EspaiMARX
Por Salvador López Arnal
Para Rafael Poch de Feliu, que recomendó el libro en uno de sus artículos imprescindibles.
Balas de Washington es un breve (y excelente) resumen de una parte sustantiva de la historia del siglo XX y de las dos primeras décadas del XXI. Puede leerse como un comentario detallado de unos versos, citados por el autor, que Nicanor Parra escribió en 1972, cuando el gobierno socialista de Salvador Allende sufría la presión del imperio: “USA/ donde la libertad/ es una estatua”. No se dejen tentar por la idea de que todo lo que se cuenta es conocido, que no es necesario volver sobre lo mismo, que nadie ignora la arista criminal del imperio estadounidense, que ya conocen el horror, las muertes y sus responsables.
Sin olvidar la fuerza y pasión literaria con la que está escrito, un relámpago antimilitarista, lleno de dolor y rabia humanistas, hay mucha información nueva e interesante en Balas de Washington. Este libro, comenta el autor «se basa en una lectura de documentos gubernamentales de organizaciones multilaterales y gobiernos aliados, así como también de valiosas fuentes secundarias escritas por académicos de todo el mundo». Se nota.
Vijay Prashad es un historiador, editor (de Left Word Books), periodista indio (columnista de Frontline) y profesor de Estudios Internacionales en el Trinity College de Connectitut. Es también director del Instituto Tricontinental de investigación social y autor de treinta libros. Entre ellos, Una estrella roja sobre el Tercer Mundo, Las naciones oscuras: una historia del Tercer Mundo o el libro que comentamos. Su firma aparece frecuentemente al lado de la Noam Chomsky. Un ejemplo: «Las tres amenazas más graves para la vida en 2021».
Les resumo el índice: Presentación, prólogo de Evo Morales, archivos, “Derriben más aviones de Estados Unidos”, tres partes (con capítulos breves), fuentes y agradecimientos. La primera parte tiene trece capítulos: «Derecho divino», «Poder preponderante», «Los nativos y lo Universal», … La segunda siete: «Manual para el cambio de régimen», «La deuda de sangre», «Producción de amnesia», … Trece también la tercera: «Acelerar el caos», «Las sanciones son un crimen», «Dinamita en las calles», «Creemos en la gente y en la vida», …
El apunte sobre las fuentes, teóricas y prácticas, que nos brinda el autor: «Un libro como este se basa en una amplia gama de fuentes, pero más que eso, se basa en toda una vida de actividad y lectura… He estado involucrado –de una manera u otra– en el movimiento de izquierda durante décadas, y en esas décadas he estado activo en campaña contra el comportamiento criminal del imperialismo». (p. 213). No hay mayor claridad para un escritor, añade, «que estar involucrado en el mismo proceso sobre el que se desea escribir; la distancia es útil, sin duda, pero la distancia también puede crear un falso sentido de desapasionamiento».
El primer recuerdo imborrable de Prishad de la acción política proviene de la intervención imperial en Granada en 1983 (magníficamente descrita en las páginas 213-219). Nada le ha sido tan útil para escribir el libro, admite, como «las conversaciones que he tenido con exagentes de la CIA, gente como Chuck Cogan, Rafael Quintero y Tyler Drumheller. In Search of Enemies (1978) de John Stockwell es un libro diseñado para limpiar la conciencia de un hombre que estaba disgustado por el trabajo que había hecho». Balas sobre Washington, nos comenta, «está salpicado de ideas que obtuve de estos hombres, que hacían cosas desagradables, odiaban hablar de ellas, pero eran lo suficientemente honestos para decir hacia el final de sus vidas que habían ayudado a hacer del mundo un desastre»”.
Evo Morales sostiene en su prólogo: «En las páginas de este libro se documenta la participación de Estados Unidos en el asesinato de líderes sociales de África, Asia y América Latina y en las masacres masivas de los pueblos que se oponen a pagar con su propia pobreza los negocios delirantes de las corporaciones multinacionales» (p. 11). Ejemplos de estas intervenciones criminales: el lanzamiento de las bombas atómicas contra Hiroshima y Nagasaki (muy buenas las páginas 28-31); el directo y monetario apoyo a la derecha de Tsaldaris en Grecia entre 1946 y 1949, lo mismo que a la monarquía autoritaria de Arabia Saudita; el golpe de Estado de 1954 contra el Jacobo Arbenz Guzmán, el presidente democráticamente electo de Guatemala; el apoyo imperial al mantenimiento de la dictadura somocista durante décadas; su papel en el golpe de estado contra Allende de 1973, en la imperial guerra (con su primera derrota) contra Vietnam, en el golpe parlamentario que terminó con la destitución de la presidenta Dilma Rousseff en agosto de 2016 (sin olvidar su apoyo explícito a la dictadura militar en los sesenta), en el asesinato de Patrice Lumumba en 1961, de Ben Barka en 1965, de Ernesto Guevara en 1967, de Thomas Sankara en 1987, en la intervención en Libia en 2011… La lista continúa y Prashad, por supuesto, no se olvida de lo sucedido en Argentina, en Irak, en Yemen, en Venezuela, en Bolivia y en tantos otros lugares.
Las balas de Washington que apuntaban a la URSS sostienen Prashad, no se usaron. Pero esas balas se dispararon al corazón del Sur. «Fue en los campos de batalla del Sur que Washington presionó contra la influencia soviética y contra los proyectos de liberación nacional, contra la esperanza y en pos de la ganancia. La libertad ya no sería el lema de las nuevas naciones que rompieron con el colonialismo formal; libertad es el nombre de una estatua en el puerto de Nueva York» (p. 23).
Prashad tampoco se olvida de los debates político-culturales, sobre “las teorías conspirativas” por ejemplo. Este comentario adversus Popper es representativo: «Los liberales como Popper consideraban que toda crítica de izquierda del Estado y a la sociedad estadounidense era conspirativa; las verdaderas teorías conspirativas –como las de Joe McCarthy y la Sociedad John Bitch– eran desestimadas y desacreditadas, pero no eran tomadas en serio (después de todo, como escribió Daniel Bell, los comunistas –a diferencia de la Sociedad John Bitch– tenían una conspiración que “era una amenazada para toda a sociedad democrática”)» Pero eso no era una objeción por principios a las conspiraciones «sino un ataque de clase a cualquier crítica del capitalismo y del imperialismo» (p. 122). Consecuencia: la idea de que la teoría conspirativa «se usó para deslegitimar la investigación genuina de las acciones encubiertas del gobierno». La fe implícita en la bondad del poder de Estados Unidos, extendida por los medios urbi et orbe, generó la ilusionaria visión «de que el Gobierno estadounidense nunca usaría medios ilegales para conseguir sus fines; y que si había alguna sugerencia de que Estados Unidos había fomentado un golpe de Estado, esa sugerencia se descartaba como teoría conspirativa». Un poder indiscutible presentado con cara bondadosa, humanista y democrática. Prashad cierra el libro con estas palabras: «El libro es para Prakash Karat, una influencia que guía mi vida; él es el lector que se sentó sobre mis hombros mientras escribía Balas de Washington”. Cierro yo esta reseña recordando las palabras del expresidente Evo Morales: «Este libro trae a la memoria una infinidad de ocasiones en que las balas de Washington destrozaron esperanzas». No para cultivar la desesperanza, sino para lo contrario: para no desesperar, para seguir cultivando la esperanza que toque realidad. Antes de que lo asesinaran, nos lo recuerda Prashad, Thomas Sankara lo expresó así: «Sin importar las contradicciones, sin importar las oposiciones, las soluciones aparecerán siempre y cuando reine la confianza.»
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