lunes, 30 de enero de 2012
Olotes en vez de mazorcas
Radio Progreso
En los primeros días de este año hemos visto las quejas de la población que busca desesperadamente un empleo que le ayude a sobrevivir en un país sumergido en la pobreza y la desigualdad social. Honduras cerró el 2011 con un millón setecientas mil personas sin un trabajo. Esto trajo consigo que aumentara la delincuencia y que mucha otra población saliera corriendo del país en busca de oportunidades en Estados Unidos, aumentando la migración forzada.
La constitución de la república garantiza el derecho a un trabajo, sin embargo la clase política hondureña violenta dicho derecho al no garantizar las condiciones para que en el país se produzca empleos dignos con salarios justos. Pero la realidad nos marca que los empresarios en contubernio con los gobiernos hacen lo que les da la gana con la clase obrera que por no estar organizados agachan la cabeza ante dichos abusos.
En estos momentos las discusiones y el ambiente en Honduras giran alrededor de sí se deben sacar los policías corruptos y criminales, de que se van a extraditar a hondureños narcotraficantes, de que el ejecutivo y el Congreso Nacional buscan por todas las vías posibles aplicar un trancazo a la población al crear nuevo impuesto para la salidas y entradas al país. Se habla incluso sobre el salario mínimo recientemente aprobado. Sin embargo, nadie levanta ese asunto del empleo que tiene a muchísima de nuestra población en la línea entre la sobrevivencia y el hambre.
A la gente de a pie le preocupa la seguridad, le gustaría ver una nueva policía, por supuesto que está en contra de la creación de cualquier impuesto, porque aunque no se le aplique directamente al final le toca pagar los platos rotos. Pero la preocupación más grande es NO tener empleo, y la misma se ve en la ardua lucha casi siempre infructuosa por conseguir, a cómo de lugar, un poco de dinero para calmar el hambre que revolotea en las familias hondureñas.
Enero es el mes de la esperanza para los desempleados, buscan y buscan un trabajo. Tanta es la necesidad que para la población sin empleo sería un lujo conseguir una “chamba” en la que mínimamente le respeten sus derechos laborales. Esa es la realidad de nuestro pueblo.
El empleo es la gran demanda de la gente, y como respuesta ingrata recibe lanzamientos de candidaturas presidenciales, como si el desempleo y el hambre de nuestra gente se resolvieran por la hermosa vía electoral de nuestros formidables e incorregibles políticos, de todos los colores y banderas. Ante el desempleo la gente recibe proselitismo político, parecido al sabor amargo de quien siembra la milpa esperando cosechar grandes mazorcas, y al final de cuentas las matas producen resecos e infecundos olotes.
En los primeros días de este año hemos visto las quejas de la población que busca desesperadamente un empleo que le ayude a sobrevivir en un país sumergido en la pobreza y la desigualdad social. Honduras cerró el 2011 con un millón setecientas mil personas sin un trabajo. Esto trajo consigo que aumentara la delincuencia y que mucha otra población saliera corriendo del país en busca de oportunidades en Estados Unidos, aumentando la migración forzada.
La constitución de la república garantiza el derecho a un trabajo, sin embargo la clase política hondureña violenta dicho derecho al no garantizar las condiciones para que en el país se produzca empleos dignos con salarios justos. Pero la realidad nos marca que los empresarios en contubernio con los gobiernos hacen lo que les da la gana con la clase obrera que por no estar organizados agachan la cabeza ante dichos abusos.
En estos momentos las discusiones y el ambiente en Honduras giran alrededor de sí se deben sacar los policías corruptos y criminales, de que se van a extraditar a hondureños narcotraficantes, de que el ejecutivo y el Congreso Nacional buscan por todas las vías posibles aplicar un trancazo a la población al crear nuevo impuesto para la salidas y entradas al país. Se habla incluso sobre el salario mínimo recientemente aprobado. Sin embargo, nadie levanta ese asunto del empleo que tiene a muchísima de nuestra población en la línea entre la sobrevivencia y el hambre.
A la gente de a pie le preocupa la seguridad, le gustaría ver una nueva policía, por supuesto que está en contra de la creación de cualquier impuesto, porque aunque no se le aplique directamente al final le toca pagar los platos rotos. Pero la preocupación más grande es NO tener empleo, y la misma se ve en la ardua lucha casi siempre infructuosa por conseguir, a cómo de lugar, un poco de dinero para calmar el hambre que revolotea en las familias hondureñas.
Enero es el mes de la esperanza para los desempleados, buscan y buscan un trabajo. Tanta es la necesidad que para la población sin empleo sería un lujo conseguir una “chamba” en la que mínimamente le respeten sus derechos laborales. Esa es la realidad de nuestro pueblo.
El empleo es la gran demanda de la gente, y como respuesta ingrata recibe lanzamientos de candidaturas presidenciales, como si el desempleo y el hambre de nuestra gente se resolvieran por la hermosa vía electoral de nuestros formidables e incorregibles políticos, de todos los colores y banderas. Ante el desempleo la gente recibe proselitismo político, parecido al sabor amargo de quien siembra la milpa esperando cosechar grandes mazorcas, y al final de cuentas las matas producen resecos e infecundos olotes.
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