jueves, 11 de febrero de 2010
Haití: Tragedia y recrudecimiento de la violencia de género
Página/12 - Suplemento Las 12
Por Milagros Belgrano Rawson
“Y ahora ¿qué?” Pasadas las primeras semanas luego del sismo que el 12 de enero provocó más de 200.000 muertos en Haití, se abate la incertidumbre sobre el futuro de los que quedaron vivos. “Queda la fuerza de quienes quedamos con vida”, declaraba Lisa Marie Dejean, activista de una agrupación de mujeres, a la Radio Internacional Feminista (RIF). Sin olvidarse de los que, como ella, intentan seguir con sus vidas, Dejean se preocupa por los documentos históricos sobre el feminismo local que se perdieron bajo los escombros de la Biblioteca Nacional, en Puerto Príncipe y en la sede de Enfofam, la primera agrupación feminista de la isla.
Por si fuera poco, las mujeres aún lloran a Myriam Merlet, Magali Marcelin y Anne Marie Coriolan, las figuras más importantes del feminismo haitiano, que murieron durante el terremoto. Hace apenas unos días, activistas de todo el mundo llegadas a la isla para ayudar a los sobrevivientes bautizaron con los nombres de estas tres militantes al Campamento Feminista Internacional establecido a metros de la frontera entre República Dominicana y Haití. Esta iniciativa busca movilizar y transferir recursos a los haitianos. Entre los problemas que preocupan a sus organizadoras figuran la violencia sexual contra mujeres y niñas que viven en los campos instalados por las agrupaciones humanitarias. También preocupa la creciente trata de niñas y niños, un fenómeno que inquietaba a los organismos internacionales desde hacía varios años pero que luego del sismo ha renacido gracias a la confusión que reina en la isla.
Esta semana, el Instituto Haitiano de Bienestar Social, responsable de las adopciones de niños en ese país, denunció que desde el 12 de enero pasado en el país se trafican menores. “A través de los medios nos enteramos de que numerosos niños abandonaron el país desde entonces, pero ninguna autorización de partida fue emitida por el Instituto de Bienestar Social”, declaró a la agencia francesa AFP Jeanne Bernard Pierre, directora de este organismo, el único con la facultad de permitir la salida de menores huérfanos hacia el extranjero. Sin embargo, admitió que centenares de niños cuyos trámites de adopción estaban finalizados antes del sismo pudieron obtener visas para partir de forma legal junto a sus padres adoptivos. “Todo está desorganizado y ciertas personas se aprovechan para traficar niños”, lamentó la funcionaria.
El caso más resonante fue el de los 10 religiosos/as estadounidenses, que el viernes pasado fueron arrestados cerca de la frontera con República Dominicana llevando consigo, a bordo de un micro, una treintena de niños y niñas, entre ellos una bebé de siete meses, desnutrida y deshidratada. Ninguno de los menores tenía pasaporte y los norteamericanos no pudieron demostrar que los sacaban del país legalmente. Aseguraron pertenecer a una organización religiosa del estado de Idaho que busca darles un hogar en ese país.
La detención de estos estadounidenses fue casi milagrosa: el sismo ha causado bajas en más del 50 % de las fuerzas policiales haitianas. En realidad, desde el sismo que destruyó gran parte de Puerto Príncipe ya se han registrado violaciones a mujeres y niñas en los campamentos que las organizaciones humanitarias han instalado en varios puntos de la capital.
Por miedo a ser atacadas, algunas haitianas han tomado el asunto en sus propias manos. Según la organización británica ActionAid, muchas mujeres que se refugian en los campos han implementado un sistema de voluntarias que cuidan durante la noche a las mujeres y niñas que duermen. Desbordada, la policía sólo ha visitado los campos para tomar denuncias de violencia sexual. “Por ahora, se trata de incidentes aislados, pero muestran que las mujeres están en riesgo y deben ser protegidas”, declaraba al diario británico The Daily Telegraph Myra De Bruijn, voluntaria de ActionAid en Haití.
Después del tsunami que en el 2004 azotó el sudeste asiático, esta organización fue testigo de casos de violencia doméstica, ataques sexuales y acoso en los mismos campos donde se refugiaban los sobrevivientes. De modo que se ha animado a las mujeres haitianas de los campos a organizar estos sistemas de vigilancia caseros para reducir los riesgos de violencia.
En Haití, la violencia sexual ya era un problema grave antes del sismo: según un estudio realizado en el 2006 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), un tercio de las mujeres y niñas del país sufrieron violencia física o sexual. Más del 50 % de las víctimas de violencia eran menores de 18 años al momento de los hechos. El panorama parece aún más desolador si se piensa en la gran pérdida que ha significado para los derechos de las mujeres locales la muerte de Merlet y sus compañeras. Exiliada en los años ‘70, Merlet volvió a su país a principios de los ‘90 para luchar por la igualdad de género y racial. Fue una de las primeras en identificar y documentar la violencia sexual como arma política durante el régimen militar que gobernó al país entre 1991 y 1994. Hasta su muerte, ocurrida bajo los escombros de su casa en una barriada pobre de Puerto Príncipe el 12 de enero pasado, Merlet ocupaba el puesto de jefa de Gabinete en el Ministerio de la Mujer.
“Myriam era una luz y una fuerza para Haití”, la recordaba hace unos días su gran amiga Eve Ensler, autora de Los monólogos de la vagina. Las compañeras de Myriam, fallecidas durante el terremoto, también son recordadas. Marcelin fue la fundadora del primer refugio para mujeres golpeadas de Haití, mientras que Coriolan fue el cerebro de Solidarité Fanm Ayisyen, un activo grupo de derechos humanos. Para Taina Bien Aimé, directora de la sede haitiana de la organización humanitaria norteamericana Equality Now, la pérdida de estas mujeres significa “la desaparición de la mitad del movimiento de mujeres local”.
Extractado por La Haine
Por Milagros Belgrano Rawson
“Y ahora ¿qué?” Pasadas las primeras semanas luego del sismo que el 12 de enero provocó más de 200.000 muertos en Haití, se abate la incertidumbre sobre el futuro de los que quedaron vivos. “Queda la fuerza de quienes quedamos con vida”, declaraba Lisa Marie Dejean, activista de una agrupación de mujeres, a la Radio Internacional Feminista (RIF). Sin olvidarse de los que, como ella, intentan seguir con sus vidas, Dejean se preocupa por los documentos históricos sobre el feminismo local que se perdieron bajo los escombros de la Biblioteca Nacional, en Puerto Príncipe y en la sede de Enfofam, la primera agrupación feminista de la isla.
Por si fuera poco, las mujeres aún lloran a Myriam Merlet, Magali Marcelin y Anne Marie Coriolan, las figuras más importantes del feminismo haitiano, que murieron durante el terremoto. Hace apenas unos días, activistas de todo el mundo llegadas a la isla para ayudar a los sobrevivientes bautizaron con los nombres de estas tres militantes al Campamento Feminista Internacional establecido a metros de la frontera entre República Dominicana y Haití. Esta iniciativa busca movilizar y transferir recursos a los haitianos. Entre los problemas que preocupan a sus organizadoras figuran la violencia sexual contra mujeres y niñas que viven en los campos instalados por las agrupaciones humanitarias. También preocupa la creciente trata de niñas y niños, un fenómeno que inquietaba a los organismos internacionales desde hacía varios años pero que luego del sismo ha renacido gracias a la confusión que reina en la isla.
Esta semana, el Instituto Haitiano de Bienestar Social, responsable de las adopciones de niños en ese país, denunció que desde el 12 de enero pasado en el país se trafican menores. “A través de los medios nos enteramos de que numerosos niños abandonaron el país desde entonces, pero ninguna autorización de partida fue emitida por el Instituto de Bienestar Social”, declaró a la agencia francesa AFP Jeanne Bernard Pierre, directora de este organismo, el único con la facultad de permitir la salida de menores huérfanos hacia el extranjero. Sin embargo, admitió que centenares de niños cuyos trámites de adopción estaban finalizados antes del sismo pudieron obtener visas para partir de forma legal junto a sus padres adoptivos. “Todo está desorganizado y ciertas personas se aprovechan para traficar niños”, lamentó la funcionaria.
El caso más resonante fue el de los 10 religiosos/as estadounidenses, que el viernes pasado fueron arrestados cerca de la frontera con República Dominicana llevando consigo, a bordo de un micro, una treintena de niños y niñas, entre ellos una bebé de siete meses, desnutrida y deshidratada. Ninguno de los menores tenía pasaporte y los norteamericanos no pudieron demostrar que los sacaban del país legalmente. Aseguraron pertenecer a una organización religiosa del estado de Idaho que busca darles un hogar en ese país.
La detención de estos estadounidenses fue casi milagrosa: el sismo ha causado bajas en más del 50 % de las fuerzas policiales haitianas. En realidad, desde el sismo que destruyó gran parte de Puerto Príncipe ya se han registrado violaciones a mujeres y niñas en los campamentos que las organizaciones humanitarias han instalado en varios puntos de la capital.
Por miedo a ser atacadas, algunas haitianas han tomado el asunto en sus propias manos. Según la organización británica ActionAid, muchas mujeres que se refugian en los campos han implementado un sistema de voluntarias que cuidan durante la noche a las mujeres y niñas que duermen. Desbordada, la policía sólo ha visitado los campos para tomar denuncias de violencia sexual. “Por ahora, se trata de incidentes aislados, pero muestran que las mujeres están en riesgo y deben ser protegidas”, declaraba al diario británico The Daily Telegraph Myra De Bruijn, voluntaria de ActionAid en Haití.
Después del tsunami que en el 2004 azotó el sudeste asiático, esta organización fue testigo de casos de violencia doméstica, ataques sexuales y acoso en los mismos campos donde se refugiaban los sobrevivientes. De modo que se ha animado a las mujeres haitianas de los campos a organizar estos sistemas de vigilancia caseros para reducir los riesgos de violencia.
En Haití, la violencia sexual ya era un problema grave antes del sismo: según un estudio realizado en el 2006 por el Banco Interamericano de Desarrollo (BID), un tercio de las mujeres y niñas del país sufrieron violencia física o sexual. Más del 50 % de las víctimas de violencia eran menores de 18 años al momento de los hechos. El panorama parece aún más desolador si se piensa en la gran pérdida que ha significado para los derechos de las mujeres locales la muerte de Merlet y sus compañeras. Exiliada en los años ‘70, Merlet volvió a su país a principios de los ‘90 para luchar por la igualdad de género y racial. Fue una de las primeras en identificar y documentar la violencia sexual como arma política durante el régimen militar que gobernó al país entre 1991 y 1994. Hasta su muerte, ocurrida bajo los escombros de su casa en una barriada pobre de Puerto Príncipe el 12 de enero pasado, Merlet ocupaba el puesto de jefa de Gabinete en el Ministerio de la Mujer.
“Myriam era una luz y una fuerza para Haití”, la recordaba hace unos días su gran amiga Eve Ensler, autora de Los monólogos de la vagina. Las compañeras de Myriam, fallecidas durante el terremoto, también son recordadas. Marcelin fue la fundadora del primer refugio para mujeres golpeadas de Haití, mientras que Coriolan fue el cerebro de Solidarité Fanm Ayisyen, un activo grupo de derechos humanos. Para Taina Bien Aimé, directora de la sede haitiana de la organización humanitaria norteamericana Equality Now, la pérdida de estas mujeres significa “la desaparición de la mitad del movimiento de mujeres local”.
Extractado por La Haine
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