Por Jonathan Foley
La agricultura ha perturbado el planeta más que cualquier cosa que hayamos hecho nunca, incluso quemar combustibles fósiles. Un futuro sostenible depende de que reconozcamos este hecho, y de que cambiemos radicalmente la manera en la que cultivamos y nos alimentamos.
Más que cualquier otro invento en la historia de la humanidad, la agricultura ha transformado radicalmente nuestra civilización y nuestra relación con el mundo natural.
¿Cómo hemos llegado hasta este punto?
Los primeros humanos no cultivaban la tierra para conseguir alimentos, eran cazadores-recolectores que vivían de lo que encontraban a su alrededor. Pero a partir de unos magros comienzos hace aproximadamente 12.000 años empezaron a aparecer formas primitivas de agricultura por todo el mundo, principalmente en Mesopotamia, India y China. Durante los siglos y milenios siguientes la agricultura se extendió lentamente por todo el mundo, transformando paisajes, economías y culturas por el camino.
Durante la mayor parte de la historia nuestra producción de alimentos aumentó principalmente expandiendo la cantidad de tierra en producción. Para el siglo XX grandes áreas de tierras cultivables se habían establecido por todo el mundo formando los “graneros” que conocemos hoy.
Pero desde los años 60 hemos sido testigos de un cambio drástico en la manera que cultivamos en forma de la llamada Revolución Verde, que movilizó métodos agrícolas industriales que producían más cosechas por parcela, impulsada por variedades de cultivos mejorados y un gran aumento del uso de fertilizantes, riego y maquinaria. Como resultado la agricultura mundial cambió de un largo periodo de expansión geográfica a un periodo de intensificación industrial. La agricultura nunca sería la misma.
En muchos sentidos la historia de la agricultura y los alimentos ha sido una historia de éxito, por lo menos a primera vista. La agricultura permitió transformar las sociedades de cazadores-recolectores en asentamientos primitivos, en ciudades y finalmente en nuestra sociedad global moderna. Vivimos más tiempo, tenemos vidas más sanas y una gran parte de la población mundial se ha liberado de recolectar alimentos para dedicarse a otras actividades. El éxito de nuestra especie se debe, en parte, al éxito de la agricultura y del sistema alimentario.
Pero este éxito ha tenido un precio. Un precio muy elevado.
Nuestro sistema alimentario es ahora tan grande y tan insostenible que está poniendo en peligro el sistema medioambiental que lo sostiene.
Mientras que normalmente pensamos en tubos de escape, chimeneas y fábricas gigantes como los principales causantes del daño medioambiental en el mundo, resulta que la agricultura es la causa principal.
¿No me crees?
Primero, considera el tamaño de la huella geográfica de la agricultura.
En la actualidad aproximadamente 16 millones de kilómetros cuadrados de terreno en la Tierra, o un área aproximadamente del tamaño de Sudamérica, se usa solo para cultivar. Y otros 34 millones de kilómetros cuadrados, un área más o menos del tamaño de África, se usa para pastos y tierra de pastoreo.
Juntas, estas tierras agrícolas cubren aproximadamente un treinta y siete por ciento de la superficie terrestre libre de hielo del planeta; el terreno urbano del mundo, en comparación, cubre aproximadamente un uno por ciento. Ninguna otra actividad humana puede igualar la huella geográfica de la agricultura.
La mayoría de la gente se sorprende al enterarse de que la mayor parte de este terreno se usa para criar y alimentar animales. Aproximadamente el 75% de la tierra agrícola del mundo se usa para animales de pasto o para producir alimento para animales. Como resultado, la producción animal y nuestra avidez por la carne y los productos lácteos es una de las causas principales de la huella alimentaria en todo el mundo.
A medida que la tierra agrícola se ha extendido se han despejado y modificado enormes áreas naturales de praderas, sabanas y bosques a su paso. Esta conversión de paisajes naturales en agrícolas ha causado una pérdida enorme de hábitats en todo el mundo y la extinción de innumerables especies.
En la actualidad algunos ecosistemas enteros, como las praderas de América del Norte o las selvas tropicales atlánticas de Brasil, casi han desaparecido, sustituidos casi por completo por tierra agrícola, y otros se están aclarando a un ritmo alarmante. La agricultura ha consumido más tierra y hábitats y ha llevado a más especies a la extinción que cualquier otra actividad humana en la historia. Nada puede siquiera compararse.
La agricultura también tiene un impacto tremendo en las fuentes de agua de nuestro planeta. La agricultura es responsable de casi un 70% de todas las extracciones de agua del mundo (aproximadamente 2.800 kilómetros cúbicos de agua al año), extrayéndose el agua dulce de acuíferos, ríos y lagos por todo el mundo. Si hablamos de consumo de agua, en el que el agua se extrae pero no se devuelve a la misma cuenca, esta cifra sube hasta casi el 85%.
El uso del agua para la agricultura ha causado el colapso de ríos, lagos e incluso de mares por todo el planeta. El río Colorado, por ejemplo, raras veces llega al océano hoy en día. El Mar de Aral en la antigua Unión Soviética casi ha desaparecido desde que sus principales fuentes de agua se desviaron para cultivar algodón en los desiertos del centro de Asia.
La agricultura industrial también ha sido una importante fuente de contaminación por todo el mundo. Quizá el impacto más obvio venga del uso de fertilizantes químicos. En la actualidad el uso de fertilizantes es tan alto que casi ha duplicado los flujos geológicos normales de nitrógeno y fósforo en toda la superficie de la Tierra.
Pero el mayor impacto no se ve en el suelo, sino en las aguas de nuestro planeta. El exceso de nitrógeno y fósforo ha contaminado vías fluviales en todo el mundo, ahogándolas con el crecimiento excesivo de plantas y algas, y puede degradar gravemente lagos, cuencas hidrográficas enteras e incluso las zonas costeras de nuestros mares. Por ejemplo, la “zona muerta” del Golfo de México está causada por los vertidos de fertilizantes de las granjas del medio oeste transportados por el río Mississippi hasta mar. Otras “zonas muertas” aparecen en casi cada zona costera río abajo de la agricultura industrial.
Además, las prácticas agrícolas son enormes contribuyentes al cambio climático en el planeta.
La deforestación, utilizada principalmente para convertir bosques en áreas de cultivo y pastos, es una gran fuente de dióxido de carbono (CO2). Otras prácticas agrícolas, particularmente la ganadería vacuna y el cultivo del arroz, son grandes emisores de metano (CH4) a la atmosfera, un potente gas de efecto invernadero. Y el uso excesivo de fertilizantes y estiércol pueden emitir óxido de nitrógeno (N2O) de los suelos agrícolas del mundo, otro potente gas de efecto invernadero, a la atmosfera.
En conjunto las prácticas agrícolas y el uso de la tierra son directamente responsables de un 24% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero del mundo, haciéndolas la segunda mayor fuente de gases de efecto invernadero a la atmosfera. (En comparación, producir toda la electricidad en el mundo emite ~25%). Así que, si queremos abordar el cambio climático, repensar la agricultura debería estar de alguna manera entre las primeras prioridades.
Esas son emisiones directas de la alimentación, de la agricultura y del uso de la tierra. Pero resulta que el sistema alimentario en su totalidad, incluyendo el transporte, el empaquetado, la refrigeración y el cocinado de alimentos, emite todavía más. Un estudio reciente publicado en Nature muestra que el sistema alimentario más amplio es responsable de casi un tercio de las emisiones globales cuando también se incluyen estas emisiones indirectas.
Sin duda la manera en la que cultivamos los alimentos del mundo está teniendo un grave impacto en el medioambiente. Usa más tierra que cualquier otra cosa que hacemos. Es la mayor responsable de la extinción de especies y de la degradación de los ecosistemas. También la mayor consumidora y contaminadora del agua en el planeta. Y es uno de los mayores contribuyentes al cambio climático en el mundo.
Las cifras hablan por sí mismas. El sistema agrícola y alimentario del mundo:
- Usa ~35–40% de toda la superficie del mundo (y ~75% se usa para criar animales o para alimentarlos).
- Es el mayor causante de perdida de hábitats y del declive de especies en la historia de la humanidad.
- Es responsable del ~70% de las extracciones totales de agua en el mundo y de ~85% de nuestro consumo global de agua.
- Es la mayor fuente de contaminación del agua, especialmente en forma de vertidos de nitrógeno y fósforo a ecosistemas acuáticos y a zonas costeras.
- Es una de las mayores fuentes de gases de efecto invernadero, causando ~24% de nuestras emisiones directamente o ~35% de ellas cuando incluimos las emisiones indirectas del sistema alimentario más amplio.
Y, sin embargo, todos necesitamos comer. No podemos simplemente detener la agricultura por el bien del medioambiente.
Producir alimentos es quizá una de las actividades más importantes, y absolutamente necesarias, que ocupan a los humanos. Sin ellos, literalmente, dejaríamos de existir como civilización. Y la necesidad de alimentos está creciendo a medida que la población continúa aumentando y más gente cambia a dietas ricas en carne.
Lo que es crucial para nuestro futuro es encontrar maneras de alimentar a un mundo cada vez más poblado sin destruir el planeta del que dependemos.
* Jonathan Foley (@GlobalEcoGuy) es un científico climático y medioambiental, escritor y orador. También es el director ejecutivo de Project Drawdown, el principal recurso de soluciones climáticas del mundo. Las opiniones expresadas en este artículo son suyas
No hay comentarios:
Publicar un comentario