domingo, 18 de diciembre de 2011
Cristina sueña con realizaciones y, por qué no, con el bronce
La Arena
Por Emilio Marín
El sábado se inició el segundo mandato de Cristina Fernández de Kirchner. Ella, su 54 por ciento de votantes e incluso una buena porción de quienes no la votaron, tienen expectativas en la gestión recién iniciada. Por supuesto, en un segmento de las patronales sojeras más resentidas, los represores condenados por sus crímenes setentistas y quienes adhieren al pensamiento neoliberal hoy devaluado en el mundo, también hay quienes hacen cuernitos y le desean el mal.
Lo bueno para la presidenta es que los buenos augurios sobrepasan en mucho a los que tiran mala onda y ponen palos en la rueda. Son más los que viven el momento con la alegría de que hay un nuevo turno democrático por otros cuatro años y que, ubicados al principio en el Purgatorio, diría Néstor Kirchner, ahora están saliendo rumbo a un mejor lugar. Este mejor escenario no es el Paraíso ni mucho menos, aunque hay cristinistas que se relajan y gozan como si ya estuvieran en el mejor de los mundos.
Cristina, blindada con ese voto, encara este nuevo tramo con la posibilidad de tomar decisiones y elegir colaboradores sin tener que pasar por las duras negociaciones como quienes la precedieron. Se presume que la política ha recuperado su lugar frente a varias corporaciones acostumbradas a marcar la agenda.
En realidad son esta presidenta y esta política las que lo han logrado. Mauricio Macri es otra cosa y por ahora quedó enclaustrado en los márgenes del Río, el Riachuelo y la General Paz. Sólo el tiempo dirá si puede hacer el “aporte al país” que prometió en su leído discurso de asunción en la Ciudad de Buenos Aires. Por ahora juega en la B Metropolitana, aunque futbolísticamente hablando recuperó por medio de Daniel Angelici la presidencia de Boca Juniors, que festejará el campeonato mayor.
Esa libertad de maniobra de la presidenta se notó en cómo articuló su gabinete para los cuatro años venideros. De los funcionarios a los que tomó juramento en el Museo del Bicentenario, y no el clásico Salón Blanco de la Rosada, casi todos venían del período anterior. Fue una forma de decir que se ratificaba el rumbo porque se lo considera exitoso. ¿Para qué cambiar lo que ha sorteado la prueba de la práctica, en un período tan exigente y complicado como el cuatrienio 2007-2011? Las caras nuevas son tres y fueron puestas en esos lugares por decisión presidencial: Juan M. Abal Medina en Jefatura de Gabinete, Hernán Lorenzino en Economía y Norberto Yahuar en Agricultura, Ganadería y Pesca, a pesar que las malas lenguas de la “La Nación” sólo consideran al chubutense como un entendido en merluza. Para CFK, en cambio, será un excelente ministro de toda el área.
El elenco ministerial parece mejor que el preexistente. La diferencia la da Abal Medina en cotejo con Aníbal Fernández, un exponente del justicialismo tradicional bonaerense, con más vínculos con los mandos policiales del distrito que con los sectores sociales que allí viven con tantas necesidades básicas insatisfechas. Abal Medina difícilmente se querría comer un Pollo vivo sobre las vías del Sarmiento. Y fue al homenaje a los doce desaparecidos en la Iglesia de la Santa Cruz. Bigotes nunca pisó allí.
Adversario-enemigo
En este momento que le sabe a gloria, la presidenta tendría que aguzar mucho la vista para distinguir a algunos adversarios y enemigos. La mayoría de éstos, por oportunismo político (y en ciertos casos porque están ganando muchísimo dinero y subsidios, como Cristiano Rattazzi, de la Fiat), la aplauden de pie, para que los vean. Algunos personajes como Hugo Biolcati, de la Sociedad Rural, también lo hacen y resultan patéticos. ¿Quién puede creer que la rancia oligarquía que no digirió la derrota electoral del PRO, radicalismo, duhaldismo, CC y otras agrupaciones afines a Palermo, pueda estar realmente contenta con el tiempo por venir?
Uno que se mantiene en penumbras y con un doble discurso respecto al flamante mandato de CFK es Macri. Por el tono de su mensaje del viernes al asumir en la Ciudad, cuando habló de que quiere ser útil a nivel nacional, se desprende que más que gobernar a los porteños piensa desembarcar en cada pueblo del territorio nacional. Esta empresa fue intentada con anterioridad y terminó en fracaso. Al final ese tour se redujo a la Capital, con un muy aceptable triunfo sobre Filmus-Tomada, pero aún así el PRO no pudo desprenderse de su tonada concheta y porteña.
No se trata sólo de discursos como el del viernes. Los hechos sugieren que el macrismo está entrando en un período de conflictos y pulseadas con el gobierno nacional. El traspaso demorado del Subte es una prueba de ello.
Además hay razones ideológicas: la presidenta es parte del nuevo emprendimiento de la CELAC, tercermundista, en tanto el jefe del PRO es socio de la internacional de la derecha neoliberal que días atrás reunió en Marsella a Nicolas Sarkozy, Angela Merkel, Mariano Rajoy, José M. Barroso y la congregación del ajuste y las políticas de shock que tanto daño están haciendo a Europa.
Aún con sus límites de poder territorial y sus causas judiciales de espionaje a cuestas, más el fardo de su asesor de imagen Durán Barba y los aumentos del ABL y los peajes a los porteños, Macri es un enemigo que no debe ser subestimado por la presidenta. Cuenta con la vidriera del país, con el favor de una parte del empresariado y la derecha política que aún dispersa en muchos campamentos podría reagruparse convencida de que de lo contrario la jefa de Estado seguirá a paso de vencedores. El monopolio Clarín es otra espada afilada del PRO, de mucha utilidad hoy que la ley de medios no está siendo aplicada a cabalidad. Los vínculos internacionales recién citados con el bloque derechoso europeo y eventualmente con los republicanos, a la derecha de Obama, si es que vuelvan a la Casa Blanca en enero de 2013, etc, son elementos que fortalecen la imagen de Macri como el principal contendiente con el que deberá lidiar Cristina.
Los sueños de Hermes Binner, Ricardo Alfonsín y otros por ocupar ese lugar, hoy son casi irrealizables. El referente opositor que ha saltado al centro del ring es el referente de la derecha porteña, Macri, que hostiga como enemigo, desde afuera del justicialismo. Hugo Moyano, de Camioneros y la CGT, objeta parte del rumbo y los aliados, desde adentro. Es el adversario que Cristina no deberá descuidar. Habrá que ver cuántos goles hace el jueves 15 en Huracán.
Cuatro o cien años
En el mensaje a la Asamblea Legislativa la presidenta reivindicó fuertemente la gestión suya y la de su marido, en cuanto a los 5 millones de empleos generados, la asignación universal, la ley de medios y la recuperación de los fondos previsionales. Con mucha razón dijo que con esas pocas leyes aprobadas estaba más que conforme, en comparación con las muchas leyes votadas durante el gobierno de la Alianza, respondiendo a una comparación periodística que no la favorecía.
Tuvo mucha profundidad y un sesgo autocrítico su reflexión de que "mientras haya un solo pobre en la Argentina no estará completo nuestro proyecto nacional, popular y democrático". No faltarán las interpretaciones mal intencionadas de los medios monopólicos que vean allí el sutil planteamiento de una Cristina “eterna”, que dure hasta que se pueda remover la última expresión de pobreza. Por supuesto que no fue dicho en ese sentido sino como forma de comprometerse a tomar medidas para que los más humildes mejoren su situación.
No fue muy afortunado su discurso en la referencia a los derechos humanos, pues CFK adjudicó los méritos de los juicios a su gobierno, el parlamento y la justicia. Así dejó afuera al pueblo argentino, que en 1996 con las multitudinarias marchas del 24 de marzo detonaron el reclamo de juicio y castigo. Así se llegó a la buena marca de 262 represores condenados, aunque varios cumplan sentencias en su casa.
La presidenta exhortó a que dentro de cuatro años su sucesor (otra referencia a que no buscará la re-reelección) pueda ver los juicios culminados y dar vuelta la página. No es seguro que en ese caso haya un borrón y cuenta nueva con respecto a ese drama argentino.
Esa cifra, cuatro años, no es una eternidad. En cambio sonó a largo plazo la estimación del ministro de Defensa, Arturo Puricelli, de que durante el siglo XXI las Malvinas serán argentinas. Cien años. ¿No le parece mucho don Arturo?
Y no es que el cronista esté propiciando una guerra contra los británicos ni nada que se le parezca. La guerra, aún justa como sería una por la recuperación de un territorio nacional usurpado por una potencia colonial en 1833, debe ser el último recurso.
Hay muchas fichas por jugar, en lo político, económico y diplomático, comenzando por sanciones contra los monopolios británicos. Si se ejerce presión contra Shell, HSBC, Unilever, Laboratorios Glaxo, British Petroleum, etc, es posible que en Londres aparezca alguna bandera blanca pidiendo una negociación. El hombre de Anillaco dijo que en diez años las islas serían nuestras. Puricelli decuplicó el plazo pero si la política no cambia, tampoco acertará.
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