jueves, 19 de septiembre de 2019

El dilema centroamericano del presente y del futuro



O hay una ruptura de la dependencia y el sometimiento a las decisiones de los Estados Unidos y las élites racistas, o seguimos aceptando el control avasallador de las reducidas élites nacionales apoyadas en la presencia creciente de Estados Unidos.

Sólo hay dos caminos. O seguir como hasta ahora, conformados con ser patio trasero como diminutos países expuestos a decisiones de los fuertes. O apostar por la construcción de naciones centroamericanas interdependientes, con soberanía e identidad, y a partir de la casa propia que construyamos, establecer relaciones justas y de complementariedad con Estados Unidos o con cualquier otra nación. No se puede transitar tranquilamente por ambos caminos a la vez.

Aunque no negamos el derecho de cada uno de los actuales países a proteger y profundizar su identidad, es necesario romper con la lógica de los paisitos y sus fronteras políticas impuestas. Porque no hay que olvidar el mal de origen de la llamada independencia: ventajas exclusivas para reducida élites y haber partido la ya pequeña parcela centroamericana en diminutos países controlados por caudillos y sin capacidad para negociar con poderes transnacionales.

En este proceso centroamericano de carencias y ausencias partimos de comprender   Soberanía como el poder que podemos alcanzar para construir relaciones entre las personas, comunidades, naciones y Estados en donde toda la gente comparte iguales oportunidades para decidir con libertad y autonomía sobre su vida, su patrimonio, sus bienes, su presente y su futuro.

Para ello hemos de desaprender o desandar lo que hemos interiorizado sobre el poder, entendido, vivido, impuesto y sufrido como ese rasgo innato en el ser humano para provocar cambios significativos en los demás y en el entorno desde el control, dominio, opresión, discriminación y racismo. Un poder que se entiende desde la fuerza y desde arriba, un poder que garantiza preeminencia de los hombres sobre las mujeres, dentro de un sistema de competencia desleal en el marco de la cultura patriarcal.

Necesitamos construir un nuevo concepto de poder entendido como la capacidad para provocar cambios significativos en los demás y en el entorno a partir de la solidaridad, en donde los bienes y riquezas se produzcan y se distribuyan social y colectivamente.

Y necesitamos construir un nuevo concepto político de pueblo, entendido como el encuentro o convocatoria permanente de diversos sectores de la sociedad que a partir de tomar conciencia de ser expoliados, dominados, oprimidos o excluidos por élites a las que identifican como sus opresores, toman la decisión de luchar conjuntamente por su liberación, respetando sus diversidades y orígenes culturales, étnicos, lingüísticos y de género.

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