viernes, 13 de enero de 2012

“El mundo ya ingresó en la segunda fase de la crisis”

UNICAMP

Por Armando Boito Jr

El economista francés Gérard Duménil es autor de varios libros y ensayos sobre el capitalismo contemporáneo. Este año publicó, en colaboración con Dominique Lévy, el libro The crisis of neoliberalism (Harvard University Press, 2011). Duménil estuvo en la Unicamp para una conferencia sobre la crisis actual en el Centro de Estudos Marxistas (Cemarx), en el marco del programa de pos-graduación en ciencia política del Instituto de Filosofía e Ciências Humanas (IFCH) de la Unicamp. En la ocasión, concedió la entrevista que sigue al politólogo Armando Boito Júnior, professor titular del IFCH.

Jornal da Unicamp: Usted viene investigando el capitalismo neoliberal hace mucho tiempo. En su análisis, ¿cómo se debe caracterizar la etapa actual del capitalismo?
Gérard Duménil: El neoliberalismo es la nueva etapa en la cual ingresó el capitalismo luego de la transición de los años 70 y 80. Con Dominique Lévy hablamos de un nuevo “orden social”. Con esa expresión nosotros designamos la nueva configuración de poderes relativos entre las clases sociales, dominaciones y compromisos. El neoliberalismo se caracteriza, de ese modo, por el refuerzo del poder de las clases capitalistas en alianza con la clase de los gerentes (cuadros), sobretodo las cúpulas de las jerarquías sociales y de los sectores financieros.

En el transcurso de los decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, las clases capitalistas vieron disminuir su poder e ingresos en la mayoría de los países. Simplificando, podríamos hablar de la existencia de un orden “socialdemócrata” durante ese período. Las circunstancias creadas por la crisis de 1929, la Segunda Guerra Mundial y la fuerza internacional del movimiento obrero habían conducido al establecimiento de ese orden social relativamente favorable al desarrollo económico y a la mejoría de las condiciones de vida de las clases populares (obreros y empleados subalternos). El término “socialdemócrata” para caracterizar ese orden social se aplica, evidentemente, mejor a Europa que a los Estados Unidos.

Con el establecimiento del nuevo orden social neoliberal, el funcionamiento del capitalismo fue radicalmente transformado: una nueva disciplina fue impuesta a los trabajadores en materia de condiciones de trabajo, poder de compra, protección social, etc., además de la desregulación (fundamentalmente financiera), apertura de las fronteras comerciales y la libre movilidad de capitales en el plano internacional (libertad de invertir en el exterior). Esos dos últimos aspectos colocaron a todos los trabajadores del mundo en una situación de competencia entre sí, cualesquiera sean los niveles de salarios en los diferentes países.

En el plano de las relaciones internacionales, los primeros decenios de posguerra, todavía en el antiguo orden “socialdemócrata”, fueron marcados por prácticas imperialistas de los países centrales: en el plano económico, presión sobre los precios de las materias primas y exportación de capitales; en el plano político, corrupción, subversión y guerra. Con la llegada del neoliberalismo, las formas imperialistas fueron renovadas. Es difícil juzgar en términos de intensidad y hacer comparaciones. En términos económicos, la explosión de las inversiones directas en el extranjero en la década de 1990 ciertamente multiplicó el flujo de ganancias extraído de los países periféricos por las clases capitalistas del centro. El hecho de que los países de la periferia desearan recibir esas inversiones no cambia en nada la naturaleza imperialista de esas prácticas, se sabe que todos los trabajadores “desean” ser explotados a estar desempleados.

Cuando a mediados de los años 90, nosotros introducimos esa interpretación del neoliberalismo en términos de clase, ella suscitó poco interés. Luego, la explosión de las desigualdades sociales dio a esa interpretación la fuerza de la evidencia. La particularidad del análisis marxista es la referencia a las clases más que a los grupos sociales. Ese carácter de clase está inscripto en todas las prácticas neoliberales e incluso los keynesianos de izquierda se expresan, ahora, en esos términos. Cierta negativa a esta interpretación sin embargo, aún se mantiene; muchos no aceptan el papel importante que le atribuimos a los gerentes (cuadros) en el orden social neoliberal.

Entre los marxistas se continúa rechazando que el control de los medios de producción en el capitalismo moderno es asegurado conjuntamente por las clases capitalistas y por la clase de los gerentes, lo que hace de ésta última un segundo componente de las clases superiores. Esa negativa es aún más desconcertante cuando se tiene en mente que los ingresos de las categorías superiores de los gerentes en el neoliberalismo aumentaron aún más que los ingresos de los capitalistas.

JU: Para algunos autores, el neoliberalismo fue un ajuste inevitable provocado por la crisis fiscal del Estado; para otros fue el resultado, también inevitable, de la globalización.
Gérard Duménil: La explicación del neoliberalismo por la “crisis fiscal” y frecuentemente también por la inflación es la explicación de la derecha; es una defensa de los intereses capitalistas. Ella especula con las inconsistencias de los bloques políticos que dirigían el orden social de posguerra. Estos bloques habrían sido incapaces de gestionar la crisis de los años 70 y entonces desembocamos en el neoliberalismo. Pasa lo mismo con la explicación que presenta al neoliberalismo como consecuencia de la globalización. Ese argumento invierte las causalidades. Lo que el neoliberalismo hace es orientar la globalización, una tendencia antigua, para nuevas direcciones y acelerar su curso, abriendo la vía para la “globalización neoliberal”. El movimiento altermundista luchó por otra globalización, solidaria, y no basada en la explotación en provecho de una minoría.

JU: Usted acaba de publicar, en conjunto con su colega Dominique Lévy, un libro sobre la crisis económica actual. Según su análisis, ¿cuál es la naturaleza de esta crisis?
Gérard Duménil: La crisis actual es una de las cuatro grandes crisis – crisis estructurales – que el capitalismo atravesó desde el final del siglo XIX: la crisis de la década de 1890, la crisis de 1929, la crisis de la década de 1970 y la crisis actual, iniciada en 2007/2008. Esas crisis son episodios de perturbación de una duración de cerca de una decena de años (al menos las tres primeras). Ellas ocurren con una periodicidad de cerca de 40 años y separan los órdenes sociales a los que me referí en la respuesta a la primera pregunta. La primera y la tercera de estas crisis, las de las décadas de 1890 y 1970, siguen a períodos de caída en la tasa de ganancia y pueden ser designadas como crisis de rentabilidad. Las otras dos crisis, la de 1929 y la actual, nosotros las designamos como “crisis de hegemonía financiera”. Son grandes explosiones que ocurren a partir de prácticas de las clases superiores que buscan el aumento de sus ingresos y sus poderes. Los dispositivos centrales del neoliberalismo están aquí en acción: desregulación financiera y globalización. El primer aspecto es evidente, pero la globalización fue también, como voy a indicar, un factor clave de la crisis actual.

Caída de la tasa de ganancia y explosión descontrolada de las prácticas de las clases capitalistas son dos grandes tipos de explicación de las grandes crisis en la obra de Marx. El primer tipo es bien conocido. En el Libro III del El Capital, Marx defiende la tesis de la necesidad del cambio tecnológico en el capitalismo, la dificultad de aumentar la productividad del trabajo sin realizar inversiones muy costosas, lo que Marx describe como “aumento de la composición orgánica del capital”.

Nótese que Marx refuta explícitamente que la caída de la tasa de ganancia se deba al aumento de la competencia (la segunda gran explicación para las crisis ya aparece esbozada en los escritos de Marx de la década de 1840.) En el Manifiesto del Partido Comunista, Marx describe a las clases capitalistas como aprendices de brujo, las cuales desarrollan mecanismos capitalistas sobre formas y en grados peligrosos y pierden, finalmente, el control sobre las consecuencias de sus actos. Los aspectos financieros de la crisis actual remiten directamente a los análisis del “capital ficticio”, que Marx desarrolla largamente en el Libro II de El Capital y que ya estaban presentes de cierta forma en el propio Manifiesto. De una manera bien extraña, algunos marxistas sólo aceptan la explicación de las grandes crisis por la caída de la rentabilidad, excluyendo cualquier otra explicación.

Pero la crisis actual no es una simple crisis financiera. Es la crisis de un orden social insostenible, el neoliberalismo. Esta crisis, en el centro del sistema, debería acontecer de cualquier modo un día u otro, pero ella llegó de una manera bien particular en 2007/2008, en los Estados Unidos. Dos tipos de mecanismos convergieron. Encontramos, por un lado, la fragilidad inducida en todos los países neoliberales a raíz de las prácticas de financierización y de globalización (marcadamente financiera), motivada por la búsqueda desenfrenada de rendimientos crecientes por parte de las clases superiores y reforzada por la negativa a la regulación. El banco central de los EE.UU., en particular, perdió el control de las tasas de interés y la capacidad de conducir políticas macroeconómicas como resultado de la globalización financiera. Por otra parte, la crisis fue el efecto de la trayectoria económica estadounidense, una trayectoria de desequilibrios acumulativos, que los EE.UU. pueden mantener debido a su hegemonía internacional, contrariamente a Europa, que considerada en su conjunto, no conoce tales desequilibrios.

Desde 1980, el ritmo de acumulación de capital en los EE.UU. se desaceleró en su propio territorio a la vez que crecían las inversiones directas en el exterior. A esto es necesario sumarle: un déficit creciente de comercio exterior, un gran aumento del consumo (de parte de las sectores más favorecidos) y un endeudamiento igualmente creciente de las familias. El déficit de comercio exterior (el exceso de importaciones frente a las exportaciones) alimentaba un flujo de dólares para el resto del mundo que tenía como única utilización la compra de títulos estadounidenses, llevando al financiamiento de la economía norteamericana por parte de agentes extranjeros.

Por razones económicas que no explicaré aquí, el crecimiento de esa deuda externa debía ser compensado por aquella deuda interna, la de las familias y la del Estado, a fin de sostener la actividad en el territorio del país. Eso fue hecho alentando el endeudamiento de las familias por medio de la política crediticia y la desregulación. El endeudamiento del gobierno podría haber substituido al endeudamiento de las familias, pero eso iba contra las prácticas neoliberales anteriores a la crisis. Los acreedores de las familias (bancos y otros) no conservaron los créditos creados, los revendieron bajo la forma de títulos (obligaciones), de los cuales, aproximadamente la mitad, fue comprada por el resto del mundo.

De tanto prestar a las familias por encima de la capacidad de éstas de saldar sus deudas, los incumplimientos se multiplicaron desde inicios de 2006. La desvalorización de esos créditos desestabilizó el frágil edificio financiero, en los EE.UU. y en el mundo, sin que el banco central de los Estados Unidos estuviese en condiciones de restablecer los equilibrios en un contexto de desregulación y de globalización que el mismo había favorecido. Ese fue el factor desencadenante, pero no el fundamental de la crisis, combinación de factores financieros (la locura neoliberal en esa esfera) y reales (la globalización, el sobre-consumo estadounidense y su déficit de comercio exterior).

JU: Usted planteó en sus conferencias en Brasil que la crisis económica habría entrado en una segunda fase. ¿Cómo se viene desarrollando la crisis?
Gérard Duménil: El mundo ya ingresó en la segunda fase de la crisis. Es fácil comprender las razones. La primera fase alcanzó su pico en otoño de 2008, cuando cayeron las grandes instituciones financieras estadounidenses, comenzó la recesión y la crisis se propagó para el resto del mundo. Las lecciones de la crisis de 1929 fueron bien aprendidas. Los bancos centrales intervinieron masivamente para sostener las instituciones financieras (por miedo a una reiteración de la crisis bancaria de 1932) y los déficits presupuestarios de los Estados alcanzaron niveles excepcionales. Pero esas medidas keynesianas, estimulando la demanda, sólo podían lograr la sostenibilidad económica temporaria de la actividad. Los gobiernos de los países del centro todavía no tomaron conciencia del carácter estructural de la crisis. Ellos actúan como si la crisis fuese únicamente financiera y ya estuviese superada; mientras tanto, las medidas keynesianas sólo permitieron ganar tiempo. Ninguna medida antineoliberal seria fue tomada en los países del centro. Son apenas políticas que buscan reforzar la explotación de las clases populares.

En los Estados Unidos, la administración de Barack Obama elaboró una ley, la ley Dodd-Frank, para reglamentar las prácticas financieras, pero los republicanos bloquearon completamente su aplicación. En otras esferas, como gestión de empresas, exportaciones, déficit de comercio exterior, nada fue hecho. En Europa, la crisis no es identificada con la crisis del neoliberalismo. Alemania es presentada como la prueba de la solvencia del camino neoliberal. La crisis es imputada a la incapacidad de gestión de ciertos Estados, principalmente el griego y el portugués.

En todas partes, la derecha retomó la ofensiva. Ella se aferra a la cuestión de los déficits presupuestarios y la magnitud elevada de las deudas públicas. Finge no ver que la austeridad presupuestaria, además de representar una transferencia del peso de la deuda para las clases populares, no puede sino provocar la recaída en una nueva contracción de la actividad. Esta es la segunda fase de la crisis pero no la última. La nueva recaída recesiva hará necesario nuevas políticas. Contrariamente a Europa, los Estados Unidos se lanzan masivamente al financiamiento directo de la deuda pública por el banco central. Muy a pesar de la derecha, más medidas serían necesarias. Nosotros tenemos dificultades en ver como Europa podrá escapar de esto.

JU: Es sabido que la crisis económica afectó en mayor medida, por lo menos hasta ahora, a los EE.UU y Europa. En la década de los 90, por el contrario, las crisis económicas fueron más fuertes en la periferia. ¿Por qué esa diferencia? ¿Cómo la crisis actual se manifiesta en las diferentes regiones del globo?
Gérard Duménil: Hasta la segunda mitad de la década de 1990, el neoliberalismo produjo estragos en el mundo, principalmente en América Latina y en Asia. Mismo hoy, las tasas de crecimiento en América Latina permanecen inferiores a aquellas de los primeros decenios posteriores a la Segunda Guerra Mundial, y eso a pesar de la reducción masiva de los salarios reales, los cuales, en algunos países de la región, fueron reducidos a la mitad desde la crisis de 1970. En la década de 1990, y en 2001 en Argentina, el desarrollo del neoliberalismo provocó grandes crisis, de las cuales la crisis argentina es un ejemplo emblemático.

El mundo entró ahora en una fase nueva. La transición al neoliberalismo provocó una suerte de “divorcio” en los países del centro entre los intereses de las clases superiores y los del país como territorio económico. El caso de los EE.UU. es espectacular. Como decía, las grandes empresas de ese país invierten cada vez menos en su territorio y cada vez más en el resto del mundo. La globalización llevó a una deslocalización de la producción industrial para las periferias: Asia, América Latina e incluso algunos países del África Subsahariana.

JU: Las políticas propuestas por los dos grandes de la Unión Europea para superar la crisis repiten las fórmulas neoliberales. Los mercados intimidan los gobiernos; Sarkozy y Merkel exigen más y más recortes presupuestarios. ¿Por qué insisten en una política que, para muchos observadores, está en el origen de la crisis? ¿Qué resultado puede producir la aplicación de tales políticas?
Gérard Duménil: Yo de ninguna manera pienso que la falta de rigor presupuestario haya sido una de las causas de la crisis. Eso se la expresión de una creencia keynesiana ingenua, tan ingenua como la creencia en la capacidad de esas políticas para permitir la salida de la crisis sin tener en cuenta las necesarias transformaciones antineoliberales. Incluso, en este contexto, las políticas que buscan erradicar los déficit no impidieron una nueva caída en la producción.

JU: Muchos analistas han destacado que los partidos, sean de derecha o de izquierda, no se diferencian demasiado en sus propuestas para enfrentar la crisis. Además, en varios países europeos, como Inglaterra, España y Portugal, la derecha fue electoralmente favorecida por la crisis económica. ¿Los movimientos sociales podrían construir una alternativa de poder? ¿Cuál podría ser un programa popular para enfrentar la crisis actual?
Gérard Duménil: Aún no hemos hablado de los aspectos políticos del neoliberalismo. La alianza de la cúpula de las jerarquías sociales entre la clase capitalista y la de los gerentes (cuadros) logró, por diversos mecanismos, apartar a las clases populares de la política. Quiero decir: las apartó del juego de los partidos y los grupos de presión. Para las clases populares sólo quedó la lucha en la calle.

Es preciso hacer entrar en escena a los grupos sociales que se encuentran en la “periferia” de las clases de los gerentes (cuadros): los intelectuales y los políticos profesionales. En el compromiso social de pos Segunda Guerra, fracciones relativamente importantes de esos grupos eran partidarias de la alianza con las clases populares (a las cuales no pertenecían). En el contexto del colapso del movimiento obrero mundial, las clases capitalistas lograron, en el neoliberalismo, sellar una alianza con las clases de los gerentes, utilizando el recurso de la remuneración principalmente, conduciendo gradualmente esos grupos periféricos (la universidad aporta ejemplos ilustrativos sobre este fenómeno) en el emprendimiento de conquista social del neoliberalismo. La proporción de grupos sociales motivados por una alianza con las clases populares se redujo considerablemente, quedando reducida a algunos grupos de “iluminados”, grupos a los cuales yo mismo pertenezco.

El sufrimiento de las clases populares no llega al grupo de los gerentes y, en el plano político, ya no existe ningún gran partido de izquierda. En Francia, ya sabemos en lo que se convirtió el Partido Socialista, completamente ganado por la “globalización”, un término usado para ocultar el neoliberalismo. Algo semejante podríamos decir de los demócratas en los EE.UU. y dejo para ustedes juzgar la situación de Brasil al respecto.

La vida política se reduce a la alternancia entre dos partidos no equivalentes; pero el partido que se dice de izquierda es incapaz de proponer una alternativa, por no hablar de su capacidad para implementarla. El voto se reduce a aquello que nosotros en Francia llamamos “voto castigo”. La derecha sucede a la izquierda en España, por ejemplo, porque la izquierda estaba en el poder durante la crisis; la derecha no tiene, evidentemente, ninguna capacidad superior para gestionar la crisis.

JU: Muchos observadores han planteado la posibilidad de que el euro se extinga. ¿Usted cree que eso podría ocurrir? De acuerdo a su análisis, ¿cuáles serían los resultados más probables de la crisis actual?
Gérard Duménil: Es posible que algunos países salgan de la zona euro. Eso no resolverá el problema de sus deudas, la cual se tornaría impagable luego de la desvalorización de la nueva moneda sustituta del euro. El problema es el del cancelamiento de la deuda o de su adopción por el banco central. La crisis de la deuda afectó ahora los países del centro de Europa, será necesario que éstos tomen conciencia de la amplitud y de la verdadera naturaleza del problema.

Esto nos remite a las características de aquello que llamamos la “tercera fase de la crisis”. ¿Cuáles políticas serán adoptadas frente a la nueva recesión? ¿Cómo será digerida la crisis en Italia y luego en Francia? ¿Cómo Alemania responderá a la presión de los “mercados” (las instituciones financieras internacionales)? Una cosa sabemos: esas deudas no deben ser pagadas, lo que exige su transferencia fuera de los bancos o una fuerte intervención en su gestión.

Ahora, ¿el punto fundamental es la voluntad de los gobiernos de los países más poderosos de Europa, principalmente Alemania, de reforzar la integración europea (en vez de acabar con la zona euro), que se opone a la voluntad de “desglobalización” de algunos? Ese debate oculta la cuestión central: ¿Cuál Europa? ¿Una Europa de las clases superiores o la de un nuevo compromiso de izquierda?

Gérard Duménil, economista marxista francés y miembro de ATTAC, es autor de varios libros y ensayos sobre el capitalismo contemporáneo. Esta año publicó, en colaboración con Dominique Lévy, el libro The crisis of neoliberalism (Harvard University Press, 2011).

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