miércoles, 20 de enero de 2010

Traspaso de Mando sin presencia de la comunidad internacional

El Tiempo


Faltan pocos días para la toma de posesión del gobierno del Partido Nacional, presidido por el licenciado Porfirio (Pepe) Lobo Sosa, y todo parece indicar que este acontecimiento será en privado, por así decirlo, pues a la solemnidad del “traspaso” del mando no la elevará la presencia de la comunidad internacional.


Una de las acepciones del vocablo “traspaso” (5 DRAE) es “Acción de pasar otra vez por el mismo lugar”. La nación hondureña espera que no sea ese el sentido de este traspaso del gobierno, sino que corresponda a la segunda acepción, o sea “Pasar adelante, hacia otro lado”.


Conviene decir esto, e incluso recalcarlo, porque mucho depende de tal diferenciación para que el gobierno entrante, al ser realmente nuevo, pueda conseguir el reconocimiento de la comunidad internacional, toda vez que no contó con la transición cuasi constitucional exigida para allanarle el paso al concierto mundial de Estados y al respeto de sus respectivas naciones.


En la situación de demencia golpista de la élite del poder en Honduras, se llega hasta aplaudir el hecho de que nuestro país haya sido marginado de la confraternidad planetaria. Dicen que es mejor así, porque por primera vez los hondureños tenemos la oportunidad de ser independientes y probar, además, nuestras propias alas, que imaginan más poderosas que las del águila o del cóndor.


También proclama esta élite del poder y sus advenedizos que, de cualquier manera, basta con que unos tres o cuatro países —entre ellos Estados Unidos, por supuesto— estén oficialmente representados en los actos de toma de posesión, confirmando así su respaldo al gobierno entrante y a la “democracia” catracha, pues los demás poco importan ni se necesitan.


Esta es, por cierto, una extraña y muy torpe concepción de la independencia nacional y de la integridad política en un mundo totalmente internacionalizado y, en algunos aspectos, progresivamente globalizado.


Es en virtud de esta realidad mundial que el gobierno entrante —y ojalá que el gobierno nuevo— se verá en la necesidad de redoblar esfuerzos, aguzar la inteligencia y maximizar la experticia diplomática para lograr en el mediano plazo, al menos, la reinserción de Honduras en el sistema americano y en la comunidad internacional.


En esta necesaria perspectiva, un nuevo gobierno tendría que ponderar muy a fondo la conformación de su andamiaje diplomático, en tanto pieza clave para el éxito en el relacionamiento con todos los países y los organismos internacionales, de lo que depende, en mucho, la cooperación para superar la profunda crisis económica en que está Honduras y la colectividad hondureña.


El trabajo diplomático realizado en el gobierno de facto, si es que puede considerársele trabajo, ha sido desastroso para nuestro país. Su esfuerzo mayúsculo, por no decir único, fue el de tratar de convencer al mundo entero de que el golpe de Estado militar del 28 de junio de 2009 no fue tal, sino la charada de la “sucesión constitucional”. Ese objetivo, de plano fracasado, lo han perseguido hasta el último momento, cerrando el paso al sendero de la ilusión constitucional.


El presidente Lobo Sosa, como jefe de la política exterior, tendrá que darle mucho pensamiento a esta parte realmente estratégica de su gobierno, sin duda marcando una clara, visible y contundente diferenciación de su equipo diplomático, en base al conocimiento, el profesionalismo, la lealtad a Honduras, la destreza operativa y, sobre todo, la amplitud ideológica y el reconocimiento internacional de la moral en el cumplimiento de los valores y principios inherentes al régimen constitucional.

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