martes, 24 de enero de 2012

Una mirada desde México, por la unidad internacional en la lucha

Rebelión

Por Lucio Rivera *

2011 termina sin que se vea todavía la luz al final del túnel de la crisis capitalista. Un año inolvidable a nivel mundial, en el que, en respuesta a las políticas de muerte del imperialismo, los pueblos oprimidos y explotados salieron a las calles y a las plazas a tomar en sus manos sus propios destinos, como en el mundo árabe, o al menos a intentarlo, como sucedió en los más distintos países, desde Grecia hasta Chile, pasando por el estado español, entre otros. Ha sido también el año en el que, el centro del sistema-mundo, EEUUA, se ha sacudido de la cabeza a los pies, tanto con la profundización de la crisis de la cual no pueden salir, como con la sorprendente irrupción de las masas a nivel nacional con el movimiento de Occupy Wall Street.

2012 será sin duda un año difícil para el mundo entero y en especial, para la región del continente americano que abarca desde Colombia hasta EEUUA, ya que es este el epicentro de la crisis del capitalismo que se ha expresado en sus aspectos económico, político, social, ecológico y militar y que, por estar integrado por los estados más profundamente dependientes, ha sufrido los efectos de la crisis más agudamente. Sin embargo, aunque la crisis ha sido devastadora, el imperialismo no caerá por su mismo peso, habrá que hacerlo caer y para eso es indispensable comenzar por entender la situación actual. A continuación se presentan una serie de análisis encaminados a la discusión política para la elaboración de una estrategia que nos permita avanzar en la unidad internacional de la lucha antiimperialista.

Crisis económica
Mucho se ha dicho sobre la actual crisis, desde el cuento de las burbujas inmobiliarias hasta el premiado documental de “Inside Job”, las confusas voces del capital, con el objetivo de encubrir las verdaderas contradicciones, han coreado: la crisis se pudo haber evitado, era cuestión de la irresponsabilidad de los banqueros, les prometemos que ya no volverá a suceder. Sin embargo, el carácter de la crisis se hace día con día más evidente: se trata de una de las contradicciones inherentes al capitalismo, que tiene como fin producir mercancías, no para la satisfacción de las necesidades, sino para la ganancia de una minoría. En este sentido, la sobreproducción se vuelve un fenómeno cíclico que destruye las empresas y las mercancías “sobrantes” para concentrar el capital y “renacer” después de las cenizas a costa de las clases oprimidas y explotadas, quiénes tenemos que pagar la crisis que no es nuestra, pues las clases dominantes no solo no dejan de ganar sumas millonarias, sino que aumentan sus ganancias.

Hay que aclarar, no es que las mercancías escaseen, sino que las y los trabajadores que las produjeron no cuentan con los medios necesarios para adquirirlas. Las viviendas, epicentro de la sobreproducción, se encuentran vacías por millones, cuando hay más gente durmiendo en la calle que nunca. Los capitalistas habían entendido este mecanismo y utilizaron medidas anticíclicas basadas en el endeudamiento a través de los prestamos bancarios tanto para elevar el nivel de consumo de la población como para darle salida a la sobreproducción. Estas medidas funcionaron durante algún tiempo, pero solo consiguieron aplazar unos años la siguiente crisis, elevar exorbitantemente las ganancias de los bancos y hacer que la crisis estallara con más fuerza, poniendo en peligro a las más grandes empresas y bancos, como el Goldman Sachs, el Lemman Brothers, General Motors, entre otras.

Pero los capitalistas eran “muy grandes como para caer” y los gobiernos del mundo, en especial de EEUUA y de Europa, gastaron cifras estratosféricas provenientes del trabajo de la sociedad entera, para rescatar a los señores del dinero que estaban en quiebra, retribuyéndoles lo suficiente como para aumentar sus ganancias, aunque eso significara despojar a millones de sus medios de subsistencia, de sus trabajos y de sus derechos mínimos. A tres años del inicio de la crisis, las clases dominantes no tienen otra salida al infierno al que nos han metido mas que seguir profundizando las contradicciones, continuar con el saqueo de los recursos naturales y con la sobre-explotación de las y los trabajadores del mundo. Sin embargo, para las voces desde abajo la situación se aclara: la crisis es el sistema capitalista y la solución vendrá, necesariamente, de las alternativas que puedan construir los pueblos en su creatividad liberadora.

La política de los ricos
Ante esta situación, los mitos de la “democracia” burguesa se derrumban. Con la llegada a la casa blanca de Obama, en 2009, los millones de votantes, provenientes en su mayoría de las clases explotadas (migrantes, trabajadores, mujeres trabajadoras, estudiantes, negros, etcétera, etc.), creían con esperanza que las cosas cambiarían. Nada más lejos de la verdad. Como ejemplar sucesor del despreciable Bush, Obama, con todo y Premio Nobel de la Paz, ha seguido y profundizado las políticas impopulares del imperialismo (en especial, en materia de intervención militar), sin poder llevar a cabo las prometidas reformas a la salud, el retiro de Guantanamo (la base militar-cárcel estadounidense en Cuba) y otras propuestas que pretendían embellecer al capitalismo. Ante esto, la derecha representada en el Partido Republicano, ha avanzado en sus posiciones, recuperando la mayoría en el parlamento durante las elecciones del 2010 e imponiendo sus políticas a escala regional y nacional para preparar el regreso a la casa blanca en 2012.

Pero más preocupante aún, resulta el avance del llamado “Tea Party” (Partido del Té, que en inglés hace referencia a la “fiesta del té” con la que empezó la independencia de las trece colonias), representante de la ultraderecha recalcitrante, que ha venido acompañado con un sensible aumento de la discriminación y de la violencia a negros y, principalmente, a migrantes. Resultado de la influencia y de la presión de esta organización y de la fuerza del sector social al que representa (las grandes corporaciones y multinacionales) se han seguido políticas desastrosas, especialmente en material ambiental y energética, como el aumento de extracción de combustibles fósiles, teniendo como más dramático ejemplo el derrame de petróleo en el golfo de México en 2010 (el más grande en la historia), ocasionado por una explosión en una plataforma petrolera que extraía el hidrocarburo en aguas profundas. Este tipo de prácticas irracionales, así como la creciente extracción del gas natural de zonas ecológicas, son negocios que no solo ponen en riesgo la salud de millones de ciudadanos, sino que ocasionan una impresionante destrucción del medio ambiente.

Sin embargo, la expresión más clara de la incompetencia de los políticos de la clase dominante y su falta de alternativas, así como de la profundidad de la crisis que no podrá ser resuelta dentro de los marcos del capitalismo, ha sido el bizarro espectáculo del debate sobre el “Techo de la deuda”, que ha sacado a relucir las miserias de un imperialismo que arrastra una deuda impagable. En este contexto, son misiles los que siguen produciendo, en lugar de empleos, son guerras las que financian y bancos los que rescatan, en lugar de siquiera preocuparse por salvar lo poco que queda de “estado de bienestar” y es que justamente, la mayor fortaleza de EEUUA, su aparato militar, se ha convertido en su mayor lastre.

La hegemonía militar
El complejo industrial-militar de Estados unidos, ha sido históricamente el medio a través del cual el imperialismo pudo consolidarse como una potencia económica a nivel mundial, así como para asegurar la dominación política a nivel internacional. Hoy, este mismo complejo industrial-militar, sostenido por las principales multinacionales (Motorola, Microsoft, Coca-Cola, entre otras, quienes son beneficiarias del negocio de la guerra), es una de las principales razones de la catástrofe económica que azota al pueblo estadounidense, pues aunque millones de desempleados, mujeres, jóvenes, migrantes, negros e indígenas, viven en la más completa miseria material, sin posibilidad de encontrar un empleo para satisfacer sus necesidades básicas, los misiles, los fusiles, las bombas y las balas se siguen produciendo cada vez más a un ritmo mayor, y es que la principal fortaleza del imperialismo, su poderío militar, se ha convertido en el principal lastre para su pueblo sin que las clases dominantes puedan renunciar a seguir alimentando a la irracionalidad de un ejército que es capaz de destruir el mundo entero y que, sin embargo, sigue desarrollando tecnologías y armas que matan y destruyen con cada vez más precisión.

Lejos de tratar de disminuir el gasto militar, que es el más grande del planeta, el imperialismo ha avanzado hacia una estrategia de militarización a nivel mundial, con la intervención en Asia, África y América Latina, que tiene como objetivo tanto garantizar el acceso a los recursos naturales (minerales, hidrocarburos, agua, etcétera, etc.) como asegurar la dominación política frente a los distintos riesgos que se presentan. La invasión en Libia es el ejemplo más reciente, así como la ejecución extra-judicial, al más mero estilo de una mafia, de Osama Bin Laden. Sin embargo, la retirada de las tropas de Iraq y de Afganistán, la ruptura con Pakistán, así como el fracaso del llamado “Plan Colombia” para acabar con las FARC-EP (Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia – Ejército del Pueblo) demuestran un desgaste de la hegemonía militar imperialista, lo que los lleva a tomar medidas cada vez más desesperadas para aferrarse a su antigua posición de cabeza indiscutible del capitalismo en el mundo.

La llamada “Guerra contra el narco”, en este contexto, expresa la estrategia de dominación para las neo-colonias al sur del río Bravo (México, Centroamérica, Colombia) que, con pretexto del combate a las drogas, ha impuesto la militarización y la para-militarización al servicio de los señores imperialistas del dinero y de la guerra. Pero justamente en esta, una de las más importantes regiones (sino es que la más importante) para la reproducción del sistema, se muestran con claridad las contradicciones y la desesperación con la que actúan las clases dominantes que se han quedado sin alternativas para la humanidad: La llamada “iniciativa Mérida” además de dejar en México más de 60 mil muertos, decenas de miles de desaparecidos y cientos de miles de desplazados, ha puesto en evidencia la más que estrecha cooperación de la DEA, la CIA, el Departamento de Estado y demás aparatos represivos, con las organizaciones de la narcoburguesía, pues el tráfico de drogas y de armas solo ha ido en aumento, del mismo modo que las ganancias del lavado.

Lo anterior demuestra que los señores de la droga que lavan el dinero, trafican todo tipo de veneno, y entrenan y proveen de armamento y equipo a los cárteles, no son otros que los señores de la oligarquía estadounidense con su estado y sus organizaciones. Los recientes escándalos de “Rápido y Furioso”, del juicio de “El Vicentillo” (hijo del “Mayo Zambada”) y del papel de la DEA en el lavado de dinero, no son más que ejemplos que ilustran el verdadero carácter de esta guerra de contrainsurgencia preventiva, que se ha extendido a toda Centroamérica, plagando las ciudades y los campos de muerte, mientras las transnacionales se apropian de la tierra y de los recursos que le son despojados a los pueblos.

La respuesta de las y los de abajo
Sin embargo, ante la crisis generalizada del imperialismo, que pretende ser paliada con recortes a los derechos sociales mínimos de las y los trabajadores, con la sobre-explotación y el despojo, las y los de abajo no asisten como espectadores pasivos al espectáculo de la barbarie capitalista. Desde inicios del año 2011, las y los trabajadores sindicalistas de Wisconsin harían que su voz se escuchara a través de la huelga general y de la toma del parlamento estatal, luchando en defensa de los derechos históricos de la clase obrera, como la sindicalización y exigiendo un fin a los recortes sociales. Este movimiento se contagiaría a distintos estados, como Ohio, Indiana, entre otros. Meses después, a tono con la indignación mundial, estallaría un gran movimiento popular nacional con epicentro en Nueva York: Occypy Wall Street (OWS).

En un país donde miles de desempleados duermen en casas de campaña a las afueras de las ciudades, la respuesta de la juventud, principalmente y de otros sectores indignados, fue llevar los campamentos al centro de las ciudades, a las plazas públicas y parques y desde ahí construir la democracia real de asambleas populares. Al principio, las acampadas de OWS eran pequeñas y con poco contenido político, sin embargo, al cabo de un par de semanas, se convirtieron en ocupaciones masivas en cientos de ciudades, que cuestionaron radicalmente la la organización social capitalista del 1% de banqueros y oligarcas frente al 99% de todas las y los de abajo. Señalando a la clase enemiga, OWS y los demás “Occupy” a lo largo y ancho de EEUUA, empezaron un largo camino hacia una alternativa desde abajo al sistema, en donde las relaciones sociales se hayan democratizado y humanizado.

A pesar del gran avance que significaron los “Occupy”, para derribar al imperialismo hace falta algo más que plantones o marchas. Como el mismo nombre de OWS dice, sería necesario ocupar realmente Wall Street, expropiar los bancos y poner la economía bajo control de pueblo para la satisfacción de las necesidades humanas y no para la ganancia de una minoría. Aunque muchas de las consignas que se han levantado, ya expresan la conciencia de esto, y diversas acciones, como la ocupación de bancos, han querido llevar la lucha más allá, el movimiento se ha topado con la represión policial, expresada principalmente en los desalojos y en los arrestos masivos, así como con amplios sectores que aun conserva ilusiones en el estado y en el capital.

Pero también hay importantes sectores juveniles y de trabajadores que han aprendido las lecciones de la lucha de clases. El ejemplo más claro es el de “Occupy” Oakland,
quiénes convocaron a una huelga general en noviembre del 2011, recuperando la tradición histórica de combatividad del proletariado estadounidense del principios del siglo pasado y tomaron el puerto de Oakland, un importante centro de circulación de mercancías, enfrentándose a la policía. Con esta y otras tantas acciones se muestra un camino, de muchos que puede haber, para enfrentarse al imperialismo y golpear donde le duele.

Acabar con el imperialismo
Para avanzar en la construcción de una alternativa al imperialismo, es necesario rescatar las lecciones de los históricos métodos de lucha de las clases oprimidas, como el caso de la IWW (International Workers of the World – Trabajadores Internacionales del Mundo, una organización sindicalista, combativa y revolucionaria que levantó la consigna de la huelga general y que se solidarizó de forma militante con el Partido Liberal Mexicano de los hermanos Flores Magón) y aplicarlas a la situación actual. Hoy, la división internacional del trabajo se ha transformado, haciendo que la industria de los países imperialistas se traslade en forma de maquilas exportadoras a sus neo-colonias y que las industrias “nacionales” del tercer mundo desaparezcan para integrar sus economías a la metrópoli, de tal suerte que se configura una nueva “interdependencia” en la cual los países imperialistas necesitan no solo de los recursos naturales de los países subdesarrollados, sino del conjunto de la producción mercantil industrial y agroindustrial.

Tal situación describe el actual movimiento general que experimentan los EEUUA con México, Centroamérica y Colombia, principalmente (China es también un claro ejemplo), por lo que la unidad internacional de la lucha se vuelve una tarea cada día más urgente. Y no solo debido a la integración de sus economías, sino ante todo, debido que importantes sectores de la fuerza de trabajo estadounidense es de origen mexicano y centroamericano, representando también para sus respectivos países un factor de peso en el mantenimiento de la estabilidad política y económica, tanto en cuanto a las “remesas” que significan uno de los principales ingresos de divisas a México como en cuanto a la “válvula de escapa” que significa la migración masiva de campesinos y trabajadores hacia el norte.

Esta población migrante, que muere por miles tratando de cruzar una frontera militarizada, se ve sometida a toda clase de discriminación, de persecución y de criminalización por parte de estados (Tanto el estadounidense, como el mexicano que secuestra y asesina migrantes centroamericanos impunemente) que trafican mercancías de todo tipo sin ninguna restricción, pero que consideran un delito ser migrante. El caso de la llamada “Ley Arizona”, frenada por la movilización popular, es tan solo un precedente relativamente pequeño comparado con la ofensiva que el imperialismo tiene preparada. Para resistir la contraofensiva del capital habrá que estar preparados, pero no bastará con resistir.

En conclusión, la devastación ambiental y la guerra, lucrativos negocios para la burguesía, solo se podrán detener con la movilización de la sociedad, del mismo modo que la salida a la crisis civilizatoria del capitalismo solo la podrán dar los pueblos, subvirtiendo las relaciones sociales de un sistema que es contrario a los intereses de las mayorías, para comenzar a solucionar los grandes problemas de la humanidad. La lucha del 99% contra el 1% es también la lucha por la liberación de los pueblos oprimidos y, en este caso, las y los de abajo de sur y norte del río bravo debemos de avanzar en la unidad internacional, pues somos, mutuamente, nuestros mejores aliados y, pese a vivir distintas situaciones y encontrarnos ante tareas completamente diferentes, confluimos en la necesidad de destruir lo que nos separa: ¡Abajo las fronteras, a derribar el muro de la vergüenza! ¡A acabar con el imperialismo!
* Lucio Rivera es militante de la Liga de Unidad Socialista

No hay comentarios: