viernes, 23 de septiembre de 2016

Atilio Borón analiza semejanza entre el Chile de 1973 y el Brasil de 2016



Por María Julia Giménez

El pensador argentino analiza los limites do Estado burgués en América Latina y las semejanzas entre ambos golpes

Después de 43 años del golpe de Estado en Chile que derrocó al gobierno de Salvador Allende, el pensador latinoamericano Atilio Borón conversó con Brasil de Fato para leer, a la luz del proceso chileno, los recientes acontecimientos que violentan el orden democrático en América Latina.

Según el sociólogo argentino, los cambios constitucionales emprendidos por los gobiernos de Hugo Chavez, en Venezuela; Evo Morales, en Bolivia; y Rafael Correa, en Ecuador, crearon un nuevo orden institucional que permitió a los lideres hacer las reformas necesarias para mejorar la calidad de vida de la población.

Sin embargo, la victoria electoral de Mauricio Macri, en Argentina, y el reciente impeachment de la presidenta Dilma Rousseff, en Brasil, marcan las flaquezas de los procesos de estos países, que mantuvieran la estructura del Estado burgués. Esas fragilidades fueron aprovechadas por los Estados Unidades en la tentativa de recobrar su posiciones en el escenario internacional.

“Yo creo que Lula cayó víctima de su postura tecnocrática. Él mandó al pueblo a sus casas y, cuando los lobos fueron a atacar a Dilma ella abrió la ventana y no tenia a nadie. Confió e hizo alianzas con sectores del poder que claramente iban a traicionarlo. Hasta un ciego podría verlo”, evaluó.

Brasil de Fato - ¿Qué enseñanzas dejo el golpe en Chile en septiembre de 1973? ¿Cómo la experiencia chilena nos ayuda a pensar el proceso actual que vivimos en América Latina? ¿Y como los procesos de hoy nos ayudan a repensar nuestra historia como pueblo latinoamericano?

Atilio Borón - Yo creo que el golpe en Chile fue una tragedia que de alguna forma anunció lo que sucedería después en la mayoría de los países de América Latina. Brasil ya había tenido el golpe en 1964, Argentina también, en 1966. Pero el de Chile, en 1973, fue otra cosa. Fue un experimento radical de terapia de “shock” que sería aplicado en el resto de los países de América Latina y, también, en algunos países del capitalismo avanzado.

La experiencia chilena fue una experiencia muy desigual, en relación a otras regiones. El gobierno de Salvador Allende fue manteniendo el marco institucional del Estado burgués. O sea, no hubo reforma de la Constitución. Simplemente hubo un debate en torno de la posible interpretación de ciertas clausulas de la Constitución que le impidió al gobierno de Allende avanzar en políticas de nacionalización, control de precios e intervenciones de los mercados.

Pero [Allende] no hizo lo que hicieron los venezolanos, los bolivianos y ecuatorianos. Ellos crearon un nuevo orden constitucional, una nueva institucionalidad, introduciendo las reformas necesarias para mejorar la calidad de vida de la población.

¿Qué podemos aprender? En principio, un Estado burgués con una Constitución burguesa, con relaciones capitalistas de producción, con fuerte peso de grandes corporaciones y con la presencia de grandes empresas multinacionales y trasnacionales, impone límites mucho estrechos. Y, cuando los cambios trascienden, van más allá de los límites, el proceso democrático entra en una zona de riesgo y rápidamente es eliminado por los agentes de la conservación social, o sea, de las clases dominantes.

En contextos económicos muy complejos, inevitablemente, se generan esos procesos, porque la burguesía provoca sabotajes permanentes, las “huelgas de la burguesía”. Ellos dejan de invertir, comienzan las fugas de capitales y se entorpece el proceso productivo en todo los niveles, provocando un gran malestar de la población. Eventualmente, se prepara la base social para una revuelta fascista.

Esa fue la reacción chilena en 1973. Y yo creo que fue aprendida por Chávez y, después de él, por Evo y por Correa. Porque la primera cosa que ellos hicieron fue ampliar el marco institucional de los procesos transformadores en Venezuela, Bolivia y Ecuador. Fue muy significativo, muy importante. Introdujeron innovaciones que potenciaron el protagonismo popular, el refrendo revocatorio, hasta el reconocimiento, en el caso de Bolivia, de formas de gobierno de los pueblos originarios.

Entonces, yo creo que sí, hay un cierto aprendizaje. Pero no en todo lo países. Argentina, Brasil y Colombia continuaron transitando por las vidas de la institucionalidad democrática propia del liberalismo. Y esa es la fuente de muchos problemas.

Entonces, ¿en términos regionales, podemos decir que este avance de la derecha, desde el golpe el Honduras hasta el reciente impeachment de Dilma, nos encuentra mejor posicionados?

Mira, la experiencia chilena fue única, porque, en aquel momento, Argentina estaba regresando al peronismo, que tuvo corta vida y terminó en un gran cataclismo. Hubo un repique en Bolivia - recuerde que, en el año 1971, Bolivia inauguró un breve proceso de radicalización popular sobre el comando de Juan José Torres y de la Asamblea Popular Boliviana, pero Torres terminó depuesto rápidamente y fue asesinado en Buenos Aires. También mataron al general Carlos Prats Gonzalez en Chile. O sea, era un contexto muy diferente al actual.

Los procesos actuales se dan en un momento en que se acentuó el proceso de decadencia del imperialismo norteamericano. En la segunda mitad de la década de 1990, algunos hablaban del inicio de un nuevo siglo americano. Y, lejos de eso, fue el inicio de una lenta y persistente decadencia de los Estados Unidos.

Algunos de nosotros advertimos esta decadencia, pero éramos dejados de lado por cuestiones ideológicas. Hoy, cuando se consulta la literatura especializada de los geoestrategas, de los pensadores del imperio, entre los cuales los más importantes son [Henry Alfred] Kissinger y [Zbigniew Kazimierz] Brzezinski, los dos argumentaron que los Estados Unidos ya no son la potencia que fue en el pasado.

Los pronósticos económicos llevan a concluir de que en 2030 la economía norteamericana representará apenas el 18 % del producto bruto mundial, y la de china, el 28%. Y esta decadencia se ve también en la creciente impotencia de los Estados Unidos. Eso se muestra cuando un pequeño país de América del Sur, como Ecuador, da asilo diplomático a Julian Assange, de Wikileaks, y, además de eso, obliga la salida de las tropas inglesas de su embajada!

En el pasado, eso habría provocado la invasión de los marines en Ecuador, y habría detenido y asesinado al presidente Rafael Correa, como hicieron en 1982, com Maurice Bishop, en la Isla de Granada.

Después, el debilitamiento de los Estados Unidos es un dato inocultable. Hoy, ellos tienen enemigos tan fuertes como la URSS - Rusia por una lado y China, por el otro. Entonces, ¿qué sucede? Cada vez que los Estados Unidos se encuentran problemas en el contexto mundial, ellos retroceden para reafirmar su dominación sobre América Latina. Eso acontece en los años 70 y está sucediendo ahora.

Los Estados Unidos quieren frenar el ciclo de los gobiernos progresistas y avanzar en la conformación de una nueva América Latina, totalmente blindada, donde no exista ningún gobierno que dispute su hegemonía. Mientras tanto, los pronósticos del Pentágono se preparan para 20 o 30 años más de guerra. Está asegurada la retaguardia.

Y, por eso, se lanzó a fomentar la destitución de esos gobiernos, a crear una nueva derecha en América Latina. En Argentina, lo hizo muy claramente, y, en Brasil, han fortalecido los vínculos con el PSDB [partido de derecha]. En este proceso, Fernando Henrique Cardoso tuvo un papel fundamental.

¿Cuál es el significado de Brasil en términos geopolíticos? ¿Por que este último golpe fue en Brasil?

Por varios motivos. Primero, Brasil es el país que mayor peso en la región de América Latina y el Caribe, y eso nos permite decir que, para donde se inclina Brasil, se inclina América Latina.

En segundo lugar, porque Brasil siempre fue aliado estratégico de los Estados Unidos. No se olvide que Brasil fue elegido por los Estados Unidos para desarrollar empresas siderúrgicas después de la Segunda Guerra Mundial, con crédito aprobado por ellos.

Y, en tercero, porque Brasil es un emporio de recursos naturales. Los Estados Unidos tienen mucho interés en controlar la Amazonia y el acuífero Guarani y, para eso, precisan tener presencia en el país. Ahora, también van a tener presencia en Argentina y desde allí pretenden controlar la parte sur del acuífero Guarani.

Sin contar con el petróleo. ¿Sabes cuándo se movilizó la 4º Tropa de los Estados Unidos, que estaba desactivada desde hacia más de 50 años? Dos semanas después de Lula anunciar el descubrimiento del pré-sal. ¿Usted cree que eso es casualidad? No! Es reacción. Entonces, claro que Brasil es muy importante.

Y, además, preservaron las riquezas del consenso progresista, o sea, los errores cometidos por los gobiernos del PT [Partido de los Trabajadores] que, por ejemplo, no avanzaron en la profundización de la reforma agraria en un país con una estructura agraria absolutamente anacrónica. Fueron gobiernos que desmovilizaron su base popular.

[Nicolás] Maduro [presidente de Venezuela] no cae simplemente porque cuando él grita tiene un montón de gente en las calles. Y eso es una situación económica mucho más compleja que la de Brasil.

Yo creo que Lula cayo víctima de su postura tecnocrática. Él mandó al pueblo para sus casas y, cuando los lobos fueron a atacar a Dilma, ella abrió la ventana y no tenía a nadie. Confió e hizo alianzas con sectores del poder que claramente iban a traicionarlo. Hasta un ciego podría verlo.

Traducción: María Julia Giménez

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