jueves, 1 de marzo de 2012
Honduras se quema y Grecia arde
Rebelión
Por Milson Salgado
Pudren al hombre en vida.
Lo Dibujan a Pulso. R.S.
El fuego es uno de los elementos que constituyen los cuatro principios últimos con que se formó la naturaleza, según la visión del filosofo griego Parmenides. Dentro de la experiencia sensible era lógico que se pensara así, porque el fuego permitía la cocción de los alimentos, daba abrigo en tiempos de frío, con él se fundían metales, proporcionaba luz en noches de tinieblas y era la metáfora más acertada para nombrar la pasión en las cosas del amor y para designar el ímpetu y el arrojo del espíritu guerrero. Sus claros beneficios no cegaban de ningún modo las catástrofes que causarían su malintencionada manipulación, como una clara demostración del principio: “de los contrarios”, que más tarde daría pie a la teorización filosófica de la dialéctica.
La visión cristiana confirió al fuego una categoría semántica de castigo. El averno en que se cocinaban las almas humanas era una oquedad hirviendo en que los hombres se quemaban por la eternidad. Troya ardió bajo el ímpetu de venganza de la traición amorosa. Roma Bajo Nerón. Pompeya bajo el fervor de la naturaleza subterránea del Vesubio y el apocalipsis de Juan, fue el infierno terrenal de los cristianos en las catacumbas bajo el imperio romano.
El fuego sigue siendo beneficioso y peligroso hoy como ayer: ¡Abran fuego! es la palabra mágica con que los invasores postmodernos arreglan los conflictos con su paz de bombas y aviones inteligentes. Con el fuego de los fusiles se asesinaron tantas personas en Honduras con el Golpe de Estado. Una antorcha de Paz cruza Latinoamérica y el mundo para preparar los juegos olímpicos de los antiguos griegos en Inglaterra, que a la vez es comparsa de las invasiones actuales de sus hijos desheredados que cruzaron el Atlántico a buscar fortuna hace un poco más de 200 años.
Paradójicamente, hoy la indignación del pueblo griego, heredero de la democracia más antigua recurrió al elemento de la naturaleza más arrasador. El fuego hizo arder edificios representativos de las finanzas donde se fabrican los espejismos de un falso desarrollo. Fue Parmenides contra los Pitágoras Modernos. Fue la ira contra los números neoliberales que defraudan la vida y la historia de un pueblo que está cansado de logaritmos inútiles. Fue Aristóteles contra Milton Friedman. Fue la democracia griega de 2412 años contra la ufana democracia estadounidense de apenas 236 años. Si los números no dan bienestar y no cuadran, es estúpido aguantar tanto círculo vicioso. Grecia arde bajo la ira de los súbditos de la Democracia.
Jugando el juego de la intrascendencia histórica una Honduras detonadora –aunque parezca extraño- de los últimos fuegos de la insurrección en el mundo, se quema. Honduras ardió y sigue ardiendo con un pueblo que vive la construcción de su propia utopía histórica. Esa Honduras que se ha construido después del Golpe de Estado arde. Arde con sus sueños de recobrar el paisito de las garras de la desgracia y arde con la esperanza de una patria redimida.
Sin embargo, el maniqueísmo se ha instaurado en Honduras como una nueva arma del discurso hegemónico. Es una película de buenos y malos la que vivimos a diario en los juicios poco afortunados de los altavoces del sistema: Los que piensan son malos, los borregos son los buenos.
- Somos más los buenos -dicen los políticos y los dueños del poder en sus comentarios- Los malos no nos pueden ganar- añaden. Y resulta que esos códigos del lenguaje que cruzan las ondas hertzianas con total impunidad, que esos signos del temor infundido que tangencialmente rasgan los comunicados oficiales, que esas palabras fabricadas en los laboratorios de los aparatos ideológicos del Estado dan órdenes subterráneas, y despiertan furores atrofiados. Hacen que los gatillos de las pistolas se disparen, que las llamas se enciendan, que se persiga a los diablos del pensamiento y que se instauren los castigos aquí en la tierra, pues el infierno es una promesa de castigo muy lejano.
Murieron más 350 personas en un centro de detención. Murieron quemados. Las circunstancias del incendio son el infierno de Dante. La exhibición de los cuerpos quemados es una claro mensaje de que lo invaluable de la vida es una retórica que vive en la jerga de los soñadores, y que hay órganos oficiales que la dan y que la quitan cuando quieren. Incluso Dios con la lógica de su tercermundismo bien vendido ya es un asunto de bobos. Los malos nacieron malos y la cultura puede dormir su siesta de inocencia porque los sistemas penales pueden tener la osadía de crear sus propios pretextos.
Qué buena noticia sería: ¡El mercado se quema! Y el mercado en realidad se quemó en la capital de la miserable Honduras. No fue el Wall Street estadounidense. Fue un mercado de trueque de pobres en Honduras. Fue un Tianguis provinciano que sostenía la economía de los pobres en Tegucigalpa y Comayagüela.
Tanta coincidencia horroriza. Tanta hondura de dolor quema. Tanta indiferencia ante la tragedia humana desgarra. Tanto miedo a la verdad y tanto pavor a las preguntas causa escepticismo. Los bomberos maniobrando con sus mangueras de fuego y los penitenciarios disparando a fantasmas de cenizas. Ni lo obvio es fuente primaria de conocimiento. ¡Qué inaudito! Este es el infierno de la Diosa griega Casandra, que tenía el privilegio de decir la verdad con la condición de que nadie la escuchara.
Y para coronar con la cereza de la objetividad científica, Estados Unidos que suele meter sus narices adonde más le interesa, con la premura de un apremio no comprendido por el sentido común, envía a la Agencia Federal Estadounidense ATF (Oficina de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos) que de paso ha estado involucrada en operaciones de dudosa reputación denominadas “Rápido y Furioso” y “Naufrago” en que proveyeron de armas a bandas de crimen organizado en América Latina. Si esta gente es capaz de eso, no digamos de las certificaciones que pueden extender para que la falsa paz encienda su retórica de palabrería y para que los recortes estatales al gasto de las políticas neoliberales no tengan sentimientos de culpa.
Honduras arde de ímpetu transformador pero la queman en vida. Grecia arde de autentica democracia y repudia la lógica del libre albedrio de los números: ¡ojalá que el neoliberalismo y su democracia de papel verde reciclado se siga quemando en Grecia y en el mundo como resultado de sus contradicciones internas, cual libro de la infamia en los fuegos purificadores de Fahrenheit 452! ¡Ojala que la historia de una vida humana más digna vuelva arder en los sueños recobrados de los nuevos indignados! El pueblo griego hace arder sus estructuras anquilosadas. Honduras se quema y precisamente el pueblo es la víctima.
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