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Por Barbijaputa
Análisis crítico del documental emitido por una cadena de televisión privada en España visibilizando el testimonio de un caso más de maltrato, de violencia machista sobre una mujer en España
Mediaset ha comenzado a emitir una serie documental sobre Rocío Carrasco, como ya todo el mundo sabe. Durante muchos años el propio Mediaset cubrió horas y horas de emisión donde tertulianos varios insultaban de muchas formas a Rocío Carrasco. Mediaset fue cómplice necesario del daño que se ha infligido a la víctima por la que ahora saca pecho. Como guinda del espectáculo en el que han convertido un testimonio de violencia machista, Jorge Javier recordaba entre toma y toma de una Rocío completamente devastada que «en esta noche tan especial puedes ganar 12.000 euros».
Cuando no se ha hecho nunca nada con dignidad, cuando tu forma de negocio y de vida es la carroñería sin escrúpulos de vidas ajenas, no puedes ni imaginarte cómo sería resarcirte sin seguir picoteando cadáveres. Y eso es lo que ha hecho Mediaset, una vez más. Es como la fábula del escorpión y la rana. Es su naturaleza. Es la naturaleza del propio capitalismo.
Es curioso cómo, justo al inicio del programa, Jorge Javier se sorprende porque en redes hay gente que no cree lo que Rocío Carrasco tenía que decir incluso antes de haberla escuchado. No sé a qué se debe la sorpresa, es lo que han hecho él mismo y los tertulianos y tertulianas que le suelen acompañar. Es lo que han hecho durante 20 años: insultarla incluso sin haberla escuchado jamás. Todos estos años han estado educando a una audiencia que, ahora, resulta que les sorprende porque recitan lo que han aprendido.
El relato de Rocío Carrasco es el de una mujer maltratada. En este caso ocurre que la violencia no solo la han ejercido los habituales: maltratador, justicia y/o entorno, sino que se le han unido poderes mediáticos, que han generado una violencia contra ella que se materializaba luego incluso en la calle. No es de extrañar que la llamaran sinvergüenza o mala madre en espacios públicos, lo que se repite mil veces ante 20 millones de personas, acaba siendo replicado por lo más ignorantes y acríticos de toda esa masa.
Estoy de acuerdo en que hay un sector de la población (incluido Jorge Javier y algunos tertulianos habituales, porque lo demuestran durante las 4 horas de programa) al que este tipo de relatos, de información, de sensibilización contra la violencia machista no llega si no es a través de estos programas. Estoy de acuerdo en que es positivo que también en la telebasura se hable de esto, se dé voz a víctimas y se haga en prime time. El problema es ¿cómo se comunica lo que ocurre? En el plató solo había dos personas que sabían perfectamente de lo que hablaban, Ana Pardo de Vera y una psicóloga especialista en violencia machista a la que dejan hablar dos frases.
En este programa no cabía que ni presentador ni tertulianos fueran los mismos que han contribuido a destrozar a una persona. Por decencia, al menos, tendrían que haber sido otras personas. Formadas, que explicasen qué ocurre en cada fase del ciclo de la violencia machista, porque el relato de Rocío es el relato de millones de mujeres en todo el mundo. Si hubieran tenido un mínimo de dignidad, esto le podría haber quedado claro a toda la audiencia, porque hubiera sido explicado y reexplicado por boca de las expertas (será que no hay expertas) que conocen esta lacra al dedillo.
Las redes sociales mostraron su capacidad para ser carroñeras también, como siempre, con un montón de cuentas pidiendo RT si se estaba con Antonio David o Me Gusta si se estaba con Rocío Carrasco. Esto es lo que consume ese sector que vive con Sálvame de fondo cada día: ¿a quién te crees en este nuevo cotilleo premium? ¿Quién miente y quién dice la verdad?
Sería muy optimista pensar que este programa va a cambiar muchas mentes. Lo que cambia muchas mentes es la matraca de estar día y noche humillando a personas que no quieren siquiera participar del espectáculo circense que es Mediaset. Y si no participas, más culpable parece que eres. Tan culpable que te insultan por la calle hasta el punto en el que «solo en mi casa me siento segura», como decía Rocío Carrasco.
El circo en torno al testimonio de Rocío seguirá todo lo que Mediaset tenga a bien alargarlo que será lo que dure el champán con el que andarán brindando por el fabuloso dato de share, haciendo caja como pocas veces con la publicidad y regalando miles de euros si llamas al teléfono que aparece en pantalla. Que en ningún caso fue el 016.
Habrá víctimas de la misma violencia que ha sufrido Rocío entre las televidentes de Sálvame, que habrán mirado de reojo a su maltratador y se habrán hecho preguntas. Pero, ¿sabéis qué? Que ni siquiera se las ha informado (en las 4 horas de programa) de las posibilidades que tienen para salir con vida de allí. Porque no lo han hecho profesionales sino los colaboradores del maltrato y porque les importa -permítanme el tono- una soberana mierda todo lo que no sea más y más audiencia, más y más dinero, más y más carroñería. Lo que hemos visto es el capitalismo salvaje, el único capitalismo posible, jugando a las cartas con el patriarcado. Próximamente, la siguiente partida.
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