sábado, 9 de julio de 2011
Movimiento de piezas en la embajada gringa
Radio Progreso
Esta semana se ha conocido la noticia del cambio de embajador de los Estados Unidos en Honduras. La noticia no está en el cambio del embajador, sino en el país que cambia sus representantes y en la coyuntura política que lo hace.
Como dato anecdótico resulta ver las numerosas fiestas, despedidas y reconocimientos al Señor Hugo Llorens, como si todos esos reconocimientos buscaran borrar las huellas de su participación en los preparativos y ejecución del primer golpe de Estado exitoso del siglo 21. Llorens se ha ido con sus fiestas y galardones, pero se ha ido igualmente con la carga de su responsabilidad en la ruptura constitucional y con el olor a sangre que significó la muerte de inocentes.
Hugo Llorens, como buen mercenario de la política, se movió con astucia para conducir la crisis política presentándola como un problema interno y alejando de responsabilidad a los sectores políticos y económicos transnacionales que representa. Con ese doble discurso, en el marco del golpe y con aportarle al gobierno de Lobo Sosa como carta de salida a la crisis, no solo aseguró los intereses de su gobierno en Honduras durante la crisis, sino que los amplió con las instalación de una nueva base militar norteamericana en la Mosquita hondureña, y con la aprobación de una serie de leyes en el Congreso Nacional que favorece los capitales de las trasnacionales que representa.
Con estos antecedentes, cómo entender la partida del embajador. Se va porque termina el tiempo asignado a Honduras. O se va porque cumplió con el papel de conducir la crisis política hasta el acuerdo mínimo de Cartagena que sirva de base para que la nueva representación diplomática juegue con las teclas en el marco de una nueva etapa política, posterior al golpe de Estado. Y todo, como si en Honduras no ha pasado nada.
Lisa Kubiske es la nueva embajadora gringa asignada a Honduras. Entre los escasos datos sobre ella, se dice que se ha desempeñado como diplomática de alto rango en la embajada de Estados Unidos en Brasil, y que su especialidad y habilidad en materia política es trabajar en países que estén cambiando de ideología política. Es decir, países que están pasando de gobiernos de derecha a gobiernos de centro o de centro izquierda, como el Ecuador, Paraguay y Perú para poner unos ejemplos.
Estos cambios en la política estadounidense, podrían confirmar la valoración que desde el Norte se tiene sobre Honduras. Para los gringos, la política en Honduras demanda cambios y exige nuevas posturas de parte de los diversos actores de la sociedad hondureña. Los gringos parece que se han dado cuenta, no así los rancios políticos internos, para quienes todos los cambios se hacen y se buscan para que en Honduras todo siga igual, y se siga manejando el Estado a su gusto y antojo.
Esta semana se ha conocido la noticia del cambio de embajador de los Estados Unidos en Honduras. La noticia no está en el cambio del embajador, sino en el país que cambia sus representantes y en la coyuntura política que lo hace.
Como dato anecdótico resulta ver las numerosas fiestas, despedidas y reconocimientos al Señor Hugo Llorens, como si todos esos reconocimientos buscaran borrar las huellas de su participación en los preparativos y ejecución del primer golpe de Estado exitoso del siglo 21. Llorens se ha ido con sus fiestas y galardones, pero se ha ido igualmente con la carga de su responsabilidad en la ruptura constitucional y con el olor a sangre que significó la muerte de inocentes.
Hugo Llorens, como buen mercenario de la política, se movió con astucia para conducir la crisis política presentándola como un problema interno y alejando de responsabilidad a los sectores políticos y económicos transnacionales que representa. Con ese doble discurso, en el marco del golpe y con aportarle al gobierno de Lobo Sosa como carta de salida a la crisis, no solo aseguró los intereses de su gobierno en Honduras durante la crisis, sino que los amplió con las instalación de una nueva base militar norteamericana en la Mosquita hondureña, y con la aprobación de una serie de leyes en el Congreso Nacional que favorece los capitales de las trasnacionales que representa.
Con estos antecedentes, cómo entender la partida del embajador. Se va porque termina el tiempo asignado a Honduras. O se va porque cumplió con el papel de conducir la crisis política hasta el acuerdo mínimo de Cartagena que sirva de base para que la nueva representación diplomática juegue con las teclas en el marco de una nueva etapa política, posterior al golpe de Estado. Y todo, como si en Honduras no ha pasado nada.
Lisa Kubiske es la nueva embajadora gringa asignada a Honduras. Entre los escasos datos sobre ella, se dice que se ha desempeñado como diplomática de alto rango en la embajada de Estados Unidos en Brasil, y que su especialidad y habilidad en materia política es trabajar en países que estén cambiando de ideología política. Es decir, países que están pasando de gobiernos de derecha a gobiernos de centro o de centro izquierda, como el Ecuador, Paraguay y Perú para poner unos ejemplos.
Estos cambios en la política estadounidense, podrían confirmar la valoración que desde el Norte se tiene sobre Honduras. Para los gringos, la política en Honduras demanda cambios y exige nuevas posturas de parte de los diversos actores de la sociedad hondureña. Los gringos parece que se han dado cuenta, no así los rancios políticos internos, para quienes todos los cambios se hacen y se buscan para que en Honduras todo siga igual, y se siga manejando el Estado a su gusto y antojo.
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