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Por Marcelo Expósito
Foto: Berta y Laura Zúñiga-WIKIPEDIA / KIKE CASTRO (EL SALTO)
Una conversación con sus hijas Laura y Bertha Zúñiga
Más de 200 personas fueron asesinadas en 2019 por liderar la defensa de la tierra y el medioambiente en Abya Yala, la porción del mundo que los europeos llamamos América. Hace más de 500 años que Abya Yala se desangra por una herida colonial cuya visibilización nos sigue resultando insoportable. Sobre todo, cuando el movimiento antirracista y las luchas anticoloniales globales nos muestran que hay un nexo cada vez más estrecho entre las denuncias del bajo precio que le damos a la vida de las comunidades resistentes en América Latina, el señalamiento de la violencia estructural que sufren las personas migrantes en Europa o las revueltas por los crímenes policiales contra la población afrodescendiente en Norteamérica.
En la medianoche del 2 al 3 de marzo de 2016, unos sicarios forzaron la puerta del domicilio de Berta Cáceres en La Esperanza para asesinarla. Había fundado el COPINH (Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenas de Honduras) 23 años antes. Desde hacía seis años, era una figura clave en la articulación de las comunidades indígenas contra el proyecto hidroeléctrico de Agua Zarca, uno de los brutales planes de privatización territorial facilitados por las concesiones a las multinacionales decretadas tras el golpe de Estado hondureño de 2009. La proyección internacional de su figura había crecido en el año 2015, cuando le fue concedido el Goldman Environmental Prize y pronunció su contundente y hermosísimo discurso en la ceremonia de entrega: “¡Despertemos, despertemos humanidad, ya no hay tiempo!” … Aun hoy día, después de su asesinato, cuanto más se la conoce más nos impresiona por su complejidad. Líder social comprometida a lo largo de su vida en tejer una sociedad civil democrática de organizaciones críticas en su país, tuvo como una de sus principales metas ayudar a reconstruir la identidad cultural del pueblo lenca, empoderando los liderazgos diferenciales de las mujeres e introduciendo en las comunidades indígenas debates sobre la diversidad sexual. Una vez más, nos viene de un rincón del mundo el ejemplo terminante de cómo las políticas militantes están obligadas a ser interseccionales si deseamos una emancipación transversal. En el quinto aniversario de su asesinato hemos propuesto conversar con sus hijas Bertha Zúñiga y Laura Zúñiga. Pero les hemos pedido no solamente hablar sobre su madre, sino relatarnos también algo sobre su propia experiencia de vida. Las dos cosas resultan inseparables: si el imaginario popular sobre Berta Cáceres nos la representa tras su muerte como una semilla que germina, una estrella en multiplicación o un ser humano que se reintegra definitivamente en el ecosistema que defendió, es porque existen trayectorias militantes que, más allá de convertirse en ideales abstractos tras truncarse sus vidas por la violencia, cobran cuerpo de nuevo en las experiencias de vida concretas que las suceden.
Bertha (1990) y Laura (1993) son dos mujeres jóvenes generosas a la hora de compartir sus tiempos y sus narraciones. El discurso político contundente muy articulado que sostienen se dulcifica regularmente por una tonalidad amable en la que no faltan las sonrisas frecuentes y una alegría chispeante, contagiosa, que reluce invitante.
Formáis parte del Consejo Cívico de Organizaciones Populares e Indígenes de Honduras (COPINH). ¿Cuál es vuestro papel en esta organización y a qué se dedica?
Bertha: El COPINH está en 5 de los 18 departamentos de Honduras, en comunidades eminentemente indígenas lenca. Prácticamente nacimos y crecimos en esta organización. Actualmente, yo desempeño la función de coordinadora general de toda la lucha política y social del COPINH junto con compañeros y compañeras que integran todos nuestros ejes de lucha, que tienen que ver esencialmente con la defensa del territorio, de los bienes comunes de la naturaleza, y con seguir reforzando la cultura lenca, su proyecto emancipatorio y autonómico. El COPINH asumió también como eje de lucha el proceso de buscar justicia para mi mami, nuestra compañera Berta Cáceres, lo que está siendo un proceso bastante demandante. También toca llevar adelante las redes del COPINH con las herramientas de la educación popular que forman parte de las metodologías de los movimientos sociales en América Latina, la articulación con movimientos sociales en Honduras y fuera de Honduras, sobre todo comunidades indígenas que también están en lucha y resistencia.
¿Quiénes sois los lenca, cuál es vuestra historia?
Bertha: [Ríen] Bueno… el pueblo lenca es uno de los pueblos indígenas en Honduras que tiene una lucha milenaria por su necesidad de defender el territorio. Es un pueblo muy grande y diverso que no sólo está ubicado en Honduras sino también en una parte de El Salvador. Por su diversidad tenía la característica de ser tanto un pueblo productor de artesanía y alfarería como también guerrero, lo que le permitió en tiempos de la colonia mantener una lucha directa con la invasión española. Producto de esa resistencia en defensa de los territorios, de la memoria de Lempira [cacique lenca que se opuso contundentemente a la colonización en la década de 1530, y quien, según la crónica recogida en las Décadas de Herrera, fue asesinado a traición por los españoles durante una negociación de paz], ha habido también una saña especial contra este pueblo históricamente, se ha intentado borrar gran parte de su identidad. Es el único pueblo indígena en Honduras que no conserva su lengua, solamente fonías. Sin embargo, sí conserva su cosmovisión y sus prácticas ancestrales más importantes como la “compostura” a la madre tierra, que es una ceremonia de pago a la tierra en agradecimiento por todo lo que da. Mantiene entonces su memoria de resistencia ancestral, sus valores culturales espirituales, esas relaciones comunitarias bastante armónicas con la naturaleza y la vez, desde hace mucho tiempo, un proceso organizativo [refuerza aquí el énfasis] para legalizar la posesión histórica de las tierras que sigue sin reconocerse y sigue sin resolverse por parte del Estado de Honduras. Con el nacimiento del COPINH se empuja ese proceso de demanda sobre la tierra y de respeto a los derechos territoriales del pueblo lenca.
El pueblo lenca es uno de los pueblos indígenas en Honduras que tiene una lucha milenaria por su necesidad de defender el territorio
¿Tenéis recuerdos de cómo fue crecer en La Esperanza como una vivencia atravesada por estos conflictos?
Bertha: Nosotras hemos tenido la oportunidad de conocer de pequeñas la situación de marginalidad profunda en la que vivían los niños y niñas del pueblo lenca, con desnutrición severa… Para nosotras fue un descubrimiento nuestra propia cultura frente a un sistema educativo que niega la existencia del pueblo lenca diciendo: “¡Existió en el pasado, pero ya desaparecieron!”. Entonces, una de las luchas más fuertes que ha hecho el COPINH es demostrar la existencia de las comunidades indígenas. Fuimos descubriendo nuestra propia identidad fortaleciéndola y apropiándonos de ese proceso.
Laura: Puedo contar como ejemplo cuando acompañamos a la comunidad de Montaña Verde, que hace muchos años se tuvo que enfrentar a terratenientes que se querían apropiar de la montaña [nota: se refieren a la violación de las tierras ancestrales por el terrateniente Neptaly Arnaldo Toledo entre 2012-2013, ante la pasividad del Instituto Nacional Agrario de Honduras que rehuía titular las tierras a nombre de la comunidad]. Producto de eso tuvieron encarcelados a varios líderes de la comunidad que incluso fueron torturados, sus hijos que tenían nuestra edad sufrieron al ver toda esa operación en contra de su familia. Pues fuimos ahí para acompañar y vimos cómo niños de nuestra edad, incluso niñas más pequeñitas que nosotras, habían sufrido esa persecución, la estigmatización, la tortura de sus padres… Entonces, una también, en la vivencia, va aprendiendo lo que significa la defensa del territorio.
Yo me acuerdo de que me decía: “Usted tiene que luchar. Usted no puede ser una persona apática frente a la realidad”
En general, ¿cómo era Berta Cáceres como madre, ¿qué recuerdo tenéis de ella en el día a día?
Laura: Mi mami, una de las cosas que tenía es que nos trató siempre como sujetas, digamos; nunca nos quitó la palabra ni la voz sino al contrario. Ese ejercicio de darle la palabra a los niños y a las niñas, respetando a todas las personas como sujetos políticos, pensantes, es algo que permite hoy en día que el COPINH tenga mucha juventud que vivió esa experiencia. Eso fue bonito, que nos diera la palabra en asambleas cuando no todo el mundo lo entendía, cuando costaba más entender por qué. Eso me parece que tiene que ver con la fuerza de mi mami que era la misma fuerza que hacía que impulsara los liderazgos de las mujeres, que hablara sobre estos temas en territorios donde por ejemplo no se hablaba tanto de diversidad sexual, que pusiera esa discusión y nos exigiera a todos plantearnos los debates, profundizándolos a partir de la idea de justicia. ¡Y así era como mamá, nos enseñó, nos exigió también! Yo me acuerdo de que me decía: “Usted tiene que luchar. Usted no puede ser una persona apática frente a la realidad”. Con eso crecimos y por eso creo que, cuando sucede el asesinato de mi mami, nosotras podemos lograr hacer un debate público, también pararnos [sostenernos en pie] por esas herramientas que nos dio.
¿Cuál fue la trama que dio lugar al asesinato de vuestra madre? Con la perspectiva de estos cinco años, ¿cómo resumiríais el proceso y la red de responsabilidades que condujo al crimen que acabó con la vida de Berta Cáceres?
Bertha: El conflicto con el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca es uno de los muchos conflictos que fueron instalados en el territorio del pueblo lenca, en el marco del concesionamiento masivo que se vivió posteriormente al golpe de Estado de 2009. El COPINH denunció –y Berta Cáceres en particular– que el Estado aprueba más de 51 concesiones para proyectos de generación de energía, fundamentalmente proyectos hidroeléctricos sólo para el territorio del pueblo lenca, que es un territorio relativamente pequeño, de manera que se produce una amenaza principalmente para los ríos. Hubo en 2010 un proceso de denuncia bastante fuerte de estas concesiones, no sólo por parte del COPINH sino también por la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH). En el año 2013 se supo que unas mediciones que se estaban realizando en el río eran para un proyecto hidroeléctrico y las comunidades empezaron comunicarse a través de la coordinación del COPINH para saber de qué manera protegerse. El COPINH elaboró una denuncia formal que se depositó en la Fiscalía de Etnias y Patrimonio Cultural de Honduras, alertando de la violación al derecho a la consulta previa, libre e informada de las comunidades indígenas. En vista de que las denuncias no avanzaban las comunidades decidieron realizar lo que se llamó “la toma del Roble” [1 de abril de 2013], que fue una toma de carretera para evitar el paso de la maquinaria que estaba rompiendo la montaña para llevar el equipamiento al río. Y ahí comenzó prácticamente una guerra contra el pueblo lenca por parte de la empresa y de la seguridad del Estado, acompañados muy fuertemente por las instancias financiadoras internacionales.
El conflicto con el proyecto hidroeléctrico Agua Zarca es uno de los muchos en el territorio del pueblo lenca, debido al concesionamiento masivo que se vivió después del golpe de Estado de 2009
A partir de ahí se empezó a conocer quién era la empresa [Desarrollos Energéticos S.A. (DESA)], quién era el presidente, quién era el señor David Castillo [gerente general de DESA y del proyecto hidroeléctrico Agua Zarca], sus accionistas, qué bancos estaban financiando… En julio de 2013 era asesinado el compañero Tomás García [líder indígena lenca asesinado por el ejército hondureño el 15 de julio de 2013; la condena del militar Kevin Yasser en 2015 por homicidio simple fue calificada de insatisfactoria por el COPINH] con tentativa de asesinato de su hijo Allan; también fallecen otras compañeras del COPINH en un accidente. Empiezan a verse la sangre y la violencia con la que se intentaba imponer ese proyecto. Por la lucha se logra expulsar al primer constructor, la empresa china Sinohydro, principal constructora de represas del mundo, y luego entraron varios bancos inversores en el proyecto: el FMO [Nederlandse Financierings-Maatschappij voor Ontwikkelingslanden N.V., holandés], el Banco Centroamericano de Integración Económica (BCIE) y el Finnfund [Finnish Fund for Industrial Cooperation Ltd., finlandés] [nota: todos ellos han acabado por retirarse del proyecto, y su desvinculación ha sido denunciada por el COPINH como un reconocimiento de su responsabilidad en la violencia ejercida en torno a Agua Zarca]. Mi madre les escribió cartas pidiéndoles por favor que se retiraran de este proyecto que estaba vinculado con la violación de los derechos de las comunidades indígenas e involucrados en el asesinato de Tomás García. No hicieron caso, no escucharon nada de lo que se les estaba diciendo, e incluso empezaron a defender públicamente a la empresa y todo lo que estaba haciendo. Negaron la condición de pueblo indígena de la comunidad de Río Blanco y fue todo en general una gran batalla con amenazas, incidentes, ataques sistemáticos al COPINH, sabotajes a las radios, rompían la carretera, mi mami fue detenida en dos ocasiones y encarcelada en una de ellas; le abrieron un proceso por usurpación, coacción y daños a la empresa. Finalmente le dieron el Premio Goldman, pero después ellos retomaron el proyecto al otro lado del río Gualcarque y empezó otro proceso organizativo y de movilizaciones.
Y bueno, viendo que la lucha no iba a parar y viendo amenazados sus intereses, ella es asesinada. Hubo una tentativa previa del 5 y 6 de febrero, donde los sicarios se ubicaron también en La Esperanza, y en su asesinato se vieron involucrados un mayor de las fuerzas armadas, el señor Mariano Díaz Chávez; el señor David Castillo, quien subcontrató al señor Douglas Bustillo [exmilitar] que era el exjefe de seguridad de la empresa… Son quienes toman la decisión, y eso mismo lo dijo Sergio Rodríguez [gerente de DESA] en el juicio pasado, que el tema Berta Cáceres y COPINH se hablaba al nivel de la Junta Directiva. Y de la Junta Directiva y accionistas mayoritarios son los señores Jacobo Atala Zablah, Pedro Atala Zablah, José Eduardo Atala Zablah, y el señor Daniel Atala Mience que es el gerente financiero de la empresa. Estas personas son dueños del Fútbol Club Motagua, de bancos, de un montón de empresas en Honduras, son una de las familias influyentes que apoyaron el golpe de Estado, que apoyan al actual presidente Juan Orlando Hernández [caracterizado en su carrera política por su reivindicación de políticas securitarias duras y por estar rodeado de numerosas sospechas de corrupción], que son parte de estas estructuras prácticamente intocables. Ellos son los tomadores de decisión de algo que David Castillo coordinó y para lo cual contrataron a varias personas y eso es justamente lo que hoy estamos disputando. Esa es la parte que continúa en impunidad y por lo cual nosotras seguimos luchando por la justicia.
La última vez que la vi fue en el aeropuerto, el primero de marzo, y me dijo fue: “No tenga miedo, usted sabe que en este país nos puede pasar cualquier cosa, pero usted no vaya a tener miedo”.
¿Hay algún recuerdo o alguna reflexión que queráis compartir a propósito del día en que sucedió el asesinato de Berta Cáceres? ¿Era un peligro que tuvierais presente, dados los antecedentes?
Laura: No, yo creo que era algo que… se podía analizar, pero que era muy difícil, visto en retrospectiva, decir: sí, esto va a pasar. En el momento, después de tantos años de amenazas, persecución… yo creo que había una naturalización de esas amenazas. Fue un momento difícil, yo me encontraba fuera del país, había viajado un día antes del asesinato de mi mami, y una de las cosas que yo recuerdo que hablábamos era que había amenazas hacia nosotras también. Creo que esa era la parte más difícil para ella, pensar que nosotras también estábamos en peligro. La última vez que la vi fue en el aeropuerto, el primero de marzo, y lo que ella me dijo fue: “No tenga miedo, usted sabe que en este país nos puede pasar cualquier cosa, pero usted no vaya a tener miedo”. Y yo creo que ahí es un momento en el que una cae y dice: esto es una realidad cierta. Bertha también estuvo acompañando a mi mami con la comunicación en algunas comunidades en las que yo creo que sí se sentía un ambiente de violencia. Pero, claro, siempre es difícil de creer porque la muerte les pasa a otros. Siempre es algo tan lejano, es una posibilidad tan irreal que… yo no podía analizar racionalmente eso, no podía sentirlo; además, mi mami era una persona segura, nunca nos transmitió miedo. Siempre nos hizo saber clara la situación en la que estábamos, que había riesgo, pero nunca hablaba desde el miedo.
Fue potente el entierro de vuestra madre, ¿verdad? Porque se convirtió en un acto multitudinario de solidaridad internacional, una gran demostración de fuerza comunitaria y de reivindicación colectiva.
Laura: Yo creo que fue el momento que marca el romper con la naturalización de la muerte acá, y eso fue para el movimiento social pero también para el pueblo hondureño. Ese mensaje que da la sociedad hondureña sobre el asesinato fue muy fuerte y se replicó a nivel internacional también. Yo creo que ese es el primer paso, uno de los días en los que se logra romper con la primera narrativa que intenta imponer el Estado, y por eso también intentamos demostrar la responsabilidad del Estado. El ministro de Seguridad, ese día del asesinato, a las 6 de la mañana, cuando a nosotros ni siquiera nos habían informado, decía públicamente que era un crimen pasional. Esa carga machista, patriarcal, del ministro de Seguridad, de un alto rango del Gobierno marca varias cosas, y una de ellas es buscar cambiar el motivo de ese asesinato. Ella fue una luchadora que había puesto 33 denuncias de amenazas, sobre todo contra una empresa que era DESA. Ese día se rompe con esa primera intención de impunidad.
¿Cuál es el estado del proceso judicial y del reclamo de justicia con respecto a vuestra madre?
Laura: Vivimos hace ya dos dos años un juicio contra ocho personas, siete de las cuales fueron condenadas, que son las personas que nosotras entendemos como los gatilleros que dispararon y que son el eslabón más bajo y también más débil de esta cadena criminal. Porque son gente joven y pobre, incluso más jóvenes que nosotras… Estamos hablando de militares que utilizan el ejército como un lugar para captar a ese tipo de personas que hacen el trabajo de disparar. Esas personas fueron condenadas y hoy estamos enfrentando otro proceso judicial contra David Castillo, exmilitar entrenado en los Estados Unidos [graduado en West Point y exoficial de inteligencia hondureño] que utilizó estos conocimientos y herramientas para aplicarlas en contra de mi mami y del COPINH. Es una persona que dirigió esta empresa, pero no es quien aportó los capitales más importantes. Nosotras entendemos que es parte de esta cadena de autoridad material claramente con grandes capacidades, herramientas, dinero y conexiones que no tenían los sicarios. Este último proceso judicial ya llegó a la última etapa que es el debate oral y público: nosotras hemos peleado para que sea público, para que el pueblo hondureño sea testigo de este juicio. Tenemos 81 medios de pruebas que vamos a presentar en contra de David Castillo a quien consideramos asesino de mi mami. Y queremos que en este juicio se nos permitan estar. En el juicio pasado expulsaron a nuestros abogados, no les dejaron ser parte y no pudimos aportar medios de prueba. Esta vez queremos que se nos admita porque también estamos llamando a testificar a esos que no han sido juzgados, que son la familia Atala Zablah. Ya son dos años de retraso porque las audiencias se han ido posponiendo, es súper agotante estar una y otra vez esperando que este juicio inicie [ver Azul Cordo, “Honduras: una nueva dilación por el femicidio de Berta Cáceres”, Latfem, 14/01/2021]. Falta que acabe este proceso y falta la investigación exhaustiva de los autores intelectuales del asesinato de mi mami, falta el juicio y el castigo para esos que lo financiaron, los que hicieron posible que este asesinato sucediera, los que buscaban beneficiarse del terror que puede causar un asesinato como este. Estamos también peleando para que el Estado se responsabilice porque era su obligación proteger a Berta Cáceres, mi mami tenía medidas cautelares dadas por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) que no se cumplieron, es más: el Estado la persiguió, la encarceló. Finalmente, otra cosa que sucede es que el río sigue concesionado, es decir, a pesar de este asesinato y de otros, a pesar de la lucha que ha habido del pueblo lenca, todavía ahora el río está en peligro. Esta resistencia es una lucha insigne para el pueblo hondureño, así que los que tienen intereses quieren derrotar esta lucha, cosa que no van a poder porque hay un pueblo que está en pie.
Falta la investigación exhaustiva de los autores intelectuales del asesinato de mi mami, falta el juicio y el castigo para esos que lo financiaron, los que hicieron posible que este asesinato sucediera
¿Cómo explicaríais el papel de las mujeres no solamente en la reconstrucción de la vida comunitaria del pueblo lenca sino también en la construcción de las resistencias en defensa de los territorios?
Laura: El papel de las mujeres tiene que ver primero con que hemos aprendido desde hace mucho la resistencia, porque nuestros cuerpos han sido también territorios que se ha buscado destruir, que se ha buscado vaciar, nos han visto como territorios a los cuales conquistar. Hemos aprendido, de esa rebeldía que viene desde el vientre de nuestros propios cuerpos, a tejer redes de solidaridad y de resistencia, de lucha, que yo creo que van más allá de una consigna, que tienen que ver con preservar y cuidar la vida. Con pensar, planificar y disfrutar el futuro. Porque, al final, nosotras vamos aprendiendo de nuestras madres cómo hacer esta disputa, son las mujeres las que han desafiado la idea de la opresión patriarcal para pensar la vida desde otro lugar. No sólo la vida de la tierra, sino incluso la vida con justicia desde la igualdad de los géneros, de los cuerpos, disputando los espacios políticos que nos han quitado sobre todo a las mujeres indígenas, que nos han relegado, nos han sacado del espacio público. Volver a dar esos debates. Yo creo que mi mami por eso también es tan importante, porque es una lideresa que sale a lo público y lo disputa en los diferentes espacios local, nacional e internacional. Yo creo que eso lo vamos aprendiendo también. Y es muy lindo ese tejido que también está hecho de diversas generaciones: hablamos de mi abuela, hablamos de mi mami, y vamos así juntas construyendo esas otras formas de pensar y desafiando esos poderes opresores. Entendemos la tierra también como un cuerpo femenino que ha sido violentado, que se ha buscado conquistar, que se ha buscado destruir.
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