lunes, 7 de noviembre de 2016
Intromisión en el debate sobre el post˗progresismo latinoamericano
Rebelión
Por Juan Chaves *
Empezaré con la idea de Massimo Modonesi y Maristella Svampa expresada en “Post˗progresismo y horizontes emancipatorios en América Latina”, y continuaré con la respuesta de Atilio Boron y Paula Klachko en “Sobre el ‘post˗progresismo’ en América Latina: aportes para un debate”. El post˗progresismo es un concepto equívoco, porque supone que su referente es posterior al progresismo, en tanto que el progresismo de los gobiernos del ciclo latinoamericano en crisis sigue vigente incluso donde no gobierna: es el progresismo posterior a su expulsión de los gobiernos de Paraguay, Honduras, Argentina y Brasil. Entiendo por progresismo a aquella concepción que busca gratificar la vida humana, con todas sus variantes, incluida la socialdemócrata, que lo es aunque se falsee. Perdóneseme el punteo, pero es el formato en que puedo expresarme. El artículo no admite que hubo un boicot imperialista, entendiendo al imperialismo como la práctica de la clase dominante estadounidense en alianza con las altas capitalesías nacionales latinoamericanas, alianza contractiva e histórica pero existente, que influyó en la caída de los gobiernos populares de esos países, y que además estuvo interrelacionada transcontinentalmente, como capital trasnacional imperialista, aliado e intracompetitivo. Luego, los miembros de los movimientos sociales no son toda la nación, a la que deben atender los gobiernos, por la universalidad del estado, que si bien es falsa en el estado burgués, debe ser, por lo que su imperativo moral tiene lugar aunque sea decaídamente, y aquellos tienen sus derechadas y sus errores. Falta una crítica a los movimientos sociales. Aparte, no está planteada la cuestión de la interrelación entre los partidos y las instituciones estatales, por un lado, y los movimientos por otro, por el autonomismo, que tiene que ser relativo porque si no es impracticable, ya que las personas que componen a los movimientos tienen que establecer relaciones con los estados en su vida social. Además, los movimientos sociales fueron contrarios al liberalismo ortodoxo, pero no siempre al heterodoxo, y son minoritarios, y al movimientismo le falta universalidad: tendría que atender a las cuestiones sociales de los otros actores crítica y complementariamente, para ayudar a las causas ajenas, y sin renegar mal de la religiosidad y del capitalismo. Algunos de los movimientos sociales quisieron integrarse en los sistemas sociales nacionales, por lo que ya estaban predispuestos para aceptar el paradigma inclusivo, no querían ser autonomistas y, si bien eso es debatible, habría que respetarles su interés y aceptar sus razones. Para los intelectuales universitarios es más fácil pretender que los movimientos permanezcan autónomos del estado, porque tenemos resuelta más o menos la subsistencia, pero los movimientos, sin la ayuda del estado, no pueden subsistir a veces, por lo que la relación con él se les hace indispensable, aparte de que los intelectuales altos tenemos la relación con los estados bien definida, sea por trabajar en él o por mantenernos de acuerdo a la ley. En quinto lugar, el paradigma eco˗territorial debe ser adoptado pero no tiene apoyo masivo más que dispersamente, por lo que le falta reconocimiento social para ser gobernante, y requiere de la dilucidación social del problema pietista, porque si no la gente se falsea y boicotea lo que no le gusta de acuerdo a la predisposición dada por la educación religiosa, además de que precisa de reformas constitucionales, a las que sólo podrían hacer los partidos políticos democráticos. Finalizando, está la cuestión del horizontalismo, que no puede ser más que tendencial en sociedades jerarquizadas y que tiene que reconocer sus autoritarismos, que los tuvo, mal y bien, porque el autoritarismo no es todo despreciable, en tanto que es la acción de las autoridades, y también la necesidad de establecer liderazgos, porque de hecho se los estableció, aunque de carácter menos vertical. Por último está la cuestión del presidencialismo. El sistema de los gobiernos latinoamericanos es presidencialista no sólo por tradición, sino también por el orden constitucional y legal en curso. Mientras que rija él, los gobiernos tenderán a ser presidencialistas, porque les costaría evitarlo aún si lo quisieran, por la forma jurídica gubernativa aceptada y por la presión de los actores sociales que la mantienen, pero los gobiernos progresistas podrían ser menos presidencialistas, hay algo en eso que sí depende de ellos mismos.
Paso al segundo artículo, más extenso. Hay varias cuestiones que le son criticables, a algunas de las cuales menciono de a una:
1. El uso de metáforas malpredispone a la discusión, porque ofende y confunde a la conciencia, y hay la de Adán, la de la muralla de Jericó, la del ciego que no quiere ver y la de la tortilla revuelta, que no reconoce la pobreza afectiva del privatismo.
2. Le falta distinguir bien al poder del gobierno y a éste del orden social, un problema bastante extendido en las ciencias sociales que está trayendo dificultades. El poder es todo el poder, sea el de llevarse un trozo de pescado a la boca o el de sancionar un decreto, por lo que es mucho más amplio que el poder gubernativo, y el gobierno es un actor subordinado dentro de lo que es el orden social, ya que debe obedecer a la constitución, que es una instancia superior, y tiene contrapartes de peso equivalente, o mayor, aunque a veces menor también, según sea, como lo son las iglesias y las organizaciones capitalistas, o las entidades supranacionales, los sindicatos, las fuerzas armadas y demás. El orden social internacional contiene a un conglomerado de organizaciones sociales de las distintas clases sociales, entre las cuales están las supranacionales y los estados, que son transclasistas a la vez que liderados en general por el idealismo capitalista.
3. Hubo maltrato gubernativo progresista al movimientismo crítico del desarrollismo. El modelo de desarrollo vigente, sea en su variante ortodoxa u heterodoxa, perjudica a algunas personas, que se manifestaron, y se las reprimió, legal e ilegalmente, y eso incluso en los países gobernados por los progresistas. Que haya sido peor en los países de los gobiernos conservadores no quita que también haya que criticar al de los progresistas. Son hechos históricos reales. Boron y Klachko dijeron que Svampa y Modonesi no presentaron datos empíricos de las violaciones a los derechos humanos en los países gobernados por los progresistas, pero las hubo, y fueron publicadas en las cronologías del conflicto social del OSAL más o menos entre 2008 y 2013. Si pensamos en el derecho a que las autoridades satisfagan los reclamos de la población, en el derecho a un medioambiente sano, en el derecho a participar en la elaboración de las políticas relativas al modelo productivo y tantos más así, que pueden estar legislados o no, hubo violaciones flagrantes, y los defensores de los gobiernos progresistas lo tienen que admitir, porque es necesario para que se corrijan, y si no lo hicieran se generarían una oposición social que les restaría apoyo, al que necesitarán, además de la desmoralización aparejada por la indiferencia ante la violación de los valores emancipatorios. Habría que pensar en un modelo alternativo que incluya a los más pobres sin perjudicar a los menos pobres, que es posible con pocos recursos porque los cubanos lo hicieron, aunque su gobierno sea criticable en otros aspectos, también coercionados por el asedio imperialista. Y hubo otra parte de la historia de la represión a los movimientos que no fue relatada por el OSAL, que es la más sucia y que no suele salir en los medios de prensa que relevábamos, con toda esa serie de trampas y manipulaciones del capital trasnacional.
4. La equiparación del proletariado con la clase asalariada tiene problemas, porque no reconoce al proletarismo extrasalarista, que es el familiarismo de las otras clases, también contrariado por su conformación de acuerdo a la religiosidad vigente y por su mala propietariedad.
5. Lo de la fase heroica de García Linera es incorrecto, porque el heroísmo es mítico, y lleva a pretender esfuerzos sobrehumanos, que explotan.
6. Los autores, por el enfado, son excesivamente reprensivos con sus pares cuestionados.
7. La disputa entre la tercera y la segunda internacional se nota en la acusación que se le hace a la socialdemocracia, y en particular a los gobiernos de Ricardo Lagos y Michelle Bachelet, que no se puede decir que no hayan sido progresistas, con todas las contrariedades que tuvieron, ya que Emir Sader los catalogó como tales y ya que estuvieron sujetos al conservadurismo católico y militar chileno, que se plasma en la correlación de sus fuerzas nacionales. Habría que estudiar mejor al asunto, y comprensivamente, porque con riñas entre las internacionales socialistas la emancipación se traba, enfrentamientos que podrían ser reemplazados por una complementariedad crítica. En Argentina, bien le habría servido al kirchnerismo el apoyo del Partido Socialista, que está a la izquierda de la democracia cristiana porque es socialista y ateo, aunque haya adoptado la forma de gobierno socioliberal en la provincia de Córdoba, porque la correlación de fuerzas lo obligó a eso. Los que acusan a los gobiernos socialdemócratas de haberse convertido en liberales debieran reconocer que el gubernatismo progresista latinoamericano adoptó el modelo del liberalismo heterodoxo, al menos en Argentina, Ecuador y Brasil, en tanto que de Bolivia, Venezuela, Nicaragua y el Salvador no sé lo suficiente, pero sí sé que no se transformó tanto al constitucionalismo liberal, en lo que hace al sistema democrático representativo y republicano, en la permisividad para con la acumulación de capital y en la liberalidad de las costumbres. La constitución más avanzada en eso es la de Venezuela, pero está en fase de transición entre el liberalismo y el socialismo, no superó al liberalismo aún: puede haber proclamado al socialismo en la letra pero ni legisló la socialización de los medios productivos privados ni la del gobierno, cosa que no merece reproches injustos pero sí su reconocimiento.
8. Falta la crítica a los avances tecnológicos de las empresas trasnacionales, que hace que se los tome como una necesidad imprescindible para los modelos de desarrollo, lo que somete a los gobiernos progresistas a tener que negociar en condiciones de inferioridad con ellas, en tanto que se relega la adopción de una ingeniería social para la inclusión de la población en un orden productivo justo e integral. Se debe reconocer que la capitalista es en gran medida una mala tecnificación, con todas las consecuencias que tiene eso, en materia de contaminación por pesticidas, producción irracional, como la del biodiesel, relego de la reforma agraria, que es la verdadera cuestión a abordar para la generación de empleo, junto a la reducción de la jornada laboral y la retecnificación simplificante, que permitiría reemplazar maquinaria electrónica por mano de obra, en tanto que el impulso del último medio siglo ha sido el inverso, generando la dependencia periférica de las innovaciones tecnológicas imperialistas y de las finanzas necesarias para costearlas. En ese aspecto, Cuba es un modelo a seguir, ya que su política gubernamental le proveyó de seguridad social a la nación sin muchos de todos esos adelantos, algunos de los cuales son malos, aunque se podría precisar el tema y falte en ese país la aceptación del democratismo social, que no es tan fácil de tolerar porque las naciones muchas veces votaron por malos candidatos, a eso también hay que tenerlo en cuenta. El progresismo debiera superar al capitalismo ortodoxo en la formación de una ingeniería social que permita a las naciones subsistir en buenas condiciones, lo que no puede ser con el orden requerido por la tecnificación capitalista, que expulsa mano de obra y endeuda a las naciones. Es una tecnificación parcialmente involutiva.
9. El reclamo por el cambio de la matriz productiva debe ser apoyado críticamente, exigiendo la templanza debida a las circunstancias, en vez que relegado, lo mismo que cabe a aquél por la desconcentración del poder político, la utilización clientelar del aparato del estado, el cercenamiento al pluralismo y la intolerancia a la disidencia, de igual manera que se debiera reconocer que los gobiernos progresistas, en ocasiones, sí desactivaron a algunas tendencias emancipatorias, porque eso es necesario para que se corrijan cuando gobiernen de nuevo.
10. Hay dos tipos de movimientos sociales: los pro˗gubernativos, que son pro˗desarrollistas, y los anti˗gubernativos, que son anti˗desarrollistas, o propensos al desarrollo alternativo, que más o menos se corresponden con los viejos y los nuevos movimientos sociales. Hace falta un debate que acierte la cuestión y que faculte al movimientismo a ser gubernativo y al progresismo a adoptar el desarrollismo alternativo.
11. Al progresismo gubernativo derrotado le falta mucho de autocrítica. Hasta ahora explicitaron que se equivocaron y que tienen que autocriticarse, pero mucho menos ahondaron en el reconocimiento de en qué se equivocaron, lo que debiera estar expuesto extensamente y punto por punto.
12. Al futuro del ciclo gubernativo progresista no se lo puede predecir, por lo que no sabemos si terminará o qué será de él, y aún si terminara después volvería a reiniciarse.
13. El tratamiento de la cuestión de la deuda estatal hecho por el gubernatismo progresista merece una crítica seria, porque convalidaron la ilegitimidad y pagaron, serialmente en el caso argentino, una cantidad de dinero inédita en la historia. Los progresistas tienen que aceptar la crítica y difundirla, porque hasta ahora los que perdieron los gobiernos están predispuestos a volver a pagar las deudas fraudulentas que toman los conservadores que los desplazaron cuando en el futuro triunfen en las elecciones, mientras que a los que nos quejamos de eso nos soslayan. Tengan en cuenta que el monto presupuestario destinado al pago de las deudas estatales es más dañino para las naciones que muchas de las malas prácticas que les reprocharon a los liberales ortodoxos, y que la política impulsada por Cristina Fernández y Axel Kicillof en la ONU relativa a este tema aparejaría que las naciones del mundo se superexplotaran a sí mismas durante décadas para pagar deudas fraudulentas, o sea que es un planteo irresponsable y de lesa humanidad.
Juan Chaves. Comunicólogo por la UBA y autor del blogspot Catinga bachata
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