martes, 13 de septiembre de 2016

El derecho de los pueblos y el imperialismo colectivo

Rebelión

Por Homar Garcés

Como se especifica en el documento colectivo “Contra una invocación abusiva del derecho de legítima defensa para hacer frente al terrorismo” (A plea against the abusive invocation of self-defence as a response to terrorism - Contre une invocation abusive de la légitime défense pour faire face au défi du terrorisme), suscrito por una gran cantidad de profesores de derecho internacional, asistentes e investigadores, “existe un gran riesgo que el derecho de legítima defensa se transforme rápidamente en una llave que permita justificar de manera sistemática el origen de acciones militares en todas las direcciones y en forma unilateral”. Luego, en este mismo documento, se establece que “el hecho de situarse en forma inmediata en el plano de la ‘guerra contra el terrorismo’ y la ‘legítima defensa’, haciendo referencia generalmente a un estado de excepción derogatorio del derecho común, podría desembocar en el riesgo de minimizar, olvidar o inclusive ignorar este último”. 
En función de esto, en la actualidad, protestas sociales y supuestas violaciones de derechos humanos a manos de algunos gobiernos incómodos para las élites rectoras de Estados Unidos y Europa, son divulgadas de un modo adulterado, mintiendo deliberadamente, con toda la intención de desestabilizar dichos gobiernos e imponer en su lugar a otros más adecuados a sus intereses geoeconómicos. Esto compagina con el hecho que la transnacionalización de las grandes corporaciones, cuyas sedes están situadas mayormente en suelo estadounidense, en conexión con otras grandes corporaciones europeas y japonesas, ha terminado por instituir la internacionalización de las economías de una mayoría de naciones del mundo; enlazándose las oligarquías locales a esta realidad creada por el capitalismo neoliberal, buscando así salvaguardar a cualquier precio, sin ningún prurito nacionalista, tanto sus intereses particulares como empresariales, mientras millones de seres humanos se hunden en la depauperación, terminando por ser despojados -en la práctica- de sus derechos más elementales, como lo evidencia el éxodo creciente de inmigrantes desde las naciones empobrecidas y devastadas del Sur hacia las naciones ricas del Norte, así como lo ocurrido en varias naciones de Europa, como Grecia y España, víctimas de la voracidad capitalista. 
Para los jerarcas de Estados Unidos y sus aliados es un requisito indispensable concertar y mantener una cohesión política e ideológica frente a contextos que desafíen su hegemonía en todo el planeta, tanto en el plano económico como en lo político, lo que les animaría a elevar los niveles de confrontación con China y Rusia, potencias rivales que estarían minando paulatinamente su hegemonía económica y militar en algunas áreas consideradas como coto por el imperialismo gringo, especialmente en lo que respecta a nuestra América. Esta situación requeriría entonces el ejercicio de un preponderancia compartida, asociada o en común, tipo la OTAN, en detrimento de la soberanía del resto del mundo. 
Así, en cuanto a este último aspecto, Claudio Katz, basándose en los aportes del teórico socialista Samir Amin, refiere en su artículo ‘Centro y periferia en el marxismo de posguerra’ que «el imperialismo colectivo no implica un manejo equitativo del orden mundial, pero sí asociaciones que modifican radicalmente el viejo escenario de guerras inter-imperiales. Las acciones específicas de cada potencia (guerras hegemónicas) se efectivizan en un marco de agresiones imperiales conjuntas (guerras globales). Por esta razón, el pretexto de la seguridad colectiva ha sustituido a la defensa nacional como principio rector de la intervención armada. Esta solidaridad militar en la acción geopolítica de las potencias sintoniza con el entrelazamiento de los capitales y con el gigantesco tamaño de los mercados requeridos para desenvolver actividades lucrativas. Expresa el nivel de centralización que alcanzó el capital en el terreno financiero, productivo y comercial». Considerando dicha situación, toda lucha en oposición a la hegemonía ejercida y defendida por este imperialismo colectivo -cuyo efecto más visible es la brecha social en aumento en cada país donde actúa y despliega su influencia- tendrá que, forzosamente, traspasar las fronteras nacionales y convertirse en una lucha de resistencia popular de mayores dimensiones, creando lazos de solidaridad entre los pueblos, extendidos a todos por igual, víctimas -en mayor o menor grado- de tal imperialismo. No obstante, habrá que prevenir lo difícil que resultará esta lucha en vista de los efectos de la ideología dominante en la conducta y los pensamientos de muchísima gente, incluyendo entre ella a quienes se consideran a sí mismos como revolucionarios, moldeados según la lógica capitalista y los intereses del Estado burgués liberal; lo que no exime la posibilidad de alguna revolución popular de características anticapitalistas y antiimperialistas.

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