jueves, 29 de diciembre de 2011
El nuevo guardián del BID: lobos vestidos de oveja
Radio Progreso
Al inicio de este mes el Banco Interamericano de Desarrollo nombró nuevo representante en Honduras. Ian Walker es el nuevo guardián de las transnacionales y el gran empresariado. Unas declaraciones recientes ante los medios de comunicación, sobre la situación de Honduras, expresan el comportamiento de estos organismos financieros: son lobos vestidos de oveja.
Estos señores saben con claridad la gravedad de Honduras y las causas de esa gravedad, pero al momento de proponer salidas a la crisis, en vez de ayudar la profundizan. La valoración del porqué la cooperación de ese organismo no ha logrado bajar los niveles de pobreza en Honduras es clara: la renta no ha sido repartida entre un mayor número de personas con ingresos limitados.
Lo que no dice el señor Ian Walker es que el BID, el FMI, BM son los principales resortes de presión para impulsar políticas económicas que atentan con la equidad social y profundizan despiadadamente la concentración de riqueza en pocas manos. Sus dólares tienen dos lineamentos claros: por un lado, dar oportunidades de financiamiento a los proyectos de la gran empresa, y asegurar la infraestructura necesaria para asegurar la movilización de esa producción. Y por otro, apoyar programas asistencialistas como el “Bono diez mil”, que no son sino iniciativas que significan “pan para hoy y hambre para mañana”.
El desastre y la injusticia de este tipo de cooperación radican en que al final de cuentas todo se convierte en factura que la han de pagar los bolsillos de la población. Y en el pago las cosas no tienen arreglo: pagan igual cantidad los que reciben migajas que los que reciben millones. Y ese ha sido uno de los principales daños históricos de toda la cooperación internacional: han contribuido a que una elite económica y política llenen sus bolsillos, con la esperanza de que al rebalsar, esas migajas llegaría a los más pobres. Pero parece que nunca hay rebalse porque cuando la riqueza va para arriba, los ricos colocan sus ganancias en vasos mucho más grandes.
Si los organismos financieros de verdad están preocupados por la crisis política, social económica de Honduras, tienen tres tareas de frente: primero dejar de seguir apoyando la elite política y económica que ya demostró no tener capacidad ni interés en llevar el país a otros caminos que no sean los de la inequidad y la violencia. Segundo, apostar por iniciativas económicas en materia agraria, que ayuden a transformar el campo en centros de producción y lugares para el turismo, concentrar una cantidad importante de recursos en cooperativas y pequeña empresa en los centros urbanos que generen reales oportunidades para jóvenes. Y tercero, sumarse a otros sectores en la lucha por adecentar el Estado hondureño. De lo contrario, en el nuevo año seguirán haciendo buenos diagnósticos, pero matando al paciente con sus recetas.
Al inicio de este mes el Banco Interamericano de Desarrollo nombró nuevo representante en Honduras. Ian Walker es el nuevo guardián de las transnacionales y el gran empresariado. Unas declaraciones recientes ante los medios de comunicación, sobre la situación de Honduras, expresan el comportamiento de estos organismos financieros: son lobos vestidos de oveja.
Estos señores saben con claridad la gravedad de Honduras y las causas de esa gravedad, pero al momento de proponer salidas a la crisis, en vez de ayudar la profundizan. La valoración del porqué la cooperación de ese organismo no ha logrado bajar los niveles de pobreza en Honduras es clara: la renta no ha sido repartida entre un mayor número de personas con ingresos limitados.
Lo que no dice el señor Ian Walker es que el BID, el FMI, BM son los principales resortes de presión para impulsar políticas económicas que atentan con la equidad social y profundizan despiadadamente la concentración de riqueza en pocas manos. Sus dólares tienen dos lineamentos claros: por un lado, dar oportunidades de financiamiento a los proyectos de la gran empresa, y asegurar la infraestructura necesaria para asegurar la movilización de esa producción. Y por otro, apoyar programas asistencialistas como el “Bono diez mil”, que no son sino iniciativas que significan “pan para hoy y hambre para mañana”.
El desastre y la injusticia de este tipo de cooperación radican en que al final de cuentas todo se convierte en factura que la han de pagar los bolsillos de la población. Y en el pago las cosas no tienen arreglo: pagan igual cantidad los que reciben migajas que los que reciben millones. Y ese ha sido uno de los principales daños históricos de toda la cooperación internacional: han contribuido a que una elite económica y política llenen sus bolsillos, con la esperanza de que al rebalsar, esas migajas llegaría a los más pobres. Pero parece que nunca hay rebalse porque cuando la riqueza va para arriba, los ricos colocan sus ganancias en vasos mucho más grandes.
Si los organismos financieros de verdad están preocupados por la crisis política, social económica de Honduras, tienen tres tareas de frente: primero dejar de seguir apoyando la elite política y económica que ya demostró no tener capacidad ni interés en llevar el país a otros caminos que no sean los de la inequidad y la violencia. Segundo, apostar por iniciativas económicas en materia agraria, que ayuden a transformar el campo en centros de producción y lugares para el turismo, concentrar una cantidad importante de recursos en cooperativas y pequeña empresa en los centros urbanos que generen reales oportunidades para jóvenes. Y tercero, sumarse a otros sectores en la lucha por adecentar el Estado hondureño. De lo contrario, en el nuevo año seguirán haciendo buenos diagnósticos, pero matando al paciente con sus recetas.
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