viernes, 30 de septiembre de 2016
¿Somos independientes?
Por Héctor Flores *
¡Ahora qué hago con esto! Y extendió el traje de color fluorescente, el birrete alto, la larga pluma artificial y la enorme capa al estilo medieval. Ella es una mujer de mediana edad, empleada en una maquila, madre y de paso soltera, pobre. Viene de un barrio urbano marginal, cargado de violencia y semillero del tráfico y distribución de drogas. Pero es una mujer sana, que ha defendido como ha podido su proyecto de familia y hasta asume excesos, como el de este traje que no servirá para nada más aunque valga una fortuna, para que su hija marchara en el desfile. Lo que ella no sabe es que entre el público y, desde los palcos más importantes, los sabuesos escupen saliva viendo los estructura ósea y la bien distribuida masa muscular en el cuerpo de su pequeña.
Para muchas madres, de escuelas públicas y privadas, la celebración de independencia fue eso, una mera celebración para la cual había que asumir algunos gastos que después no se entiende por qué se asumieron. La oportunidad de gozar de un poco de respeto en una sociedad acostumbrada a tratar a las personas por su tener y no por su ser. Como una especie de espejismo para alejar los sinsabores de la pobreza. Como una especie de burla del presidente en turno, haciendo gastar a las familias para sostener con circo y pan, una sarta de mentiras e inoperancia que se hace llamar gobierno. Pero ¿somos realmente independientes, merece la pena ese sacrificio de las madres y padres, puede considerarse un acto de civismo y amor patrio lo que se ve el 15 de septiembre…?
Después de 195 años hay una cosa que debe quedarnos claro: la independencia es un mito y la realidad una verdad cruda que no se puede cubrir tras el espejismo de un show mediático, anti ético e inmoral, que se promueve en esta fecha. La independencia es un papel firmado que se exhibe al mundo pero que jamás a llegado a las y los hondureños. Es una farsa histórica con la que nos quieren vender una idea de libertad, que no existe ni en el ideal de lo que hoy se conoce como democracia.
El mito de la independencia tras la realidad
Para celebrar una real independencia sería necesario que, el gobierno de Honduras, diera marcha atrás a su ininterrumpido proceso de concesión territorial. La independencia tiene como condición sine qua non el respeto de la soberanía territorial y las transnacionales amenazan, violentan y rompen la soberanía de nuestros pueblos sobre sus bienes naturales. Las ciudades modelo, esa nueva forma de crear campos de concentración para personas según su estatus es, sin lugar a dudas, la peor marca que tiene esta idea de independencia que se celebra. Y finalmente si queremos que esto sea independiente el Estado debe, obligatoria e irrevocablemente volver atrás con esa carrera por concesionar los territorios nacionales a empresas y capitales internacionales, a sus socios locales, que ya no son locales, que están destruyendo el hábitat que por generaciones nos ha sido compartido. Estamos hablando de un poco más 40 por ciento del territorio nacional concesionado mientras los y las hondureñas no tenemos un pedazo de tierra donde hacernos una ranchita para cobijar la esperanza.
Independencia tendremos cuando el Estado asuma su tarea por garantizar los servicios básicos para la población y no se la venda o concesione a corporaciones privadas de carácter público privada. La estafa continuada, por ejemplo que hace coalianza con el pueblo es incompatible con la idea de la independencia. Son empresas privadas, con fuerte presencia de capital transnacional, enemigos de lo público cuando de prestar servicio se trata, pero parásitos del Estado cuando sangrarlo es la tarea. Así entonces, estas parásito-empresas, comienzan a funcionar no con sus presupuestos sino con los presupuestos del Estado, los bienes públicos y los recursos comunes usados para sus intereses particulares. Empezaron con la telefonía, sigue la energía eléctrica, el agua, los bosques, la salud y muy pronto el aire.
Podremos celebrar independencia cuando el Estado reconozca que solo la educación puede hacer libres a los hombres y mujeres. Cuando esa educación sea de calidad y esa calidad les permita hacerse con dignidad. Cuando la educación sea pública y un derecho humano objetivamente garantizado por el Estado. Cuando se le deje de considerar gasto o inversión pública y se le convierta condición insustituible de dignidad humana. Pero para ello esa educación debe estar purificada del asco que genera la politiquería político-partidista. Romper con ese modelo de formación pensado sin la gente, contra la gente y para las empresas y, desde luego, con la participación activa y efectiva de todos los ciudadanos y ciudadanas desde su propia cosmovisión e identidad particular.
Hasta no tener esa educación - soñada por Morazán - que forma hombres y mujeres que piensan, que defienden su derecho, que eligen su forma de vida y se deshacen de esas formas que los dañan (como la tiranía actual de Juan Orlando por ejemplo) no podremos hablar de independencia. La educación debe trascender a los gobiernos y convertirse en una política pública de Estado que asegure el acceso y el continuo. Que garantice la dignificación humana y nos des-idiotice ante los usurpadores del poder y el dinero.
Necesita urgentemente desmilitarizarse, arrancar el concepto militarista de todos las propuestas educativas que se ofertan. No es posible que todavía ahora, después de tantos fracasos y maldad que el ejército y las policías han sembrado en la sociedad un presidente, como es el caso de Juan Orlando, apueste por los militares como educadores y como educación. Esa es una apuesta por la violencia en vez de la paz, por las armas en vez de los libros, por la gente idiotizada y estúpida en vez de los inteligentes e incapaces del dialogo. La desmilitarización abarca incluso la venta de la carrera militar como opción profesional y en eso este gobierno es absolutamente responsable. Basta ver los rostros de los militares para darnos cuenta que son pobres, uniformados por ricos, para defender a los ricos y matar a los mismo pobres. Y eso es lo que busca este modelo actual de gobernanza.
Si queremos hablar de independencia debemos volver sobre la justicia en su más amplio concepto. Justicia social y justicia humana. Se debe volver sobre la memoria y retomar a los verdaderos patriotas, devolverles su dignidad, renombrarlos en la vida a pesar de la muerte y el Estado, desde esa condición del gobierno que lo representa, debe pedir perdón por el daño causado, condenar a los culpables todos y todas y después indemnizar el daño causado, aunque este sea ya irreparable. Los Mártires del Astillero, los mártires de los Horcones, Lorenzo y compañía, Chungo Guerra, Vicente Matute, Cándido Amador, E. Lemus, Margarita Murillo, Thomas y Berta son solo unos cuantos de los hombres y mujeres con los cuales este gobierno, parasitario y asesino, tiene una cuenta pendiente. O se da la justicia para las víctimas, o mejor no sigamos celebrando independencia.
La patria es de todos o de nadie
El 15 de septiembre nos hacen celebrar una falsa independencia para ocultar una horda de violencia. Mientras el circo presidencial, con sus mediocres medios de comunicación, exhiben como carne de cañón a las niñas y jóvenes de mi patria, la violencia sigue siendo el pan de cada día. Violencia de rostro, de género, de vulnerabilidad ambiental, psicológica y, sobre todo, estatal. Nunca en la historia de Honduras un gobierno fue tan déspota, tan cínico y tan corrupto. Nunca la crisis nos había llegado tan bajo y tampoco un funcionario presidente se había burlado tan públicamente de su pueblo como el actual.
Estos días la primera dama de la nación (ojalá y fuera la última), dijo que su vestido, costoso y elegante, era una recuperación de lo nuestro, que había sido confeccionado por mujeres y hombres Lencas, que eso lo hacía marca país, que eso lo volvía marca Honduras. Definitivamente, cuando la mediocridad y el cinismo se juntan y de paso consiguen una buena retahíla de periodistas y medios de comunicación tarifados, se vuelve alarmantemente peligrosa. Sabrá esa mujer el daño que le está haciendo al pueblo indígena Lenca cuando dice eso de su vestido. Sabrá ella, indigna e idólatra, que los verdaderos y verdaderas lencas siguen llorando entre sus ríos a la Berta, que no tienen ropas para ellos y menos para hacerle su vestido, que no pueden tejer ni para ellos y ellas por que las condiciones inhumanas en que viven no dan para más. ¿Sabrá ella eso? o su cinismo es tan extremo que termina engañándose ella misma, creyéndose verdad su propia mentira.
Pero sepan ustedes, sepan y no lo duden, que en la historia centroamericana a Honduras le queda un paso pendiente por dar. Y lo va a dar. Acá llegaremos a extremos tan radicales que no vamos a aceptar morir por la inseguridad y la miseria, sino que daremos la vida por dignidad. Habrán nuevos ríos de sangre, pero de sangre digna que se derramará para lograr la verdadera independencia. Y ustedes, ustedes saqueadores del Estado, asesinos del pueblo, mediocres funcionarios, títeres de las comunicaciones y enemigos de la libertad van a llorar, van a derramar lágrimas de sangre hasta quedar secos, flotando en la pila de mierda que almacenará sus miedos y los expondrá al mundo como los cobardes que son.
Morazán el mejor ejemplo del extractivismo capitalista
Ante este tan cuestionado acto de celebración de independencia hay un nombre que es abrazador y, sobre el cual me parece a mí, recaen todas las atenciones del los actos: el General Francisco Morazán Quezada. Cuyo legado independentista, amor por la patria y entrega centroamericana le significó la muerte. Como a muchos ahora en la historia reciente.
Ante la inevitable emancipación del pensamiento morazánico el ejército y la clase política conservadora de su época lo mató pero, curiosamente, esos mismos ahora lo enaltecen, lo galardonan pues. Y le dedican la celebración del día de la independencia, pero al contar la historia, no cuentan que en ese mismo día, un 15 de septiembre, también ellos lo fusilaron por pensar la patria para todos y todas y no para unos cuantos. Claro resultaría curioso que los mismos que lo mataron ahora lo revivan. Sin embargo es importante apuntalar que esa no es una novedad en este modelo de sociedad política que habitamos.
De manera que el ir a ponerle corona de flores en donde este su busto, marchar con coreografía militar en las calles, hacer que los niños y niñas actúen como un regimiento, que los uniformes de desfile sean de gala y corte militar, que los oficiales de la policía o fuerzas armadas se pongan toda su sarta de condecoraciones para disfrazar su mediocridad y complicidad histórica ante el asesinato del paladín centroamericano no es más que, otra vez me parece a mi, una manera cínica del sistema para extraer del hombre, que mejor amó a la patria por encima de pertrechos militaristas o ambiciones politiqueras, que nada bueno, jamás en la historia, le han dejado a Honduras.
Como en los bienes naturales las empresas de comunicación conservadoras van a la historia, sobre la memoria de las mujeres y hombres que le apostaron de forma distinta – Morazán por ejemplo - y plagian su pensamiento y los acomodan a sus intereses, para que el pueblo, idiotizado con la mediocridad colorida de una farsa independencia, siga dejándose desangrar, siga entregándose sin reclamo y sin oposición a los antojos del capitalismo y su barbarie. Pero incluso de las más fangosas regiones puede emerger, o germinar con arrojo, algún atisbo de esperanza. Y este pueblo tiene que despertar y verdaderamente independizarse.
Ya sé, se dijo para si misma mientras extendía de nuevo el traje, se hinchaba de orgullo y se le comprimía el pecho pensando en la deuda por esos trapos asumidos. Voy a ponerlos en una bolsa plástica, colgarlos en la pared y esperar, esperar a que un día, no sé cómo ni por qué, haya que volver a las calles a celebrar con dignidad y sin el miedo de volver con las alegrías terminadas y las jaranas aumentadas…
Honduras te quiero libre, libre por y para todos y todas… incluso libre de mi si soy quien estanca tu proceso libertario.
* Poeta y gestor cultural
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