miércoles, 9 de marzo de 2016

Asesinato ecológico, político, originario y de utopías



Sin ninguna duda el asesinato de Berta Cáceres, líder y dirigente del pueblo lenca, es el centro de atención de todas las noticias, comentarios y discusiones nacionales.  Ni ella, ni nosotros, ni ningún hondureño con un mínimo de humanidad  y sentido de identidad, aprueba los métodos regresivos, arcaicos, y antihumanos de la resucitada “caza de indios”, usual en los tiempos coloniales, pero actualizada hoy día por los gobiernos de turno.

En primer lugar hemos caracterizado a este asesinato como de “asesinato ecológico” por varias razones.  No solamente por haber dado muerte a una de las dirigentes más emblemáticas de la lucha por la defensa del medio ambiente, la oposición a la construcción de los proyectos hidroeléctricos y protección a los recursos naturales.  También, por la defensa de una “ecología integral” que sea capaz de armonizar los diferentes ámbitos de la vida humana: la dimensión ética, la social y la relación con la naturaleza.  Hasta muy recientemente se nos tildaba de ser premodernos por nuestra forma de vida.  Sin embargo, tanto la evolución del pensamiento como de nuestras sociedades  desde comienzos del siglo veinte han sido autocríticos diciéndonos que el “desarrollo” occidental ni es liberador, ni basado en la justicia, equitativo o sostenible.
En segundo lugar, es un “asesinato político” por cuanto es el final de un proceso en el cual se termina con la vida de una persona por medios ilegales y anticonstitucionales.  Es un asesinato de la vida política  porque traiciona, deslegitima y contradice los principios democráticos en los que se basa nuestra democracia: diálogo, búsqueda de consensos, convenios internacionales, derechos humanos, amparo y resguardo constitucional para las diferentes etnias del país, derechos ancestrales y primigenios de los pueblos indígenas que prevalecen sobre la sociedad criolla y mestiza.  Por lo tanto, se trata de un doble asesinato político: hacia las personas y sus derechos humanos y hacia la vida política del país.
En tercer lugar, es un asesinato originario” por cuanto se ejecuta contra uno de los grupos autóctonos, étnicos y originarios más antiguos de Honduras y cuyas raíces se remontan al período precolombino de nuestra historia.  Un pueblo con una población de 400,000 lencas  Después de quinientos años de colonización y casi doscientos independencia aún no sabemos entender, respetar, dialogar, aceptar la diversidad cultural, sus ritmos, sus valores, su cosmovisión.  Donde aún no hemos sido capaces de darles su lugar y espacio en nuestra sociedad.  Berta Cáceres, en sus propias palabras decía que “nos consideramos custodios de la naturaleza, de la tierra y sobre todo de los ríos.  En todos los ríos residen los espíritus femeninos y las mujeres son sus principales guardianes”. Por eso ha rechazado que el río Gualcarque deje de ser de las comunidades lencas y pase a manos privadas por concesiones de más de treinta años y en contra del Convenio 169.
En cuarto lugar, quiere ser un “asesinato de las utopías indígenas” donde la tierra, las aguas, los bosques, las formas de vida, sus valores, cultura, organización comunitaria, cosmovisión, la manera de relacionarse con la naturaleza y la sociedad son lo opuesto a nuestra organización social .  Nada tienen que ver con nuestra economía de mercado, con el despotismo de las compañías transnacionales y las alianzas perversas de nuestra burguesía criollo-mestiza que traiciona a sus verdaderas raíces a cambio de un estándar de vida globalizado y que, como Pilatos, traiciona la verdad lavándose las manos en las aguas de la corrupción despojando a los más débiles de sus derechos.
Por último, deberíamos, como sociedad y país, hacer una petición de perdón y de humilde ignorancia hacia las comunidades indígenas como hizo el Papa Francisco en su reciente viaje a México: “ustedes tienen mucho que enseñarnos, que enseñar a la humanidad. Sus pueblos saben relacionarse armónicamente con la naturaleza, a la que respetan como «fuente de alimento, casa común y altar del compartir humano».  . ¡Qué tristeza! Qué bien nos haría a todos hacer un examen de conciencia y aprender a decir: ¡Perdón! Perdón hermanos, el mundo de hoy, despojado por la cultura del descarte, los necesita a ustedes.  Los jóvenes de hoy, expuestos a una cultura que intenta suprimir todas las riquezas y características diversidades culturales en pos de un mundo homogéneo, necesitan que no se pierda la sabiduría de sus ancianos”.
¡El asesinato de Berta Cáceres nunca podrá terminar con los sueños de la comunidad lenca, de las comunidades indígenas del país y los grupos sociales que buscan una “organización alternativa de la sociedad”!
Que descanse en Paz y Resucite para la Tierra Sin Males.

No hay comentarios: