sábado, 23 de julio de 2011

¿Dónde está la tranca de los diálogos a la hondureña?


Radio Progreso

Por principio democrático y por una realidad humana básica, el diálogo es el modo propio de los seres humanos para resolver los conflictos, y nadie se puede negar al mismo, como ocurre entre los diversos actores y sectores de nuestra sociedad. A cualquiera que se le pregunte, dirá que está de acuerdo con el diálogo, aunque sus hechos estén diciendo lo contrario. El diálogo acerca posiciones, promueve encuentro de ideas y promueve soluciones.
Nadie en su sano juicio negará el diálogo. Sin embargo, en los últimos dos años hemos tenido muchos diálogos, pero ¿De verdad hemos dialogado en nuestro país? Si el diálogo es intercambio, respeto por las ideas y opiniones de los demás, y es un estado en el cual los dialogantes buscarán soluciones que dejan satisfechos a ambas partes, ¿acaso hemos tenido esos diálogos en nuestra Honduras en los últimos años?
De los diálogos que el actual Ejecutivo ha convocado en tres ocasiones consecutivas con distintos sectores, hasta ahora las respuestas a nuestras preguntas no quedan para nada satisfechas. Sí, se ha convocado a encuentro en donde representantes hablan y hablan, y el presidente se supone que escucha y escucha. Pasa el tiempo, y aquello quedó en una memoria que se va quedando atrás hasta perderse en un archivo del olvido.

Los primeros invitados fueron los representantes de los partidos políticos, constituidos y en formación. Posteriormente fueron invitadas las centrales obreras, y con la agenda “abierta” pidieron mejores condiciones de trabajo para sus agremiados. El más reciente invitado fue el sector educativo. Asistieron representantes de los distintos niveles públicos y privados. Y en todas estas rondas la historia se repite: no hay propuestas, solo argumentos y discursos.

La crisis que se destapó con el golpe de Estado nos ha hundido en rondas de encuentros y pláticas que se inscriben en lo que caracteriza a la crisis: un diálogo de sordos. Y esto significa que las rondas de diálogo se convocan desde quienes están seguros que tienen la verdad y buscan escuchar a los demás, pero para llevarlos a “su” verdad. Y así, las soluciones a la crisis se alargan indefinidamente.

De cualquier manera, si la gente se junta y se convoca, ya es un paso. Pero estos asuntos del país, así como están no se resuelven desde cúpulas. Quedarse así, los asuntos no pasan más que por amagos de solución. Por ello insistimos: en la organización está el camino para dialogar y debatir sobre los temas más urgentes del país, despojados de protagonismos hemos de avanzar en trabajar los consensos mínimos, desde luego: la educación y el trabajo digno están en la lista.

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