esta inflexión hegemónica, apareció otro ciclo de movilización y de conflicto que inició entre finales de los años cuarenta y mediados de los años cincuenta y terminó en los años setenta, con la oleada militarista que arrasó con las diversas expresiones – nacional-populares y socialistas revolucionarias – de movi- mientos populares construidos y fortalecidos a lo largo de – por lo menos – medio siglo de historia. La hipótesis de que existan rasgos similares en la configuración de estos dos ciclos históricos merece ser explorada por medio un tratamiento mucho más profundo y sistemático, pero podemos prever que será parte de un ejercicio comparativo y de un análisis de los ciclos políticos de mediana duración en América Latina. Más allá de su alcance histórico, respecto de su politicidad, es decir su composición política, la experiencia latinoamericana planteó su propia contribución al debate-proceso de renovación/reconfiguración de las izquierdas a nivel mundial, a casi 30 años de la caída del muro de Berlín. Salvadas las diferencias y las especificidades que aparecerán a lo largo del libro, podemos sostener que la América Latina de inicio del siglo XXI fue caracterizada por la irrupción un antineoliberalismo desde abajo que derivó en proyecto progresista implementado desde arriba, que se proclamó posneoliberal, fue cuestionado por sus rasgos populistas y terminó siendo acorralado por una combinación de protestas surgidas a su izquierda y por la reacción restauradora de las derechas neoliberales de matriz oligárquica. La noción de progresismo es conceptualmente vasta y ambigua como lo es el campo real de las expresiones y configuraciones de izquierda, centro- izquierda y nacional-populares que conquistaron el poder estatal. Así lo entendieron los mismos gobernantes al buscar un mínimo común denominador, de la misma manera que los críticos, los opositores y los analistas intentando evidenciar un modelo o un formato transversal. Por ello, convirtiéndose en una palabra escurridiza pero omnipresente, la de “ progresista ” se asentó como el adjetivo calificativo con el cual convencionalmente se han caracterizado a los gobiernos y se ha vuelto, por lo tanto, una palabra clave en el léxico de los debates en curso, tanto en el terreno político como en el académico. Por otra parte, en relación con los contenidos que pretende designar, la noción de progresismo tiene la virtud de apuntar a aspectos constitutivos de los proyectos y las prácticas de estos gobiernos. En efecto, esta noción pertenece al lenguaje por medio del cual se designó, históricamente, desde la izquierda marxista, a los programas y las fuerzas sociales y políticas socialdemócratas, populistas o nacional-populares que buscaban transformar y reformar al capitalismo introduciendo dosis de intervención y regulación estatal y de redistribución de la riqueza: en el caso latinoamericano, con un nítido acento antiimperialista y desarrollista. Este último aspecto, ahora presentado como neo-desarrollismo, se conecta con la noción de progreso y contribuye a definir el horizonte y el carácter del proyecto, así como de las críticas que, desde perspectivas ambientalistas, ecosocialistas o poscoloniales, cuestionan frontalmente la idea de progreso y la de desarrollo tanto en sus expresiones de los siglos pasados como en su prolongación en el siglo XXI . Hay que señalar que, de la mano del progresismo, otro concepto polémico – sobre el cual no vamos a detenernos por la complejidad que implica – rondó el debate latinoamericano: el de populismo. Valga sólo un comentario sobre la ambivalencia de una noción que sirvió a las derechas para cuestionar, desde posturas conservadoras o reaccionarias, el estatalismo, el asistencialismo- clientelismo y el autoritarismo, puntos críticos a los cuales las izquierdas opositoras agregaban la falta de consistencia antineoliberal y anticapitalista, un interclasismo forzado que en realidad cobijaba la continuidad substancial de las división entre clases y, en su seno, la emergencia de determinados grupos, fracciones o burocracias que ocupaban lugares cruciales en las relaciones de dominación.
El cerco hacia la hipótesis y las prácticas progresistas, cuestionadas bajo el rótulo de populistas, se intensificó a partir de que, a partir de 2013, se sintieran los efectos de la crisis económica mundial de 2008 y, por lo tanto, los gobiernos ya no dispusieran de los recursos para garantizar tanto la acumulación como la redistribución de la riqueza. Desde abajo y a la izquierda del progresismo, a veces desgajándose de los perímetros de las alianzas y coaliciones de gobiernos, otras desde una independencia nunca abandonada, brotaron diversas experiencias de luchas, movilizaciones y protestas que, sin lograr articular una alternativa de izquierda consistente y manteniéndose dispersas o esporádicas, mostraron grietas y rupturas en el flanco izquierdo de la hegemonía progresista. Sin embargo, en el contexto de una crisis que se hacía orgánica, fueron las derechas latinoamericanas, como lo señalamos al principio, las que aprovecharon la coyuntura para recuperar la iniciativa política que habían perdido a mediados de los años 2000. Una recuperación relativa que está mostrando muy rápidamente su límite, no sólo porque no ha logrado extenderse y generalizarse y porque, tanto en Brasil como en Argentina, el proyecto restaurador de las élites neoliberales y de las viejas oligarquías se presentó de forma brutal, sin tapujos ni veleidades de construcción de consenso, mostrando la rapacidad y el cinismo en el ejercicio de gobierno, así como la ineficacia de las fórmulas económicas. En el escenario actual, abierto a múltiples desenlaces, hay que reconocer que el progresismo, a pesar de su indiscutible crisis y de sus evidentes miserias, no ha muerto ni terminado en el basurero de la historia sino que continua siendo una opción que se coloca como alternativa a la derechización en el terreno de la disputa del poder estatal, mientras que las izquierdas sociales o anticapitalistas, los movimientos y las organizaciones en lucha se mantienen en el respetable e imprescindible pero acotado terreno de la resistencia, con dificultad para constituirse como polos de acumulación y de expansión de fuerzas. Por ello, a pesar de sus derrotas, su crisis y el avanzar inexorable del fin del ciclo histórico y político, en el cual se manifestaba cierta hegemonía progresista, desde varios lugares se sigue insistiendo en esta fórmula, en un nuevo progresismo que no reniega sino simplemente enmienda los límites o los errores del viejo /1
Los tres capítulos que componen esta obra pretenden ofrecer un panorama ágil, crítico y, al mismo tiempo, preciso de este proceso. Cada uno de ellos aborda una dimensión fundamental que incluye la perspectiva histórica y apunta a caracterizar la politicidad de este proceso transcendental para América Latina. En el primer capítulo, proponemos una periodización de las complejas relaciones entre luchas de clase, progresismos, izquierdas y movimientos populares de los años noventa a nuestros días. Allí, se insiste, en primera instancia, en la emergencia plebeya, en los movimientos y las resistencias que han fisurado la hegemonía neoliberal y el Consenso de Washington. Se muestra posteriormente el ascenso de los gobiernos progresistas, de centro-izquierda o nacional populares y antiimperialistas a partir de 1998-1999 con la elección Hugo Chávez. La segunda mitad de los años 2000 aparecen entonces como una “ edad ” de institucionalización-burocratización de los progresismos, de la experiencia bolivariana y de una redistribución parcial de los ingresos de las exportaciones en el cuadro de diversas formas de capitalismo de Estado. Por último, insistimos en el reflujo político, las derivas autoritarias, la formación de nuevas castas en el poder, las tensiones con los movimientos populares y el regreso de las derechas a partir de 2013. Un periodo “ en tensión ” , también caracterizado por nuevas dinámicas de lucha y acciones colectivas, viniendo tanto de los sectores conservadores de la sociedad como de movimientos sociales antagonistas y emancipadores. En el segundo capítulo, analizamos la política económica de la izquierda latinoamericana, vinculando los ritmos de la acumulación capitalista y la cri sis en la región, con la dinámica internacional del mercado mundial y los caprichos geopolíticos del imperialismo estadounidense y chino en el siglo XXI . En el capítulo se estudia el ascenso, la consolidación y, finalmente, la crisis del neoliberalismo en América Latina durante los años ochenta y noventa, el auge de las materias primas y el fortalecimiento electoral de la izquierda entre 2003 y 2011, y las repercusiones económicas y políticas de la última crisis mundial capitalismo – la Gran Recesión de 2008 – que comenzó a afectar América Latina seriamente en 2012. En el capítulo se explica la relación dialéctica entre las temporalidades políticas y económicas de América Latina en las últimas décadas, enfatizando rupturas y continuidades en la política económica de la región durante las diferentes fases de los gobiernos progresistas. En el tercer capítulo, analizamos el debate que, sobre este pasaje histórico, en particular sobre el parteaguas del asentamiento de los gobiernos progresistas, se entabló en la intelectualidad latinoamericana de izquierda. Ordenamos las coordenadas generales del debate y se reseñan los principales argumentos de las distintas posturas nacional-populares, populistas, anticapitalistas, autonomistas-libertarias, ecologistas y poscolonialistas. En el trasfondo, señalamos una tensión teórico-política, en los antípodas del debate, entre una tendencia hegemonista y otra autonomista, entre la defensa de la iniciativa desde arriba, desde el Estado, a partir de alianzas interclasistas y por medio de reformas limitadas y dosificadas y la crítica de esta opción a partir de la defensa de la iniciativa desde abajo y la necesidad de un radicalismo antisistémico. Por último, se incluyen conclusiones que buscan ordenar y resumir las principales ideas del libro y de abrir una ventana hacia el futuro. Esperamos que la lectura estimule el análisis y el balance crítico de las experiencias políticas que trastocaron el orden neoliberal en América Latina y significaron un parteaguas histórico, cuyas consecuencias estamos viviendo y sobre la cuales tenemos que reflexionar en clave estratégica si queremos anticipar y co-construir futuros deseables y emancipadores para Nuestra América.
Junio de 2018.
1/ Véase, por ejemplo, Aloizio Mercadante y Marcelo Zero (coordinadores), Gobiernos del PT: Un legado para el futuro , CLACSO-Fundação Perseu Abramo-Partido dos Trabalhadores, Buenos Aires-San Pablo, 2018; Fander Falconi, “ ¿Qué significa ser progresista hoy? ” , Argentina, Nodal.am 28 de marzo de 2018, quien, dicho sea de paso, nunca usa la palabra “ izquierda ” en su artículo pero coloca como primer punto a la democracia participativa como base de un republicanismo radical; Alfredo Serrano Mansilla, “ El nuevo progresismo latinoamericano ” ,México, La Jornada.com.mx 28 de abril de 2018.
Referencias:
* Franck Gaudichaud, Jeffery Webber, Massimo Modonesi, Los gobiernos progresistas latinoamericanos del siglo XXI. Ensayos de interpretación histórica, Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, Universidad Nacional Autónoma de México, 2019, ISBN: 978-607-30-1770-1.
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