jueves, 15 de septiembre de 2016

De Pino Suárez a Rousseff


Rebelión

Por Nael Ramírez Domínguez

El ocho de septiembre de 1860 nace en Tenosique, Tabasco, José María Pino Suárez, hombre de lucha democrática que llegó a ser vicepresidente de México, cuando Francisco I. Madero era Presidente de la República. Es común que la mayoría conozcamos su apellido junto a la de Madero, quizás por haber tenido el mismo final en lo que la historia recoge como la Decena Trágica.La Decena Trágica fueron sucesos militares que tuvieron como resultado el Golpe de Estado contra el gobierno constitucional de Francisco I. Madero, una vez que éste logró que Porfirio Díaz dejara el poder tras treinta años de dictadura y se exiliara en Francia. El nuevo gobierno que llegó bajo el lema de “Sufragio Efectivo, No reelección” tuvo desavenencia interna como externa; al interior del país y del mismo gobierno sobrevivían elementos, expresiones e intereses leales al porfirismo, sus principales representantes fueron los generales Manuel Mondragón, Bernardo Reyes, Félix Díaz y Victoriano Huerta. Al exterior los gobiernos de Estados Unidos e Inglaterra veían con preocupación la Revolución Mexicana porque ponía en incertidumbre sus intereses económicos en nuestro país, intereses prósperos que aseguraba el régimen porfirista.
El único Golpe de Estado efectuado en México durante todo el siglo XX fue una conspiración orquestada por el imperialismo y la oligarquía nacional, esto fue formalmente concretado el día 18 de febrero de 1913 en la Embajada Norteamericana, donde el embajador yanqui Henry Lane Wilson recibió a Victoriano Huerta -el hasta entonces jefe del ejército federal maderista- y a Félix Díaz, quienes teniendo la certeza de la aprehensión de Madero y Pino Suárez, redactaron el Pacto de la Embajada, un acuerdo que establecía desconocer el gobierno democrático y establecer un gobierno provisional encabezado por Victoriano Huerta. El Golpe se había consumado.
Cuatro días más tarde, como estrategia de control político, los golpistas mandan a asesinar al Presidente y al Vicepresidente de la República, Madero y Pino Suárez caen abatidos por los disparos de militares fieles a los intereses del viejo orden porfirista. La lucha por democratizar a México no murió.
En marzo de 1913 el relevo presidencial en los Estados Unidos trajo a escena a Woodrow Wilson, quien destituyo al embajador norteamericano en México, Henry Lane Wilson, y tras desconocer a Huerta apoyó de diferentes maneras a Venustiano Carranza, Gobernador de Coahuila que se había levantado en armas. Éste apoyo norteamericano no tenía otro propósito más que garantizar de una u otra forma los intereses imperiales de los Estados Unidos, así el 21 de abril de 1914, más de 3 mil marines e infantes de marina invaden nuestro territorio nacional y ocupan Veracruz. El mensaje fue claro, los Estados Unidos de Norteamérica pueden aliarse, inmiscuirse y accionar de manera directa ante cualquier circunstancia o condiciones que afecten a sus intereses como potencia.
Estos dos acontecimientos de injerencia yanqui hacia nuestros asuntos como mexicanos, no son sucesos aislados, todo el siglo XIX tenemos ejemplos claros que rayan hasta en la anexión de más de la mitad de nuestro territorio nacional. Actualmente también podemos observar que esa misma política imperial se sigue reproduciendo y los gobiernos sumisos siguen acatando, velando más por los intereses externos que los internos.
Como mexicanos hemos padecido esa política expansionista e injerencista de nuestro vecino del norte, por ello no nos fueron indiferentes los golpes de estado en países sudamericanos durante gran parte del siglo XX, golpes militares que tuvieron como orientador al país norteamericano que imponía como pretexto el blindaje contra el comunismo, para garantizar así sus intereses de dominio en la región.
Pero, hoy día, a pesar del avance de las luchas de los pueblos sudamericanos por democratizar cada vez más sus países, el fantasma de los Golpes de Estado aún no desaparece en la región.
Tras la llegada de Hugo Chávez a la Presidencia de Venezuela en 1999, la potencia yanqui tuvo una de sus primeras fisuras en la dominación regional. Una nueva forma de ver la política y la economía buscaba la manera de romper los lazos de subordinación respecto del imperialismo, era la búsqueda de un camino alterno al neoliberalismo; en el 2002 Luis Ignacio Lula Da Silva, candidato por el Partido de los Trabajadores gana las elecciones en Brasil; en el 2003 Néstor Kirchner es elegido Presidente en Argentina; en el 2005 Manuel Zelaya y Evo Morales ganan las contiendas presidenciales en Honduras y Bolivia respectivamente; en 2006 Rafael Correa en Ecuador y en el 2008 Fernando Lugo se alza con el triunfo en Paraguay. Todos estos presidentes tienen algo en común, buscaban el desarrollo de sus países con un modelo alejado de las privatizaciones, que como habían visto durante años, el modelo privatizador sólo acrecentaba la pobreza de sus pueblos y los mantenía en constante dependencia del lugar de donde provenían los capitales.
Ante esta búsqueda de una nueva independencia de los pueblos de Sudamérica, la potencia imperial no podía quedarse de brazos cruzados, junto a las oligarquías locales orquestaron golpes militares en Venezuela en el 2002 –del cual Chávez salió airoso- y en Honduras en el 2009, en la cual depusieron al presidente Zelaya. Intentos de golpe y desestabilización se suscitan en Bolivia y Ecuador durante toda la administración de Morales y Correa; y ahora en éste siglo XXI estamos presenciando una nueva forma de golpes de estado, los llamados golpes suaves, que ya no se hacen por medio de las armas, sino por mecanismos institucionales, del poder legislativo y judicial en contra del poder ejecutivo, que es la puerta de acceso del pueblo al poder.
Así destituyeron al Presidente paraguayo Fernando Lugo en el 2012, bajo el argumento de “mal desempeño de sus funciones”, así destituyeron a la Presidenta brasileña Dilma Rousseff el pasado 31 de agosto, bajo la acusación nunca comprobada de corrupción; así buscan quitar del gobierno a Nicolás Maduro, presidente venezolano.
Los golpes suaves son nuevas formas de control imperial y de las oligarquías locales para aquellos quienes buscan salirse del control de Washington y su modelo neoliberal, en México lo debemos tener muy presente por el cambio que se viene en el 2018, por ese cambio tan anhelado de buscar un nuevo modelo de desarrollo que en vez de privatizar se avoque a desarrollar nuestras principales fortalezas para bien de los mexicanos.
Por México y Nuestra América, la solidaridad con Venezuela, Bolivia, Ecuador y Brasil no debe faltar.

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