jueves, 14 de julio de 2011

Muere el compañero Jerónimo, artista del pueblo

Vos el Soberano

El compañero Jerónimo ha muerto. La vida calla...no se han dado detalles de su muerte, sin embargo, su cuerpo yace en la Morgue del Hospital Escuela de Tegucigalpa. Calla la vida, calla.

Chalio
Flores, atardeceres, guitarras...he visto a músicos cantando solitarios en sus cuartos de marfil y en escenarios de lujo, pero siempre vi a Jerónimo acompañando al pueblo en las calles de Tegucigalpa.

Rabioso, jodedor, como si estuviera siempre conectado a una electricidad que venía de la memoria, Jerónimo no dejaba de cantar y hacerse valer como personificación del pueblo. Y ese puesto lo reclamaba sin tapujos. Digno hijo de esas calles no se detenía y asumía lo que provocaba. Particularmente, en una ocasión, me provocó con acidez desmedida y su guitarra terminó de collar ante mi furia. Nos gritamos, nos juramos reventarnos la cara...pero... llegó ese día en que en un acto en la Biblioteca Nacional, se sentó a mi lado con su guitarra nueva y me dijo: "uy, mejor la pongo en otro lado antes que me la quebrés otra vez en la mema"... me dio la mano y me sonrío como sólo los coyotes de la Warner Brothers saben hacerlo. De ahí en adelante, no hubo rencores porque él sólo tenía tiempo para cantar y para ir en la correntada popular.
Solidario como el malandrín más leal, combativo como el cipote de barrio más pelión, había que darle ese espacio en los escenarios de Resistencia porque sino el hombre era puesto ahí a gritos por la gente, aún interrumpiera al cantor o cantora que estuviera a pleno pulmón, aún desbaratara la idea de la agenda cultural...su charango arrancaba de la misma forma que lo hacía en los bares y estancos y empezaba con el tracateo y latigazo al imperialismo, con la promesa de victoria, con la intensidad de un medium que hacía volver a Víctor Jara y a todos los cantores de la revolución, la revolución que volvía a ser un coro en los que lo rodeaban, la revolución que él vivió como si existiera ya y como si ya hubiéramos triunfado.

Jerónimo, compañero, vos me enseñaste lo que era la rabia, la indignación y el respeto por los cantores del pueblo. No fuiste un santo, no fuiste la moral que se ensalza en los figurones culturales. Eras el representante de la eterna asamblea de los excluidos, de los que nunca cantarán en salones relucientes. No. Vos eras guerrillero urbano con guitarra y sin fúsil. Eras un comando de la alegría. Eras la revolución, compa.

Andá quitale el trinche al diablo y dale lecciones a punta de charango!!

Hasta siempre, Compa!!
Fabricio Estrada

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