lunes, 5 de septiembre de 2016
El Progreso, Ciudad Bonita
El majestuoso río Ulúa, a la orilla del cual se fue edificando esta emblemática y desordenada ciudad, ya dejó de sorprenderse por la desgracia. Lo hizo el día que cayó el puente la Democracia, como premonición un mes atrás de la caída de la democracia presidida por un progreseño. Quizá mucho antes, cuando la compañía bananera esclavizó a miles, o cuando esos miles se levantaron para exigir derechos.
Así es El Progreso, a la que un día de un siglo atrás un vanidoso cualquiera, pero con poder y dinero, la bautizó como “Perla del Ulúa” y a la que un alcalde de muchas palabras y escasa honradez con sonrisa al viento la calificó como “Ciudad Bonita”. La ciudad se acostumbró entonces al cinismo de quienes la han mantenido en la miseria, la hundieron en una de las más violentas del país, pero con el cuidado de maquillarle el rostro sucio y triste.
La semana pasada, El Progreso fue foco de atención. En Urraco Pueblo, una de las entristecidas aldeas, alguien puso el grito al cielo tras haber hallado petróleo en el patio de su casa. Urraco es conocida expulsora de jóvenes migrantes que por centenares, por miles, han huido desesperadamente de la miseria y la violencia, y ha visto regresar a varios de ellos mutilados. El petróleo hallado despertó las esperanzas perdidas, tal vez así les cambiaba su miserable vida. El petróleo terminó siendo aceite quemado, se cayó de un porrazo el cruel espejismo que produce el hambre. Muchos lo lloraron, otros agradecieron que no hubiera excusa para volver a colonizar esas tierras.
Noticia internacional fue el falso petróleo como la masacre ocurrida a inicios de esta semana. Muchos mueren en estas calles, El Progreso es la cuarta ciudad más violenta de Honduras, pero hacían dos años no se escuchaba de una masacre así, de escenarios de escuadrones de la muerte, de asesinatos extrajudiciales, de “muertes indeterminadas”. El Progreso parecía una ciudad calmada, por eso no era de atención mediático.
No habíamos terminado de leer, comentar, buscar presuntos culpables o justificar la masacre, cuando nos irrumpía la imagen de militares encapuchados interviniendo la municipalidad progreseña. El alcalde Alexander López, casualmente, ausente. Esa intervención era sorpresa solamente para quienes buscan sobrevivir en El Progreso, víctimas de la violencia y la pobreza. Nada hay más secreto a voces, a gritos que la malversación de fondos municipales. Pero se ha hecho tan bien que el edil hasta premios de honestidad había recibido.
Esta ciudad siempre ha sido de paso, y lo seguirá siendo porque el show pronto se acaba. Los periodistas que no incomodan, la curiosidad y el morbo colectivo se trasladarán a otra ciudad pobre. En este momento los llamó el petróleo, la sangre y un show militarista, en poco tiempo se olvida y quizá vuelvan solo en caso extraordinario que amerite pagar los 38 lempiras de peaje impuesto por la fuerza.
El Progreso seguirá su cauce, como el Ulúa, indiferente y también impune. Seguirá bonita, por el maquillaje permanente, y seguirá alegre como siempre se ha proyectado. Siempre será de paso.
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