martes, 19 de enero de 2010

“En Honduras quieren acallar a la prensa independiente y popular”

Rebelión


Desde algún lugar de la región habla César Silva, el periodista que fue secuestrado y torturado.

Giorgio Trucchi
Rel-UITA


El pasado 29 de diciembre, César Silva, comunicador social comprometido con la lucha del pueblo hondureño contra el golpe de Estado, fue secuestrado y salvajemente golpeado y torturado por desconocidos que asegura eran militares o policías, aunque vestidos de civil. Según las diferentes organizaciones de derechos humanos de Honduras, este hecho es parte de una estrategia represiva impulsada por el gobierno de facto en contubernio con las fuerzas represivas del país, para sembrar el terror entre la población y los medios de comunicación que no se han plegado a las fuerzas golpistas.

César Silva, junto con Edwin Renán Fajardo, el joven de 22 años asesinado el pasado 22 de diciembre, son autores de un sinnúmero de audiovisuales que han sido material imprescindible para relatar al mundo la tragedia del pueblo hondureño dede el 28 de junio y para organizar actividades formativas y de concienciación de la Resistencia en diferentes barrios y colonias de la capital y en el resto del país.

Durante su secuestro fue encapuchado y conducido a las afueras de Tegucigalpa, donde le interrogaron durante un día entero para que diera informaciones sobre supuestos depósitos de armas de la Resistencia en el país. Fue salvajemente golpeado y torturado, desnudado y casi asfixiado, y al final le liberaron, lo que no ocurrió a Walter Tróchez, el defensor de derechos humanos asesinado pocos días después de su secuestro.

Sirel se movilizó hacia algún lugar de la región centroamericana¹ para reunirse con César Silva, quien inmediatamente después de su secuestro y liberación decidió escuchar los consejos de amigos y amigas, y abandonó el país con su familia para salvaguadar su vida.

¿Cómo ocurrió el secuestro?
Venía de la zona sur del país donde había distribuido material audiovisual a redes campesinas y llegando a la capital, abordé un taxi para irme a casa. No podía imaginar que mi celular estaba intervenido y que estaban escuchando todas mis conversaciones en las que indicaba por dónde me estaba desplazando.

Al llegar cerca del anillo periférico, una camioneta se acercó al taxi y las personas que estaban adentro sacaron la pistola y nos detuvieron. Pensando a un atraco les dije que se llevaran mi equipo pero la respuesta fue contundente: “No son esas mierdas las que buscamos, es a vos, hijo de puta, que venimos a llevarte”.

Me montaron en la camioneta, amenazaron al taxista para que se olvidara de lo ocurrido y arrancaron. Primero me obligaron a recostar la cabeza entre las piernas y cuando ya no aguantaba, me golpearon en la cara y me encapucharon. Después de una hora llegamos a un lugar en el campo y me encerraron en un cuarto totalmente oscuro, y ahí comenzó el interrogatorio.

¿Qué pasó después?
La agresividad de los que me interrogaban fue creciendo con el pasar de las horas, aunque había siempre uno de los secuestradores que trataba de ser más amable conmigo, pero sabía que se trataba de una estrategia. Me preguntaban dónde estaban las armas, por dónde entraban en el país, cuántas células estaban a mi cargo y cuáles eran los contactos internacionales.

Yo no entendía qué era lo que querían y les repetía que era periodista y que no sabía nada de armas. Luego comenzaron a ponerse nerviosos y a golpearme fuertemente en la cara, en el estómago, en la espalda y en los testículos. Me desnudaron y me mojaron, después me tiraron al suelo, me echaron agua en la nariz y me pusieron una silla en la traquea para asfixiarme.

Sabían perfectamente quien era, y en algún momento hablaron del material audiovisual que producía con Renán Fajardo, y hasta lo mencionaron. Ya en la madrugada trataron de asustarme más y en voz alta comenzaron a planificar mi asesinato, pero al final decidieron liberarme. Me montaron en un vehículo y cuando se detuvieron la persona que andaba a mi lado me dio una patada en la espalda y me tiró en la calle.

Me levanté y decidí denunciar lo ocurrido al COFADEH para que quedara constancia de lo que está ocurriendo en Honduras.

¿Te preguntaste el por qué de tu secuestro?
Cuando la represión ya no se da a diario en las movilizaciones, comienzan a generarse capturas selectivas. En mi caso, creo que el trabajo que desarrollé con Renán durante el cierre de Radio Globo y Cholusat Sur-Canal 36 hizo bastante daño a los golpistas, porque nuestro material llegaba a todos los rincones y de alguna manera ayudaba a romper el aislamiento y la desinformación, que era el objetivo del gobierno de facto.

Hacíamos material audiovisual enfocado en todo lo que ocurría en el país, relatando la represión, los asesinatos, la violencia y lo distribuíamos para que la Resistencia lo usara para informar a la gente que ya no podía escuchar o ver las noticias en los medios cerrados.

Al final decidimos suspender este trabajo porque comenzaron los cateos y la represión durante las actividades y hubo varios asesinatos entre los líderes de la Resistencia que organizaban estas actividades en los barrios y colonias.

¿Por qué crees que decidieron no asesinarte?
Creo que nunca hubo la orden de hacerlo, y sobre todo, porque querían usar mi caso para sembrar el terror entre los colegas nacionales que llevan adelante un trabajo que de verdad duele a los golpistas. El mensaje es para los demás: si pudieron hacer esto conmigo lo pueden hacer en cualquier momento con cualquier otro periodista. Lo que quieren es acallarnos.

Lo que sí me preocupa es que existe una gran cantidad de colegas que se ha plegado a los poderes golpistas, se han vendido por unas monedas y venden la sangre de la gente por un trabajo.

¿Por qué decidiste salir del país?
Después de mi secuestro sabía que en cualquier momento podían llegar a mi casa y asesinarme. Además, los organismos de derechos humanos y varios amigos me dijeron que ya no querían tener más fotografías de víctimas y me aconsejaron salir del país. Ojalá sea algo momentáneo, porque mi deseo es regresar y poder seguir con mi trabajo.

No tengo miedo, sin embargo debo ser más cauteloso para no entregar mi vida así tan fácilmente. Que luchen un poco más si me quieren matar.

Nota:
¹ Se omite la ubicación exacta a petición del entrevistado, por razones de seguridad.

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