martes, 5 de enero de 2010
Desengaño y gobernanza
Cuando en un país reina el caos, es una vergüenza ser rico y funcionario.
CONFUCIO
La verdad hiere, pero la mentira mata.
ADAGIO POPULAR
El desengaño generalizado de la gente sobre la conducta de los que nos gobernarán y nos representarán es ya una realidad. El Presidente electo Porfirio Lobo Sosa ha propuesto el denominado Diálogo Nacional en un contexto en el cual, la mitad o más de las/os hondureñas/os, afirman que esa iniciativa ha sido, otra vez, una mera simulación. En tanto Don Porfirio no considere seriamente una aproximación al Presidente Constitucional Manuel Zelaya, al Frente Nacional de Resistencia Contra el Golpe en su calidad de interlocutores válidos, a nadie que sea sensato va a convencer de sus intenciones de trabar conversación transparente con todas/os y cada una/o de los sectores de la sociedad hondureña.
La suspicacia en relación a los nuevos administradores del Estado se agrava cuando las/os ciudadanas/os ven al presidente electo por los hondureños -a tres meses de su retorno a su patria- encarcelado en la Embajada de Brasil, por dar respuesta –de todas/os es conocido- a las necesidades sociales de las/os hondureñas/os. ¿ Quién, con dos dedos de frente, no sabe que lo tienen preso por querer alcanzar la equidad como fundamento de un nuevo orden de justicia social? La ciudadanía se halla al corriente de que el Presidente Zelaya está sufriendo en carne viva la violación de sus derechos por liderar propuestas de transformación de las condiciones materiales y sociales de la población.
Su proyecto de participación ciudadana estaba encaminado a sentar las bases para la construcción de una nueva condición de la ciudadanía, así como en el reconocimiento pleno y el ejercicio garantizado de los derechos fundamentales. Ignorar esta verdad no hace más que profundizar el desafecto por la democracia representativa. Y lo que es más grave, socava hasta la más mínima confianza hacia los miembros del gobierno 2010-2014.
Importantes sectores de la sociedad le envían indicadores a los “gobernantes” electos y les demandan la adopción de los principios orientadores del equilibrio social, como la universalidad, la garantía de los derechos sociales establecidos en las normativas internacionales y nacionales. Más temprano que tarde, deberán entender que las/os ciudadanas/os de hoy están dispuestos a luchar por la equidad social a fin de romper la dicotomía tradicional que divide lo social de lo económico, subordinando lo social a lo económico y no a la inversa.
La ciudadanía se halla en su mejor disposición de contribuir al fortalecimiento practica humanista de la economía, la democratización de la propiedad de la tierra, la generación de empleo productivo y la reestructuración del régimen de remuneraciones, como ya lo establecía la agenda política de Zelaya Rosales, quien recogió las preocupaciones de la comunidad internacional en la Cumbre del Milenio (Nueva York, septiembre de 2000). Los gobernantes que ignoren estas aspiraciones populares estarán dándole la espalda a las posibilidades reales de entrar en el siglo XXI, e irremediablemente se quedarán, de un solo golpe, rezagados e incomunicados.
El gobierno que no oriente su política a encarar la solución de los problemas sociales más urgentes se enfrentará, ¡eso sí!, con una oposición organizada, que posee una visión de país bien definida, en la cual el Estado debe estar al servicio de la construcción de una sociedad equitativa, incluyente, en la que la promoción del respeto a los derechos de los sectores tradicionalmente excluidos (pueblos indígenas, población en situación de extrema pobreza, niñas/os, jóvenes, ancianas/os, mujeres) se convierta en realidad. De lo contrario la gobernanza será, una vez más, una materia pendiente. O lo que es lo mismo: cuatro años menos de una peligrosa cuenta regresiva.
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