jueves, 21 de enero de 2010
El terremoto en Haití y el imperialismo
Alainet
Por Marco A. Gandásegui
El terremoto que sacudió a Haití y, en particular, su ciudad capital, Puerto Príncipe, causó decenas de miles de muertes y muchas interrogantes. Después de una semana de los trágicos movimientos sísmicos, aún no se conoce la cifra exacta de los damnificados y tampoco se ha podido establecer un mecanismo para darle sepultura decente a los muertos o iniciar la reconstrucción.
Hay varios elementos que deben ser tomados en cuenta para entender lo que pasa en Haití. En primer lugar, el país isleño fue ocupado militarmente por EEUU hace diez años. El presidente Bush decidió poner fin a la democracia en ese país exiliando a su presidente, Jean Bertrand Aristide, a Africa del Sur. EEUU le pasó el mandato de la ocupación militar a Brasil y contingentes armados de otros países de América latina. En este período de ocupación militar, Haití ha sido sometido al saqueo de sus riquezas y a la represión de su población.
La primera vez que EEUU ocupó a Haití fue en 1915. La presencia norteamericana duró 19 años, período en el cual subordinó las finanzas del país a la banca de Nueva York, la convirtió en una fábrica de azúcar y se aseguró que su población siguiera en la pobreza extrema. Décadas después, en el marco de la histeria del “anticomunismo”, EEUU instauró la dictadura de François Duvalier, “Papa Doc” que se extendió por más de treinta años (incluyendo el período de Jean-Claude Duvalier, “Baby Doc”).
Las relaciones comerciales entre EEUU y Haití se remontan a fines del siglo XVIII cuando Haití todavía era una colonia de Francia. Después de su independencia, producto de una insurrección de los esclavos en 1804, el presidente de EEUU, Tomás Jefferson “advirtió que (la libertad de los esclavos en) Haití era un mal ejemplo”. Diría que había que “confinar la peste en esa isla”. Sólo después que EEUU aboliera la esclavitud en su propio país el gobierno reconoció a Haití.
Un vocero evangélico, precandidato a la Presidencia de EEUU del Partido Republicano, Pat Robertson, culpó a los haitianos de la tragedia alegando que ese pueblo tenía un pacto con el diablo desde su independencia de Francia. En la línea racista que caracteriza a sectores muy importantes de ese país, agregó que los haitianos le dijeron al diablo que “te serviremos si nos liberas de los franceses”, Según Robertson, “el demonio les dijo OK, trato hecho”.
El presidente de EEUU, Barack Obama, por su lado, anunció “una partida inmediata de cien millones de dólares para respaldar nuestros esfuerzos de ayuda en los primeros días de esta crisis”. Pero antes del envío, ordenó el desplazamiento de 8 mil infantes de marina – con un portaviones, helicópteros y armas - para apoyar a las fuerzas armadas de Brasil diseminadas por el terremoto.
Obama también anunció que solicitó a los ex presidentes Bush y Clinton que coordinaran la iniciativa de Washington de ayuda a Haití. Durante su primer mandato, Bush recortó la ayuda que se necesitaba con urgencia en Haití y respaldó el derrocamiento del presidente Aristide. El presidente Bush (padre), apoyó el primer golpe de Estado contra Aristide en 1991. Mientras tanto, Clinton respaldó la restitución de Aristide, pero a condición de que éste aceptara duras medidas neoliberales.
La interpretación del fundamentalista de la Iglesia evangélica, Pat Robertson, no se aleja mucho de la realidad. Sin embargo, hay que aclarar el significado de los supuestos y de las metáforas del líder republicano norteamericano. Si se entiende el “diablo” como las fuerzas sociales y económicas que se formaban de manera embrionaria a principios del siglo XIX, el exabrupto de Robertson tiene algo de sentido. La industrialización capitalista de Europa occidental estaba cambiando la faz del “Viejo mundo” y recreando una “nueva periferia” en América y posteriormente en Africa y Asia.
Haití se independizó de Francia, con apoyo táctico de Londres, Madrid, y Washington, que se perfilaban como competidores del colonialismo francés. En el transcurso del siglo XIX estos países – mas Alemania y Japón, posteriormente - se convirtieron en potencias imperialistas que se disputaban mercados y territorios desde un extremo del planeta al otro. A principios del siglo XIX, la gesta separatista de Haití quedó subordinada a los diseños de quienes se presentaban como aliados de los haitianos en contra del colonialismo francés (en esos momentos encabezado por Napoleón Bonaparte). Cuando Robertson dice que los revolucionarios haitianos cometieron el error de pedirle ayuda al “diablo”, no sabe o ignora que el diablo es un eufemismo para referirse a esas futuras potencias imperialistas.
Los separatistas de la América hispana tuvieron una experiencia similar. Poco después de independencia, los países de la región quedaron endeudados con la banca inglesa. A fines del siglo XIX intervino EEUU que desplazó a la banca de Londres convirtiendo a la región en lo que sus mandatarios suelen llamar el “patio trasero”.
En Haití hay fuerzas políticas capaces de dirigir un proceso de reconstrucción. Hay que darles toda nuestra solidaridad, un esfuerzo continental. A su vez, EEUU tiene que retirar las fuerzas militares de ocupación (de nacionalidad brasileña y otras) y poner fin a su política de discriminación inaugurada por Jefferson a principios del siglo XIX. Desde Buenos Aires, CLACSO anunció que estaba creando un Fondo Gerard Pierre-Charles para apoyar la reconstrucción. Hay que seguir este ejemplo y dejar a un lado las políticas militaristas.
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena. http://marcoagandasegui.blogspot.com
Por Marco A. Gandásegui
El terremoto que sacudió a Haití y, en particular, su ciudad capital, Puerto Príncipe, causó decenas de miles de muertes y muchas interrogantes. Después de una semana de los trágicos movimientos sísmicos, aún no se conoce la cifra exacta de los damnificados y tampoco se ha podido establecer un mecanismo para darle sepultura decente a los muertos o iniciar la reconstrucción.
Hay varios elementos que deben ser tomados en cuenta para entender lo que pasa en Haití. En primer lugar, el país isleño fue ocupado militarmente por EEUU hace diez años. El presidente Bush decidió poner fin a la democracia en ese país exiliando a su presidente, Jean Bertrand Aristide, a Africa del Sur. EEUU le pasó el mandato de la ocupación militar a Brasil y contingentes armados de otros países de América latina. En este período de ocupación militar, Haití ha sido sometido al saqueo de sus riquezas y a la represión de su población.
La primera vez que EEUU ocupó a Haití fue en 1915. La presencia norteamericana duró 19 años, período en el cual subordinó las finanzas del país a la banca de Nueva York, la convirtió en una fábrica de azúcar y se aseguró que su población siguiera en la pobreza extrema. Décadas después, en el marco de la histeria del “anticomunismo”, EEUU instauró la dictadura de François Duvalier, “Papa Doc” que se extendió por más de treinta años (incluyendo el período de Jean-Claude Duvalier, “Baby Doc”).
Las relaciones comerciales entre EEUU y Haití se remontan a fines del siglo XVIII cuando Haití todavía era una colonia de Francia. Después de su independencia, producto de una insurrección de los esclavos en 1804, el presidente de EEUU, Tomás Jefferson “advirtió que (la libertad de los esclavos en) Haití era un mal ejemplo”. Diría que había que “confinar la peste en esa isla”. Sólo después que EEUU aboliera la esclavitud en su propio país el gobierno reconoció a Haití.
Un vocero evangélico, precandidato a la Presidencia de EEUU del Partido Republicano, Pat Robertson, culpó a los haitianos de la tragedia alegando que ese pueblo tenía un pacto con el diablo desde su independencia de Francia. En la línea racista que caracteriza a sectores muy importantes de ese país, agregó que los haitianos le dijeron al diablo que “te serviremos si nos liberas de los franceses”, Según Robertson, “el demonio les dijo OK, trato hecho”.
El presidente de EEUU, Barack Obama, por su lado, anunció “una partida inmediata de cien millones de dólares para respaldar nuestros esfuerzos de ayuda en los primeros días de esta crisis”. Pero antes del envío, ordenó el desplazamiento de 8 mil infantes de marina – con un portaviones, helicópteros y armas - para apoyar a las fuerzas armadas de Brasil diseminadas por el terremoto.
Obama también anunció que solicitó a los ex presidentes Bush y Clinton que coordinaran la iniciativa de Washington de ayuda a Haití. Durante su primer mandato, Bush recortó la ayuda que se necesitaba con urgencia en Haití y respaldó el derrocamiento del presidente Aristide. El presidente Bush (padre), apoyó el primer golpe de Estado contra Aristide en 1991. Mientras tanto, Clinton respaldó la restitución de Aristide, pero a condición de que éste aceptara duras medidas neoliberales.
La interpretación del fundamentalista de la Iglesia evangélica, Pat Robertson, no se aleja mucho de la realidad. Sin embargo, hay que aclarar el significado de los supuestos y de las metáforas del líder republicano norteamericano. Si se entiende el “diablo” como las fuerzas sociales y económicas que se formaban de manera embrionaria a principios del siglo XIX, el exabrupto de Robertson tiene algo de sentido. La industrialización capitalista de Europa occidental estaba cambiando la faz del “Viejo mundo” y recreando una “nueva periferia” en América y posteriormente en Africa y Asia.
Haití se independizó de Francia, con apoyo táctico de Londres, Madrid, y Washington, que se perfilaban como competidores del colonialismo francés. En el transcurso del siglo XIX estos países – mas Alemania y Japón, posteriormente - se convirtieron en potencias imperialistas que se disputaban mercados y territorios desde un extremo del planeta al otro. A principios del siglo XIX, la gesta separatista de Haití quedó subordinada a los diseños de quienes se presentaban como aliados de los haitianos en contra del colonialismo francés (en esos momentos encabezado por Napoleón Bonaparte). Cuando Robertson dice que los revolucionarios haitianos cometieron el error de pedirle ayuda al “diablo”, no sabe o ignora que el diablo es un eufemismo para referirse a esas futuras potencias imperialistas.
Los separatistas de la América hispana tuvieron una experiencia similar. Poco después de independencia, los países de la región quedaron endeudados con la banca inglesa. A fines del siglo XIX intervino EEUU que desplazó a la banca de Londres convirtiendo a la región en lo que sus mandatarios suelen llamar el “patio trasero”.
En Haití hay fuerzas políticas capaces de dirigir un proceso de reconstrucción. Hay que darles toda nuestra solidaridad, un esfuerzo continental. A su vez, EEUU tiene que retirar las fuerzas militares de ocupación (de nacionalidad brasileña y otras) y poner fin a su política de discriminación inaugurada por Jefferson a principios del siglo XIX. Desde Buenos Aires, CLACSO anunció que estaba creando un Fondo Gerard Pierre-Charles para apoyar la reconstrucción. Hay que seguir este ejemplo y dejar a un lado las políticas militaristas.
- Marco A. Gandásegui, hijo, es docente de la Universidad de Panamá e investigador asociado del Centro de Estudios Latinoamericanos (CELA) Justo Arosemena. http://marcoagandasegui.blogspot.com
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