Por segunda vez consecutiva Honduras está marginada de la Cuenta de Desafío del Milenio, quizás el más importante apoyo financiero de Estados Unidos para la reducción de la pobreza, la promoción de la mediana y pequeña agricultura y proyectos de infraestructura vial.
Tal marginación obedece al incumplimiento de los requisitos establecidos para acceder a los fondos de la Cuenta, que, en el caso de Honduras, significaría un financiamiento de 215 millones de dólares en 2012.
La no elegibilidad de Honduras en la Cuenta del Milenio adquiere perfiles vergonzosos porque tiene que ver con los altos índices de corrupción, de violación de los derechos humanos, de atentado a la libertad de información y de expresión, de mala política fiscal y de género en la economía.
Ahora mismo la situación de la libertad de expresión y de los derechos humanos pesa con gravedad en el alma ciudadana, pues la población hondureña se encuentra en indefensión frente a la corrupción, la criminalidad y el terrorismo, localizados, para colmo, en los organismos de seguridad del Estado.
El presidente Lobo Sosa, presintiendo el golpe de la inelegibilidad, se pronunció públicamente enojado por las condiciones impuestas para acreditar dicha ayuda, por considerarlas injustas. “Siento a veces, como quien dice, si quieres que yo te de esto, haz lo otro… Cuando se quiere ayudar se ayuda, y hay países que no andan con tantas cosas”.
El problema es que la dependencia siempre implica condiciones —y hasta sumisión—, y en tanto más dependiente, más cuidadoso y diligente habría que ser para obtener el óbolo. Infortunadamente, en las condiciones actuales, en que la corrupción ha devenido en sistema, hay poco espacio para los reclamos, si es que caben los reclamos sin caer en mayor vergüenza.
A este respecto, la Iglesia católica apunta, con razón, que el acceso a la Cuenta del Milenio no debe interpretarse solamente como una ayuda, sino como una prueba en cuestiones de corrupción y de combate a la pobreza. Por cierto que la pobreza sigue aumentando en nuestro país.
“La Cuenta del Milenio —dice el padre Rafael Alvarado— es mucho más que dinero para la construcción de una carretera. Es un verdadero examen internacional donde Honduras es sometida a temas muy concretos como la seguridad, corrupción y transparencia en los fondos públicos”.
“No es que la ciudadanía no lo sepamos —agrega el sacerdote católico—. Todos sabemos cómo se ha incrementado la violencia, la percepción en cuanto a la corrupción galopante que parece que va a seguir incrementándose, la falta de transparencia en el ejercicio del poder público. Por eso es que se afecta la credibilidad interna e internacional del país”.
Es una desgracia haber llegado a tan bajo nivel, y es todavía mayor desgracia su perspectiva de continuidad y ascenso.
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