lunes, 25 de enero de 2010

País pobre


Por Julio Escoto

Sobran probabilidades de que a junio próximo los organismos mundiales de finanzas y las instituciones observadoras del desarrollo declaren a Honduras país más pobre de América tras Haití, cuya tragedia lo suma en desamparo y en nación militarmente ocupada. Añadidas a la crisis mundial, las secuelas que aquí deja la dictadura golpista se experimentan ya en el deterioro del negocio del turismo, que es bastión de nuestra sencilla economía; en el aletargamiento del rubro de construcción, generador de empleo; en el cese de inversiones significativas y de megaproyectos privados o estatales con calidad de impacto socioeconómico, que es decir de progreso sustentable, así como en el decremento de las reservas internacionales y del patrón de consumo, perjuicios tan obvios que no exigen documentarlos.

Para ocultar el desastre protagonizado por la administración de facto se suspendió la información pública sobre el quehacer gubernamental y se negó acceso a fuentes transparentes. No se sabe -pero se sabrá- qué queda del fondo de acumulación de la factura petrolera, un acuerdo con la Alba; los montos por sueldos y salarios de "personal de confianza", ejemplo en casa presidencial, entre otros. Con solamente fiscalizar lo erogado en viajes de comitivas publicitarias al exterior, lo gastado desde MOPT, Hondutel y ENP en el período, o los subsidios dados para movilización de "marchas blancas" se exhibirían espectaculares escándalos de corrupción. Eso para no citar crímenes cometidos y que residen en la impunidad: el asesinato de Isis Obed en Toncontín, no precisamente con balas de goma, y otros que provoca dolor recordarlos.

Hasta el momento faltan datos fidedignos sobre lo que parece ser la gran certeza: que se debe internamente a los mil diablos, que se sustrajo recursos de sagrados fondos de pensiones profesionales, que hay atrasos de planillas y presupuestos como nunca desde la época de Mejía Colindres; que en propaganda, tanquetas y bombas lacrimógenas se gastó más que en educación; que no hay medicamentos en los hospitales, que ilegalmente se desvió recursos del Estado a candidaturas políticas, a soborno de militares y policías, a contratar sicarios colombianos y para abundante pago de mercenarios de la comunicación.

Peor todavía, el daño al bienestar psíquico y concreto de la población es inmensurable. En un semestre se retrocedió de un crecimiento macro porcentual de cinco hasta menos dos, y los índices de pobreza y analfabetismo, que empezaban a señalar mínimos descensos, pero descensos al fin, no solo se estacionaron sino que volvieron a crecer. La obstrucción a campañas como "Yo sí Puedo" solo por estar activadas con maestros cubanos, como las de salud por liderarlas médicos de ese país, y a las que se suspendió por cuestiones rudamente ideológicas (si bien durante los años anteriores no produjeron ningún cambio ideológico en las gentes) revelan hasta a los incautos que cuando se trata de impedir el mejoramiento de los pueblos las clases dominantes no subestiman nada, ni siquiera prostituir la Constitución.

A ello se añade el hondo cisma causado entre la ciudadanía por el golpe de Estado, una fractura que la propuesta de la cuarta urna mantenía solo en términos políticos, pues si bien enfrentó a amplios sectores de Honduras no llegó en ningún minuto a amenazar la institucionalidad. La dictadura esparció sufrimiento, pena y lágrimas, tortura e injusticia; así será inevitablemente su retribución por la ley del karma. Si el crimen paga, también se paga.

Eso es lo que desaparece ahora, la ocurrencia de la pesadilla. Ojalá el hombre que asume la presidencia (no el poder) este miércoles disponga de genio y sabiduría para esclarecer la verdad y corregir la tentación de la bestia, de modo que ese tercio de pueblo que apoyó lo nefasto jamás consienta nada similar y se vacune contra el vicio antidemocrático. Debe hacerlo pues si no erradica la basura, las fuerzas basura irán tras él. Suerte, pues.

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