lunes, 5 de marzo de 2018

Che Guevara en Congo



Por David Seddon *

Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Introducción
La reciente muerte de Fidel Castro el 25 de noviembre de 2016 me llevó a revisar la extraordinaria historia de la Revolución cubana y en particular el papel del gobierno cubano bajo Castro apoyando lo que consideraban movimientos progresistas y gobiernos radicales de todo el mundo, incluida África, a lo largo de tres décadas, desde la de 1960 a la de 1980. Cuba proporcionó reconocimiento diplomático, apoyo político y asistencia militar a luchas de liberación nacional y a Estados independientes en Argelia, Sáhara Occidental, Eritrea y Etiopía, Zanzibar y a las colonias portuguesas de Guinea-Bissau, Angola y Mozambique. Las victorias militares de los soldados cubanos en Angola en 1975-76 y de nuevo en 1987-88 contra el ejército sudafricano fueron, en mi opinión, una parte fundamental de la finalmente victoriosa lucha contra el dominio blanco en Namibia y en la propia Sudáfrica.

Cuba contribuyó a la lucha de liberación de Argelia por primera vez en 1961 enviando una gran cantidad de armas estadounidenses capturadas durante la fracasada invasión de la Bahía de Cochinos y una vez que Argelia obtuvo la independencia en julio de 1962 los argelinos correspondieron ayudando a adiestrar a un grupo de guerrilleros argentinos e incluso enviaron a dos agentes con las guerrillas desde Argel a Bolivia en junio de 1963. Pero el intento más temprano de proporcionar apoyo sistemático a un movimiento potencialmente revolucionario en África consistió en el envío de un grupo de élite de guerrilleros cubanos (todos ellos voluntarios y en su mayoría negros) al este de Congo en 1965. Uno de los pocos guerrilleros cubanos blancos era Ernesto “Che” Guevara.

Antecedentes de Congo

Tras la independencia de Congo respecto a Bélgica siguió en 1960 fue elegido un primer ministro de izquierda, Patrice Lumumba, tras lo cual se produjo en rápida sucesión un motín del ejército, la secesión de la provincia rica en mineral de Katanga bajo Moise Tshombe, la vuelta de los soldados belgas y la llegada de las fuerzas de paz de la ONU a petición de Lumumba para proteger la integridad territorial del país y su nuevo régimen. Cuando Lumumba también solicitó a los soviéticos ayuda militar fue derrocado por el presidente Kasavubu, cuya decisión apoyó el comandante en jefe Joseph Mobutu. El subsiguiente asesinato de Lumumba y la muerte en un accidente de aviación del Secretario General de la ONU, Dag Hammarskjold, sumió a Congo en una situación caótica.

A principios de 1964 el país quedó en manos de un primer ministro débil e impopular, Cyrille Adoula, que había cerrado el parlamento congoleño; la ONU planeaba su retirada y habían estallado cuatro rebeliones diferentes, la mayoría de las cuales operaba bajo el paraguas de un grupo de oposición de izquierda llamado Consejo de Liberación Nacional, que había sustituido de hecho al parlamento. Uno de los movimientos rebeldes, que operaba en el noreste del país, estaba dirigido por un político local, Gaston Soumaliot, cuyo lugarteniente, Laurent Kabila, dirigía un movimiento afín más al sur. Durante unas pocas semanas a mediados de 1964 estas fuerzas rebeldes controlaron gran parte de la región oriental de Congo. Mientras tanto, un excompañero de Lumumba, Christophe Gbenye, al que apoyaban China y la Unión Soviética, controlaba la mayor parte del resto del país.

En marzo de 1964 el presidente [estadounidense] Lyndon Johnson envió a Averell Harriman a Leopoldville (Kinshasa) para valorar la situación. Junto con Cyrus Vance, vicesecretario de defensa estadounidense, Harriman planeó establecer un puente aéreo a Congo y en mayo empezaron a llegar aviones y helicópteros. En julio Moise Tshombe se hizo con el poder en sustitución del incompetente Adoula y pidió ayuda a Estados Unidos, Bélgica y Sudáfrica para apoyar su régimen. Se escuchó su petición y el ejército de Congo se vio reforzado con oficiales belgas y mercenarios blancos de Rhodesia y Sudáfrica. Su principal tarea inmediata fue aplastar la rebelión de Gbenye, que había establecido su cuartel general y su gobierno en Stanleyville (Kisangani). En noviembre varios paracaidistas belgas volaron desde la base británica del Atlántico sur en la isla Ascensión con permiso del recién elegido gobierno laborista de Harold Wilson y saltaron sobre Stanleyville al mismo tiempo que llegaban los mercenarios.

Guevara mira a África

E n respuesta a estos movimientos u n grupo de Estados africanos radicales “de primera línea” encabezados por Argelia y Egipto anunció que iban a suministrar armas y soldados a los rebeldes congoleños, y pidió ayuda a otros Estados. El gobierno cubano anunció que estaba dispuesto a responder a la petición . En diciembre Guevara, que ya era uno de los dirigentes cubanos más internacionalistas, hizo un discurso vehemente en su condición de delegado cubano ante la Asamblea General de la ONU en el que habló del “trágico caso de Congo” y denunció “la inaceptable intervención” de las potencias occidentales, refiriéndose a los “ p aracaidistas belgas, transportados por aviones norteamericanos que partieron de bases inglesas ” * .

Tras salir de Nueva York Guevara emprendió una gira por diferentes Estados africanos: primero visitó Argelia y a continuación Mali, Congo-Brazzaville, Senegal, Ghana, Dahomey, Egipto y Tanzania. En Dar es Salaam se reunió con Laurent Kabila, que buscaba ayuda para mantener lo que quedaba de la zona liberada en el este y sudeste de Congo; en El Cairo se reunió con Gaston Soumaliot, que pedía hombres y dinero para el frente de Stanleyville en Congo, y en Brazzaville se reunió con Agostinho Neto, que pidió a los cubanos que apoyaran al ejército de liberación de Angola, el MPLA. Guevara estaba entusiasmado por lo que estos hombres le contaron acerca del potencial de una lucha de liberación efectiva en estos tres casos y por el papel de Cuba a la hora de proporcionar apoyo.

En febrero de 1965 Guevara voló a Beijing para ver qué ayuda podía proporcionar la República Popular China a las rebeliones en Congo. Allí se reunió, entre otras personas, con Chou en Lai (que entre diciembre de 1963 y febrero de 1964 había visitado algunos países africanos con el fin de valorar cómo podría intervenir mejor China). Inmediatamente después de su reunión con el Che en Beijing Chou iba a visitar por segunda vez Argel y El Cairo en marzo de 1965, posiblemente para reunirse con los dirigentes rebeldes congoleños acerca de los cuales le había informado el Che. Después, en junio, voló a Tanzania donde seguramente se reunió con Kabila y Soumaliot.

Mientras tanto, el propio Guevara volvió a El Cairo, donde habló con el coronel Nasser acerca de su plan de liderar él mismo un grupo de guerrilleros. Según un informe de la reunión elaborado por el yerno de Nasser, el editor y periodista Mohammed Heikal, Nasser no se mostró demasiado entusiasmado, advirtió a Guevara acerca de los peligros del romanticismo y le advirtió que “no se convirtiera en otro Tarzán”. “No se puede hacer”, afirmó. Es evidente que esta escéptica respuesta no impresionó a Guevara. Sospecho que ya era un hombre con una misión, que era llevar su propia experiencia personal de contribuir a construir un movimiento revolucionario (que, en su opinión, tanto éxito había tenido en Cuba y había sido la obra de unos pocos guerrilleros comprometidos) para influir en otras situaciones en el mundo.

Guevara volvió a Cuba y fuer recibido por Fidel Castro en el aeropuerto . E sta sería la última vez que se iban a ver en público antes de la muerte de Guevara dos años después, en octubre de 1967, e n Vallegrande, Bolivia. Antes de abandonar Cuba escribió una carta de despedida a Fi idel, que sería leída en público en La Habana seis meses después, en octubre de 1965. En efecto, en la carta Guevara declaraba que ya no se sentía obligado con la Revolución cubana sino con el proyecto de extender la influencia y el impacto de esta a todas partes: “ Otras tierras del mundo reclaman el concurso de mis modestos esfuerzos. [ … ] he estado identificado siempre con la política exterior de nuestra Revolución y lo sigo estando” ** .  Eran las palabras de un hombre que consideraba que su destino era en ese momento “exportar” la revolución dirigiendo un movimiento de guerrilla en África . Si él, que era una persona ajena, un argentino, había sido capaz de integrarse con los revolucionarios cubano s , ¿por qué no con los revolucionarios africanos, ya fuera en Angola o en Congo?

Tres semanas después salió en secreto de La Habana con un pequeño grupo de soldados cubanos. Primero fue a El Cairo y después a Dar es Salaam, en Tanzania. En aquel momento Tanzania un importante Estado radical bajo la presidencia de Julius Nyerere, que acababa de crear una unión con la revolucionaria Zanzibar. Mientras una “columna” formada por 120 cubanos iba a ir poco a poco por barco a Tanzania y a través del lago Tanganica hasta el norte de Katanga, una segunda “columna” formada por 200 hombres (el “batallón Patrice Lumumba”) iba a volar a una base situada al otro extremo del país, cerca de Brazzaville, al otro lado del río Congo, desde Leopoldville (Kinshasa), la capital de Congo. La “columna” oriental iba a ser dirigida oficialmente por el capitán Victor Dreke, un cubano de ascendencia africana acerca del cual el Che escribió después a Fidel: “Fue […] uno de los pilares en los que me apoyé. La única razón por la que no recomiendo que sea ascendido es porque ya ostenta el rango más alto”. Guevara formaba parte de esa “columna”. La “columna” occidental iba a ser dirigida por Jorge Risquet Valdés Santana, miembro del Comité Central del Partido Comunista Cubano.

El nuevo embajador cubano, Pablo Rivalta, recibió al grupo de Guevara en el aeropuerto a las afueras de Dar es Salaam. Hacía solo unos meses que se había establecido la embajada. Guevara temía que la CIA tuviera noticias de su llegada, aunque los estadounidenses acababan de retirar a su embajador de Dar es Salaam y estaban ocupados en otros lugares. Pero los congoleños que había en Dar es Salaam también le prestaron poca atención. Los líderes rebeldes, incluidos Kabila y Soumaliot, se encontraban en El Cairo, supuestamente tratando de reducir las divisiones políticas dentro de su movimiento revolucionario y solo estaba disponible un personal relativamente joven. Parece ser que la planificación de la intervención cubana en la lucha armada africana fue algo deficiente desde el principio y la coordinación con los líderes africanos un tanto limitada.

No obstante, el 22 de abril de 1965 Guevara y su pequeño grupo de cubanos viajaron a la ciudad ribereña de Kigoma, donde establecieron una base de suministro. Cerca de Kigoma está el pueblo de Ujiji, donde un siglo antes, en 1871, se habían reunido el dr. David Livingstone y Henry Stanley. Se desconoce si Guevara era consciente de este conocido episodio de la historia del imperialismo en África o de la proximidad de Ujiji a su base antiimperialista en Kigoma, pero tuvo el acierto de dar a cada uno de los líderes cubanos un número en lengua suajili: Dreke era Moja (uno), Tamayo, un colaborador cercano de Guevara durante varios años y una de las figuras más significativas de las actividades militares internacionalistas de Cuba, era Mbili (dos) y el propio Guevara, de forma confusa y engañosa, era Tatu (tres).

Los cubanos cruzaron el lago y fueron recibidos en el poblado de Kibamba por un grupo bien armado del Ejército de Liberación Popular ataviado con trajes de faena color caqui suministrados por los chinos. Se comunicaron en francés con los cubanos, que establecieron su campamento a las afueras del poblado. Aquello fue el inicio de lo que iba a ser una campaña de siete meses en lo que el líder mercenario, el coronel Mike Hoare***, denominó “el bolsillo de resistencia de Fizi Baraka” al régimen de Tshombe, de una extensión el doble de grande que Gales. En los meses siguientes, entre abril y octubre de 1965, fueron llegando poco a poco más cubanos desde el otro lado del lago Tanganica para unirse a sus compatriotas. Los cubanos y congoleños elaboraron juntos un plan para explorar el terreno que “ocupaban” y los cubanos empezaron a valorar los puntos fuertes y débiles de sus aliados y de sus enemigos.

Respecto a estos últimos, en sus exploraciones constataron que las bases de vanguardia de sus enemigos estaban bien defendidas, con el apoyo de aviones pequeños y de mercenarios blancos; por lo que se refiere a los cubanos, consideraban que la moral y competencia de los rebeldes congoleños eran bajas, y que sus líderes, incluido Kabila, eran considerados extraños o incluso más peyorativamente, “turistas”. Los comandantes del campamento “pasaban los días bebiendo y haciendo comidas enormes sin ocultar sus planes a la gente que había alrededor. Gastaban gasolina en expediciones sin sentido”. El 7 de junio el líder rebelde más antiguo presente en el campamento (Kabila continuaba en Dar es Salaam) se ahogó en el lago Tanganica en un accidente inexplicable.

Poco tiempo después llegaron órdenes de Kabila de que los cubanos tenían que organizar un ataque a una guarnición en Bendera, en la carretera interior que protegía una central hidroeléctrica. A Guevara no le gustaba el plan, pese a lo cual se decidió seguir adelante. El 20 de junio de 1965 salió una fuerza combinada de cubanos, congoleños y tutsis (algunos de los cuales eran originarios de Ruanda) con la idea de atacar la central y las barracas. A los cubanos les pareció que la operación fue un desastre: muchos de los tutsis huyeron, los congoleños se negaron a participar y fallecieron cuatro cubanos, lo que reveló al enemigo que Cuba estaba involucrada en la rebelión. Por otra parte, al parecer el coronel Mike Hoare estaba impresionado y señaló en sus memorias que “los observadores habían notado un cambio sutil en el tipo de resistencia que ofrecían los rebeldes al gobierno de Leopoldville […]. Ese cambio coincidía con la llegada a la zona de un contingente de asesores cubanos especialmente adiestrados en el arte de la guerra de guerrilla”.

Los cubanos, sin embargo, estaban muy deprimidos y desilusionados. Todos los cubanos habían enfermado en un momento u otro desde que habían llegado. El propio Guevara había tenido ataques de asma y malaria. A pesar de que hubo pequeños éxitos militares, como la emboscada a un grupo de mercenarios en agosto, los progresos parecían insignificantes y el clima político se estaba deteriorando a todas luces. Las diferencias entre las distintas facciones rebeldes y sus líderes perecían haber llegado a su culmen y un golpe de Estado en Argelia que había sustituido a Ben Bella – uno de los principales apoyos de Guevara – por el comandante del ejército Houari Boumedienne llevó a que los Estados radicales redujeran su compromiso con la rebelión congoleña. Pero Guevara se reservó para sí mismo sus preocupaciones y cuando a principios de septiembre de 1965 Soumaliot fue a La Habana pudo convencer a Castro de que la revolución iba bien, con lo que no se detuvo el flujo regular mensual de guerrilleros recién adiestrados que llegaban a Tanzania desde Cuba.

Los mercenarios blancos y las tropas congoleñas de Tshombe emprendieron entonces un contraataque, que amenazó a toda la posición cubana. Sin embargo, el adiestramiento cubano debió de servir de algo porque, como recordó más tarde Hoare, “el enemigo era muy diferente de cuanto habíamos conocido antes. Llevaba equipamiento, empleaba tácticas de campo normales y respondía a las señales del silbato. Era obvio que estaba dirigido por oficiales adiestrados. Interceptamos mensajes inalámbricos en castellano […] y parecía claro que […] los cubanos estaban organizando la defensa”. Pero para octubre, cuando los cubanos llevaban en Congo solo seis meses, tanto ellos como sus aliados congoleños estaban en desventaja. Guevara se vio obligado a retirarse a su campamento base de Luluabourg y previó una larga y última resistencia.

No obstante, los acontecimientos demostraron ser tan impredecibles como siempre. El presidente Kasavubu finalmente se convenció de que nunca conseguiría la aprobación de la mayoría de los Estados africanos en la Organización de la Unidad Africana (OUA) si Tshombe seguía como primer ministro y era de hecho el señor de Katanga, así que Tshombe fue destituido y sustituido por Evariste Kimba. Por un momento parecía que la rebelión se había salvado, pero en realidad el “derrocamiento” del gobierno de Tshombe fue la verificación del preludio de una reconciliación política que minaría la rebelión y acabaría con el apoyo recibido de los Estados africanos.

El 23 de octubre de 1965 Kasavubu asistió a un encuentro de jefes de Estado africanos en Accra presidido por Kwame Nkrumah. Kasavubu anunció que la rebelión en Congo estaba prácticamente terminada y que, por consiguiente, era posible prescindir de los servicios de los mercenarios blancos y enviarlos a casa.

Aquello bastó para convencer a muchos dirigentes africanos. Fue una señal de derrota para los Estados africanos radicales, permitió que surgiera una alianza más conservadora en el seno de la OUA y marcó un punto de inflexión en los últimos años de la historia colonial de África. Al considerar que el clima era entonces favorable, el 11 de noviembre de 1965 el líder blanco de Rhodesia, Ian Smith, declaró unilateralmente la independencia respecto a Reino Unido. En Sudáfrica se produjo un nuevo ataque contra el Congreso Nacional Africano (ANC, por sus siglas en inglés) que de hecho aplastó al movimiento de masas contra el apartheid durante media década y se animó a los portugueses a mantener su dominio en Angola, Mozambique y Guinea-Bissau durante otra década, hasta 1975. Como indicamos antes, Ben Bella había sido derrocado. A principios de 1966 Nkrumah fue destituido mientras se encontraba de visita en China y “Mehdi’” Ben Barka, el líder radical marroquí que había estado organizando la Conferencia Tricontinental (una reunión de los movimientos revolucionarios de todo el mundo que se celebró en La Habana en enero de 1966) fue secuestrado en París y asesinado.

Mientras tanto, en Congo, cuando Mike Hoare oyó el discurso de Kasavubu y su promesa de enviar a los mercenarios a casa, acudió a Leopoldville a ver a Mobutu en persona. “El general estaba furioso”, recuerda, “no se le había consultado […] y se amargó por ello”. Se persuadió al nuevo primer ministro, Kimba, de que hiciera una declaración afirmando que no había intención de enviar a los mercenarios a casa hasta que Congo estuviera totalmente pacificado. Guevara también luchaba contra el cambio de la tendencia política en África. El 1 de noviembre de 1965 recibió un mensaje urgente de Dar es Salaam advirtiéndole de que a consecuencia del encuentro de Accra el gobierno tanzano había decidido cancelar la fuerza expedicionaria cubana. Demasiado consciente de las luchas internas dentro de la dirigencia congoleña y preocupado por las implicaciones que esto pudiera tener, el presidente tanzano Nyerere consideró que no tenía demasiadas opciones.

Pero Guevara ya había considerado la opción de permanecer en la retaguardia, pasara lo que pasara, “con veinte hombre bien escogidos”. Entonces habría seguido luchando hasta que se desarrollara el movimiento o hasta agotar las posibilidades de este y en ese caso habría decidido buscar otro frente o pedir asilo en alguna parte. Daba la impresión de que Guevara consideraba que todavía tenía una misión fuera de Cuba. Pidió ayuda a China y Chou en Lai le aconsejó permanecer en Congo formando grupos de resistencia, pero sin entrar en combate. Sin embargo, el 20 de noviembre tocó a retirada y organizó el paso del lago Tanganica de vuelta a Tanzania. “Todos los líderes congoleños estaban en plena retirada, los campesinos se habían vuelto cada vez más hostiles”, escribió.

El propio Fidel Castro afirmaría años más tarde que “en definitiva, fueron los líderes de Congo los que tomaron la decisión de interrumpir la lucha y los hombres se retiraron. En la práctica aquella decisión fue correcta; habíamos comprobado que las condiciones para el desarrollo de aquella lucha, en aquel momento particular, no existían”. Es discutible si, en efecto, era el caso o simplemente fruto de un hecho consumado. Pero, de cualquier modo, al cabo de unos días en Dar es Salaam la mayoría de los cubanos volvió vía Moscú a casa, a La Habana, donde informaron de su misión. Victor Dreke volvió a Cuba para dirigir una unidad militar que preparaba a voluntarios internacionalistas y en 1966 encabezó la misión militar cubana a Guinea-Bissau/Cabo Verde, donde sirvió junto Amílcar Cabral. A continuación desempeñó una función similar en la República de Guinea. Volvió a Guinea-Bissau en 1986 encabezando la misión militar cubana hasta 1989 [1]. Jorge Risquet se convirtió en el jefe de la Misión Internacionalista Civil Cubana en la República Popular de Angola entre 1975 y 1979, en apoyo de Agostino Neto y al MPLA [2]. Otros miembros de la fuerza de guerrilleros de Guevara volverían a implicarse más tarde en África.

Después de la misión militar cubana Che Guevara permaneció en la embajada cubana de Dar es Salaam para escribir su relato de la “campaña congoleña”. A principios de 1966 viajó a Praga y volvió finalmente a Cuba, donde ayudó a preparar la fuera expedicionaria que en noviembre de 1966 se iba a establecer al este de Bolivia. A diferencia de la situación en Congo donde aceptó ser el número tres (como Tatu), por el motivo que fuera en Bolivia insistió en dirigir abiertamente la fuerza. Eso hizo que no le apoyara el Partido Comunista Boliviano, lo que en la práctica dejó aislados a los guerrilleros cubanos.

En marzo de 1967, solo tres meses después de llegar a la zona, los cubanos y sus aliados bolivianos fueron descubiertos por los bolivianos y en abril se vieron obligados a entrar en acción contra el ejército boliviano. Sin ayuda externa los miembros del grupo de guerrilleros fueron cayendo poco a poco y su moral fue disminuyendo. En octubre de 1967 Guevara fue capturado y fusilado al día siguiente.

En un sentido se podría afirmar que cuando decidió seguir luchando en unas condiciones desesperadas no había aprendido nada de su experiencia en Congo; en otro, se podría decir que ya había contemplado esa situación en Congo cuando consideró seriamente la posibilidad de quedarse a seguir luchando con “veinte hombres bien elegidos” y probablemente incluso desde abril de 1965 cuando escribió su carta a Castro renunciando a sus puestos en la jefatura del partido, al de ministro, a su rango de comandante y a la ciudadanía cubana. Recordemos que, a fin de cuentas, era argentino y no cubano. Hasta cierto punto siempre había sido una persona ajena. También era un idealista que había viajado por toda América Latina en moto cuando era un médico joven, había conocido de cerca la vida de las personas pobres y se había convencido de que se podía hacer algo para cambiar esas vidas por medio de la revolución. Había participado en el extraordinario éxito de la revolución cubana y había visto lo que se podía hacer con unos pocos hombres decididos.

Resulta revelador que ya en 1965, cuando se marchó a Congo, escribiera lo siguiente a sus padres, que vivían en Argentina: “Otra vez más siento bajo mis talones el costillar de Rocinante”. La idea de Guevara como un Don Quijote actual, que emprende aventuras en su viejo caballo para revivir la caballería, enmendar entuertos, traer la justicia al mundo, y, a pesar de una serie de encuentros desastrosos, lograr sobrevivir con la moral intacta hasta el final apela a lo romántico en todas aquellas personas que se consideran revolucionarias. Sin embargo, siempre fue un sueño, algo que Guevara reconoce en sus diarios de “la guerra revolucionaria en Congo”.

Véase Ernesto ‘Che’ Guevara, The African Dream: the Diaries of the Revolutionary War in the Congo, Grove Press, N ueva York, 1999, traducido del castellano por Patrick Camiller; primera edición en Gran Bretaña de The Harvill Press, Londres, 2000. Prólogo de Richard Gott, introducción de Aleida Guevara March, pp. 244. [Obra original en castellano, Pasajes de la Guerra Revolucionaria. El Congo, Ocean Sur, 2009;   véase la introducción de Aleida Guevara, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=95850]


NB. Este artículo se inspira en gran medida en la introducción de Richard Gott al relato de Ernesto Che Guevara procedente de sus diarios acerca de la participación de los cubanos en las rebeliones o guerras revolucionarias en Congo a mediados de la década de 1960. Pero algunos de los comentarios son míos y de ello Gott no es, por supuesto, responsable.

Notas:

* Véase el discurso completo, http://www.rebelion.org/noticia.php?id=146532 (N. de la t.).




*** Mike Hoare fue un líder mercenario irlandés al que en 1964 contrató el primer ministro congoleño Moise Tshombe para dirigir una unidad militar. Posteriormente se vanaglorió de que él y sus hombres habían asesinado a “entre 5.000 y 10.000 rebeldes congoleños en los 20 que pasé en Congo. Pero no es suficiente. Hay 20 millones de congoleños y creo que aproximadamente la mitad de ellos fueron rebeldes en uno u otro momento mientras estuve ahí”. (N. de la t.)

[1] En 1990 el general Dreke se retiró del servicio militar activo tras una exitosa carrera militar. Ejerció entonces como representante en África de las corporaciones cubanas ANTEX y UNECA en proyectos de comercio y construcción, y fue vicepresidente de la Asociación de Amistad Cuba-África.

[2] A pesar de que la campaña de Congo encabezada por Che Guevara no logró derrotar a la contrarrevolución en 1965, una década después el gobierno cubano respondió a una petición del líder del Movimiento Popular para la Liberación de Angola (MPLA), Agostino Neto, de ayudar al movimiento de independencia a derrotar una invasión de las Fuerzas de Defensa de Sudáfrica (SADF, por sus siglas en inglés), apoyadas por la CIA estadounidense, cuyo objetivo era instalar en Luanda un régimen títere apoyado por occidente. Entre noviembre de 1975 y principios de 1976 se desplegaron unos 55.000 soldados cubanos que ayudaron al ala militar del MPLA (FAPLA) a derrotar la intervención de las SADF y a consolidar la independencia nacional de Angola. Las unidades militares cubanas permanecieron en Angola 16 años luchando tanto con las fuerzas del FAPLA como con los cuadros militares de la Organización Popular de África Suroccidental (SWAPO, por sus siglas en inglés) del Ejercito popular de Liberación de Namibia (PLAN, por sus siglas en inglés) y el ala armada del ANC, Um Khonto We Sizwe (MK).

Estados Unidos y sus aliados en Pretoria armaron, financiaron y proporcionaron cobertura diplomática tanto a Jonas Savimbi de UNITA como a Holden Roberto del FNLA establecido en el entonces Zaire, que adoptó otro nombre tras el triunfo de la contrarrevolución en Congo-Kinshasha. UNITA demostró ser el más imponente de los enemigos ya que recibía asistencia directa de la CIA y de las SADF que entonces operaban en África del Sudoeste (Namibia) antes de su independencia en 1990. Esta batalla llegó a su punto culminante en 1987-1988 con las batallas centradas en torno a Cuito Cuanavale donde las SADF fueron derrotas de forma aplastante en Angola. Estas batallas convencieron al régimen racista de Pretoria y a quienes lo apoyaban en los gobiernos de Reagan y Bush de que no era posible derrotar militarmente a los movimientos de liberación sudafricanos. En 1988 se declaró un alto el fuego y se entablaron negociaciones entre el gobierno del MPLA en Angola y el régimen de apartheid.

Estados Unidos y Sudáfrica no querían que el gobierno cubano participara en las negociaciones orientadas a la retirada de las SADF del sur de Angola y el proceso de indecencia en Namibia. No obstante, debido al apoyo abrumador de la Organización de la Unidad Africana (OUA) y de las fuerzas progresivas del mundo, no solo se permitió a los cubanos participar en las negociaciones sino que desempeñaron un papel fundamental. El papel clave de Jorge Risquet en las negociaciones aumentó su talla internacional, que ponía de manifiesto la trascendencia de Cuba en el proceso revolucionario africano. Risquet encabezó la delegación cubana en las negociaciones que dieron como resultado la retirada del ejército del apartheid del sur de Angola y la liberación de la vecina Namibia de una ocupación de asentamiento colonial que había durado un siglo. A finales de 1989 se celebraron unas elecciones bajo supervisión internacional en Namibia que llevaron a la declaración de independencia el 21 de marzo de 1990 bajo el liderazgo del presidente Sam Nujoma del SWAPO, vencedor en las elecciones por una abrumadora mayoría.

La independencia de Namibia y las continuas luchas de masas y armadas en Sudáfrica dirigidas por el ANC forzaron la caída de P.W. Botha, entonces presidente del régimen apartheid, y el ascenso de F.W. DeKlerk. El nuevo régimen empezó a mostrar su voluntad de negociar el fin de la crisis política en Sudáfrica: el 2 de febrero de 1990 fueron legalizados el ANC, el Partido Comunista de Sudáfrica (SACP) y otras organizaciones que habían estado prohibidas. Nueve días después, el 11 de febrero Nelson Mandela quedó en libertad tras 27 años de cárcel en las prisiones del racista sistema de apartheid.

  • David Seddon es coautor (junto con David Renton y Leo Zeilig) de Congo: plunder and resistance, editado por Zed Books. También es coordinado de una serie de artículos sobre “protestas populares, movimientos sociales y lucha de clases” dentro del proyecto con el mismo nombre [Popular protest, social movements and the class struggle] publicado en la página web RoAPE entre 2015 y 2016.



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