jueves, 3 de marzo de 2016

Triunfos colaterales



Los estrategas de una guerra saben que al atacar con éxito un objetivo se asumen los daños colaterales que, en los tiempos actuales, se expresan en un abultado número de civiles muertos o heridos, selvas destruidas, aguas contaminadas o enfermedades degenerativas.

Los daños colaterales representan con frecuencia daños mucho peores que los provocados al objetivo principal de guerra. Muy apropiada esta referencia para que tratemos sobre esta otra “guerra” que libra el actual ciudadano presidente Juan Orlando Hernández con el único y preciso objetivo de reelegirse en su puesto, sin importar los daños colaterales que sobrevendrán sobre la institucionalidad y la vida democrática de la sociedad hondureña.

Para alcanzar su objetivo cuenta con el apoyo de un sector importante del alto empresariado hondureño, con las Fuerzas Armadas, con el capital de las multinacionales, con el aval de los gobiernos europeos, del gobierno de los Estados Unidos y con el apoyo de los organismos multinacionales, como la OEA y la ONU, ¿qué más quiere?

Especialmente el gobierno de los Estados Unidos sabe que necesita de una persona con esa altísima carga de ambición para usarla en provecho de sus intereses en la región. En la deteriorada institucionalidad hondureña, el gobierno de los Estados Unidos necesita conducir directamente sus políticas de seguridad dentro del territorio hondureño, porque no puede confiar como antes en sus tradicionales aliados. La ambición de Juan Orlando Hernández facilita esta estrategia interventora. Sin importar que en un futuro no solo lo dejen solo, sino que lo manden al carajo.

Juan Orlando Hernández, junto con su equipo de trabajo, puso todo el peso de su poder e inteligencia para lograr que el Congreso eligiera una Corte Suprema de Justicia a la altura y medida de su objetivo reeleccionista. Los atrasos que tuvo con la oposición fueron apenas pequeños tropiezos dentro de un camino seguro. Y cada tropiezo fue finalmente solventado a punta de chantaje y de dinero, los medios más efectivos para implantar su concepto de democracia.

Pero así como en la guerra militar el ataque a un objetivo estratégico trae daños colaterales, en esta batalla de la elección de la Corte Suprema de Justicia, Juan Orlando Hernández alcanzó a su vez dos triunfos colaterales: uno, amarró de un porrazo todos los votos que necesita para una permanente mayoría calificada; y dos, acabó desbaratando a la oposición política oficial.

De ahora en adelante, el ciudadano presidente Juan Orlando Hernández tiene todo el camino legislativo allanado para hacer todas las reformas que necesita para proseguir exitosamente hacia su objetivo de reelegirse en su cargo. Por su propia ambición ya tiene en sus manos la Corte Suprema de Justicia; por el chantaje y dinero ya dejó resquebrajada a la oposición; y por mandato divino, ya ha sido debidamente refrendado por sus amigos y correligionarios que se pavonean por los sacrosantos pasillos de las alturas de las diversas esferas eclesiásticas.

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