miércoles, 20 de enero de 2010
La investidura
El Tiempo
Por Víctor Manuel Ramos
Un poco le han fallado las cuentas a Villeda Bermúdez. Para el próximo 27 de enero se esperan tres ceremonias, cuya importancia depende, indudablemente, de la lente con la cual se les mire. La primera es el ascenso, a la Presidencia de la República, de Lobo Sosa, quien, incuestionablemente no ha tenido un verdadero triunfo en la reciente mascarada de elecciones. Los electores hondureños no votaron y eso hizo posible que Lobo obtuviera un número mayor de votos sobre su contendiente Elvin Santos, quien perdió porque los liberales no acudieron a las urnas, en castigo por la postura golpista. Lobo apenas ha logrado el 15% de votos del padrón electoral. Y, demostrado está, las elecciones no fueron masivas, lo que hubo fue un agrandamiento de las cifras en los conciliábulos entre la camarilla gobernante y los miembros ilegales del Tribunal Electoral.
Eso lo ha convertido en un mandatario débil, que actuará sin respaldo popular, con gran sometimiento y con la espada de Damocles del pensamiento político michelettista encima que fiscalizará sus actos y le enviará al exilio si se aparta de los dictados impuestos por la empresa privada, los militares y los norteamericanos. Divorciado totalmente del pueblo. Es probable que en la barcaza en sienta las olas de la crisis y del rechazo que el nuevo gobierno tiene entre la mayoría de la población, que no son artificiales, pero que difícilmente pueden percibirse estando embobado por el opio del michelettismo. El presidente Óscar Arias ha tenido las palabras justas para calificar al nuevo mequetrefe que se subirá sobre las espaldas de los hondureños, e igual opinión tiene la mayoría del mundo y de los hondureños.
La segunda es la ausencia del golpista Micheletti en la toma de posesión de Lobo Sosa, no porque realmente no lo desee, que se muere de deseo por ir al estadio cargado de las chapitas que le han entregado sus aduladores –la placa que se puso en el bulevar de San Pedro Sula hay que entregársela para que le sirva de escudo porque está aterrorizado, temeroso de que el pueblo le cobre sus crímenes-, sino porque las presiones que vienen de fuera y de dentro, incluida la ejercida por el mismo Lobo Sosa y Los Estados Unidos, le impiden llegarse hasta el estrado para hacer el traspaso de la banda presidencial que ostenta de manera fraudulenta. Pepe exige, con el apoyo del gobierno norteamericano y de la comunidad internacional –todos coinciden en que lo de aquí fue un golpe de Estado-, la salida de Micheletti de la Presidencia de facto, presión a la que se ha resistido sin importarle un comino que con esa actitud soberbia pone en precario el apoyo internacional que podría recibir el gobierno de Lobo y el pueblo de Honduras.
Micheletti no ha salvado ninguna democracia, al contrario, se ha interpuesto para impedir que el pueblo pudiera opinar sobre que quiere para su patria. Ha impedido una consulta popular para saber si las mayorías desean o no una nueva constitución. Se ha interpuesto, para levantar un muro a las aspiraciones de las grandes mayorías de vivir en una sociedad que les permita dignidad y el abandono de la miseria y la explotación, que devuelva las riquezas del país al pueblo y se las arrebate a la oligarquía que se las ha apropiado de manera fraudulenta.
Es muy probable que los camisetas blancas acudan al Estadio, imbuidos de la nueva doctrina de la sucesión constitucional. La mayoría podría ir en paños menores porque, como lo acepta RABIBER, casi todos, apenas tiene un “exiguo guardarropa” y yo agregaría que igualmente tiene las tripas vacías, como consecuencia de los logros de la democracia no contaminada que defienden Villeda y Micheletti y necesitan, como lo afirma Luis Chávez -se trata de otro Chávez, no se asuste, amigo mío-, caricaturista de Tiempo, protección contra la miseria, de por vida.
Coincido con Villeda en que la democracia seguirá adelante en el país, pero de ahora en adelante, empujada por las masas que ya se cansaron de las mentirijillas de los partidos tradicionales y los partiduchos menores legalmente inscritos que han hecho, del pueblo hondureño, una piltrafa y que sólo se sirven de él para que acuda a votar en las seudo elecciones que, sin lugar a dudas, es el único elemento que caracteriza a nuestra democracia, sin dejar de anotar que las elecciones son una completa farsa, desde el método de escoger a los candidatos hasta las trabas que se pone a las candidaturas independientes y a la inscripción de nuevos partidos. La crisis que vive el país la han generado Micheletti y sus adláteres. Han esquilmado el país y entregarán a Lobo un país aislado, endeudado y comprometido hasta la médula, pues se han anticipado en firmar contratos leoninos que dañan a la economía nacional pero que favorecen las arcas de los empresarios voraces y deshonestos.
Esto lo ha confesado el mismo Micheletti. Han robado a manos llenas en seis meses lo que hubieran hecho en cuatro años.
El traspaso del mando será deslucido. No habrá dignatarios extranjeros, aunque para RAVIBER esto no tiene importancia, pues estarán ahí los amigos, entiéndase enemigos de la democracia: la gusanera cubana, la ultraderecha empresarial centroamericana, los criminales salvadoreños y guatemaltecos, los sionistas israelitas, los criminales de Sarajevo, las altas jerarquías católicas y protestantes totalmente desprestigiadas, los jefes militares encausados, quizás el héroe Posada Carriles autor de la voladura de un avión en pleno vuelo lleno de jóvenes deportistas, etc. No estarán, de acuerdo con Villeda, los intransigentes y ciegos: léase Lula Da Silva, Evo Morales, Felipe Calderón, Rafael Correa, Cristina Kischner, Michelle Bachelet, el Rey Juan Carlos o el Príncipe Felipe, entre otros (no menciono a Hugo Chávez porque es un despojo derrotado por Micheletti). Eso no tiene importancia, para un país autosuficiente como Honduras que no lanza semillas en tierras estériles, ni en fértiles.
Pero habrá un tercer evento trascendente que levantará olas de mayor fortaleza en el tranquilo mar de la democracia de RAVIBER. Será la manifestación masiva del pueblo hondureño, en todos los confines del país, para desafiar a los usurpadores y para advertirles que el camino hacia la democracia está marcado y que será la lucha del pueblo unido, en torno a la dirección de la Resistencia, quien hará posible, más temprano que tarde, el triunfo que permitirá, por fin, que este país sea libre de veras.
Ahora los golpistas se han querido anticipar para, como reza en el acta de nuestra falsa independencia, evitar que se adelanten los pueblos a proclamar la independencia por sí mismos. Descifrando un poco el pensamiento de Villeda Bermúdez, me asalta una duda de interpretación histórica y, creo que no está demás mi inquietud: quisiera que Villeda Bermúdez me respondiera si lo que le ocurrió al presidente Villeda Morales fue un golpe de Estado o una sucesión constitucional para rescatar, a aquella Honduras de entonces, del comunismo y del pueblo hondureño. Si fue una sucesión constitucional, porque igual, los militares de esa época lo hicieron para salvar la democracia, López Arellano debe ser reconocido, desde el mismo 3 de octubre, como Presidente Constitucional. Aunque eso, igualmente, la historia lo dilucidará.
Por Víctor Manuel Ramos
Un poco le han fallado las cuentas a Villeda Bermúdez. Para el próximo 27 de enero se esperan tres ceremonias, cuya importancia depende, indudablemente, de la lente con la cual se les mire. La primera es el ascenso, a la Presidencia de la República, de Lobo Sosa, quien, incuestionablemente no ha tenido un verdadero triunfo en la reciente mascarada de elecciones. Los electores hondureños no votaron y eso hizo posible que Lobo obtuviera un número mayor de votos sobre su contendiente Elvin Santos, quien perdió porque los liberales no acudieron a las urnas, en castigo por la postura golpista. Lobo apenas ha logrado el 15% de votos del padrón electoral. Y, demostrado está, las elecciones no fueron masivas, lo que hubo fue un agrandamiento de las cifras en los conciliábulos entre la camarilla gobernante y los miembros ilegales del Tribunal Electoral.
Eso lo ha convertido en un mandatario débil, que actuará sin respaldo popular, con gran sometimiento y con la espada de Damocles del pensamiento político michelettista encima que fiscalizará sus actos y le enviará al exilio si se aparta de los dictados impuestos por la empresa privada, los militares y los norteamericanos. Divorciado totalmente del pueblo. Es probable que en la barcaza en sienta las olas de la crisis y del rechazo que el nuevo gobierno tiene entre la mayoría de la población, que no son artificiales, pero que difícilmente pueden percibirse estando embobado por el opio del michelettismo. El presidente Óscar Arias ha tenido las palabras justas para calificar al nuevo mequetrefe que se subirá sobre las espaldas de los hondureños, e igual opinión tiene la mayoría del mundo y de los hondureños.
La segunda es la ausencia del golpista Micheletti en la toma de posesión de Lobo Sosa, no porque realmente no lo desee, que se muere de deseo por ir al estadio cargado de las chapitas que le han entregado sus aduladores –la placa que se puso en el bulevar de San Pedro Sula hay que entregársela para que le sirva de escudo porque está aterrorizado, temeroso de que el pueblo le cobre sus crímenes-, sino porque las presiones que vienen de fuera y de dentro, incluida la ejercida por el mismo Lobo Sosa y Los Estados Unidos, le impiden llegarse hasta el estrado para hacer el traspaso de la banda presidencial que ostenta de manera fraudulenta. Pepe exige, con el apoyo del gobierno norteamericano y de la comunidad internacional –todos coinciden en que lo de aquí fue un golpe de Estado-, la salida de Micheletti de la Presidencia de facto, presión a la que se ha resistido sin importarle un comino que con esa actitud soberbia pone en precario el apoyo internacional que podría recibir el gobierno de Lobo y el pueblo de Honduras.
Micheletti no ha salvado ninguna democracia, al contrario, se ha interpuesto para impedir que el pueblo pudiera opinar sobre que quiere para su patria. Ha impedido una consulta popular para saber si las mayorías desean o no una nueva constitución. Se ha interpuesto, para levantar un muro a las aspiraciones de las grandes mayorías de vivir en una sociedad que les permita dignidad y el abandono de la miseria y la explotación, que devuelva las riquezas del país al pueblo y se las arrebate a la oligarquía que se las ha apropiado de manera fraudulenta.
Es muy probable que los camisetas blancas acudan al Estadio, imbuidos de la nueva doctrina de la sucesión constitucional. La mayoría podría ir en paños menores porque, como lo acepta RABIBER, casi todos, apenas tiene un “exiguo guardarropa” y yo agregaría que igualmente tiene las tripas vacías, como consecuencia de los logros de la democracia no contaminada que defienden Villeda y Micheletti y necesitan, como lo afirma Luis Chávez -se trata de otro Chávez, no se asuste, amigo mío-, caricaturista de Tiempo, protección contra la miseria, de por vida.
Coincido con Villeda en que la democracia seguirá adelante en el país, pero de ahora en adelante, empujada por las masas que ya se cansaron de las mentirijillas de los partidos tradicionales y los partiduchos menores legalmente inscritos que han hecho, del pueblo hondureño, una piltrafa y que sólo se sirven de él para que acuda a votar en las seudo elecciones que, sin lugar a dudas, es el único elemento que caracteriza a nuestra democracia, sin dejar de anotar que las elecciones son una completa farsa, desde el método de escoger a los candidatos hasta las trabas que se pone a las candidaturas independientes y a la inscripción de nuevos partidos. La crisis que vive el país la han generado Micheletti y sus adláteres. Han esquilmado el país y entregarán a Lobo un país aislado, endeudado y comprometido hasta la médula, pues se han anticipado en firmar contratos leoninos que dañan a la economía nacional pero que favorecen las arcas de los empresarios voraces y deshonestos.
Esto lo ha confesado el mismo Micheletti. Han robado a manos llenas en seis meses lo que hubieran hecho en cuatro años.
El traspaso del mando será deslucido. No habrá dignatarios extranjeros, aunque para RAVIBER esto no tiene importancia, pues estarán ahí los amigos, entiéndase enemigos de la democracia: la gusanera cubana, la ultraderecha empresarial centroamericana, los criminales salvadoreños y guatemaltecos, los sionistas israelitas, los criminales de Sarajevo, las altas jerarquías católicas y protestantes totalmente desprestigiadas, los jefes militares encausados, quizás el héroe Posada Carriles autor de la voladura de un avión en pleno vuelo lleno de jóvenes deportistas, etc. No estarán, de acuerdo con Villeda, los intransigentes y ciegos: léase Lula Da Silva, Evo Morales, Felipe Calderón, Rafael Correa, Cristina Kischner, Michelle Bachelet, el Rey Juan Carlos o el Príncipe Felipe, entre otros (no menciono a Hugo Chávez porque es un despojo derrotado por Micheletti). Eso no tiene importancia, para un país autosuficiente como Honduras que no lanza semillas en tierras estériles, ni en fértiles.
Pero habrá un tercer evento trascendente que levantará olas de mayor fortaleza en el tranquilo mar de la democracia de RAVIBER. Será la manifestación masiva del pueblo hondureño, en todos los confines del país, para desafiar a los usurpadores y para advertirles que el camino hacia la democracia está marcado y que será la lucha del pueblo unido, en torno a la dirección de la Resistencia, quien hará posible, más temprano que tarde, el triunfo que permitirá, por fin, que este país sea libre de veras.
Ahora los golpistas se han querido anticipar para, como reza en el acta de nuestra falsa independencia, evitar que se adelanten los pueblos a proclamar la independencia por sí mismos. Descifrando un poco el pensamiento de Villeda Bermúdez, me asalta una duda de interpretación histórica y, creo que no está demás mi inquietud: quisiera que Villeda Bermúdez me respondiera si lo que le ocurrió al presidente Villeda Morales fue un golpe de Estado o una sucesión constitucional para rescatar, a aquella Honduras de entonces, del comunismo y del pueblo hondureño. Si fue una sucesión constitucional, porque igual, los militares de esa época lo hicieron para salvar la democracia, López Arellano debe ser reconocido, desde el mismo 3 de octubre, como Presidente Constitucional. Aunque eso, igualmente, la historia lo dilucidará.
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