sábado, 6 de octubre de 2012
Honduras no es un Estado fallido
Radio Progreso
Recientemente, el embajador de uno de los países de la Unión Europea acreditado en el país, señaló que Honduras no puede ser considerada un Estado fallido porque sus instituciones funcionan perfectamente.
Este diplomático completaba su idea diciendo que el Estado y sus instituciones funcionan perfectamente pero cuando se trata de preservar los intereses de quienes tienen el poder político y económico en el país.
Cuánta razón tiene dicho embajador, ya que las instituciones estatales funcionan a la perfección cuando se trata de revertir el incipiente proceso de reforma agraria pero no funcionan para cumplir el mandato constitucional de implementar una reforma agraria integral que haga desaparecer los latifundios y los minifundios.
Las instituciones del Estado funcionan perfectamente cuando se trata de mantener la impunidad de empresarios, políticos, policías y militares que cometen graves actos de corrupción y graves violaciones a derechos humanos pero no funcionan cuando las víctimas y la sociedad exigen conocer la verdad de lo sucedido, que no es otra cosa que investigar y sancionar a los responsables materiales e intelectuales.
Las instituciones del Estado funcionan perfectamente cuando se trata de criminalizar la protesta social, la libertad de expresión y cualquier acción de oposición a las políticas represivas y regresivas del gobierno pero no funciona cuando tienen la obligación de prevenir el asesinato de 20 personas diarias y de garantizar que los culpables sean castigados.
Las instituciones del Estado funcionan a la perfección cuando se trata de exonerar de impuestos a los grandes capitales o de hacerse la vista gorda ante la gravísima evasión fiscal por parte de la empresa privada y de los ricos del país pero no funciona cuando tiene la obligación de adoptar todas las medidas necesarias para evitar que la pobreza asesine lentamente por hambre, desnutrición y enfermedad.
Es una cuestión de vida o muerte recuperar el Estado y sus instituciones, depurarlas, transformarlas, destruirlas y reconstruirlas hasta lograr que realmente sean herramientas para la dignificación de la vida de millones de hondureños y hondureñas que diariamente son sacrificadas en el altar de la muerte y la miseria.
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